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Cómic
El Irra: “Convivimos desde hace años en una espiral de violencia soterrada”
Si hay un autor complejo, heterodoxo y alejado del establishment de la escena del cómic español, ese es El Irra. Singular e incomparable por su apodo en jerga andaluza, Israel Gómez Ferrera (Sevilla, 1979) presenta en sociedad durante estos días su tercera novela gráfica, tras las más que estimables Palos de Ciego (Astiberri) y No Te Serviré (ECC, Spaceman Project).
Lo interesante del relato de su nueva obra, Amor de Hombre, es que se desarrolla en el sur de España, y vuelve a tener como protagonistas a personajes sureños que hablan sin tapujos en andaluz. No hay filtros. Nos lo explica el autor: “Es que mi sueño nunca fue trabajar para Marvel o DC. Siempre he querido contar historias propias y la mayoría, obviamente, se desarrollan aquí en Andalucía. En algunos aspectos sí es cierto que mis relatos encierran elementos biográficos y muy personales, pero no me marco una pauta a la hora de abordar un proyecto. Digamos que con cada obra me abro en canal y sale lo que tiene que salir. No es algo que haga de manera consciente. Tan solo me guío por mi intuición y me dejo llevar hacia donde me arrastran los personajes”.
Y su intuición le ha llevado a escribir, dibujar y diseñar un tebeo de suspense —basado en una historia de su hermano Dabí—, con múltiples aristas y capas, que genera desasosiego y se sumerge en el género del thriller. Queda, en el subtexto, una crítica evidente a la masculinidad tóxica, que adopta una imagen prima-hermana a la de Alfredo Landa en El Crack: “Buscaba retratar un perfil muy concreto de hombre que en Andalucía llamamos bujarra. Un arquetipo de macho ibérico con una marcada y secreta confusión sexual que, en el caso del cómic, se materializa en violencia”, detalla el Irra.
La violencia y el desaliento es una constante en tu obra, también presente en Amor de Hombre. ¿Qué hay de autobiográfico en ella?
La realidad del entorno en el que me crié es mucho más brutal que la que apunto en mis libros. Tengo que novelizar bastante y rebajar ciertos aspectos que de otra forma resultaría un tanto surrealistas. El aburrimiento vital y la desesperación por la falta de oportunidades suele desembocar en violencia, un erróneo modo de expresión ante la ineptitud para comunicarse. Casi todos los relatos del subproletariado están contados por gente que procede de clase media/alta con otras vivencias y preocupaciones diarias. Están plagados de clichés genéricos y la mayoría son ejercicios formales bastante inofensivos. Yo creo partiendo de mi realidad y del entorno que me rodea. Por eso entiendo que mi material es una rara avis dentro del mercado.
Cómic
La voz a trazos de las mujeres del cómic en Granada
Granada es una ciudad históricamente ligada al noveno arte. Un buen puñado de artistas plásticos, bien de la ciudad o residentes en ella, se han hecho fuertes y notorios en la industria. De un tiempo a esta parte, han surgido una serie de voces femeninas, muy heterogéneas entre sí, que muestran la buena salud por la que pasa el cómic y la ilustración en esta ciudad andaluza.
El autor da en la diana: sus propuestas difícilmente encajarían en una editorial de cómic que tan sólo piense en el canon académico para suscriptores, pero goza de una libertad que las hacen impredecibles. En Amor de Hombre juega a mezclar géneros.
Has confeccionado un relato circular que tiene aroma neo-noir, pero también cierto tono de las historias de suspense y terror tipo Alucine o la antigua EC americana. ¿Hasta qué punto has pretendido acercarte al género?
La verdad es que siento predilección por el terror y tengo tendencia a enfocarlo todo desde ese género. Es algo que me atrae desde niño.
También se palpa la influencia del cine en tu obra. Amor de hombre tiene elementos que lo acercan al western tardío de los 70 y 80. ¿Qué influencias hay en tus obras?
Todas mis historias tienen cierta estructura de western. Quizás sea culpa de John Carpenter y todo ese cine de terror suburbano de los 70, 80 y 90. También me siento cercano a algunos artistas del cómic y la pintura que me influyeron y formaron como autor, por citar algunos diría Otomo, Sequeiros, Alex Toth, Ditko, Mazzucchelli, Romita Jr., Bernet, Valdés Leal, Zurbarán y toda la escuela sevillana de naturalismo tenebrista.
El género, en ocasiones, solo es una excusa para plantear situaciones complejas y dilemas sin resolver. Las diatribas morales que plantea El Irra desprenden pesimismo existencial. No parece el autor feliz con esta España: “Lo peor de este país es que ni siquiera somos conscientes de cuánto nos odiamos los unos a los otros. No creo que tengamos las herramientas necesarias para entender esta espiral de violencia soterrada en la que convivimos desde hace miles de años. Es por eso que me atraen los personajes que se creen buenas personas y que actúan mal sin darse cuenta. La ambigüedad moral me interesa mucho. Nada es ni blanco ni negro”, apostilla.
En tiempos tan complejos como los que vivimos, ¿se puede vivir de los cómics en España?
¿La verdad? Hace tiempo que dejé de creer en los Reyes Magos. Tuve ofertas de editores extranjeros después de No Te Serviré y el control creativo es lo que me interesa. Creo piezas que nunca leerías en un circuito mainstream y no quiero verme sometido por esa maquinaria. Ese es mi impulso. Hacer cosas que me salen de las entrañas.
El Irra dedica actualmente el 100% de su tiempo profesional a extender su obra (ya está embarcado en un nuevo proyecto) y cuida con esmero cada nueva publicación, poniendo la lupa en la edición. Recientemente, ha visto editado su primer trabajo, Palos de Ciego, en el mercado del comic-book estadounidense, la meca del cómic, mientras se encuentra inmerso en la creación de Perros Atados, con el que cerrará la “trilogía del Vía Crucis”. Puede que, al igual que en un western, el Irra camine hasta reventar, intentando que la llama encendida nunca se apague.