Opinión
Bollos y hoyos

Trump es un empresario depredador y su sensibilidad para la economía es lógico que sea mayor que para la sanidad. Pero, ¿qué hacer con los infectados por el coronavirus? ¿Aplicar las leyes darwinianas y sálvese quien pueda?

Periodista y escritor

28 abr 2020 06:00

El presidente Trump es un tipo extraordinario; eso  no quiere decir que no sea ordinario, que lo es,  pero sí que no es normal. ¿Anormal entonces?  No sé. De momento, multimillonario de extraño comportamiento político. ¿O no lo es que un presidente anime a la gente a que se rebele en los Estados contra los gobernadores que han decretado el confinamiento de la población? Trump  lo ha hecho  reclamando la II Enmienda de la Constitución norteamericana, que da el derecho a portar armas. Trump anima a  la gente a levantarse al grito de ¡Liberen Minnesota!, ¡Liberen Virginia!, Liberen Michigan! (Impresiona y acojona la imagen de la gente armada con subfusiles en Filadelfia). Aunque conozco algo a los yanquis y su peculiar concepto de libertad,  ¿qué enemigo, ruso, chino o extraterrestre ha tomado Michigan, Virginia o Minnesota para que el presidente haga tales llamamientos al pueblo? Es cierto que la libertad de reunión, garantizada por la I Enmienda, ha sido suspendida de facto por el confinamiento, pero  también lo es  que el enemigo es un virus inconsciente (aunque Trump lo duda levantando sospechas sobre China) y la razón es proteger a los ciudadanos del contagio.  EEUU es una Federación de Estados y estos tienen un poder establecido por las Common Laws. El poder del Estado Federal tiene sus límites constitucionales y para declarar  la guerra el presidente  necesita la autorización del Congreso. Trump buscaría así  un “poder total”, contra lo que se opone, precisamente, la I Enmienda para evitar ambiciones  totalitarias.  Una contradicción que soslayo como súbdito español. Verán.  ¿Os imagináis, a la inversa, a un presidente de una Autonomía, la andaluza por ejemplo, por no irnos a Cataluña, que no acate el confinamiento ordenado por el Real Decreto del Estado de Alarma? Las sutilezas legalistas marearían al más togado y la indignación alcanzaría el cielo.

Volvamos, pues, a EEUU.  Según la prensa, Trump ha declarado: «En algún momento tenemos que seguir adelante. Esta temporada la gripe ha provocado 50.000 muertes en nuestro país. Los accidentes de automóvil provocan muchas más y no quiere decir que digamos que no se puede conducir». Es bueno tomar nota, por si hubiera que poner en cuarentena la libre circulación rodada  per se y adelantarnos a esa “pandemia ecológica” que dejará a esta en pañales. Pero a lo que vamos. Trump no es médico, a Dios gracias, o estaríamos lavando las tripas de toda la gente con lejía y cavando más hoyos. Trump es un empresario  depredador y su sensibilidad para la economía es lógico que sea mayor que para la sanidad. Pero, ¿qué hacer con los infectados por el coronavirus? ¿Aplicar las leyes darwinianas y sálvese quien pueda? Y con los muertos, ¿al hoyo? Pero el problema no acaba en el hoyo para los que les gusta que les sirvan el bollo en la mesa.  ¿Cuánta fuerza de trabajo es necesaria para que el America First de Trump se armonice con “Hagamos grande a Estados Unidos otra vez” que demandan los manifestantes de otros Estados afectados por el paro y desvalidos ante la enfermedad? Aún no hay cálculos. El aumento del desempleo, por millones ya, sí puede ayudar a rebajar aún más los salarios de subsistencia, pero a los que queden respirando en la bolsa del paro habrá que darle las migajas del bollo  para que sirvan de reposición del trabajo o se puede liar la marimorena. En la posguerra española se le hacía un hoyo al bollo y se le echaba aceite y así comían los muertos de hambre. ¿Pero ahora cómo? Esto me recuerda una broma lingüística. Uno pregunta a otro: “¿Cómo comes?” Y el otro responde: “¿Cómo? ¿Cómo como? Como como como”. Cervantes opina que es de discretos hacer reír.

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