Culturas
Xirou Xiao: “Mi mirada artística es constructiva y, por tanto, tiene en la educación su aliada”

La compañía de performers mujeres Cangrejo Pro; la exposición ‘Zhōngguó. El País del Centro’, en el Museo Nacional de Antropología; o la película de Arantxa Echevarría candidata a los Goya ‘Chinas’ son algunos de los proyectos en relación a la comunidad china en Madrid que tienen la impronta de Xirou Xiao.
17 abr 2024 06:00

“Crees que la situación de las familias chinas está lejos de ti, pero es mi familia,” recitan las integrantes de la compañía Cangrejo Pro en la pieza de performance Vamos al chino sobre la violencia que sufren los bazares y las tiendas de alimentación. Una de ellas es la artista, educadora e investigadora Xirou Xiao. Conversamos con ella sobre los proyectos colectivos que dirige sobre la diáspora china en Madrid y proyectos personales como treinta (Comisura, 2024), un fotolibro junto a Laura C. Vela que elogia la luminosidad de la vida en la treintena.

¿Quién es Xirou Xiao?
Si tengo que presentarme desde un lado más convencional, diría que soy de China y vine a España en 2013, cuando tenía 21 años. Trabajo como artista, educadora e investigadora. Pero si me presento de una forma más… poética, digamos, soy una persona sensible, creativa, que mira mucho hacia adentro para entenderse mejor a sí misma y al mundo. Me gusta vincularme con la gente y jugar. Por eso, suelo convocar a muchas personas para que juguemos juntas, en un espacio donde nos sintamos cómodas y libres. Me gusta compartir el sentimiento de que la vida es bella.

Creo que precisamente en treinta, tu segunda colaboración con la fotógrafa Laura C. Vela en formato fotolibro, se ve perfectamente la belleza vital que comentas e, incluso, que jugar sigue siendo lo más importante con treinta años.
A Laura la conocí en el año 2014 a través de un amigo en común. Tiene casi mi misma edad y es una persona tierna y divertida. Ella estaba realizando un proyecto de fotografía sobre la comunidad china en general, pero al final ese proyecto culminó en un primer fotolibro, Como la casa mía (Dalpine, 2019), que mostraba nuestro vínculo de amistad personal. Yo le insistí en que no puedo erigirme como representativa de la comunidad china para nada, pero al mismo tiempo, si quería documentar o testimoniar una parte de mi vida, pues yo encantada. Pero en ese libro, donde yo soy el objeto y/o sujeto fotografiado, asumo un rol muy diferente al de treinta, que si bien nació a partir de una sesión de fotos en el monte que le pedí yo a Laura el día que cumplí treinta años en 2022, en él sí que compartimos ambas la autoría, hay textos de las dos, Laura sale en algunas fotos, etc. Hemos dicho de hacer un libro cada diez años: Cuarenta, Cincuenta, Sesenta… Para mí, es muy valioso lo que hace con su editorial Comisura, y su capacidad para valorar lo pequeño con mimo y respeto.

Recuerdo que en Enseñar a transgredir, bell hooks hablaba de que, en determinados contextos, la pedagogía no goza del estatus que se merece o que está incluso mal vista. Uno de los rasgos más sobresalientes de tu trabajo es el cruce entre prácticas artísticas y educativas. ¿Cómo es para ti la relación entre arte y educación? ¿Está poco extendida en España la figura del artista como educador?
En los últimos años, la figura de la artista-educadora ya se ha hecho bastante habitual, aunque ahora también está de moda nombrarse como mediadora cultural y artística. En mi tesis doctoral, una de las metodologías es la A/r/tografía (A/r/tography: artist+researcher+teacher), uno de los enfoques más influyentes dentro de la investigación artística, acuñada por Rita Irwin. Este rol conjunto de artista, investigadora y docente es con el que más me identifico actualmente. No sería, por ejemplo, el de “artivista” (mezcla de los términos “artista” y “activista”), que es como me definen a veces. Pero eso tiene que ver simplemente con la personalidad y la forma de manifestarse en el mundo de cada cual.

En mi caso, mis críticas siempre intentan ser constructivas y, en el fondo, siento que, como he dicho antes, para mí el mundo es bello y tiene espacio de sobra para la realización y la transformación personal. Aunque también reconozco que para hablar así tengo cierto privilegio. Como mi mirada es constructiva, tiene en la educación su aliada, que la entiendo de una forma mucho más amplia que la educación formal: no es unidireccional, no es que yo desde arriba te enseño a ti una cosa que yo sé y tú no. En este mismo diálogo que estamos teniendo ahora mismo, en el que estoy compartiendo lo que siento, y tú me estás escuchando, ya hay pedagogía.

Muchas personas tienen pudor en llamarse “educadoras” porque piensan que no tienen nada que enseñar, pero yo entiendo que una presencia integral ya genera un coaprendizaje. Para resumir, mis amigas hablan de que tengo aspectos maternales parecidos a los de un mar capaz de recibir y abrazar muchos distintos ríos, arroyos, lagos, y los uno con fuerza en su vitalidad, como dice la expresión china: hai na bai chuan, you rong nai dai (海纳百川,有容乃大). Y, por último, mi historia personal: todos mis abuelos, maternos y paternos, eran profesores, por lo que también es una herencia.

Antes de venir a España, no hacía falta pensar en que era china. Pero cuando me mudé aquí, la mirada externa me hizo repensar mi identidad: ¿qué significa ser una mujer-joven-china en Madrid?

La metodología que has mencionado está presente en tu tesis doctoral sobre la performance colectiva como herramienta de creación de una subcomunidad china en Madrid. ¿Cuáles son algunos puntos clave de tu investigación?
Empecemos por aclarar el contexto: antes de venir a España, no hacía falta pensar en que era china. Pero cuando me mudé aquí, la mirada externa me hizo repensar mi identidad: ¿qué significa ser una mujer-joven-china en Madrid? No soy nacida aquí, mi familia no está aquí, y tenía mucha curiosidad por explorar y conocer más. En ese momento, 2014, estaba cursando el Máster en Educación Artística en Instituciones Sociales y Culturales en la UCM, por lo que comencé mi descubrimiento personal, profesional, e investigador, sobre los procesos migratorios y la performance colectiva, que es el lenguaje que principalmente trabajo. Llevo casi diez años con ello, pero no tengo prisa porque creo que todo proyecto de investigación tiene su propio ritmo de madurez. Y para entrar en detalles… el objeto y sujeto de mi investigación es Cangrejo Pro. Por eso, el título de mi tesis es Cangrejo Pro: la performance colectiva y mujeres-jóvenes-chinas en Madrid. Desde 2018 dirijo esta compañía, formada exclusivamente por mujeres-jóvenes-chinas y durante estos años hemos creado siete obras. La idea básica de mi tesis es que la creación colectiva, en este caso, performance, ayuda, fomenta y genera nuevas colectividades que sin duda aportan y generan algo nuevo en la sociedad.

He podido ver vuestra pieza Vamos al chino, sobre la violencia hacia las personas que regentan bazares, tiendas de alimentación, etc., en dos ocasiones. Una, en el II Encuentro de la Diáspora China en Matadero Madrid, y otra, en el VIII Encuentro Cultura y Ciudadanía en Sevilla, ambas veces en 2022. ¿Cómo fue crear esta pieza que, además, integra la participación de un público heterogéneo, pero en su mayoría español, que en su día a día solo interactúa con personas chinas en estos establecimientos?
Estuvimos dos años creando esta pieza, de título irónico, después de mucho trabajo de vínculo personal y emocional entre todas. Después de la época del covid, dos compañeras de Cangrejo Pro nos compartieron incidentes parecidos: sus madres, que tienen tiendas de alimentación, casi simultáneamente habían sufrido robos con violencia. Esto no es un caso aislado. Este tipo de negocios sufren mucha inseguridad, y algunas compañeras de Cangrejo Pro lo han vivido desde pequeñas. Sentimos que teníamos que hacer algo al respecto, y esa fue nuestra manera, la única, con la que lidiar con nuestra necesidad personal y colectiva. ¿Cuál es la alternativa? ¿La policía, que no satisface nuestras necesidades ni a un nivel práctico ni emocional? Desde entonces, hemos realizado la pieza donde tú has mencionado, y también en Barcelona, València y San Sebastián. Pero esto no es teatro, es performance. O sea, que aunque cada vez que la hacemos tiene una estructura similar, siempre hay modificaciones. Antes nos preguntamos por qué hacer la pieza de nuevo, qué ha cambiado, qué es lo que permanece respecto a nuestras necesidades emocionales en el aquí y el ahora. No es una pieza suave o fácil, es desde las tripas y las heridas personales y colectivas, y por el momento no la vamos a volver a hacer. Pero estamos experimentando con otros lenguajes, como el de la instalación, o algo material, o algo más educativo en institutos y colegios, para seguir explorando este tema y no callarnos.

Precisamente, hay una parte dedicada a esta pieza en la exposición Zhōngguó. El País del Centro en el MNA, que a diferencia de otras exposiciones con un enfoque mucho más folclórico y tradicional hacia lo que se entiende como “chino” en Europa, en esta han participado muchas artistas contemporáneas de la diáspora china en España. ¿Cómo fue el proceso de curaduría?
Desde el museo me invitaron a título individual para colaborar en el comisariado, pero sabiendo que tengo mucha experiencia y práctica con la comunidad. Por eso, una vez determinada la línea en la que se querían enfocar, propuse a las artistas que pudieran formar un grupo de trabajo. Pero, como siempre, a todo el que visita la exposición le digo que esto el resultado de muchos años ya de vínculo, desde el I Encuentro de la Diáspora China en Matadero en 2018, donde muchas nos conocimos desde el juego y la curiosidad por nuestras identidades y por las diversas formas de ser chinas, españolas o chiñolas. Este proceso de preparación y cocreación de la exposición ha sido una oportunidad para crear nuestro propio colectivo artístico, Mesa Redonda, y estamos muy orgullosas de las diversas obras colectivas que hemos creado, sabiendo, además, que esto es solo un nuevo comienzo.

En otros proyectos, como la asociación Liwai Acción Intercultural, trabajas con la comunidad china de Madrid en un sentido más amplio, no limitado al mundo artístico, sino también resolviendo conflictos o haciendo acompañamientos emocionales. ¿Cuáles son las inquietudes y necesidades habituales de las familias chinas que atendéis?
Es cierto que tanto Cangrejo Pro como Mesa Redonda o la Red de Diáspora China tienen la particularidad de ser una generación joven y formada en su mayoría por mujeres que tienen como armas el arte y la cultura. En Liwai me acerco a otras subcomunidades dentro de la comunidad china en Madrid. Con mi compañera Yue Fu, psicóloga, apoyamos a adolescentes, ya sean nacidos, crecidos en España, o recién llegados, que necesitan un espacio seguro y propio. Con respecto a las familias, he aprendido mucho en mi trabajo como mediadora intercultural. Recuerdo, por ejemplo, a una madre, que tiene una tienda de alimentación por Tribunal, y que lleva más de veinte años aquí, pero que, aunque quiere, nunca ha entrado a un museo por dificultades idiomáticas, desinterés, desconfianza, etc.. Además, ella sentía la necesidad de compartir con sus hijos un espacio más allá del doméstico, pero no sabía cómo, y estaba preocupada por estar perdiéndose la infancia de sus hijos, dado que trabaja muchísimo para sacar su vida adelante y, cuando llegaba a casa, estaba tan cansada que no quería hacer otra cosa que jugar al móvil en el sofá, cosa que sus hijos le reprochaban.

Con el proyecto de TIĀN MǍ XÍNG KŌNG, primero en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque y ahora en el Reina Sofía junto a Emily Sun, desde 2019, hemos generado una comunidad de ciento cincuenta familias que tienen muchísima necesidad de un espacio-tiempo específico fuera de su rutina habitual para compartir con sus hijos momentos íntimos, creativos, y amorosos, al mismo tiempo que ven y conocen obras de arte. De esta manera, estas familias pueden también disfrutar de los recursos culturales públicos a los que también tienen derecho y que hasta ahora no estaban, o querían estar, preparados para ofrecer otro tipo de contenido que facilitara el acceso a otros colectivos como el chino. Eso sí, yo no soy madre y no tengo esa experiencia en primera persona, por lo que el grupo motor del proyecto son las madres que deciden cómo enfocar cada sesión, y es otra vez, un proceso de cocreación.

Xirou Xiao
Xirou Xiao en una calle de Pueblo Nuevo, Madrid. Álvaro Minguito

¿Cómo ha sido colaborar con Arantxa Echevarría en la película Chinas (2023), una directora reconocida por la crítica pero también con controversias a sus espaldas como la de la representación de las mujeres gitanas en Carmen y Lola (2018)?
El equipo de Arantxa invitó a Liwai Acción Intercultural. Desde el principio, por supuesto, fuimos con cierta cautela, pero al leer el borrador del guión, vimos que era una historia bien escrita, que tiene mucho en común con muchas vidas de la diáspora. Obviamente nada puede representar a todo, es imposible, pero sí que una parte de la realidad de muchas familias está presente, y eso nos movió. Ayudamos en la dirección de casting para buscar actores y actrices naturales, y estuvimos asesorando cuando se rodaban escenas en chino. Durante los meses de casting, entrevistamos a miles de personas. Yo aprendí mucho, lloramos juntas, fue muy intenso. Se reafirmaron ciertas cosas del guión, como la representación del vínculo intergeneracional, sobre todo entre las chicas adolescentes con sus padres, qué tipo de vida tienen muchos de estos padres, cómo transmiten su amor, y qué desencuentros tienen. Por lo tanto, hay muchos relatos reales de las entrevistas que se han recreado en la película. Al principio, por ejemplo, Claudia tenía una personalidad mucho más rebelde y era más española, pero con los testimonios que recibimos, Arantxa reescribió parte del personaje. Además, las actrices pusieron mucho de ellas mismas porque, al no ser profesionales, conectaban mucho sus personajes con sus circunstancias reales para interpretarlos.

¿Estás satisfecha con el resultado? ¿Cómo ha sido recibida la película en la comunidad china?
Yo no soy directora de cine y este no es mi lenguaje. A nivel artístico, hay escenas que me gustan mucho, y otras menos. Personalmente, a mí me gustan las películas independientes de un aire más poético, y esto quizás sea más cine social, un género que puede caer en el dar lecciones morales desde cierto paternalismo. Por otra parte, Arantxa ha tenido la capacidad (también el privilegio dentro de la industria) de conseguir el dinero y la oportunidad de producir el primer largometraje sobre la comunidad china que ha podido estrenarse en cines. A nivel de repercusión, yo creo que en general ha sido positiva, porque dar a conocer una realidad, por mucho que esté estereotipada (¡claro que no todos los chinos son así!), es positivo para activar la curiosidad por conocer otras realidades.

Antes del estreno de la película, hicimos una proyección específica para la comunidad china, y, aunque hubo un poco de todo, la respuesta mayoritaria fue de agradecimiento por poder ver por primera vez en pantalla grande sus historias. También hubo personas de la diáspora a las que no les gustó por varios motivos. Y por supuesto, también hubo personas de otras clases sociales o quienes no se identifican con estas historias y vidas, que se quejaron de que esta película no habla de ellas e incluso sugirieron a Arantxa que enfocara la próxima película de otro modo. Yo contesté que no le tenemos que pedir a nadie que nos represente. Si estas personas tienen el dinero, pueden ya hacer una película sobre sus vidas.

Por otra parte, Yue y yo tuvimos algunas conversaciones largas, y concluimos que el que hayamos participado como asesoras no tiene por qué justificar o dar una legitimidad fácil a esta película. Por eso, después del estreno no hemos estado públicamente representando la película en nombre de la comunidad china en Madrid. Somos bastante cuidadosas, críticas y humildes en este sentido. Creemos que, al fin y al cabo, una obra propia habla por sí misma.

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