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Ópera
Falstaff: la alianza de las mujeres contra el engaño de los hombres
El Teatro Real ha presentado en las últimas semanas una nueva producción de la última ópera de Verdi, una ópera bufa basada en el personaje shakespeariano de Falstaff, bajo la dirección escénica de Laurent Pelly.
La ópera tal y como la conoce la gran mayoría del público está definitivamente unida al siglo XIX y al romanticismo, y son dos los autores que protagonizaron el siglo operístico por excelencia: el alemán Richard Wagner (1813-1883) y el italiano Giuseppe Verdi (1813-1901). Nacieron el mismo año y aunque el segundo fue bastante más longevo que el primero, sus carreras anduvieron paralelas, marcando así el devenir de la ópera.
Es un lugar común (provisto de cierta razón de ser, claro, pero a menudo exagerado) mostrar a ambos autores como opuestos, y sus fans discuten acaloradamente para defender la primacía de su favorito. Aquí se puede ver un divertido vídeo animado que muestra fragmentos de obras de ambos autores, con motivo del bicentenario de ambos, en 2013. Si bien está claro que tuvieron dos formas diferentes de entender la ópera y de desarrollar su carrera, también hay críticos que afirman que en las últimas obras de Verdi se deja entrever un cierta influencia wagneriana.
Simplificando mucho podemos decir que Verdi es más popular, más pegadizo, más centrado en la voz y en los cantantes, portadores de melodías inmortales que forman parte de la cultura universal, que todos y todas, incluso los no aficionados a la ópera, reconocen casi al instante y tararean con pasión. Partiendo de la base melódica del belcanto, el estilo operístico imperante en la época (Bellini, Donizetti…), Verdi sin embargo lleva la ópera a un nivel superior.
Si en el artículo que dedicamos a Wagner y la tetralogía del Anillo resaltábamos que a lo largo de su vida había compuesto “tan solo” 13 óperas, Verdi representa el caso opuesto, ya que suma hasta 28 óperas, además de otras composiciones no operísticas como canciones, música de cámara y el famoso Requiem, entre otras. Muchas de sus óperas siguen estando en el podio de las más representadas hoy día: Nabucco, la que le vio renacer de sus tempranas cenizas (1842), I lombardi (1843), Macbeth (1847), la gran trilogía romántica representada por Rigoletto (1851), Il Trovatore (1853) y La Traviata (1853); Simon Boccanegra (1857), Un ballo in maschera (1859), La forza del destino (1862), y la traca final de sus últimas obras, ya mucho más espaciadas en el tiempo y quizá con reminiscencias de influencia wagneriana: Don Carlo (1867), Aida (1871), Otello (1887) y Falstaff (1893). El escritor Andrés Ibáñez relaciona este Falstaff especialmente con la obra de Wagner Los maestros cantores de Núremberg (también una comedia) en su texto para el programa de mano).
Verdi es, con diferencia, el compositor más representado en los teatros y auditorios del mundo. Así lo muestran desde 2006 las estadísticas de la base de datos Opera Base, y en la temporada 2018-2019 se verán 3.089 funciones del conjunto de sus obras (el siguiente es Puccini con 2.356, si bien este segundo puesto otros años lo ha ocupado Mozart). Esto es, sin duda, gracias al indiscutible liderazgo de La Traviata, pero entre las 40 óperas más representadas en el siglo XXI, 12 son de Verdi.
El gran compositor que casi no fue
Entre 1839 y 1840, con 26 años, Verdi sufrió la gran tragedia de su vida, con la muerte de su hijo y su hija pequeños y poco después de su esposa Margherita Barezzi. Apenas iniciada su carrera musical, con escaso éxito, se encuentra ante una encrucijada, y en un primer momento, sumido en una profunda depresión, decide abandonar la composición.Fue Merelli, empresario del Teatro de la Scala de Milán, quien le pudo convencer de la necesidad de volver a trabajar, al mostrarle el libreto de Nabucco. La anécdota/leyenda dice que la negativa inicial de Verdi fue tan tajante que Merelli se resignó a dejar el libreto escondido en el bolsillo del abrigo de Verdi. Cuando este llegó a su casa y se quitó el abrigo, el libreto cayó al suelo abierto por una página en particular, en la que se podía leer: “Va pensiero sull’alle dorate / va, ti posa sui clivi, sui coli / ove olezzano tepide e molli / l’aure dolci del suolo natal” (“¡Vuela pensamiento, con alas doradas,/ pósate en las praderas y en las cimas / donde exhala su suave fragancia / el dulce aire de la tierra natal!”). Estos serían los versos que prendieron su atención y que le empujaron a empezar a componer, y que forman parte de uno de los coros más famoso de la historia de la ópera, el “coro de los esclavos” de Nabucco. Y es que el coro, el pueblo, sería en muchas de las óperas de Verdi, el protagonista indiscutible.
El fruto de esta crisis fue Nabucco, su primer gran éxito en 1842, y a partir de ahí se concentra de manera obsesiva en el trabajo compositivo, iniciando lo que él llamaría sus “años de galeras” en los que estrena obras a un ritmo frenético. En Nabucco el papel de Abigail lo interpretó Giuseppina Strepponi, la que años más tarde (en 1859) se convertiría en su segunda y definitiva esposa.
Otro aspecto interesante de verdi es su profunda implicación política. Ya desde Nabucco, que fue leída como una metáfora de las ansias de independencia nacional del pueblo italiano, una exaltación del patriotismo frente a la dominación austrohúngara. No podemos olvidar que el nombre de Verdi fue utilizado como un emblema del nacionalismo italiano en el siglo XIX (“¡Viva V.E.R.D.I.!”: “Viva Vittorio Emmanuele Re d’Italia”). Tras el inicio de la reunificación italiana en 1860, Verdi se convertiría primero en diputado (1861-1865), y en 1874, en senador vitalicio.
Sobre la obra
Falstaff es un personaje que aparece en varios dramas de William Shakespeare (1564-1616), primero en Enrique IV (partes I y II) en 1597 y luego en Enrique V y Las alegres comadres de Windsor en 1599. Falstaff ha dado lugar a una especie de personaje arquetípico, el de un hombre obeso, desenfrenado, lascivo, pecador por los siete pecados capitales, el orondo truhán…Si bien se supone el nombre podría derivar del de un personaje histórico, John Falstolf (1380-1459), la grafía “Falstaff” nos remite también a “false staff”, que se podría traducir como un “bastón falso” o un “palo falso”.
Salieri estrenó su propio homenaje a Falstaff en 1799, y hasta otras siete óperas anteriores y posteriores se le han dedicado. De manera más reciente, y en nuestro país, Andrés Lima dirigió su versión teatral de un Falstaff en 2011. En cine, la versión más conocida es la de las Campanadas a medianoche (1965) de Orson Welles (el título original era Falstaff: Chimes at Midnight), en la que el propio director interpreta a Falstaff.
Con esta obra Verdi saldó su deuda con Shakespeare, autor que le influyó enormemente en toda su carrera (antes ya había compuesto Macbeth y Otello basado en sus dramas) y con la comedia (ya que solo había compuesto, en su primera juventud, una obra de este género). Verdi empieza a componer esta obra en marzo de 1890 al recibir el libreto de Arrigo Boito. Sin embargo, el proceso se alargó más de lo estimado. Verdi no quería estrenarla en la Scala sino en otro teatro milanés más pequeño. Finalmente le convencen de que sea en la Scala, el gran teatro milanés, y se acabaría estrenando en febrero de 1893. Pese a ser nada menos que la última ópera de Verdi, cayó pronto en el olvido, hasta su reivindicación por parte del director de escena Arturo Toscanini, que la grabó varias veces (la más célebre de todas, esta con la orquesta de la NBC de 1950).
En la obra no hay casi arias ni incluso melodías en el sentido tradicional verdiano (excepto en el tercer acto), y por eso el argumento de la obra avanza muy rápido, ya que no hay detenimiento de los personajes en largos solos.
El argumento se puede resumir en que Falstaff, viejo y arruinado después de sus viejas batallas, pero vanidosos y seguro de sus atractivos, se propone conquistar a dos ricas señoras, Alice Ford y Meg Page. Para ello, escribe dos carta idénticas que entrega a sus criados para que estos las lleven a las señoras. Estos rechazan cumplir el encargo por lo que finalmente las envía por otro canal. Las señoras reciben las cartas e inmediatamente se dan cuenta de que son iguales y deciden gastarle una broma a su pretendiente para darle una lección. Por otro lado, los criados de Falstaff, buscando su propio beneficio, avisan a los maridos de las señoras de lo que se está tramando. Esto genera una típica comedia de enredo en la que las señoras son las vencedoras al dejar en evidencia a todos los hombres, tanto a Falstaff como a los maridos.
Falstaff muestra el triunfo de las mujeres sobre los hombres y sus abusos: el acosador que es Falstaff, el marido celoso y posesivo que es Ford, el “viejo verde” que es Cajus… “Mostraremos a los hombres la alegría de las mujeres honestas”, dice Alice. Las mujeres hacen gala de sororidad entre todas ellas, los hombres evidencian su ridículo por la competición entre ellos.
La obra termina con todos los personajes participando de una especie de fuga en la que cantan repetidamente: "Todo en el mundo es burla. El hombre ha nacido burlón, en su cerebro vacila siempre su razón. Todo hombre se ríe de los demás mortales, pero ríe mejor quien ríe el último".
La producción
Del director de escena Laurent Pelly hemos podido ver en los últimos años en el Real montajes de La hija del regimiento (Donizetti) y El gallo de oro (Rimski-Korsakov). En esta ocasión traslada la acción a un presente indefinido, con una interesante escenografía, tanto en lo que hace a la taberna/casa de Falstaff como a otros elementos, por ejemplo el bosque/espejo del tercer acto en el que se ven reflejados el director y los propios espectadores.La dirección musical ha estado a cargo del joven Daniele Rustioni (Milán, 1983), actual director titular de la Ópera de Lyon, que no logró llevar a la orquesta al máximo de sus posibilidades, llegando a sonar por momentos como “enlatada”, sin mucha fuerza.
En cuanto al reparto, a pesar de la ausencia de grandes nombres, y con el contratiempo de haber sufrido algunas cancelaciones y cambios de última hora, el desempeño general es muy bueno, ya que se trata de una ópera muy coral, en la que priman las escenas de conjunto.