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Furgonetas desbocadas atropellando manifestantes, detenciones arbitrarias y agentes irrumpiendo en locales privados a porrazo limpio. Tres semanas después que el Tribunal Supremo sentenciase con hasta 13 años de prisión a políticos y activistas independentistas, las incesantes protestas en las calles de toda Catalunya han evidenciado todo tipo de abusos y excesos de los cuerpos de seguridad.
Durante estos días de otoño caliente hasta 71 periodistas han sido agredidos mientras realizaban su trabajo. Y 50 de ellos se deben a actuaciones desproporcionadas tanto de los Mossos de Esquadra como de la Policía Nacional. “Que sea la policía quien pega a los periodistas rompe el relato de muchos medios de comunicación que sobredimensionan otros casos”, alerta Elisenda Rovira, coordinadora del Observatori Crític dels Mitjans, que desde el 2015 recuenta las agresiones a periodistas, vengan de donde vengan.
El elevado número de agresiones policiales contra reporteros y el poco pudor con el que estas se han producido han puesto en alerta a parte importante de un gremio que ve en esa actuación una estrategia coordinada para matar al mensajero, silenciar el periodismo que incomoda. Un golpe directo al derecho a la información.
OJOS QUE MOLESTAN
El caso más escandaloso visto estos días es, con toda probabilidad, el de Albert Garcia, fotógrafo de El País. Tras documentar la detención violenta de un joven, los agentes de antidisturbios de la Policía Nacional se abalanzaron contra él. A pesar de que iba con un brazalete identificativo, un equipo de cámara y de los gritos de sus compañeros, lo tumbaron al suelo, lo esposaron y lo arrastraron a comisaría mientras agonizaba gritando “por favor”.
Las imágenes, grabadas por la periodista Anna Punsí, despertaron una indignación que quedó rápidamente sepultada por el relato de que la única violencia era perpetrada por los jóvenes manifestantes. “Estamos mucho más atentos cuando hay policía porque ellos sí son una amenaza”, explica Elise Gazengel, periodista freelance. “Los manifestantes ni nos insultan ni nos piden que salgamos del medio”.
PERIODISTAS EN LA MIRILLA
El uso de pelotas de goma para reprimir las protestas es, desde hace años, un debate caliente en Catalunya. Tanto Policía como Guardia Civil siguen utilizando esta arma, pero los Mossos lo tienen prohibido desde abril del 2014. En su lugar utilizan foam. Aunque está pensado para dispersar a los manifestantes violentos, estos días también se han utilizado indiscriminadamente contra periodistas. Los sindicatos ven en ello un intento de “alejar a los reporteros del foco de la información”.La tarde del viernes 18 Bernat Vilaró, de la Agència Catalana de Notícies (ACN), se encontraba junto a otros periodistas entre la calle Fontanella y la plaça Urquinaona, punto caliente de los disturbios, cuando un proyectil se estampó contra su cuello. “No podía respirar”, explica. La fuerza del impacto lo hizo salir disparado hacia atrás hasta golpear contra la persiana de un bar. “El médico me dijo que, sin la protección de la máscara de gas, me podrían haber reventado la tráquea”, añade. Iba identificado con un chaleco naranja y no había manifestantes a su alrededor.
Unas horas antes le tocó a Carlos Márquez, de El Periódico de Catalunya. “Estábamos parados charlando con otros periodistas y hablando con chicos que no hacían nada. Unos Mossos me dispararon en la pierna desde la furgoneta”, explica. El reportero cayó al suelo y los jóvenes le llevaron a los médicos para que atendiesen su herida. Aunque achaca ese exceso policial a que los agentes contaban con un dispositivo insuficiente, deja claro que esa agresión le parece “una locura”. “A mis hijos les conté que me lo hice haciendo deporte”, asegura. “Si les digo que es la policía quien me pega a partir de aquí ya no sé como responder a sus preguntas”.
A diferencia de las pelotas de goma, que tienen una trayectoria incierta, los proyectiles viscoelásticos que disparan los Mossos tienen una precisión casi milimétrica y no rebotan. “Donde apuntan es donde va la bola”, señala el fotoperiodista Jordi Borràs.
EXCESOS DESDE EL DÍA UNO
Los abusos no son solo fruto del cansancio tras varias semanas de protesta, como se han excusado algunos mandos policiales. Desde el día uno ya se documentó una especial hostilidad policial contra los reporteros. La convocatoria del Tsunami Democràtic llevó a cientos de personas al aeropuerto de Barcelona. Los agentes estaban “completamente desbordados”. En una de las cargas, atacaron a un grupo de periodistas identificados, entre ellas Elise Gazengel. “Sabían perfectamente lo que estaban haciendo”, denuncia. Tanto Mossos como Policía, la golpearon en las piernas, la cadera y en la espalda mientras intentaba proteger su portátil. “Se les va la olla”.Jordi Mumbrú también estaba en el aeropuerto. Se encontraba solo grabando como los antidisturbios intentaban mover a unos turistas de un banco cuando una agente de los Mossos le disparó al pie y le hizo un gesto para que se marchase. Aunque el reportero del diario ARA iba sin brazalete, denuncia un ataque que considera escandaloso. “Lo hacen porque saben que están actuando de manera incorrecta y para que si alguien los denuncia no tenga una prueba para acusarlos”, remarca.
SIN AUTOCRÍTICA
Tras las críticas, el ‘conseller’ de Interior, Miquel Buch, y la cúpula de los Mossos acordaron revisar la actuación en 15 casos sonados como el atropello de manifestantes o el caso del furgón desde el que se gritó con sorna “Veniu, som gent de pau” a los vecinos de Tarragona. Ninguno de los casos a estudiar afectan las agresiones a periodistas. “Vienen las elecciones y tienen que hacer ver que la policía está controlada democráticamente”, asegura Borràs.Por su parte, el Ministerio del Interior y el Cuerpo Nacional de Policía ni siquiera han mostrado la intención de investigar los excesos de sus agentes. Preguntado por ello, Grande-Marlaska aseguró que las agresiones documentadas contra periodistas eran desinformación.
“Todo esto pasa porque las consecuencias son nulas”, añade el fotoperiodista. Tras otra agresión policial cubriendo el 15M, Borràs tuvo que cogerse 20 días de baja. El caso, como tantos otros, no se investigó. “Los agentes solo tienen número de identificación en la espalda”, explica Marta Valldaura, abogada de IRIDIA, un centro para la defensa de los Derechos Humanos que investiga esos casos de abusos. “Eso hace que en muchas ocasiones sea imposible abrir un proceso judicial contra ellos”. Esta vez tampoco esperan que ocurra.
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Menos mal que los manifestantes separatistas dejan a los periodistas hacer su trabajo en libertad.
Es cierto, menos mal. En caso contrario podría acusarse al Salto de información sesgada y parcial una vez más.
“A mis hijos les conté que me lo hice haciendo deporte”, asegura. “Si les digo que es la policía quien me pega a partir de aquí ya no sé como responder a sus preguntas”.
Periodistas que no se atreven a explicar la realidad a sus hijos, ¿qué nos explican al resto?
Solamente precisar que los presos políticos de la sentencia del Supremo además y sobretodo son los representantes legítimos y electos democráticos.
En serio pensáis que la teoría es valida? Algún periodista esta silenciado? Creo que el salto se apoya demasiado en opiniones y no noticias...para dar noticias reales se necesitarian periodistas que patearan la calle y no coger de agencias y luego tu opinar según lo que crees
...teorías mierder. Viendo la cantidad de periodistas por en medio intentando sacar fotos y gente de la calle haciendo lo mismo, 50 me parecen pocos visto el caos generado. Ver videos de los hechos y la situación y te olvidaras de teorias... menudo relato cutre se busca con la noticia