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Desastres ambientales
Mil kilómetros por un desastre: dos mujeres cruzan el Estado por una máquina única para limpiar pellets
El 8 de diciembre de 2023 un buque llamado Toconao arrojó al Atlántico seis contenedores de mercancías, a 80 kilómetros frente a la costa portuguesa de Viana Do Castelo. Pocos días después, llegaronn masivamente a la Praia do Vilar (A Coruña) miles de bolitas de plástico llamadas pellets, pero a principio de año ya estaban en la Ría de Muros e Noia. Sacudidas por la gravedad del asunto, en los últimos días de la vacaciones de Navidad, Natàlia Oriol y Èlia Planas estaban al corriente del aumento de la catástrofe en esta zona gracias a las primeras fotos realizadas por una amiga residente en la ría afectada. Así que el primer día de vuelta al trabajo, tras el fin de semana de Reyes, se dedicaron a un plan de acción: preparar todo en una furgoneta y salir desde Barcelona con rumbo a Muros. Dos días de viaje y 1.200 kilómetros para llegar a las playas afectadas y ponerse a recoger pellets.
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“Al ver que los ciudadanos y ciudadanas de Galicia hacían un llamamiento a que voluntarios de todas partes acudieran a ayudar, no dudamos ni un momento a venir”, explica Natàlia Oriol. “Porque además teníamos algo muy especial que aportar: una máquina limpiadora que no tiene nadie, prestada por la organización Good Karma”. Porque el caso de estas dos barcelonesas no es tan improvisado: saben muy bien lo que supone la contaminación de plásticos en playas y litorales, gracias a su trabajo en la ONG PlasticFREEwave, fundada por una de las dos viajeras: Èlia Planas, abogada y educadora ambiental. Esta organización creada en 2019 ha estado hasta ahora trabajando en el litoral mediterráneo, “con el objetivo de concienciar a la población, desde pequeños a adultos, sobre la grave contaminación de plásticos que existe en mares y océanos”. Pero a pesar de llevar cuatro años en activo jamás se habían enfrentado a una crisis similar.
“Lo que hicimos en todo el viaje desde Barcelona fue llamar a escuelas de la zona para proponerles estas recogidas”, ahondan Natàlia y Èlia. “La aceptación era buena, pero en cuanto el Concello de Muros empezó a comunicar que los pellets eran tóxicos, las escuelas se fueron retirando de participar en la recogida con los alumnos”. Este era uno de los objetivos del viaje, educar con talleres de recogida, gracias también a poder usar una máquina que filtra la arena separando las bolas de plástico. El problema es que este artilugio nunca se había utilizado en playas gallegas, húmedas y espesas. Además, nada más llegar el miércoles a la praia de Lariños, una de las más afectadas por la invasión de pellets, el clima era lluvioso e impedía tamizar los plásticos. Les tocó estrenarse recogiendo a mano, una a una, las bolitas, tal y como estaban haciendo un pequeño grupo de personas que habían acudido a pesar del mal tiempo. “La separación de los pellets es complicada porque nos llevamos también algas y otros elementos naturales como trozos de mejillones, caracolas, tronquitos de madera, o plantas marinas. Y no hay sólo pellets, sino microplásticos y plásticos más grandes, además de huevos de manta raya enormes (en el mediterráneo son mucho más pequeños), huevos de tiburón y raíces de alga kelp”.
Movilizarse para ayudar ha sido, como en tantas ocasiones, un grito en cadena que ha ido multiplicándose cada día que pasaba, sin duda alimentado por la necesidad de impacto emocional de las redes sociales, y el sensacionalismo morboso de algunos medios de comunicación. Sin embargo, en las primeras horas de trabajo solidario en la zona de impacto, se dan cuenta que solamente son un grupito minúsculo. La primera gran frustración es no poder usar su máquina y no poder montar las acciones escolares coordinadas que pretendían. “Nosotras queríamos aportar que contamos con un seguro que los voluntarios de aquí quizás no tenían para organizar un voluntariado masivo”, explica Èlia como fundadora de PlasticFREEwave. “Para dar a las escuelas la protección que necesitaban, y ofrecer también el material que usamos, y trabajar todos los días a tope”, añade. Pero sólo pudieron mover un pequeño grupo la primera tarde, ninguna escuela por el miedo a los tóxicos y otra convocatoria colaborando con una organización de la zona.
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Cómo ayudar sin empeorar
Una vez más, tanto por las autoridades como las organizaciones más expertas, la idea de lanzarse a colaborar se ha sometido a matices, por el impacto y los riesgos que pueden acarrear una llegada y acción descontroladas. “Nosotras ya tenemos una formación para recoger plásticos y microplásticos, y qué se tiene que hacer cuando estás en una zona protegida como las que hay aquí”, puntualiza Èlia Planas. “Pero también hay que ser muy cuidadosos en detalles como las pisadas, porque cada pisada que haces estás hundiendo el pellet, y si vas con perros se debería avisar que los animales no deberían pisar por la playa, porque van corriendo, mueven el pellet y lo hunden. Por ejemplo, con un grupo de escuela los niños se mueven en fila para no moverse libremente por otras zonas.”
Tal vez debería de hacerse, en general o ante una situación movilizadora como ésta, un protocolo sencillo para que todos los voluntarios sepan cómo actuar en las zonas afectadas, sin empeorar la acción por su desconocimiento. Se está incluso hablando de ofrecer una formación exprés para los voluntarios de esta emergencia. Pero, ¿Cuáles serían las medidas esenciales? Responde Èlia: “Lo primero ir protegido: llevar siempre guantes y no tocar nunca con las manos ese material; luego, muy importante no ir a lo loco y mirar cómo se encuentran esos residuos, porque normalmente la marea va generando unas líneas, y hay que intentar no pisarlos, ir haciendo una acción coordinada, como barriendo; no olvidar que van a aparecer más residuos, pegados al pellet, porque nosotras hemos acabado con rastros de chapapote en los guantes y la ropa; otra cosa importante es no tirar los residuos en cualquier lugar, hay que avisar al ayuntamiento que corresponda e informar de que se dejan unos sacos juntos a los contenedores de basuras, por ejemplo”.
En la actualidad ya existen precedentes incluso más graves que el de Galicia, como los de Suecia, Suráfrica o el enorme vertido de Sri Lanka en 2021. Por toda esa experiencia se sabe que lo que acaba de empezar, este vertido de plásticos y su goteo en playas y litorales, puede continuar durante años. “Y no se van a quitar del todo”, puntualiza Natàlia, “porque ahora mismo hemos estado recogiendo pellets antiguos, amarillos, de otra remesa, y por esto mismo es esencial que haya una coordinación continua de los voluntarios”.
La cruda realidad en las manos del voluntariado
Según avanzan las horas, los ataques entre administraciones, las acusaciones, los análisis improvisados y las torpezas científicas han ido sucediéndose. Pero ya se ha admitido la categoría de “desastre medioambiental” y se han movilizado recursos: hasta un submarino. A pie de calle, o más bien de playa, la experiencia de estas dos activistas bien puede ser una ducha alternativa, de aguas frías y calientes, ilusión y desesperanza. A la vez que aprendizajes que deberían de servir para los siguientes voluntarios que, sin duda, irán llegando en los próximos días. “De camino para Galicia íbamos ilusionadas y esperanzadas de poder contribuir con nuestra máquina”, comenta Èlia, “pero una vez en la playa vimos cómo se comportaba la arena mojada, que nos impedía usar nuestra máquina porque se creaba una pasta de algas y arena y otros materiales que impedía tamizar… Cambiamos de técnica gracias a lo aprendido por un grupo local que llevaba días limpiando con unas mallas, y al final acabamos recogiendo bolitas una a una, ¡porque es muy difícil!” Entonces, la gran pregunta: ¿Qué hace falta de verdad? “Lo que puedas, como puedas, y el que tengas más a mano”, reconocen las dos con frustración. “No hay una solución especial que lo vaya a curar todo. Porque por ejemplo si se utilizan grandes redes en el agua, te llevas peces y de todo, estropeando aún más el ecosistema marino. Ahora ya está extendido, se tenía que haber hecho justo en el momento del vertido, pero ahora no queda otra que recoger bolita a bolita, sabiendo que millones de pellets van a quedar en el océano y las playas durante muchos años” advierte Èlia Planas, fundadora de esta pequeña organización que solamente emplea a ellas dos y una persona de comunicación en Barcelona.
Según cuentan desde Muros, en varias conversaciones telefónicas, el segundo día de acción en la playa se ha visto muy dificultada por algo peor que el clima. La llegada de numerosos equipos de televisión, nacionales y regionales, en busca de imágenes y testimonios impactantes. Justo cuando las condiciones del tiempo habían dado una tregua para usar su máquina Trommel de filtrado. Pero también continua el goteo de voluntarios locales que acuden a limpiar, con quienes aprenden que toda comparación es odiosa. Esta crisis es peor que la del Prestige: “para la gente es más grave este vertido de pellets que el chapapote. Era como más gratificante quitar paladas de petróleo que cincuenta pellets en tres horas” resume Natàlia.
Otro aspecto que se está evitando es la incidencia que esta marea va a tener en el consumo de pescados y mariscos de la zona, porque la experiencia de otros desastres con pellets es que los animales los han acabado ingiriendo porque los confunden con alimento. “El tema está aquí”, afirma Planas. “Yo creo que no se anunció antes porque llegaba Navidad, cuando se consume marisco y productos Gourmet que vienen de la costa gallega y cantábrica. Si se hubiera comunicado hubiera habido pérdidas porque la gente dejaría de comprar”. En estos días, el Consejero de Mar de la Junta de Galicia, Alfonso Villares, afirmaba precisamente que "estamos perjudicando mucho al sector y no estamos siendo reales, porque no sé si algún ciudadano se come todos los sistemas digestivos del pescado, yo trato de separar el sistema digestivo”. Las dos activistas catalanas reaccionan con unas risas y la propia Èlia explica con calma: “lo que no sabe es que esas bolitas hacen como de esponjas y van absorbiendo todos los tóxicos que hay en el mar, y se transmite al tejido del pescado, aunque no te comas el estómago”.
El viernes por la tarde, las dos activistas inician su largo regreso hacia Barcelona. La sensación de frustración y depresión ha ido creciendo por horas, a pesar de los momentos de generosidad y compañerismo vividos, por ejemplo con sus anfitriones Nati y Marcos, que les han dado comida, cama, y también han recogido en la playa, a pesar de tener un bebé. Se vuelven con dos impresiones complementarias. Para Natàlia ha supuesto un impacto emocional: “Hace años que me dedico al activismo. Tengo una necesidad vital de ayudar a la naturaleza y, sobretodo, a los animales. Pero, después de vivir experiencias como estas, creo que mi yo más freudiano también busca, entre tanto desastre, volver a confiar en el ser humano. Quiero encontrar algún atisbo de luz en nuestra especie. Pero, al final, siempre acabo igual... decepcionada y con nula confianza en nosotros y me reafirmo en la idea de que somos la peor especie que existe en la faz de este maravilloso mundo”.
El resumen del viaje y la contribución para Élia es también una hoja de ruta: “como fundadora de la Asociación me llevo un aprendizaje en relación a que la población desconoce muchísimo lo que son los pellets, un material básico para crear cualquier producto de plástico. Y, a raíz de esta experiencia, vamos a añadir en nuestras charlas (tanto en empresas como en escuelas) más información sobre qué son y el impacto que puede generar, como el vertido que ha habido en Galicia. Además, y aunque llevo tiempo pensándolo, esta experiencia me ha hecho pensar que seria necesario abrir nuevas líneas de trabajo en otras zonas de España porque nos hemos dado cuenta de que hay mucho desconocimiento sobre la contaminación por plásticos en la sociedad”.