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Coronavirus
Aplanar la curva del pensamiento crítico
La lucha de clases está más presente que nunca. Los recortes en dependencia bajo la ideología neoliberal están pasando factura. Si educas a la población con treinta años de telebasura, ¿alguien espera alguna respuesta social con conciencia crítica contra la manipulación mediática de la opinión pública?
La histeria colectiva retransmitida en directo ha convertido al país y al mundo en un inmenso plató de Gran Hermano, un reality show a escala global. La pandemia del miedo ha desatado al fin los instintos capitalistas que andaban encorsetados tras la última crisis financiera. ¿Quién va a pagar el coste de la nueva crisis económica? Está claro.
La lucha de clases está más presente que nunca. Los recortes en dependencia bajo la ideología neoliberal están pasando factura. La irresponsabilidad del 50% de una sociedad machista y patriarcal en la asunción eficiente de su cuota de cuidados está pasando factura. La fractura del sistema público de pensiones bajo el sabio consejo de la banca está pasando factura. ¿A nombre de quién va esa factura? Al tuyo, proletario, y lo sabes.
El colapso del sistema sanitario al parecer se cura no poniéndote malo. Lo mismo que el colapso de las pensiones públicas se arregla no jubilándote nunca. La deuda pública se paga no comiendo. El mensaje es claro: “muérete a tiempo”. Habrá quien piense inocentemente que es un (gran) problema de mala gestión. Nada más lejos de la realidad. No hay gestión más excelente ni eficiente, ¿para qué, para quién? Para los intereses del capital, aunque lo llamen “nuevo Plan Marshall”.
Habrá quien piense inocentemente que es un (gran) problema de mala gestión. Nada más lejos de la realidad. No hay gestión más excelente ni eficiente, ¿para qué, para quién? Para los intereses del capital, aunque lo llamen “nuevo Plan Marshall”
Empeñados en hacer un circo mediático, en esta nueva guerra (“guerra”, según dicen las autoridades), el enemigo sigue siendo el mismo de siempre (aunque esto no lo dicen las autoridades, se sobreentiende): la población. Y el ejército para combatirlo son las propias fuerzas del orden que sufragan los que serán reprimidos, con sus impuestos. ¡Menos mal que esto no es China ni Venezuela!, según afirmaban no hace mucho los tertulianos del facherío patrio que infectan todas las cadenas de televisión.
Como en toda guerra, la primera víctima es la verdad, así que lo que nos venden a diario como información y transparencia no es más que “infoxicación”, #Stop_Infoxicación, #Apagón_Informativo, #CaceroladaContraElCircoMediático.
Bajo eufemismos de todo tipo la última intención es aplanar la curva del pensamiento crítico, precisamente lo que más hace falta estimular en una contingencia como la actual. Se está politizando la crisis sanitaria para ganar votos. El otro día, desde la mañana a la noche, se recorrió casi todas las televisiones (por videoconferencia, por supuesto), el presi popular de Murcia para explicar por activa y por pasiva un bulo mediático, creado artificialmente por la prensa de derechas para entretenimiento de la plebe confinada. ¿Quién va a aplanar la curva del miedo? Parece que al final la única libertad que nos va a quedar es la de tener miedo, porque el miedo es libre, que lo tenga quien lo quiera.
¿Quién va a aplanar la curva del miedo? Parece que al final la única libertad que nos va a quedar es la de tener miedo
La curva del miedo se propaga más rápido y se contagia con más virulencia que la propia realidad. Pero ¿es que alguien todavía se asombra de las conductas irracionales y compulsivas de la población al agotar las existencias de productos básicos ante el inminente fin del mundo?
“Los aliados del virus son los nuevos terroristas, hay que reprimirlos a hostias”. Tener un perro puede ser tu escudo, tu salvación en tu misión sagrada y solitaria de esparcir el virus por doquier.
Si educas a la población en el individualismo, ¿alguien espera alguna respuesta social con sentido cívico y del deber individual? Si educas a la población en la ideología del libre mercado, ¿alguien espera alguna respuesta social orientada hacia el bien común? Si educas a la población con treinta años de telebasura, ¿alguien espera alguna respuesta social con conciencia crítica contra la manipulación mediática de la opinión pública?
Esta es una democracia de mentira. Lo vivimos de cerca cada día en nuestras pequeñas historias cotidianas, como si fueran anécdotas, pero son algo más que eso.
La represión social nunca atiende a razones, más que a la fuerza bruta y al “porque yo lo mando”, eso sí, todo revestido de legalidad y procesos de mayorías electorales. Si ya en condiciones normales toda democracia es más o menos un simulacro bajo la dictadura del capital, no digamos ya en situación de alarma, queda suspendida. Pero hay realidades que no se pueden suspender, ni siquiera un segundo. ¿Cuántos morirán durante esta etapa de asfixia social de derechos y libertades fundamentales? ¿Cuántos saldrán zombis de esta muerte social?
Una democracia de mentira. Lo vivimos de cerca cada día en nuestras pequeñas historias cotidianas, como si fueran anécdotas, pero son algo más que eso. Por ejemplo, en condiciones ‘normales’ la censura oficial e institucional de reflexiones críticas de izquierdas es la norma, mientras que el castigo para la persona disidente es el ostracismo social. En cambio, las opiniones ultrafachas son alabadas y difundidas como la pólvora. Ocurre cada día a todas horas y en todos sitios: desde el trabajo a la tienda, desde la iglesia a la universidad, desde el bar al estanco. La lógica aplastante del capitalismo no deja escapar ningún fleco, por eso sus acólitos ensalzan continuamente y con estridencia la libertad, aunque no dicen qué libertad ni para quién ni cómo ni dónde la ejercen.
Desde los grandes púlpitos mediáticos cualquier mínimo atisbo de defensa de lo público es machacado sin contemplaciones como una cuestión ideológica, como si lo que habitualmente hacen y dicen y cómo lo dicen no lo fuese también. La consigna es clara: defensa corporativa a ultranza del orden establecido. La misma defensa férrea que hacen en otros feudos religiosos (sea dicho en sentido figurado y también literal). Salvar la institución, por corrupta que sea, es la misión principal. Nunca han importado las personas. En el altar de los sacrificios se da muerte ceremoniosa a los elegidos. Deben morir por el bien de todos, aunque en ese “todos” no estén incluidos, vaya por dios.
Hay que seguir aplanando y aplastando las conciencias, hasta que al final estemos todos contagiados del virus Z, ¿el virus del miedo? “No, hombre, no. No has aprendido nada, el virus de la herencia de Zapatero, está clarísimo, el amiguísimo del terrible Hugo Chávez”.