We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Cine
Las cosas no son como te las han contado, te lo dice un festival de cine
De El año del descubrimiento a la tristemente tronchante indagación sobre el capitalismo financiarizado que es Oeconomia, la programación del Festival de Cine Independiente de Barcelona L’Alternativa abre ventanas al cuestionamiento de las supuestas verdades del mundo… y de las convenciones narrativas que se usan para relatarlas.
L’Alternativa lleva décadas hermanando el gusto por las experimentaciones formales y la sensibilidad política, el cuestionamiento de las convenciones narrativas y la indagación sobre las realidades de alrededor del planeta. En él, hemos podido ver documentales sobre la gentrificación rodados en diversos países del mundo (incluida la Turquía de una Estambul en expansión incansable), videodiarios que mezclaban las historias familiares y personales con las heridas del conflicto irlandés o de la dictadura argentina, narraciones mínimas sobre presentes sin apariencia de futuro, relatos explícitos o implícitos de mil y una luchas sociales, a veces concretados mediante estéticas experimentales…
En este año de desmaterialización de los acontecimientos y virtualización de las relaciones, el certamen tuvo que transformar la prevista edición mixta en una versión 100% online tras el cierre de salas cinematográficas por parte de las autoridades catalanas. Ahora, la reapertura ofrece la posibilidad de impulsar algún acto presencial por determinar.
En todo caso, la pérdida de contacto con la audiencia presencial, las dificultades evidentes para el intercambio y el debate alrededor de las imágenes que se presentan, se endulzan por la posibilidad de llegar a públicos geográficamente distantes a través de Filmin, que ofrece la mayor parte de la programación del festival. La pandemia ha hecho que festival y plataforma ahonden en una colaboración que lleva muchos años en marcha.
De sindicalistas, emprendedores y ecoterroristas
Hay muchos filmes susceptibles de destacarse en la programación de este año. Una vez más, parece lógico volver a destacar el extenso documental El año del descubrimiento, de Luis López-Carrasco (El futuro). Representa a la perfección un cierto tipo de cine que busca refrescar la memoria colectiva y estimular el debate social… sin renunciar a algún gesto formal diferenciado, desde el uso sostenido de una imagen partida en dos al juego de anacronismos entre presente y pasado.
Este último elemento parece tender puentes entre una sucesión de crisis que moldea décadas: de la España que forcejeaba por cumplir los criterios de Maastricht a la España sometida a la pandemia de covid-19, pasando por la crisis infinita posterior al crac financiero de 2008. El realizador parece querer facilitar la empatía y comprensión intergeneracional mientras quiebra más de un supuesto consenso histórico. Si la historia oficial nos dice que todo un país estaba gozando (¿por encima de sus posibilidades?) del olimpismo y de los pabellones de la Expo de Sevilla, este relato colectivo de decenas de testimonios responde que también había abierta una lucha obrera de resistencia a la desindustrialización estimulada desde Bruselas, y que tenía lugar en Cartagena y otros lugares de la península.
Culturas
“Con esta película quise poner en color a luchas obreras que estaban en blanco y negro”
El director Luis López Carrasco cuenta por qué eligió rodar “El año del descubrimiento”, que narra la historia de la rebelión de Cartagena por la crisis industrial y que acabó en la quema del parlamento regional, en el emblemático año de 1992: “Quisimos contribuir a fortalecer esa memoria colectiva disidente y rebelde”.
El cineasta serbio Mladen Kovacevic también apuesta por examinar la realidad que está en los márgenes de las versiones oficiales. Se adentra en la China contemporánea mediante las contenidas viñetas narrativas, a un paso del documentalismo, que incluye en Merry christmas, Yuwu. El realizador opta por mantener las distancias con el miserabilismo propio de los retratos de explotaciones laborales extremas, a la vez que expulsa a los márgenes de la banda sonora algunas emanaciones de los discursos emitidos o premiados desde el poder gubernamental.
La hiperindustrialización del gigante asiático se representa a través de imágenes centradas en el tedio de los trabajos repetitivos, en la falta de objetivos del asalariado… y en la voracidad autodestructiva de unos emprendedores autoexplotados que invierten su dinero en la fabricación de adornos navideños mientras malviven en pisos precarios. En su historia de alejamientos personales y familiares, Kovacevic advierte sobre materializaciones locales (derivadas, por ejemplo, de las distancias enormes entre territorios) de un fenómeno extendido: la corrosión de las relaciones interpersonales derivada de la primacía del trabajo y del dinero.
A shape of things to come es otra apuesta muy sugerente incluida en la sección oficial de largometrajes. De manera lacónica y concisa, difumina las fronteras entre la realidad y ficción mediante sus observaciones lacónicas del silencioso Sundog, un hombre que vive en una caravana entre la naturaleza, cerca de la frontera estadounidense con México. La persona-personaje principal pone cuerpo a un acercamiento a fragmentos de su cotidianidad de cultivo, de caza, de afán de libertad y todo lo demás, desde destripar animales y excretar en orinales hasta fumar veneno de sapo.
Sus autores ofrecen una especie de inmersión de aspecto verista, salpicada por algunas situaciones que remiten al western contemporáneo, y por algún recordatorio de la represión de la migración (un tema que el codirector J. P. Sniadecki, cineasta y antropólogo, ya trató en El mar la mar). Por una parte, se desmitifica ese regreso a la naturaleza con el que parece fantasear la cultura hipster a través de un retrato de soledad extrema. Por otra parte, emerge la posibilidad de la violencia como defensa, extrema o no, de un modo de vida.
Sonrisas congeladas en las cumbres del capitalismo financiarizado
L’Alternativa no solo está ofreciendo visionados limitados del documental político del momento, El año del descubrimiento. También presenta otro reportaje fílmico con muchas posibilidades de saltar al mainstream: la desoladora y tristemente tronchante introducción a los sinsentidos y las imposibilidades del capitalismo financiarizado que es Oeconomia. Se trata de una obra radical porque asume el estado de las cosas y cuestiona su lógica (o ilógica) interna desde dentro pero llegando hasta la raíz. Su autora, la realizadora alemana Carmen Losmann, se abstiene de hacer consideraciones éticas y examina el capitalismo como quien abre un juguete: para averiguar cómo funciona y por qué deja de funcionar.
La cineasta explica que la película no tiene la forma que estaba prevista: las entrevistas “la decepcionaron bastante” por la falta de respuestas de sus interlocutores, con lo que se vio obligada a realizar cambios de planteamiento. “La forma terminó de evolucionar durante el proceso de montaje”, añade. Ahí apareció la estructura final. La autora se representándose a sí misma en un proceso de investigación, anotando en un esquema las conclusiones concisas y demoledoras que extrae de los encuentros que celebra.
El resultado es un híbrido inusual. Por una parte, Losmann apuesta por una estética sobria y minimalista. El hecho que el peso recaiga en las entrevistas no deja de ser un recurso clásico. Pero las charlas mismas acabaron tomando formas que, de una manera inesperada e indeseada, pueden recordar al reporterismo que intenta jugar con la incomodidad del interlocutor. Altos cargos del Banco Central Europeo, del Deutsche Bank o de BMW titubean con sus sonrisas congeladas, se quedan sin palabras o reconocen verdades difícilmente confesables cuando les preguntan sobre los mecanismos fundamentales de la economía financiarizada, sobre la creación de dinero, sobre la relación parasitaria entre beneficios privados y deuda pública.
En algunos momentos, aflora la tensión, aunque la autora descarta que hubiese momentos de tensión extrema (“siempre que no consideres que un rodaje denso y de quince horas en un día supone una tensión extrema”, añade). Losmann transita unos espacios asépticos limpiados por trabajadoras sin voz. Las salas de reuniones acristaladas transmiten un cierto aire de simulacro debido a su sobreactuada transparencia, enfatizada por la prohibición de grabar reuniones reales... y el permiso de filmar simulaciones. A través de sus indagaciones, Losmann consigue una maravilla inmensamente pedagógica, disruptiva de la visión convencional de la economía sin necesidad de recurrir a la ira o los subrayados.
El visionado de Oeconomia, además, acaba resultando paradójicamente divertido, oscuramente cómico. Probablemente robará unas cuantas carcajadas a unos cuantos espectadores que comprobarán, quizá con una cierta satisfacción, que figuras relevantes en los engranajes de la economía global no tengan respuestas cuando se les hacen preguntas que no permiten evasivas inconcretas y cháchara vacía sobre el crecimiento económico, la innovación y la sostenibilidad. El dinero actual, determina Losmann, se crea a través de la emisión de créditos. Y la broma cruel final es que se castigue a ese deudor público o privado en quien, de facto, recae la responsabilidad de ese supuesto crecimiento económico infinito en un mundo de recursos finitos.