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Conflicto vasco
Explicar la patria
La mayoría de las producciones audiovisuales recientes sobre el conflicto vasco caen en un sensacionalismo que se aleja de cualquier visión posibilista y de la posibilidad de ejercicios eficientes de memoria histórica.
Patria y El Desafío son las últimas obras audiovisuales de éxito emitidas sobre el conflicto vasco. El desembarco de la producción propia de las plataformas de streaming en el Estado ha supuesto que sus primeras series y documentales traten la cuestión vasca. Estos dos trabajos tienen la violencia de ETA como eje central, cayendo la mayoría de ellas en un sensacionalismo que se aleja de cualquier visión posibilista y la posibilidad de ejercicios eficientes de memoria histórica.
La primera pregunta que podríamos hacernos es por qué tal avalancha de trabajos audiovisuales sobre el conflicto vasco. La respuesta más evidente es que hablar sobre ETA vende, HBO o Amazon Prime no realizarían unas producciones de tal envergadura si su éxito no estuviera asegurado. Podría ser que, después de años con la banda en activo y la consiguiente falta de trabajos audiovisuales, la población española ansíe ejercicios de memoria colectiva.
Si bien es cierto que durante los años duros de la banda era más complicado trabajar el conflicto vasco en los medios de comunicación más allá de la inmediatez informativa, también lo es que se realizaron obras que merecen ser reseñadas. ‘La pelota vasca, la piel contra la piedra’ es probablemente el documental que mejor enfoca la cuestión vasca. Producido por Julio Medem en 2003, sucede entrevistas con diferentes personalidades vascas en las que abordan cuestiones como el euskera y la historia del País Vasco, la historia de ETA, el terrorismo de Estado, la situación de los presos y el sufrimiento de sus víctimas.
El documental, que fue nominado al Goya, fue duramente criticado por la Asociación de Víctimas del Terrorismo y el Partido Popular, que se negó a aparecer en el mismo debido a entrevistas a personajes como Arnaldo Otegi y su insistencia en negar la existencia de un conflicto político en Euskal Herria. Por otro lado, su director llegó a afirmar “haber vivido un infierno” con la publicación del documental, por lo que decidió volver a realizar ficción.
Con la banda disuelta y derrotada, parece que algunos trabajos tienen la vocación de contribuir a imponer una narrativa única que no contempla la pluralidad vasca.
El humor costumbrista de Vaya Semanita, emitida en ETB desde 2003 a 2016, también se atrevió a ironizar sobre la banda terrorista con esta en activo. Probablemente si muchos de sus sketches se emitieran hoy, acabarían en la Fiscalía. De hecho, el cartel promocional de Fe de etarras, emitida en Netflix y dirigida por el mismo director que Vaya Semanita, fue denunciado ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional por la Unión de Guardias Civiles.
Más allá de la falta de obras de referencia, es innegable que existe una batalla por el relato. Con la banda disuelta y derrotada, parece que algunos trabajos tienen la vocación de contribuir a imponer una narrativa única que no contempla la pluralidad de la sociedad vasca. No olvidemos que, a diferencia de las democracias europeas construidas en base al antifascismo, en España el espíritu demócrata se ha fundamentado en la labor antiterrorista. De esta manera, en aquellos elementos que dudosamente se podrían calificar como demócratas por sus vínculos son el franquismo, no existía ninguna duda sobre su animadversión hacia ETA.
Sorprende la soltura con la que se recurre a cinematografiar el conflicto vasco, cuando ETA se disolvió hace apenas dos años, y la escasez de trabajos sobre la segunda república, el golpe de Estado y la represión franquista. Salvo honrosas excepciones, la ‘tabula rassa’ con el franquismo ha llegado a unas pantallas que no han contribuido a realizar ejercicios de memoria histórica que honren a quienes lucharon por la democracia. Tal vez tenga que ver con el miedo a “reabrir la heridas” o que el eje “buenos - malos” no se ha simplificado tanto como en el conflicto vasco. De momento, para encontrar una superproducción sobre la Guerra Civil parece que tendremos que esperar al cineasta estadounidense David Simon y su serie sobre el Batallón Abraham Lincoln.
Es irreal limitar el relato sobre el conflicto vasco a una disputa entre el Estado y ETA
El popurrí de contenidos sobre el conflicto vasco también está derivando en una estigmatización y romantización de la época más dura. En ocasiones se recurre a trasmitir que la guerra sucia o la violencia de ETA, ambas narradas como una película western edulcorada, eran un hecho inherente a la transición. Como si las cosas no hubieran podido suceder de otra manera, como si unas fuerzas policiales desbocadas y una banda funcionando a golpe de plomo fueran el síntoma crónico de la España posfranquista. Vistos algunos trabajos audiovisuales pareciera que más allá del mundo policial (o parapolicial) y la banda terrorista no hubiera una sociedad que, en su pluralidad, rechazaba la violencia.
Sobre el conflicto vasco no habrá una narrativa única. Con las víctimas sufriendo un daño irreparable y cuestiones sin resolver como la dispersión, cada actor en el conflicto reclama su versión. La importancia en la empatía y la actitud de escucha hacia las diferentes versiones radica en su pluralidad; no habrá un libro único de la historia reciente del País Vasco. Es por ello la necesidad de una visión crítica para poder comprender y contextualizar de dónde vienen las diferentes versiones. Y, en el caso de las series y documentales publicados este año, parece que todas vienen del mismo lugar.
Patria, la novela serializada de Fernando Aramburu, aspiraba a ser el éxito televisivo de la temporada. Aunque para quien les escribe ha sido una serie venida a menos, con una trama lenta e historias inconexas, la excelencia en su realización denota la fuerte apuesta de HBO por el proyecto. El libro, que se vendió como ‘El Relato Oficial’ y obtuvo el Premio Nacional de Narrativa, explica las vivencias ficcionadas de dos familias sumidas de lleno en el conflicto vasco. Pese a que establece claramente la línea entre víctimas y verdugos, aproxima al espectador hacia una dinámicas de reconciliación que, sin ser generalizadas, se han llegado a dar en el País Vasco.
Aunque una ficción no tiene la obligación de representar la realidad, cuando esta obra se ha vendido como la producción definitiva del conflicto vasco, la cosa empieza a chirriar. La realidad es que, más allá de las historias personales con las que cualquiera puede empatizar, el espectador sale igual que entra. Más que una serie sobre el conflicto vasco, podría decirse que se trata de un culebrón enmarcado en dicho conflicto. Entretiene y muestra un dolor irreparable, pero no contextualiza ni explica.
En última instancia, el enemigo que se quiere señalar en esta serie no es la violencia de ETA, que la rechaza por descontado, si no el nacionalismo vasco. De esta manera, dibuja un mundo abertzale cerrado que rechaza al diferente frente a una familia abierta. Si la serie consigue plasmar el dolor que ha causado la violencia de ETA, pasa de puntillas ante unas torturas que, cuanto menos, han sido excesivas para todo aquel que “pasara por ahí”.
La otra gran producción de este mes la ha traído Amazon Prime: “ETA: El Desafío”. El documental narra la historia de ETA durante ocho capítulos a través de entrevistas a varios protagonistas. El trabajo está basado en el libro ‘Historia de un desafío: Cinco décadas de lucha sin cuartel contra ETA’, escrito por Manuel Sánchez Corbí, coronel de la Guardia Civil condenado por torturas e indultado posteriormente por el gobierno de Aznar. También condecorado por Sánchez, por cierto.
Es necesaria una visión crítica para poder comprender y contextualizar las diferentes versiones. Parece que las series y documentales publicados este año vienen todas del mismo lugar
El autor del libro nos da una pista de por qué caminos transcurre el documental. Enfocan la lucha contra ETA únicamente como un proceso policial, como si los diferentes gobiernos o la misma banda no hubieran cambiado de estrategias y políticas en cuarenta años. Como si no hubiera existido un rechazo al terrorismo al norte del Ebro. Y es imposible explicar el final del terrorismo en Euskadi sin hablar de asociaciones como Lokarri o del cambio de estrategia en el mundo abertzale.
Entristece que, con el presupuesto y la cantidad de entrevistados del documental, su contenido sea tan escaso. Es difícil de entender cómo entrevistando a un condenado por los GAL como Rafael Vera se puede tratar el terrorismo de Estado con tan poco ahínco. Aún más teniendo también a Felipe González, quien sigue sin aclarar a qué se refería cuando en una entrevista afirmó que el PSOE nunca había tenido peores resultados en Euskadi, “a pesar de lo que hicimos”. Pero, claro, para indagar en ello la vocación debería ser periodística y no propagandística.
El documental de Amazon Prime revela una de las grandes carencias cuando estos documentales indagan en el mundo abertzale: el euskera. Es imposible contar la historia de una tierra bilingüe desde una perspectiva monolingue. No se puede, no hay más. “Erderaz por el momento, sí”, afirma el periodista cuando uno de los entrevistados le pregunta por el idioma en el que realiza la entrevista.
Es irreal limitar el relato sobre el conflicto vasco a una disputa entre el Estado y ETA. Aún más cuando lo publicado tiende a dibujar a unas fuerzas policiales idealizadas que combatían contra una banda con la única misión de asesinar. Ya no es que pase por alto a una sociedad plural que también se vio afectada, si no que borra a todos aquellos que trabajaron por que la pesadilla acabara cuanto antes. Frente a la política, se prefiere emitir una película western.
El final de ETA no se entiende sin hablar de Lokarri, Bakeaz o Gesto por la Paz. Tampoco se puede entender sin los verificadores internacionales o la conferencia de Aiete. Tampoco se puede entender sin figuras como Arnaldo Otegi, Jesús Eguiguren, José Luis Rodríguez Zapatero o Josu Urrutikoetxea; todos con sus luces y sombras, sin idealizar a ninguno, pero reconociendo su papel en la historia. Tampoco se puede entender atendiendo a un relato centrado en buscar dos bandos polarizados. Tampoco se puede entender si unas historias personales con las que cualquier empatizan copan la centralidad del debate público. Tampoco se puede entender si todo intento por contextualizar y explicar lo sucedido en el País Vasco más allá del relato oficial es tachado de proetarra. Y tampoco se puede entender sin atender a la realidad que plasman Patria y El Desafío porque, en definitiva, también son parte de la historia. Y es necesario conocer esa historia, reconocernos en ella, para construir escenarios futuros de paz, convivencia y reconciliación.