Paula Boira Nacher: “El aborto es uno de los derechos que más nos libera como mujeres”

Las mujeres se iban a abortar a Londres. Esa es la respuesta que muchas podríamos dar si nos preguntan qué hacían las mujeres que querían interrumpir un embarazo en España antes de 1985. Pero hubo grupos que lograron poner en marcha la práctica de abortos seguros en dos centros en España, una historia menos conocida que recoge ‘Un aborto, 8000 pesetas’.
Paula Boira - 2
Álvaro Minguito Paula Boira Nacher, periodista y autora del libro Un aborto, 8000 pesetas.

Las mujeres se iban a abortar a Londres. Esa es la respuesta que muchas podríamos dar si nos preguntan qué hacían las mujeres en España antes de 1985, cuando se aprobó la ley que despenalizaba la interrupción voluntaria del embarazo en tres supuestos: el terapéutico (riesgo grave para la salud física o mental de la mujer), el eugenésico (graves taras físicas o psíquicas en el feto, hasta las 22 semanas) y el criminológico (violación, hasta las 12 semanas). Luego vino la ley de plazos de 2010, que cambiaría el paradigma.

Pero las mujeres siempre han abortado, y no solo en Londres. Y se han organizado, en una historia que incluye autoinculpaciones, solidaridad y redes feministas. Pero, además, en los primeros años de la Transición, hubo grupos de personas que lograron traer a España un método seguro y realizar abortos a pesar de que podía comportar penas de cárcel y larga sin habilitaciones en el caso de que fueran médicos. Y lograron poner en funcionamientos dos centros, uno en Valencia y otro en Sevilla, que dotaron a las mujeres de un derecho que les estaba vetado. Es la historia que recoge Paula Boira Nacher en Un aborto, 8.000 pesetas (Libros del KO, 2025). La periodista pone el foco en este libro en cómo muchas mujeres se organizaron para dotarse de un derecho, y cómo lo hicieron juntas y organizadas.

¿Por qué escribes este libro, qué te lleva a querer escribir estas historias que recoges en un aborto 8.000 pesetas?
Lo escribo porque me llegó la historia de Consuelo de casualidad. Yo soy de la Comunidad Valenciana, de Castellón, y nunca había escuchado que en Valencia se hubiera estado haciendo abortos cuando era ilegal. Me llamó mucho la atención ese desconocimiento que había sobre el tema porque yo todo lo que había escuchado es que cuando no se podía abortar en España, la gente se iba a Londres o como mucho utilizaban el perejil y la aguja de tejer. Pero nunca que sí había habido otra vía, que eran esas mujeres y esos hombres que se prestaron a hacer abortos clandestinos aquí dentro de las fronteras. 

Por ser periodista, tenía contactos con la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI), y Consuelo había sido la primera presidenta de ACAI. Me pasaron el teléfono y la llamé. Me contó la historia entera, porque yo simplemente había escuchado un pequeño retazo en una entrevista que le habían hecho años atrás y me quedé fascinada y empecé a tirar del hilo. Vi que había toda una historia que efectivamente nunca se había contado. 

¿Qué eran 8.000 pesetas a finales de los años 70?
Pues 8.000 pesetas realmente era mucho dinero. En el libro se ve perfectamente cómo la mayoría de ellas tenía que buscar ese dinero entre sus familiares, hacer las típicas vaquitas que llamaban ellas, pedir dinero a amigos, pedir dinero a familiares. En las universidades se hacían colectas para poder pagar, ya fuera viaje a Londres o los abortos aquí. Pero era mucho dinero, no se disponía de él para desprenderse alegremente y requería un esfuerzo para todas. 

A pesar de ello, estos grupos que realizaban los abortos sí se preocupaban por la accesibilidad…
Sí, de hecho, ese era el precio estipulado, pero si había alguna mujer que no podía pagarlo, podía pagar menos o necesitaba pagarlo en varias veces, pues o se le hacía gratis o se le ayudaba de la manera que se pudiera. Y con los viajes a Londres, igual. Por ejemplo, el Centro Federico Rubio de Madrid tenía un acuerdo con Rutter en Londres por el cual por cada cierta cantidad de mujeres que llevaban a hacerse los abortos allí, él les concedía otras gratis para aquellas que efectivamente no tenían esa capacidad económica. 

Los primeros que realizaron abortos en España fueron del MLAC francés, que empezaron a bajar a Barcelona. Iban bajando cada quince días aproximadamente y las mujeres se organizaban coordinadas la mayoría de las veces por la DAIA, un grupo feminista de Cataluña

¿Quiénes eran esas primeras personas que empezaron a hacer abortos cuando era ilegal todavía?
Los primeros fueron del MLAC francés [Mouvement pour la liberté de l'avortement et de la contraception], que empezaron a bajar a Barcelona. Iban bajando cada quince días aproximadamente y las mujeres, coordinadas la mayoría de las veces por la DAIA [Dones per l'Autoconeixement i Anticoncepció], un grupo feminista de Cataluña, se organizaban dando prioridad las que tenían la necesidad más urgente de interrupción del embarazo por no poder viajar o porque ya estaban muy avanzadas en la gestación. Entonces ellos iban y hacían estas interrupciones del embarazo. 

En el 78 es cuando Françoise, que era miembro del MLAC en Marsella, viene a España. Había estado primero en Italia, cuando se legaliza allí. Viene a España y enseña a varios activistas y varios ginecólogos, entre ellos Pere Enguix, un ginecólogo valenciano. Y les enseña a hacer esas interrupciones por el método karman, que es mediante aspiración, que de hecho es el que se utiliza hoy en día, obviamente con unos métodos mucho mejores sanitariamente. 

Ahí empieza a formarse todo el mundo en ese método no, porque hasta ese momento, obviamente abortos se habían hecho. Las primeras que hacían abortos ilegales en España fueron las propias mujeres, que entre ellas se iban recomendando remedios, desde el perejil, la ruda hasta métodos brutales que están en los archivos como meterse junco en la vagina o inyecciones con agua y sal, por ejemplo. También había muchas aborteras que tienen sus mecanismos. 

Hablamos de activistas y ginecólogos, es decir, muchas veces personas que no tenían necesariamente una formación médica. Pese a ello, ¿lograron establecer una red que garantizara abortos seguros?
En el grupo de Françoise, por ejemplo, ella no era médica, nunca lo ha sido. Simplemente empezó a hacer abortos en Francia, luego en Italia y luego en España. Pero en ese grupo había gente que sí estaba relacionada con lo sanitario. Por ejemplo, la misma Consuelo era estudiante de medicina, aunque no había terminado la carrera y de hecho nunca la terminó porque acabó haciendo enfermería. Y luego había activistas de grupos feministas o de grupos políticos de la resistencia antifranquista, que no tenían ninguna relación con lo sanitario. Pero, ¿qué pasa? Que esos grupos lo que tenían siempre era un contacto con algún ginecólogo que, en el caso de que hubiera alguna complicación o tuvieran dudas en algún procedimiento, eran la referencia. Entonces esas mujeres realmente sí que estaban controladas a nivel sanitario y a nivel de seguridad por unos ginecólogos que, aunque no estuvieran en primera línea, siempre ayudaban cuando era necesario.

¿Qué motivaciones había detrás de estos grupos para hacer estas interrupciones, siendo algo penado por ley?
La motivación principal era la emancipación de la mujer, el control de su cuerpo y, obviamente, la consecución de lo que consideraban un derecho y que fue ilegal durante muchísimos años. Hubo un debate grande en ese sentido dentro del feminismo, y luego dentro también de estos grupos, sobre si tenía que cobrar o no. Por ejemplo, la Comisión por el Derecho al Aborto de Madrid consideraba que no se debía de cobrar y, de hecho nunca se prestó a aprender esa técnica y hacer abortos, de manera sistemática, porque consideraban que no se podía garantizar la seguridad ni tampoco se debía de cobrar a esas mujeres. Pero el grupo de Valencia y el grupo de Sevilla sí deciden cobrar. Y lo que me explicaban era que, si no cobraban, lo iban a hacer igualmente, como activistas, en su tiempo libre, pero no iban a poder dar la ayuda a todas las mujeres que lo necesitan. Y había muchísimas mujeres que querían abortar y muy pocas manos, con lo cual al final acaban decidiendo que en el caso que no, que alguna mujer no tuviera esa capacidad económica no se le cobraría, pero que si querían dedicarse plenamente a ello para poder atender al máximo número de mujeres posible, había que estipular un precio para los costes básicos que tenía. 

Al hacer esas interrupciones del embarazo de manera conjunta se hacía tomar conciencia de que era una lucha colectiva y que tenían que implicarse en ello

Otra cosa que se ve en la historia del libro es cómo abortar es un acto colectivo, un proceso que se hace en grupo.
Como me explicó en este caso Lozoya [José Ángel Lozoya, médico], ellos tenían claro que lo que querían es que las mujeres tomaran conciencia de que era un problema, que no era individual, no era una cosa que les hubiera pasado solo a ellas, sino que era un problema que tenían todas las mujeres del país. Era un derecho al que no podían acceder de manera sistemática. Entonces, al hacer esas interrupciones del embarazo de manera conjunta se hacía tomar conciencia de que era una lucha colectiva y que tenían que implicarse en ello. Porque ellas estaban todas juntas, no en el momento de la operación en sí, que obviamente había una causa privada, pero sí en el momento de reunirse, decidir quién iba a pasar la primera, incluso comentar cuando ya se había terminado todo el proceso. 

Hablamos de finales de los años 70. En esa época, donde podemos suponer que la comunicaciones entre países no eran tan fáciles como ahora, las mujeres se organizaban y se trasvasaron conocimientos desde Francia o EE UU. ¿Cómo sucede esto?
Yo me quedé alucinada cuando me contaron cómo se organizaban porque realmente era un reloj muy bien engrasado. Y no solo la organización feminista, sino la organización de la resistencia antifranquista. Por ejemplo, a Sevilla llegó una mujer de una aldea de Galicia o una de la isla de El Hierro. ¿Cómo llegaron esas mujeres aquí? ¿Cómo sabían que en Sevilla había un grupo de hippies que hacían interrupciones del embarazo de forma segura?

Veníamos de tantos años de dictadura y de tantos años de tener que estar en la clandestinidad organizándose, que los canales de contacto y los canales de difusión de ese tipo de mensajes eran muy fuertes y estaban muy bien organizados. Estos grupos aprovecharon toda esa conexión que se había creado durante los años del franquismo y la explotaron muy bien. 

¿A qué riesgos de enfrentaban?
Pues obviamente la interrupción del embarazo estaba penada con prisión, y no solo con prisión, sino también, en el caso de que fueran médicos sanitarios practicantes, con inhabilitaciones de diez años. Es decir, muchos se exponían a no poder volver a trabajar nunca. También se penaba con multas muy altas. Y luego, los castigos eran iguales para las mujeres que se sometían al aborto. 

Pese a ello, ocurría. También en la dictadura.
Yo también quería investigar qué había pasado durante los años del franquismo, porque los abortos clandestinos por el método karman eran una cosa más de la transición. Las mujeres han abortado siempre y yo quería saber cómo había sido. Encontré un trabajo de una investigadora en el partido judicial de Lugo y lo quise expandir un poco también explotar un poco visitando varios archivos. ¿Por qué? Porque los archivos, aunque no sean representativos de la cantidad de abortos que había —solo están recogidos los casos en los que las pillaba la Policía o casos en los que la mujer moría y entonces investigaba—, sí que son representativos de cómo lo hacían, por qué lo hacían, dónde lo hacían, quién se lo hacía y qué consecuencias tenía. Es muy impactante ver, por ejemplo, que la mayoría de casos eran por violaciones o porque los novios las engañaban y les decían que si tenían relaciones se casarían, y al tener relaciones se quedaban embarazadas. O porque tenían 6, 7 u 8 hijos y no podían alimentar otra boca, o porque los propios médicos les habían dicho que si se volvían a quedar embarazadas o tenían un parto, posiblemente murieran por problemas de salud. Aunque la sociedad fuera consciente de que esas mujeres necesitaban una salida, pues no se la daban. 

¿Que qué has aprendido en el proceso de esta investigación?
Lo que he aprendido es que creo que tanto el franquismo como la Transición nos lo han contado siempre igual, siempre de la misma manera. Y quedan muchas historias por contar, sobre todo muchas historias de mujeres que muchas veces pasan desapercibidas, porque se ha pensado que las historias de lo femenino son historias de lo privado y que, por tanto, no trascienden o no son importantes. Pero la realidad es que esas mujeres, que siempre han sido vistas un poco como víctimas del franquismo o de la guerra, resulta que pueden ver y deben ser vistas como heroínas, porque ellas estaban condenadas a vivir una determinada vida y dijeron que no: se revolvieron y buscaron los mecanismos necesarios para que eso que les habían impuesto no tuviera que delimitar su vida. 

Y aunque no podamos hablar a lo mejor de una resistencia feminista como tal en la etapa del franquismo, aunque no hubiera una red o no estuvieran organizadas formalmente para desobedecer esa ley contra el aborto, sí que hubo un movimiento para intentar saltar esa prohibición. Entonces creo que también hay que empezar a verlas como heroínas y como agentes históricos que efectivamente ayudaron a conseguir ese derecho. 

Me gustaría que lo leyera sobre todo la gente joven. Porque creo que estamos un poco desconectadas, que damos por hecho que el aborto es un derecho que ya no nos van a quitar, porque hemos nacido con él

¿Crees que han tenido pues el reconocimiento que se merecían?
No, no se les ha dado el reconocimiento que merecen. Estas tres historias que salen en el libro,las conoce muy poca gente. A lo mejor ahora sí está empezando a salir un poco a la luz toda la lucha que hicieron las mujeres durante esos años, ya no solo con el tema del aborto, también lo hemos visto, por ejemplo, con el tema del Patronato de Protección a la Mujer en los últimos años. Yo espero que sí, que se les acabe haciendo justicia. 

¿Que le desearías a tu libro?
Me gustaría que lo leyera sobre todo la gente joven. Porque creo que estamos un poco desconectadas, que damos por hecho que el aborto es un derecho que ya no nos van a quitar, porque hemos nacido con él. Yo, por ejemplo, he nacido con la ley del 85. Tenemos que ser conscientes de cómo era antes de que tuviéramos esa ley, y la que tenemos ahora. Y ser conscientes de que podemos volver ahí. Al final el aborto es algo privado, pero también es algo político. En el momento en que se aborta estamos diciendo que no a lo que se nos había impuesto durante tantos años. Y, si no lo reivindicamos, puede parecer que sea un derecho que no usemos y que por tanto sea fácil quitar. 

¿Qué significa para ti el 28 de septiembre, Día de Acción Global por el acceso al aborto legal y seguro?
Es una fecha que siempre pasa un poco sin pena ni gloria, aunque este año se cumplen 40 años de la despenalización y por ejemplo el Ministerio de Igualdad sí que ha organizado una mesa redonda eeste lunes 29 de septiembre. Realmente para mí es una fecha importante porque el aborto es uno de los derechos que más nos libera como mujeres y que más nos emancipa.

Derechos reproductivos
El acoso a centros que practican IVE continúa pese a que lo prohíbe la ley y ante la indiferencia de Interior
Los grupos antielección convocan rezos ante las clínicas que practican abortos pese a que una reforma del Código Penal aprobada en 2022 prohíbe estas prácticas y ante la inacción de las administraciones.
Aborto
La falta de relevo de especialistas pone en riesgo el futuro de los derechos reproductivos en España
La generación de profesionales de la medicina y enfermería que se formó en interrupción voluntaria del embarazo en los años 70 y 80 por vocación no tiene a quién entregar el testigo.
Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Cargando...
Cargando...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...