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Cine
‘Controverso’, donde La Alpujarra se une a Cuba a través de la improvisación poética
En un capítulo de su obra Trovadores de repente (2006), Alberto del Campo recuerda a los viajeros románticos europeos, quienes, movidos por el exotismo y la curiosidad, recorrieron buena parte de la geografía española durante el siglo XIX. Mediante sus cartas y diarios dejaron constancia de la fascinación que les provocaba toparse en el mundo rural con manifestaciones de repentismo, entendiendo este como el intercambio dialéctico mediante versos improvisados que se estructuran estróficamente en décimas o quintillas.
Del Campo asegura que estos viajeros vieron en esta práctica repentista “una magnífica estampa castiza representativa de un modo de vida ajuglarado que hacía tiempo había desaparecido en sus respectivos países de origen, pero que se mantenía en los caminos, pueblos y ciudades españolas con sorprendente frecuencia”.
El mismo Carlos Dembowski, en una obra de 1841 donde relata los últimos suspiros de una España feudal en plena metamorfosis, alude ya a “las veladas de la aldea en las que cada individuo revela su alma por las coplas que escoge e improvisa, donde uno toca la guitarra y otros van alternando en el canto”. También Washington Irving en su conocido paso por la provincia de Granada recuerda cómo los arrieros improvisaban versos a la vez que desempeñaban sus quehaceres para concluir que esta facilidad para la improvisación estaba muy arraigada en la idiosincrasia española.
Emulando esa misma inquietud romántica y con la intención de dotar de significado a esta identidad cultural, Nuria Vargas (El Ejido, 1981), recientemente galardonada por la Academia de Cine de Andalucía como la mejor dirección novel de 2022, también emprendió hace más de una década su propia ruta por el repentismo, en este caso desde el marco audiovisual.
Aunque, quizás sin saberlo, este viaje había empezado a recorrerse mucho antes: su familia formó parte de aquellos miles de campesinos de La Alpujarra que desde mitad del siglo XX se fueron asentando en el poniente almeriense en busca de una realidad menos áspera, llevando consigo la práctica del trovo hasta ese mar de plástico. Nuria es, además, bisnieta de El Ciego de Lanjarón, un reputado trovero de la época. Ella había crecido entre fiestas cortijeras y asistiendo al Festival de Música Tradicional de La Alpujarra que se celebra cada año desde 1982, por lo que sentía que tenía una deuda con sus raíces. El trovo, a pesar de su consolidado historial de investigación etnográfica, no ha contado con un reflejo cinematográfico ni ha sido abordado bajo una misma tradición poético-oral presente en toda América Latina desde siglos.
Conocedora de este vacío, la directora realizó como estudiante varios reportajes donde aglutinó, todavía en vida, a los principales troveros de la comarca que se expande entre Almería y Granada, como Andrés Linares o Miguel Candiota. Ante la escasez de ayudas públicas y ya con Egoa Films, su propia productora, aprovechó una de las múltiples giras de hermanamiento que desde finales del siglo XX repentistas cubanos venían haciendo por La Alpujarra para grabar las primeras entrevistas de las que después se nutriría su actual documental.
El material ya estaba ahí, aunque Nuria, a sabiendas de que “un contenido tan de nicho era posible que no llegara a los jóvenes ni al gran público”, decidió dotar a su obra de un formato más dinámico como la road movie (película de carretera), incorporando a su vez la sabia nueva del rap improvisado, último descendiente de esta tradición musical. Las ‘batallas de gallos’ representan en la actualidad un fenómeno de improvisación en verso que se desarrolla de forma profesional y que cuentan con gran popularidad entre la juventud de habla hispana, por lo que su inclusión estaba más que justificada.
Culturas
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El personaje conductor de esta cinta es Luna, una joven rapera de raíces cubano-alpujarreñas, que un buen día se topa con el repentista cubano Alexis Díaz-Pimienta en una velada de improvisación poética madrileña. Allí, Alexis bautiza a los presentes en las particularidades de estas construcciones poéticas caribeñas y su conexión directa con el trovo alpujarreño. Ante el interés de Luna, Alexis la invita a que “eche combustible a la cabeza y al carro” y se traslade a Órgiva o Murtas para conocer de primera mano los entresijos de este género musical.
Tras una primera toma de contacto y después de inmiscuirse entre campesinos y sus festejos alpujarreños, esta ruta del conocimiento la llevará a cerrar el círculo con su visita a La Habana. Lo primero que sorprende al aterrizar en la isla es el cuidado institucional que profesan por su folklore, amén de los organismos estatales desde donde nos hablan la mayoría de los artistas cubanos: el Centro Iberoamericano del Verso y la Agencia Cubana de Rap así como programas de televisión específicos en prime time que velan por el estudio, la difusión y el conocimiento de la tradición repentista. Esto choca en su traducción al contexto español, donde sus representantes han manifestado siempre la falta de apoyo y visibilidad por parte de los organismos gestores.
Como anécdota, el trovero José López Sevilla contaba cómo a su maestro Candiota siempre le enfadaba mucho el tratamiento que Canal Sur hacía del Festival de La Alpujarra, al cual dedicaban apenas unos minutos al año en antena mientras que otros eventos como la Semana Santa sí recibían una cobertura más asidua. Esto, sumado a la falta de organización entre los propios practicantes y de acuerdos con las instituciones para reproducir en La Alpujarra centros que, como en Cuba, se encarguen del cuidado del trovo y posibiliten su trasvase a las nuevas generaciones, son los motivos principales para que este arte propio de Andalucía Oriental esté en claro proceso de desaparición.
Junto a la necesaria labor de rescate y memoria cultural, Controverso es una puesta en valor del relegado rol desempeñado por las mujeres en esta tradición improvisadora. Como afirma la propia Nuria, ya desde sus primeros incursiones cinematográficas en el trovo “siempre había querido que aparecieran mujeres, pero era imposible encontrarlas. Y no porque no trovaran, sino porque no lo hacían de forma pública, solo en contextos intrafamiliares; salir de ahí para ellas era como una osadía que no podían permitirse en un terreno tan masculinizado”.
Desde la propia elección de la protagonista, “una chica independiente que viaja libre”, la cinta es una reivindicación que refleja las diversas problemáticas a las que han hecho frente las mujeres a la hora de desenvolverse en cualquier ámbito artístico-laboral, incrementadas si cabe en el férreo contexto rural. Nada nuevo: desde ser las encargadas domésticas y la imposibilidad de compaginarlo con el arte, hasta otras más de corte organizacional donde siempre ocurre que son invitadas a los eventos con una menor frecuencia que los hombres.
Esto se aprecia casi de forma involuntaria en el documental: mientras que los troveros afirman que “tienes que perder muchas horas de sueño por el trovo y vivir para él”, Leanet, una repentista cubana, explica que solo cuando termina de atender su casa, además de su marido, sus hijos (uno de ellos en su regazo) y su suegra, puede dedicar algunos ratos libres para ensayar. Este desequilibrio se sigue reproduciendo también en la actualidad del rap: en la FMS, el circuito profesional de rap improvisado, solo compite Sara Socas, ascendida este mismo año, mientras que son 13 los participantes masculinos. Además, aunque no se duda del compromiso de los raperos con la igualdad y el progreso, es común que en sus competiciones sus rivales aludan a su falta de talento y a su presencia en el circuito como una mera cuestión de visibilidad femenina.
En el citado libro de Del Campo se recoge cómo, en algunas ocasiones, los viajeros románticos expresaban su atracción no solo por la manifestación en sí, sino más bien por la figura y biografías de improvisadores concretos. Para ello, utiliza el caso de la poeta La Ciega de Manzanares, que fue ganando notoriedad incluso fuera de la península gracias a estos testimonios y que hoy cuenta con un centro cultural con su nombre en su ciudad natal. Algo similar ocurre cuando a mitad de la cinta Luna descubre a Tomasita Quiala, una prestigiosa repentista cubana ciega cuya figura, como afirma Nuria, “merece un documental por sí solo”.
En su casa, cargada de iconografía castrista, esta nos vierte un canto poderoso, de no dejarse pisar en un terreno de hombres donde, a pesar de los muchos avances, sigue siendo difícil abrirse hueco. Pero su reclamo es transversal: también es una puesta en valor del carácter local e identitario de su folklore frente al tan acusado eurocentrismo; y lo hace a través del papel de la décima espinela en la raíz de la canción popular latinoamericana: “La décima es peninsular, pero llegó a Cuba y se aplatanó: se tomó un trago de aguardiente, se comió un pedacito de caña, se fumó un tabaquito y se volvió cubana”.
A la entrevista que desde El Salto realizamos una cálida mañana sabatina en el Parque Municipal de El Ejido se suma José Barranco, más conocido como Barranquito, que durante décadas ha tenido el honor de ser el trovero más joven de la comarca (actualmente cuenta 45 años) y en el que se han depositado buena parte de las esperanzas de subsistencia en torno a este arte. Él es el ejemplo perfecto de lo que Díaz-Pimienta denomina “el método de aprendizaje mimético-tradicional”: apegarse a un practicante de la tradición (en este caso radicada en el núcleo familiar) y de forma casi divina ir adueñándose de la esencia de la práctica. El propio Barranquito lo recuerda así: “Los viejos del pueblo me sentaban en su regazo y me enseñaban a adecuar los versos al compás rítmico a través de golpecillos en la pierna”.
Algunas de las grandes críticas que teóricos y especialistas han hecho a la práctica del trovo están relacionadas con un excesivo anquilosamiento en la tradición, junto al carácter poco formado de los troveros y sus versos que no ocurre en las manifestaciones americanas. Al preguntar a Barranquito por esto, el trovero nos responde que, como en cualquier otra manifestación artística, depende del carácter personal de cada poeta y de la temática concreta que toque defender en la velada. Además, lo argumenta a través del contexto de desarrollo de cada género: “Mientras que en Cuba son repentistas profesionales formados en la universidad, aquí la mayoría de troveros no han pasado por la escuela porque tuvieron que empezar a trabajar a muy temprana edad. Esto hace que allí estén reconocidos y remunerados como tal, mientras que aquí sobrevivimos como un arte ancestral que sentimos como pasatiempo”. Y añade: “La estructura de la décima cubana se presta de por sí a una mayor expresividad, pero a excepción de algunos, la mayoría de troveros de esta zona se han manejado siempre en quintillas”.
En el discurso de Barranquito tampoco falta la autocrítica, y reconoce la cierta dejadez de los troveros a la hora de avanzar en el cuidado de su arte. Y culmina con una propuesta que permita su supervivencia: “Debe venir a través de la pedagogía con los más jóvenes; escuelas y talleres que saquen al trovo de su hábitat tradicional y lo pongan a dialogar con otras artes contemporáneas”. Se secunda la moción y se le invita final a que trove algo: “Claro que sí, a mí se me da mejor trovar que hablar”, responde con la jocosidad propia de estos poetas alpujarreños.
Una amalgama de sentimientos recorre el cuerpo a la hora de abandonar el parque. En un tiempo tan crispado como el actual y donde todo parece volverse efímero, reencontrase con este acervo cultural que además hermana a iguales de un lado del Atlántico y del otro, es una suerte de bendición que debiera ser cuidada como merece. Y aunque nunca parezca suficiente, Controverso ya ha dado el primer paso.