Ciencia
Espiritualidad Masterchef: terapias para la sociedad del rendimiento

Hace unos días una amiga me invitó a una sesión de Constelaciones Familiares. El reclamo rezaba lo siguiente: “Ante un bloqueo, una tensión, un conflicto… la lucha desgasta y nada soluciona. En cambio rendirse aplaca, destensa, serena… Cada quien decide de que manera actuar, que actitud tener y que decisión tomar”

Desmesura -funambulista
Página de 'Desmesura' de Fernando Balius, ilustrada por Mario Pellejer.
Marta Ugarte
20 nov 2018 11:16

Hace unos días una entrañable amiga, que vive en el interior de Gipuzkoa, me envió, vía WhatsApp, una convocatoria para asistir en su localidad a una sesión de Constelaciones Familiares1. Mi amiga es un ejemplo de lo que Dersu Uzala, el inolvidable personaje de la película de Akira Kurosawa, denominaba “buena gente”. Al parecer, encuentra en estas sesiones cierto alivio para su existencia salpicada de conflictos afectivos, altibajos emocionales, dudas, miedos… ¿Y quién no los ha tenido o los tiene alguna vez?

Lo que me llamó poderosamente la atención fue el reclamo de la sesión, que se expresaba en los siguientes términos: “Ante un bloqueo, una tensión, un conflicto… la lucha desgasta y nada soluciona. En cambio rendirse aplaca, destensa, serena… Cada quien decide de que manera actuar, que actitud tener y que decisión tomar”.
Leí este contenido una y otra vez, y entre indignada y perpleja, me puse a pensar en mujeres como Sylvia Pankhurts, tenaz sufragista británica, encarcelada en innumerables ocasiones y alimentada a la fuerza en sus diferentes huelgas de hambre en pro del voto femenino y en contra de las políticas belicistas e imperialistas que desembocarían en la primera conflagración mundial.

Recordé también a Matilde Landa2, también feminista y también comunista como Sylvia Pankhurst, referente moral de resistencia en las prisiones franquistas, que prefirió el suicidio antes que ser obligada a bautizarse. Su notable capacidad organizativa y su carisma desplegaban apoyo mutuo y solidaridad en el interior de los penales por donde pasó, mejorando y humanizando, en la medida en que era posible, las duras condiciones de sus compañeras reclusas y sus hijos e hijas.

Si hubiesen leído semejante elogio de la rendición, ¿qué hubieran pensado estas dos mujeres y todas las personas conocidas y anónimas de cualquier rincón del planeta, que desde diferentes ideas emancipadoras hicieron frente al desánimo y a la adversidad de lo injusto? Sin duda, se mostrarían convencidas de que algún tipo de derrota de lo humano estaría en ciernes. ¿La clausura de todo pensamiento y gesto resistente? ¿Un fascismo amable? ¿Y si hubieran sabido que este tipo de afirmaciones se hacen desde terapias que supuestamente nos ayudan a sanar nuestra psique?

La persona experimenta mejoras y determinadas liberaciones iniciales, un torrente de corredoras aguas, que devienen en ciénagas vitales en forma de enganches a esos primeros momentos liberadores, que necesitan ser extendidos a todos los ámbitos de nuestras anodinas existencias

Las Constelaciones Familiares, el Coaching , la Bioenergética , los Eneagramas o la Gestalt forman parte de un largo rosario de terapias de gran popularidad que manejan un vocabulario bienintencionado y unas categorías pretendidamente científicas. Su éxito es debido a que en la mayoría de los casos, estas terapias conceden, y aquí sí tocan realidad, importancia al cuerpo del paciente y a sus reacciones. La persona que se ha desarrollado en un contexto cultural judeocristiano, desdeñador del cuerpo por ser el origen del pecado, represor de cualquier forma de placer y que afirma que este mundo es un valle de lágrimas, descubre la primera vez que acude a una de estas terapias, que su respiración tiene importancia para recuperar la calma, que tiene derecho a la relajación para empezar a sentirse mejor y que el cuerpo tiene que ser cuidado para hacer posible el bienestar y el sosiego. Por otra parte, las referencias a lo espiritual y a la búsqueda de la armonía interior están, de una manera u otra, presentes para poder reconfortar ante las incertidumbres vitales. Siendo todo esto así, la persona experimenta mejoras y determinadas liberaciones iniciales, un torrente de corredoras aguas, que sin embargo, y muy a menudo, devienen en ciénagas vitales en forma de enganches a esos primeros momentos liberadores, que necesitan ser extendidos a todos los ámbitos de nuestras anodinas existencias.

La pretendida armonía y los equilibrios entendidos así, son cimas inalcanzables porque la persona ha interiorizado el contenido marcadamente individualista y autorreferencial de terapias que rechazan el conflicto como algo ineludible en la vida y en el entorno social. Así, muchas personas comienzan un largo itinerario saltando de una terapia a otra, variables del mismo discurso, como ratones que corren agotados e infelices en el interior de una rueda.

Vivimos en un modelo productivo que no sólo nos explota sino que nos enferma con su inhumano aceleramiento exponencial. Al mismo tiempo, el capital impone una cultura urbana y digital que construye un tiempo sin tiempo, una realidad sin realidad, vivida en un mundo paralelo de series en la red o de concursos con los cuales conquistar la fama y el triunfo, bien sea cantando o cocinando. 

Ante el desasosiego generalizado, entran en acción las terapias ofreciendo la exclusividad y la sofisticación con un mensaje profundamente reaccionario que inventa una artificiosa dualidad entre el sentir y el pensar, entre el meditar y el reflexionar. El pensar y el reflexionar son enviados al ostracismo en pos de nuestra mejora emocional. Llama la atención que gran parte de las terapias autodenominadas “humanistas” rechacen algo tan profundamente humano como el pensamiento y la reflexión. Sin pensamiento y sin reflexión se nos aleja de la capacidad de análisis, de las coyunturas y contingencias sociales, y en definitiva de poder comprender y modificar la realidad que nos rodea. Se nos amputan dos herramientas fundamentales para la vida, en tanto que nos permiten protegernos de determinadas agresiones organizadas que exigirían soluciones colectivas.

Ante el desasosiego generalizado, entran en acción las terapias ofreciendo la exclusividad y la sofisticación con un mensaje profundamente reaccionario que inventa una artificiosa dualidad entre el sentir y el pensar, entre el meditar y el reflexionar. El pensar y el reflexionar son enviados al ostracismo en pos de nuestra mejora emocional

Sospecho que estas terapias le son de gran utilidad a un capitalismo que va adentrándose cada vez más en un nuevo capitulo para disciplinar la fuerza de trabajo. La sociedad del rendimiento en la que el propio trabajador se explota motu propio ya está aquí3; obsérvese que una gran parte de los conceptos de la psicología deportiva, diseñada para competir mejor, han sido exportados sutilmente a la llamada Psicología humanista. El Coaching y sus variables son un caso paradigmático; existiendo, incluso, un denominado Coaching Espiritual.

Esta apuesta por una espiritualidad adaptativa4 se configura como un gran abortivo ante el surgimiento de cualquier pensamiento crítico; en la medida en que los individuos son formateados para la desmovilización social y se les priva de los recursos para el análisis, les resultará cada vez más complicado tomar conciencia de las auténticas razones de su infelicidad.

Una deontología mínimamente honesta de la psicología debería empezar a conjugar, sin desmerecimiento de las técnicas de relajación y de la meditación, verbos como pensar, confrontar, compartir y rebelarse.
Ni Sylvia ni Matilde renunciaron al conflicto, a la lucha o a la resistencia. Sabían que ninguna de las tres garantizaba salir victoriosas de los embates de un modelo de producción injusto, cínico y violento, pero al menos experimentaban sin descanso que el conflicto, la lucha y la resistencia ahuyentaban soledades y generaban compañías. Y es que la solidaridad también aporta mucho a la salud mental.


1 Terapia muy en boga ideada por Bert Hellinger, un excombatiente de la Whermacht y ex fraile católico. Configuró su terapia en Sudáfrica (años 50 y 60 inspirándose en la cosmogonía Zulú. Para Bert Hellinger armonía espiritual es igual a orden jerárquico familiar en la que el paterfamilias debe ocupar la cima de la pirámide de poder.
2“Matilde Landa: de la Institución libre de Enseñanza a las prisiones franquistas” David Ginard i Féron. Inmortalizada también por el grupo Barricada en su tema “Matilde Landa”.  Matilde Landa también aparece en la novela de Elena Poniatowska “Tinisima”
3 Concepto desarrollado en ensayos como “La sociedad del cansancio” de Byung-Chul Han o en “La criminalización del pensamiento” de Marcos Roitman.
4 Joan Garriga, el gran gurú en el estado español de las constelaciones familiares apela a esta lógica reiteradamente con la fórmula “aceptar lo que la vida te da”.

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Héctor Cerezo Huerta
6/12/2018 20:19

Hermoso, directo y reflexivo texto, felcidades

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María Abenia
21/11/2018 11:52

Un artículo muy interesante, gracias, a la par que complejo. Las terapias alternativas, el budismo u otro tipo de influencias orientales, amerindias, africanas, también participan a su manera de desmantelar el sistema capitalista. Además de conformar colectividades, fomentan, entre otros, el desapego material, la ruptura con un sistema que les ha llevado, entre otras, a incluir en su dieta diaria píldoras antidepresivas - y x ende, a rendir culto a la industria farmacéutica-, a promover una voz crítica que ponga en cuestión nociones tales como el concepto de "tiempo", de "verdad". De hecho, por enumerar algunos puntos, participan en la desaceleración del consumo, en la reducción de las emisiones de CO2 y otros contaminantes - al apostar por dietas depurativas que armonizan con los productos ecológicos y/o de origen vegetal (aquí habría q trabajar que vengan de cultivos locales), por pasar el tiempo libre en la naturaleza sin modificarla o dañarla-, etc.

Lo que a mi juicio habría que visibilizar más bien aquí, y que en parte no te quita razón, es el uso que se hace de ellas. Si se ponen al servicio del capitalismo, actuando como sustitutivos de los somníferos, entonces son peligrosas. Sin embargo, cuando se dirigen a empoderar a un Cuerpo, auténtico, libre, consciente, al servicio de un bien común - la empatía, la solidaridad, el desapego material, etc-, entonces, son muy poderosas, pues se unen de igual modo a la lucha y al desmantelamiento capitalista que, estamos de acuerdo, no es sostenible y nos aboca al colapso. La desacralización del mundo en que vivimos, el auge del neoliberalismo y los fascismos patriarcales, necesitan de fuerzas también que se opongan a su credo; cuántas comunidades de este tipo fomentan el matriarcado (hay muchas mujeres liderando estas terapias, clases de yoga, charlas,etc, x ej)- , desmantelan el racionalismo y empoderan la intuición y otros patrones de descodificar la(s) realidad(es), superan el poder religioso que cínicamente coopera con el propósito de los gobiernos de imponer un único pensamiento e imaginario...?

El tipo de lucha que tú propones, vale, es otra fórmula igual de lícita y necesaria. Sin embargo, también podríamos cuestionarla. Sin querer sacar de contexto, me pregunto si los suicidios que muchos activistas ejecutan son realmente útiles. Más allá del shock que producen, al final, no se ponen al servicio de la desesperación?, de la falta de esperanza?, del sensacionalismo?. No ponen punto y final a una fuerza mucho más poderosa, más influyente, más inspiradora, más duradera?

Insisto, gracias por el artículo, sin embargo, necesita en mi opinión madurar más lo que articula, desmantelar ciertos prejuicios y, si, MEDITAR más sobre estas cuestiones.

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