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¿Qué le pasa a la izquierda extremeña?
Daniel Hierro: "No comparto el relato que sitúa a Podemos como el actor responsable en el descenso de la movilización social"
En nuestra sección ¿Qué le pasa a la izquierda extremeña? hemos contado ya con la participación de la diputada de Podemos Jara Romero. Toma la palabra ahora Daniel Hierro, también diputado de la formación morada, con la intención de hacerse cargo de algunas de las reflexiones críticas lanzadas por algunos de los intervinientes en este espacio.
¿Qué fue, en Extremadura, de la oportunidad de cambio que se vislumbró a partir de 2011? ¿Puede hablarse de una crisis orgánica del Régimen extremeño del 83, o solo de una reconfiguración del sistema regional de partidos?
La crisis a la que se alude en la pregunta es fundamentalmente una crisis económica, que ha ido afectando al resto de estructuras de las sociedades europeas actuales y que se ha dado también en Extremadura, aunque con sus particularidades. Ahora bien, ¿hasta dónde se ha extendido? Las políticas aplicadas por el PSOE y el PP generaron un malestar y una oportunidad de transformaciones políticas que se expresó en el surgimiento de movimientos sociales muy potentes como el 15M, el Campamento Dignidad, la PAH o la propia irrupción de partidos políticos como Podemos. También, posteriormente, el movimiento feminista o el de pensionistas están protagonizando movilizaciones muy importantes.
Respaldo punto por punto la crítica que se le está haciendo al modelo de confluencia de Unidos Podemos por parte de Julio Anguita y otros compañeros y compañeras reunidos en el colectivo Prometeo y el Frente Cívico
Pero hablar de crisis orgánica es ir mucho más allá. Lo rasgos fundamentales del régimen son el clientelismo y el miedo, que dominan otros muchos espacios de organización social y que son fundamentales para el cambio político: desde el sindicalismo a los partidos politicos pasando por todo el espectro del asociacionismo. Durante estos años he podido comprobar desde cerca cómo nos encontramos con unas organizaciones -con algunas honrosas excepciones- atrapadas en la derrota ideológica, el clientelismo y el miedo. Teniendo en cuenta todo esto, creo que podemos hablar de una crisis muy importante pero todavía parcial. Nos encontramos en un momento en el que lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo va muriendo, pero no acaba de morir.
¿Qué balance haces de la acción de la izquierda social, política y cultural extremeña en esta legislatura 2015-2019 que ahora concluye?
Esta pregunta en realidad está muy relacionada con la anterior. Lo cierto es que a grandes rasgos es muy similar al del resto de territorios del Estado. Durante los dos primeros años se produjo una desmovilización progresiva de la ola que surgió del 15M. El desgaste que conlleva la propia militancia de los activistas, la emigración, los cambios en la agenda política y otros factores creo que son algunos de los motivos fundamentales que pueden explicarlo. De todas formas, la historia demuestra cómo durante las épocas de crisis los periodos de movilización social se han alternado con otros de reacción y represión por parte de las fuerzas conservadoras, y en ese sentido creo que el periodo que estamos viviendo es similar a otros que vivimos en épocas pasadas. Con todo, algunos de esos movimientos han conservado un mínimo de estructura y funcionamiento, y surgen con fuerza nuevos movimientos como el de los pensionistas y el feminista. Creo que hay que reconocer que, aunque débil, la situación es mejor que en el periodo previo a la crisis, y eso nos da esperanzas de cara al futuro.
Creo que hay que reconocer que, aunque débil, la situación es mejor que en el periodo previo a la crisis, y eso nos da esperanzas de cara al futuro
En cuanto a la cuestión de los partidos, mi visión está atravesada por mi propia participación activa como diputado en la Asamblea, lo que puede que contamine parte de esa visión pero también aporta un conocimiento más cercano de algunos hechos. El protagonista, como partido, ha sido por razones evidentes Podemos. Creo que nuestra actividad legislativa ha sido en general positiva teniendo en cuenta la correlación de fuerzas dentro y fuera de la institución, más allá de algunos errores que podamos haber cometido. Hemos conseguido aprobar muchas leyes propias, modificar o enmendar profundamente otras y paralizar algunas importantes del Gobierno . Ahí está la Ley de Contratación Pública, que permite sancionar y resolver los contratos con empresas que precaricen el empleo, la Ley de Vivienda, que plantea sanciones a bancos e inmobiliarias que especulan con las viviendas vacías, y otras muchas que podríamos citar.
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Se puede argumentar que esta acción política se ha quedado en ocasiones en el papel, lo que nos lleva a la cuestión de la institucionalización y la necesidad de construir poder popular. Hay quienes dicen que desde Podemos hemos abandonado la calle, y es cierto que las instituciones tienen un poder de succión grandísimo y que para un grupo de personas sin experiencia previa hacer un buen uso de la institución como altavoz de la calle sin que la primera te atrape no es fácil. Que podríamos haber salido aún más y haber implicado más a nuestra militancia. Ahora bien, no comparto en absoluto el relato que sitúa a Podemos como el actor responsable en el descenso de la movilización social.
En primer lugar porque atribuirle a un grupo parlamentario de seis personas en exclusiva la tarea de crear e impulsar grandes movimientos sociales es sobredimensionar su capacidad; y en segundo lugar porque los partidos políticos deben apoyar e impulsar la movilización social, pero nunca acapararla. Creo que, con honrosas excepciones, quienes hacen esa crítica ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Lo cierto es que Podemos ha estado en la calle acompañando todas las movilizaciones siempre que ha sido posible: en los desahucios, contra el cierre de la mina de Aguablanca, con los trabajadores del transporte sanitario y, en fin, en una larga lista de movilizaciones. En otros momentos y sectores con los que lo hemos intentado nos hemos topado con la realidad que todos conocemos: una Extremadura controlada y atemorizada por el clientelismo y el paro, en la que las herramientas de movilización social tradicionales se han convertido en sostenedores del status quo y en la que, en consecuencia, es muy difícil construir contrapoder.
Atribuirle a un grupo parlamentario de seis personas en exclusiva la tarea de crear e impulsar grandes movimientos sociales es sobredimensionar su capacidad
A nivel cultural han surgido algunas iniciativas muy positivas como la Asociación 25 de marzo – que además rebasa con mucho el ámbito de la cultura- el Teatro Dignidad y algunas otras manifestaciones interesantes, aunque siguen estando dispersas y es otro ámbito en el que siguen estando muy presentes los tentáculos del Poder.
¿Ves deseable y posible la unidad de la izquierda transformadora y los actores de cambio en Extremadura? ¿Qué desafíos les aguardan en el medio plazo del próximo cuatrienio, y qué estructuras y estrategias necesitaría desarrollar para enfrentarlos con éxito?
La unidad de la izquierda transformadora y de los actores del cambio es no solo posible y deseable sino completamente necesaria. Ahora bien, hay que tener muy claro cuáles son los objetivos de esta unión. En este sentido, respaldo punto por punto la crítica que se le está haciendo al modelo de confluencia de Unidos Podemos por parte de Julio Anguita y otros compañeros y compañeras reunidos en el colectivo Prometeo y el Frente Cívico. Para que la unidad sirva para multiplicar nuestras fuerzas y no se quede en una simple suma de siglas (Podemos + Izquierda Unida + el resto de actores del cambio), tienen que fomentar la convivencia y el debate de sus militantes no solo en espacios partidistas, sino también en esos movimientos sociales y sindicales de los que hemos hablado antes. Nuestra militancia debe acudir a esos espacios a colaborar codo con codo, así como los representantes de esos partidos deben estar ahí pero de forma discreta, y no asistir simplemente a sujetar la pancarta para salir en la foto.
Hay que ser realistas y aceptar que en los próximos años no se va a dar un crecimiento súbito de ninguno de los partidos de manera individual. Por tanto, es urgente y necesario dejar de afrontar esa unidad como una suma para los procesos electorales y ponernos a trabajar desde ya en las bases de esa unidad que permitan sumar y multiplicar nuestra presencia social y nuestras expectativas. Es cierto que no todas las personas de nuestros partidos se han creído por igual la confluencia. Aún así, nuestra oferta de confluencia fue esa desde el principio: una confluencia basada en asambleas abiertas y conjuntas en las que primero se hablaba de política y luego de los aspectos organizativos y electorales. Aunque en principio todas las organizaciones estuvieron de acuerdo, algunas de ellas no lo vieron finalmente de la misma forma.
En cualquier caso, me alegro de que finalmente vaya a haber una apuesta por la confluencia aunque de momento se quede en el ámbito de lo electoral. Puede ser la base para ponernos a trabajar desde ya en esos espacios conjuntos en los que se teje la confianza. El reto es poner en marcha un sujeto político que alimente la organización y la movilización social, que penetre en todos esos espacios que son fundamentales para el cambio y que hoy por hoy domina el sistema caciquil heredado del Ibarrismo. Espero y deseo que estemos a la altura.
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Como activista laboral, en el transporte sanitario, corroboro el compromiso y esfuerzo de los diputados/as de Podemos en Extremadura.
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¿Quién dijo desmovilizados? Más fuertes que nunca contra los partidos que niegan la violencia machista y el cambio climático, contra los que precarizan a las trabajadoras, externalizan, suben los precios de la vivienda, de los alquileres, de la luz. Contra los que quieren bajar las pensiones. El 8 de marzo paramos el país y llenamos las calles.
Buena reflexión, es importante la autocrítica pero tb hay que saber reconocer los logros de cada uno