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Coronavirus
En busca de la vacuna que acabe con la infección
“Las vacunas actuales no impiden la infección, es algo que ya se sabía. Son muy efectivas protegiendo frente a la enfermedad, frente a los síntomas, pero no dan una inmunidad esterilizante”, explica paciente Isabel Sola, codirectora del equipo del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que investiga una de las aspirantes españolas. Ante el incremento en la transmisibilidad del covid-19, con una cota de incidencia acumulada que supera ya los 670 casos de media nacional, y viendo cómo personas que han recibido la pauta completa de vacunación dan positivo en pruebas diagnósticas, esta investigadora vuelve a recordar lo que ya era público pero que el imaginario colectivo quizás no había asimilado.
Sola insiste en que las vacunas que se encuentran actualmente en el mercado buscaban reducir las muertes, la presión hospitalaria, función que están cumpliendo. “Una persona vacunada no está libre de tener una infección asintomática o poco sintomática. Además reducen algo la cantidad de virus y protegen parcialmente frente al contagio a otras personas”, explica.
“Lo que se midió en los ensayos es que hubiera o no hubiera síntomas tras la administración de la vacuna. Por tanto, la vacuna te protege de la enfermedad, de los síntomas, de la muerte, pero de la infección no”
Según los prospectos, todas tienen un porcentaje de eficacia; cercano al 95% en Pfizer y Moderna, y entre el 80 y el 64% en Astrazéneca y Janssen. Pero, ¿qué significa exactamente esto?. La investigadora, siguiendo el ejemplo de Pfizer, lo explica así: Cogemos un grupo de 100 personas no vacunadas (grupo control) y vemos qué porcentaje de ese grupo desarrollan síntomas. Luego cogemos un grupo de 100 personas vacunadas y vemos que los que desarrollan síntomas son un 5% de los que desarrollan síntomas en el grupo control. Ese sería el 95% del que habitualmente hablamos.
“Lo que se midió en los ensayos es que hubiera o no hubiera síntomas tras la administración de la vacuna (tos, fiebre, dolor de cabeza). Por tanto, la vacuna te protege de la enfermedad, de los síntomas, de la muerte, pero de la infección no”, concluye Sola.
En busca de la inmunidad esterilizante
En el laboratorio del CNB que codirige Sola lo que se busca es dar un paso más, conseguir frenar la infección mediante la inmunidad esterilizante. Y esto solo se puede lograr cambiando el modo de administración de la vacuna, pasando de ser intramuscular a ser intranasal. Lo que se busca es que los anticuerpos estén listos para actuar en las mucosas, que son la puerta de entrada del SAR-CoV-2.
“Estamos trabajando también con la administración intranasal porque da inmunidad de mucosas, el virus no puede entrar en las células y por tanto es esterilizante que es el ideal”
Su vacuna está compuesta de una molécula de ARN como la de Pfizer o Moderna, pero tiene dos características más: es autorreplicativa, esto es, con una pequeña dosis se puede replicar por todo el cuerpo, y, por otra parte, no sólo expresa la proteína S, la proteína de la espícula en la que se basan el resto de medicamentos, sino que lleva más componentes del virus. El objetivo: conseguir una vacuna de segunda generación más potente.
“Nosotros estamos trabajando en la administración intramuscular porque es la forma habitual, pero estamos trabajando también con la administración intranasal porque da inmunidad de mucosas, el virus no puede entrar en las células y por tanto es esterilizante que es el ideal”, explica Sola, quien ya ha conseguido resultados satisfactorios con esta técnica en la lucha contra otro coronavirus, el MERS. “Otros candidatos a vacunas están trabajando también en otras versiones, por ejemplo en el laboratorio de Oxford están trabajando también en desarrollos intranasales que den esta inmunidad”, avisa esta investigadora.
La incógnita de la duración
Este viernes la ministra de Sanidad, Carolina Darias, reconocía en Onda Cero, que serán necesarias una tercera dosis de Pfizer y Moderna. Por ello, España ya ha suscrito contratos con las compañías de estas vacunas para los años 2022-2023. “Todo parece apuntar a que habrá que vacunarse cada año”, ha sostenido la ministra Darias.
Es por ello que las vacunas de segunda generación que se preparan en el CSIC, la del equipo de Sola y otras dos lideradas por Vicente Larraga, en el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas y por el virólogo Mariano Esteban, del grupo Poxvirus y Vacunas del CNB-CSIC, tienen aún cabida.
“El gran interrogante es cuánto tiempo va a durar la inmunidad y, en caso de que sea necesario, la posibilidad de combinar candidatos es muy realista. Todo esto hay que demostrarlo con ensayos, pero se está viendo que es una posibilidad real y práctica”
“El gran interrogante es cuánto tiempo va a durar la inmunidad y, en caso de que sea necesario, la posibilidad de combinar candidatos es muy realista. Todo esto hay que demostrarlo con ensayos, pero se está viendo que es una posibilidad real y práctica”, explica Sola.
Coronavirus
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Para Sola, estas nuevas vacunas llegan para completarnos, pues además han tenido la oportunidad de incorporar pequeños cambios para hacer frente a las nuevas variantes del virus. “Las nuevas variantes tienen pequeños cambios en las secuencias de sus nucleótidos y esto se incorpora de manera muy sencilla. Nosotros ya hemos introducidos los cambios de la delta o la sudafricana, para que estuviera actualizada”, explica.
2022, el horizonte
Así pues, el desarrollo de las tres vacunas del CSIC está yendo más despacio, pero porque las candidatas van más lejos. También existe un grave problema: la financiación de las fases tras la investigación. “Nuestros laboratorios están bien financiados para el descubrimiento, la fase preclínica. Pero las siguientes fases son muchísimo más caras. No estamos preparados en España para la fase del desarrollo. Por ejemplo, cualquier empresa que está desarrollando ya la vacuna ha recibido en torno a 2.000 millones de euros para abordar la demanda económica del proyecto. En nuestro caso, uno o dos millones. La diferencia es muy grande”, explicaba el virólogo Luis Enjuanes, que colidera el equipo de Isabel Sola, durante su intervención en el webinar ¿Hay ya vacuna? El reto de 2021, organizado por la Fundación Alternativas.
“No estamos preparados en España para la fase del desarrollo. Por ejemplo, cualquier empresa que está desarrollando ya la vacuna ha recibido en torno a 2.000 millones de euros para abordar la demanda económica del proyecto. En nuestro caso, uno o dos millones. La diferencia es muy grande”
La que se acerca más a la meta es la vacuna de Mariano Esteban, que está a la espera de la autorización de la Agencia Española del Medicamento para comenzar con la fase post investigación que son los ensayos clínicos. Esta vacuna utiliza un vector viral que se usó para erradicar la viruela y su administración es intramuscular.
Mientras tanto, el equipo de Isabel Sola se marca como horizonte 2022 para poder empezar con los ensayos y conseguir así la tan ansiada inmunidad esterilizante. “Nuestra vacuna lleva un desarrollo en la parte de la investigación más complejo, las otras son mucho más sencillas. La molécula de ARN de las que están en el mercado tiene 4.000 nucleótidos frente a los más de 20.000 de la nuestra. Aspiramos a hacer una vacuna de segunda generación. A partir de ahí, las siguientes etapas que son la producción a gran escala y los ensayos clínicos, eso nosotros no lo podemos hacer. Transferiríamos nuestra tecnología y sería cosa de otras compañías que tienen capacidad para hacerlo. Nuestro horizonte es 2022, para demostrar la prueba de concepto de que la vacuna da una inmunidad esterilizante”, concluye la investigadora.
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