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Cómic
El sueño de Salvador Allende que duró 1.000 días, en viñetas
El cómic Los años de Allende, firmado por Carlos Reyes y Rodrigo Elgueta, se adentra en la vorágine que sacudió Chile entre 1970 y 1973, desde la victoria electoral de la Unidad Popular al golpe de estado perpetrado por los militares.
Aunque Carlos Reyes era apenas un niño, recuerda que el 11 de septiembre de 1973 los militares entraron en su casa. También se acuerda de ver al presidente Allende hablando por televisión aquel día. Su compañero, Rodrigo Elgueta, era más pequeño aún y conserva escasa memoria de esa fecha, pero sabe que “lo que pasó en Chile en 1973 es algo que ha marcado al planeta entero”.
Ambos —el primero como guionista, el segundo como ilustrador— son los creadores de Los años de Allende, un cómic que narra lo sucedido en Chile entre dos septiembres: el de 1970, cuando se produce la victoria electoral de la coalición de Unidad Popular, y el de 1973, con el golpe de estado militar. El inicio del sueño, las dificultades para conciliarlo con la realidad y finalmente la irrupción de la pesadilla.
Editado ahora en castellano por La Oveja Roja y en catalán por Tigre de Paper —la publicación original en Chile data de 2015—, el volumen es un ejercicio muy serio de divulgación mediante viñetas, que podría pasar por el libro de texto de una asignatura sobre ese periodo histórico que aún hoy se soslaya en las escuelas chilenas.
Utilizando a un personaje ficticio, el corresponsal estadounidense John Nitsch, y su mirada foránea sobre lo que ocurre en el país, Reyes y Elgueta describen un paisaje marcado por las medidas del gobierno de Allende —nacionalización de bancos, reforma agraria o expropiación de las minas de cobre, anteriormente en manos de empresas privadas estadounidenses— y la reacción que se forja desde varios frentes, incluido el Despacho Oval de la Casa Blanca.
El desenlace, fatal, es conocido y se anticipa muchas páginas al punto final del libro: el histórico mensaje al pueblo chileno de un Allende cercado por los militares en el Palacio de la Moneda, su negativa a entregarse, el bombardeo sobre la sede presidencial, la soledad del último defensor, el rifle, el disparo.
Era el 11 de septiembre de 1973, el despertar del sueño de los 1.000 días de Salvador Allende, el alba de un horror que se prolongaría durante 17 años. Los de Pinochet. Pero esa es otra historia.
¿Es el cómic una buena vía para contar una historia como esta?
Carlos Reyes: Por supuesto. La historieta, el lenguaje de la narrativa gráfica, puede ser cualquier cosa. Una buena historieta es como el teatro, la ópera, el cine, una novela. Es un lenguaje en el que todo cabe. Todos los temas, todos los géneros. Siempre. Yo creo que una historieta puede tener una densidad y una profundidad como cualquier otra obra. Claro que se podía contar este tema en una historieta documental, que así incluso puede llegar a más público que si fuera un ensayo más sesudo.
Rodrigo Elgueta: Como dibujante, me ofrece la posibilidad de experimentar con planos, puedo jugar con ellos. Es algo muy barato, comparado con la producción de una película. Este formato aún tiene muchas posibilidades por explorar.
Hay un trabajo de documentación muy importante.
C.R.: Sí, tuve que leer mucho. El tema en Chile es delicado. Allende sigue siendo un tema peliagudo. Hay quienes todavía defienden el golpe de estado. Allende es una figura que escinde, que rompe, que provoca una discusión. Es vergonzoso que esto suceda todavía, creo yo. Así que necesitaba una buena documentación.
Lo que los personajes históricos dicen es totalmente fiel, e incluso los pocos personajes de ficción que creamos también hablan con parafraseos de textos o entrevistas de la época.
R.E.: Sabíamos la responsabilidad que teníamos entre las manos. El mundo de la gráfica tenía una deuda con esta época. Se han escrito libros, hay investigaciones, documentales, pero muy poco en novela gráfica. La responsabilidad era que sabíamos que iba a llegar a muchas personas, desde gente mayor a niños, y teníamos que saber entregarles una visión de esta época. Este libro no es un resumen sino un punto de vista que planteamos. La objetividad absoluta no existe, hay una subjetividad. Como guionista, Carlos decide qué dejar fuera y qué narrar.
Zerocalcare, autor del cómic Kobane calling sobre la situación en Rojava, el Kurdistán sirio, me dijo que “la creación artística no tiene el deber de la fidelidad absoluta a la realidad objetiva, como sí lo tiene el trabajo periodístico”. ¿Estáis de acuerdo?
C.R.: Sí, pero en el periodismo, e incluso en el trabajo histórico, también se cuela la subjetividad. Como dice el científico chileno Humberto Maturana, “la objetividad está entre paréntesis constantemente”. Eso explica que ante un mismo hecho histórico, único, un historiador de derechas y uno de izquierdas digan cosas diferentes. Uno pensaría que los hechos hablan por sí solos y son clarísimos, pero nos hemos dado cuenta de que no lo son.
Cómic
El cómic para entender la revolución de Rojava
En la historieta está nuestra visión, si bien es un panorama, ya que tratamos de mostrar todas las aristas de esta gran utopía que llevó finalmente al golpe de estado. A pesar de querer ser objetivos, es inevitable caer en la subjetividad, tenemos una posición tomada: somos personas de izquierdas. Si es que ser de izquierdas hoy en día significa algo, que también está en discusión constante.
¿Estáis más cerca de la creación artística, del trabajo histórico o del periodístico?
C.R.: Diría que estamos más cerca del documental. Pero piensa que hoy el documental se valora mucho cuando el autor o la autora habla de sí mismo. Piensa en La batalla de Chile de Patricio Guzmán, teñida por su propia experiencia. Hay un hermoso documental de un cineasta brasileño sobre mayo del 68 y habla del viaje de su madre a China. Esa hibridación se está dando y se permite que la subjetividad esté ahí. En cine, cuando uno pone la cámara, ya está tomando un punto de vista.
Y en nuestro libro hay muchos guiños personales, que eran importantes para nosotros porque nos hacen más partícipes de esta historia.
¿Cuál era vuestro objetivo?
R.E.: Nadie se había atrevido a hacer algo así en la novela gráfica en Chile porque es un trabajo titánico, en la recopilación de información y en la parte emocional porque inevitablemente es una historia que está muy viva en Chile. Iba a generar conmoción, de todas maneras. Quién se iba a enfrentar a eso. La idea fue de un editor mexicano, Hueders, quien se la propuso a Carlos. De alguna manera, tuvo que venir alguien de fuera.
Cómic
Emil Ferris, el cómic como reflejo y abismo
La ópera prima de Emil Ferris, Lo que más me gusta son los monstruos, se ha ganado a crítica y público y se presenta como una de las nóvelas gráficas más interesantes de la temporada.
C.R.: El objetivo era mostrar en hechos la vorágine del gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende. Con la información que recabamos, llegamos a saber lo que se publicó en prensa escrita cada uno de los días de los tres años de ese gobierno. Era un maremágnum de información. Lo que queríamos era mostrar qué pasó, qué llevó a qué, qué consecuencias hubo y por qué razón. Creo que uno de los aciertos que logramos es que cuando lo lees puedes entender qué pasó, una visión global de eso.
Llaman la atención las extensas notas explicativas al final del libro.
C.R: En Chile quisimos incluirlas y el editor dijo que no era necesario. Aquí sí se ha hecho porque aclaran cosas que el público no chileno puede no entender. También porque así explicábamos pequeñas citas que hay en las viñetas y porque complementan la lectura.
R.E.: De alguna manera, lamentamos que en Chile no salieran porque allí también se necesita esta información. Es una historia que se ha querido dejar afuera, en los colegios se salta este periodo de la Unidad Popular y el golpe militar, se evita, está como a final de año en los planes de estudio y no se llega, hay profesores que no quieren meterse en este tema porque saben que puede despertar suspicacias y que algunos padres reclamen.
¿Cómo se recibió allí?
C.R.: Teníamos temor. Yo siempre pensé que iba a ser muy criticado.
R.E.: Fue bastante bien. Había una expectativa de que iba a haber rechazo. Cuando apareció, hubo pequeños ataques en redes sociales pero la respuesta fue muy buena. En Chile ha ganado varios premios. Incluso el mundo académico ha incorporado este libro a su trabajo, lo que es un tremendo éxito.
Recientemente se ha conocido la condena a los militares que mataron a Víctor Jara. ¿Qué papel jugó la creación artística, la cultura, en momentos históricos como los que contáis en el cómic?
C.R.: La música fue fundamental. La nueva canción chilena,... también el cine chileno del momento, la historieta, el arte callejero. Fue vital. Víctor Jara, Violeta Parra, Patricio Manns, Ángel Parra, Luis Alarcón,... Artistas que todavía son queridos y escuchados en el mundo.
R.E.: Una de las armas más poderosas que tuvo la Unidad Popular fue la cultura. La música hizo que muchos obreros y campesinos se empezaran a identificar con esas canciones. Tenemos que pensar que, en los años 60, Chile estaba recibiendo toda la ola norteamericana, muy fuerte. Era lo único que transmitían las radios. Entonces apareció una generación de jóvenes que hacían canciones al estilo norteamericano, pero en un momento surgió esta nueva canción chilena, que no era solo canción protesta. Víctor Jara siempre fue claro en esto y decía que no hacían canción protesta sino una canción que era del pueblo. Iban al campo a investigar, a registrar la música que se hacía allí. Y a partir de eso hicieron una nueva música que aglutinó, envió un mensaje y educó a la población.
Música
Violeta Parra: buscando América
La Unidad Popular no hubiese sido sin este movimiento cultural tan fuerte, Allende sabía lo que tenía entre las manos. Un ejemplo es el tren de la cultura, establecido apenas asumió Allende, que viajó por Chile con artistas, actores, bailarines, haciendo paradas de un mes en cada estación en las que ofrecían su espectáculo de manera gratuita.
C.R.: También la editorial estatal Quimantú, que llegó a publicar historietas con tiradas de hasta 50.000 ejemplares, revistas quincenales que dieron trabajo a muchos autores e hicieron que nosotros de niños leyéramos historietas. Quizá este libro es culpa de aquello.
R.E.: Quimantú tenía la idea de que un libro debía ser más barato que una cajetilla de cigarros.
¿Cómo está la cuestión de la memoria en Chile?
C.R.: Hay cosas como el Museo de la Memoria y mucha gente que está recuperando esa memoria, con mucho esfuerzo. Hay pequeños museos en lugares que fueron centros de detención durante la dictadura. También hay gente que quiere hacer desaparecer esa memoria, eso sucede imagino acá, esa oscilación. La cultura puede y debe recuperar la memoria.
¿Guardáis recuerdos del 11 de septiembre de 1973?
C.R.: Sí, recuerdo imágenes de Allende en la televisión, a los militares allanando mi casa un par de veces. Y también en las calles, ocupando la ciudad.
R.E.: Mi mamá era empleada pública, trabajaba cerca del Palacio de la Moneda, y mi padre trabajaba en el ferrocarril. Pero no les daba para tener una casa en propiedad. Así que recuerdo varias casas durante mi infancia. En la época de la Unidad Popular vivimos en el mismo departamento, y sí recuerdo ese espacio, ver la televisión allí.
¿Qué hizo mal Allende?
C.R.: No ser capaz de comunicar su sueño a quienes lo acompañaban. Allende era un tipo solitario que tenía una imagen tan clara de lo que quería hacer que era única, ni siquiera sus propios camaradas lo entendían o lo querían seguir en esa línea. Y por supuesto, la derecha en absoluto. El sueño de Allende era diferente, él siempre hablaba de que no iba a haber una dictadura del proletariado, que no iba a ser Cuba ni China, que iba a ser otra cosa. Y lo probó, porque llegó al poder a través de las urnas. Su visión era otra. Siento que hoy en día ni siquiera en Chile hay políticos que puedan comprender y continuar su legado.
Creo que era un tipo que tenía una mirada única sobre un sueño único en el mundo, irrepetible, y que desgraciadamente no pudo desarrollar a cabalidad porque era atacado no solo por la derecha sino también por partidos de su propia coalición o por grupos más ultras que él. En las pocas ocasiones que hubo violencia de extrema izquierda, él salió y dio la cara y peleó porque aquello no sucediese de nuevo. Siento que es un incomprendido.
R.E.: Yo no me atrevería a juzgarlo porque este presidente de un país con tan poca población tuvo en contra a toda la mecánica de la oligarquía más oligárquica de toda Latinoamérica, con contactos internacionales. A los pocos días, Edwards, director de El Mercurio, se reunió con Nixon, el presidente de los Estados Unidos. Allende se enfrentó a una maquinaria terrible.
C.R.: Se enfrentó en el interior y en el exterior. Se sabe del apoyo de EE UU pero no es tan conocido el de Brasil, que incluso proveyó de más ayuda y dinero a la derecha de Chile que EE UU. Recordemos que en ese momento también había una dictadura militar en Brasil.
Hubo una campaña mediática muy poderosa en el interior, ya que los medios de comunicación más importantes estaban y siguen estando en manos de la derecha. Y, además, todo el aparataje económico y de espías de EE UU. Contra eso no se puede luchar.
R.E.: La CIA, el gobierno estadounidense, financiaba las huelgas contra el gobierno, para que los bienes de primera necesidad, de consumo diario, no aparecieran en las estanterías. Por eso me cuesta mucho pensar qué mal hizo Allende. Qué podría haber hecho. Siempre evitó que se derramara sangre, siempre evitó obligar al pueblo a que saliera a defender con violencia la Unidad Popular.
Sería como buscar lo malo de un sueño. Esto fue un sueño, que se construyó, pero lo estuvieron aportillando constantemente, todo el tiempo. Hay que ver las cifras económicas. El primer año de Allende fue un éxito impresionante: el trabajo, la producción, el ingreso per cápita, todo aumentó simplemente instaurando medidas económicas que eran obvias, empezando a repartir de mejor manera la riqueza.
C.R.: La derecha, en lugar de opinar como una oposición digna, lo que hace es no permitir el juego. Golpea el tablero y desarma todo. Hubo errores también, era un gobierno nuevo con gente que jamás había estado en el poder. Eran obreros en el ministerio, gente con dificultades. Fue un sueño maravilloso que no justificó en absoluto un golpe de estado y menos aún la matanza posterior de los derrotados. La muerte y la tortura sistemática de personas de mi país no estuvieron justificadas en absoluto.