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De haberlo sabido
Pero no lo politices
Desde hace varios años, las personas LGTB venimos soportando esa especie de consigna paternalista, mezquina y rastrera de: está bien que seas homosexual, pero no lo politices. Love is love, pero no lo politices. Acuéstate con quién quieras, pero no lo politices… y, a quienes lo hacemos, a quienes politizamos, nos llaman “lobby”, “secta” o incluso “dictadura” LGTB.
Que no se me malinterprete, esto no solo nos golpea desde los sectores más conservadores de la sociedad, sino que viene incluso desde dentro del propio colectivo, por parte de personas que compran el argumento y afirman no identificarse con nuestro espíritu, ni nuestra bandera, ni nuestra lucha. Aquellas que asumen el rol socialmente impuesto de ser un/una homosexual “normal” y llevar una vida que no altere la tranquilidad ni cuestione el sistema cishetero normativo.
A veces es un argumento inocente, que viene de la ignorancia o de estar en la inopia o incluso desde un intento de protección de algunos sujetos que creen que así, calladitas, no nos exponemos a que nos agredan. Como si hablar de política siendo LGTB fuese más peligroso que caminar por la calle. Oh, ¡pero eso no pasa! (léase con tono exagerado) ¡Perdón por la osadía! Las agresiones no nos ocurren por nuestra orientación, no. ¡No existe la LGTBIfobia! ¡Nos lo inventamos todo para justificar un intento de Estado supremacista corrompe-infancias!
Nos dicen una y otra vez que la lucha LGTB no es tal, que todos los derechos están conseguidos, que vivimos más que decentemente
Y ese gaslight, esa negación de nuestra propia experiencia vital y casi diaria, es parte del perverso juego: has salido del armario, pero si parecieras “normal”, si vistieras “normal”, si te comportaras “normal”... no te pasaría nada. Y nos dicen una y otra vez que la lucha LGTB no es tal, que todos los derechos están conseguidos, que vivimos más que decentemente y lo único que queremos quienes nos quejamos es esa “paguita” que ojalá supiéramos de una vez por todas dónde se pide, porque yo estoy cansada ya de trabajar y que me dé apenas para el alquiler. Y que la agenda política, cuando integra demandas de nuestro colectivo, solo lo hace por aprovecharse y rascar votos, por puro manoseo de intereses. Aunque en algunos casos sea verdad, tampoco seamos necias.
El caso es que nos siguen pidiendo y exigiendo que no nos politicemos. Que no politicemos lo que somos, lo que vivimos, lo que nos hacen, lo que hemos sufrido. Pero nos usan una y otra vez. Y nos politizan. Una y otra vez. Y en ocasiones como ésta, una vez estallada la guerra de Israel contra Palestina, nos vuelven a usar como un trapo que lanzar a la cara del “adversario” dialéctico. Porque ya sabemos cómo funciona ahora mismo la cosa: en el mundo ocurre algo y cada cual debe dejar salir al opinólogo experto que lleva dentro para que se pasee por las redes sociales haciendo más y más ruido, desdibujando más y más la realidad, y aportando nada más que una opinión que se ha construido (en la mayor parte de los casos) leyendo cuatro tuits, buscando en Google y escuchando un par de conversaciones en el bar.
Los opinólogos que repiten como cacatúas cualquier infamia sin cuestionarse si tiene sentido o es veraz, desde el principio, en cuanto saltó la noticia, comenzaron a escupir el mismo argumento a favor de lo que está ocurriendo: en Palestina asesinan a los homosexuales y las personas LGTB huyen a Israel para conservar la cabeza unida al cuerpo. Y yo me cago en todo.
En la tierra ocupada de Palestina hay una absoluta estigmatización del colectivo, pero Israel lleva mucho tiempo ya haciéndose un lavado de imagen a golpe de brilli-brilli “gayfriendly”
Porque es cierto, en la tierra ocupada de Palestina hay una absoluta estigmatización y un desamparo total del colectivo, pero hablemos claro: Israel lleva mucho tiempo ya haciéndose un lavado de imagen a golpe de brilli-brilli “gayfriendly”, una estrategia política a costa de las personas LGTB con la que se muestran como paraíso de la tolerancia, como si fuesen una suerte de bote salvavidas donde se garantizan los derechos de las mujeres y los homosexuales y todo es color de rosa.
Pero los opinólogos, desde su perspectiva de privilegio absoluto, racista y clasista en extremo, no se cortan ahora en apoyar sus argumentos belicistas y supremacistas con una absolutamente falsa y fingida preocupación por el colectivo LGTBIQ+. Y manosean nuestra lucha para justificar un asesinato masivo. “Se lo merecen porque son homófobos”, “es incongruente apoyar a un país donde te matarían”. A ti también te matarían, José Luis, porque en Palestina están matando a todo el mundo. Todos están condenados a muerte.
Opinión
Israel somos nosotros
Esos opinólogos, que además no saben diferenciar una bandera LGTB y una de la paz (como las que hemos visto en las manifestaciones de este fin de semana), tienen muy claro que los palestinos se merecen el exterminio por intolerantes y que Israel es un “buen invasor” porque tiene buena publicidad de destino queer. ¿Qué pasa entonces con Rusia? Porque no hemos escuchado a ni uno solo de estos opinólogos manifestando antes su preocupación por la situación del colectivo allí. O en Ucrania.
Señores, déjenos en paz, suelten el móvil y basta de decir soplapolleces.