Energía nuclear
“La nuclear es lo último”

Los bancos rechazan la financiación nuclear, las acciones caen en picado y la industria dice que debería, lo crea o no, ralentizarse.
Beyond Nuclear International
9 sep 2024 02:04

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

NuScale, la empresa cuyo proyecto de pequeño reactor modular se vino abajo de forma tan espectacular el pasado noviembre, está “quemando efectivo a un ritmo de 185 millones de dólares al año”. El 22 de marzo, el consejero delegado de la empresa, John Hopkins, vendió 59.768 de sus acciones en la empresa. Se trata del mismo CEO que declaró que el proyecto SMR de NuScale, acertadamente llamado VOYGR, era “un caballo muerto”. Está claramente en un viaje a ninguna parte.

Wells Fargo, con la vista puesta en inversiones prudentes, ha declarado: “Creemos que el entusiasmo de los inversores por SMR es equivocado”. Como informó The Motley Fool: “El producto de energía nuclear VOYGR de NuScale no tiene 'clientes seguros' y 'no es competitivo en costes', dice el analista”.

La vistosa Cumbre de la Energía Nuclear organizada por el Organismo Internacional de la Energía Atómica en Bruselas el 21 de marzo resultó ser precisamente eso. Los participantes llegaron flotando en el aire caliente de su entusiasmo fuera de lugar, pero “se marcharon humillados por la tibia reacción de los banqueros al evaluar el precio de sus ambiciones”. 

El Vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones, Thomas Ostros, dijo a la cara a los asistentes a la Cumbre que “los riesgos de los proyectos, como hemos visto en la realidad, parecen ser muy altos”. Representantes del mundo bancario europeo y latinoamericano afirmaron que “sus prioridades de préstamo se inclinan hacia las energías renovables y las redes de transmisión” y que “la energía nuclear ocupa el último lugar”.

Representantes del mundo bancario europeo y latinoamericano afirmaron que “sus prioridades de préstamo se inclinan hacia las energías renovables y las redes de transmisión” y que “la energía nuclear ocupa el último lugar”.

Ni siquiera la Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU. se atrevió a dar el visto bueno al microrreactor de Oklo, Aurora, que sigue siendo tan real como su princesa de cuento de hadas homónima.

En enero de 2022, la NRC denegó rotundamente la solicitud de licencia de Oklo porque “sigue conteniendo importantes lagunas de información en su descripción de los posibles accidentes de Aurora, así como en su clasificación de los sistemas y componentes de seguridad”, escribió la NRC.

Oklo volvió a presentar su solicitud nueve meses después, pero según el expediente de la NRC “no se ha tomado ninguna otra medida”.

No obstante, Oklo presume en su página web de haber “hecho historia” simplemente por haber desarrollado “la primera solicitud de licencia combinada de fisión avanzada a la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos”, lo que resume a la perfección el segundo “renacimiento” nuclear: Haz un dibujo. Pulsa “enviar”.

Mientras tanto, el ejército estadounidense canceló su contrato para un reactor Aurora destinado inicialmente a la base aérea de Eielson, cerca de Fairbanks (Alaska).

No obstante, Oklo presume en su página web de haber “hecho historia” simplemente por haber desarrollado “la primera solicitud de licencia combinada de fisión avanzada a la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos”, lo que resume a la perfección el segundo “renacimiento” nuclear: Haz un dibujo. Pulsa “enviar”.

Por último, un directivo de la industria que siempre ha entregado sus últimos reactores con décadas de retraso y miles de millones por encima del presupuesto original -en un caso, 20.000 millones de dólares más- sugirió que todos deberían ir más despacio. Ian Edwards, director general del fabricante canadiense de reactores Atkins Realis, afirma que “todos somos demasiado optimistas. Nos inclinamos por el optimismo de poder entregar más rápido. En realidad, deberíamos ir un poco más despacio”.

¡Pero la energía nuclear es la respuesta a nuestra actual crisis climática! ¿Tú crees?

Es tentador preguntarse si las cosas pueden empeorar para la industria nuclear, pero es casi seguro que así será. A menos que acabemos pagándolo todo. Como declaraba en un titular el artículo de Bloomberg que relataba la salida por la cola de los congresistas de la Cumbre Nuclear: “Es necesario que los contribuyentes paguen la factura para alcanzar los objetivos de 2050”.

Por el momento, la mayoría del Congreso estadounidense parece decidida a asegurarse de que eso es exactamente lo que ocurrirá. Porque, al fin y al cabo, ¿por qué habría de obligarse al multimillonario Bill Gates a pagar por sus propios juguetes nucleares cuando, en cambio, puede ordeñar (léase “estafar”) a los contribuyentes estadounidenses?

El gobierno estadounidense ya ha prometido 2.000 millones de dólares de nuestro dinero a Gates para su reactor rápido de sales fundidas refrigerado por sodio líquido, inocuo para la proliferación y producido por su empresa, TerraPower (más bien, TerrorPower). Gates está impaciente por exportarlo a los Emiratos Árabes Unidos. ¿Alguien quiere armas nucleares?

El gobierno estadounidense ya ha prometido 2.000 millones de dólares de nuestro dinero a Gates para su reactor rápido de sales fundidas refrigerado por sodio líquido, inocuo para la proliferación y producido por su empresa, TerraPower (más bien, TerrorPower). Gates está impaciente por exportarlo a los Emiratos Árabes Unidos. ¿Alguien quiere armas nucleares?

La Cámara de Representantes de Estados Unidos ha aprobado la Ley ADVANCE, con 365 votos a favor y sólo 36 demócratas con conciencia en contra. Según su propia descripción, la Ley ADVANCE pretende “promover los beneficios de la energía nuclear permitiendo la concesión de licencias, la regulación y el despliegue de tecnologías de energía nuclear de forma eficiente, oportuna y predecible”. En otras palabras, acabar con las onerosas -y costosas- normas de seguridad.

De hecho, el senador demócrata por Nuevo México Martin Heinrich declaró a E&E News en enero que “estos plazos reguladores no se prestan a luchar contra la crisis climática”. ¡Oh, esas malditas, innecesarias reglamentaciones!

Mientras tanto, el senador demócrata Joe Manchin, de Virginia Occidental, no quiere sentar a ningún nuevo comisionado de la NRC que pueda estar “demasiado centrado en la seguridad”.

El lema de la NRC es “proteger a las personas y el medio ambiente”, un mandato que ya se esfuerza por evitar, pero cualquier vestigio de interés por la seguridad es probablemente mejor que nada. No es que la supervisión de la seguridad vaya a ser necesaria, porque los SMR son “seguros” y “a prueba de fusiones”, y los nuevos reactores de agua ligera son demasiado “avanzados” para suponer un riesgo para la seguridad.

Esto hace que la insistencia de los fabricantes de SMR en que deben estar cubiertos por la Ley Price-Anderson (PAA) sea aún más curiosa. La Ley Price-Anderson, que expira en 2025, se extrajo de la Ley ADVANCE, que ahora sale del comité del Senado y se abre camino a través del proceso de conciliación, y se tramitó por separado.

El Senado adoptó la versión de la Cámara de Representantes de la PAA, prorrogándola 40 años, hasta 2026, y amplió la responsabilidad limitada en caso de accidente grave a algo más de 16.000 millones de dólares por reactor. El Presidente Biden la convirtió en ley, dando otro paso en falso en lo que se está convirtiendo en una presidencia cada vez más problemática.

Ed Lyman, Director de Seguridad de la Energía Nuclear de la Unión de Científicos Preocupados, dijo a Nuclear Intelligence Weekly que “la presión de la industria nuclear por una prórroga de 40 años de la Ley Price-Anderson es una señal segura de que no cree en sus propios mensajes sobre lo segura que va a ser la próxima generación de reactores nucleares”.

Ed Lyman, Director de Seguridad de la Energía Nuclear de la Unión de Científicos Preocupados, dijo a Nuclear Intelligence Weekly que “la presión de la industria nuclear por una prórroga de 40 años de la Ley Price-Anderson es una señal segura de que no cree en sus propios mensajes sobre lo segura que va a ser la próxima generación de reactores nucleares”.

Pero en una declaración conjunta, la senadora Shelley Moore Capito (R-W.Va.) y el senador Tom Carper (D-Del.) declararon que “La extensión de la Ley Price-Anderson en el minibús envía un mensaje claro de que estamos comprometidos con el avance de esta fuente de energía segura y fiable.”

El “mensaje claro” que esto envía en realidad es que, en caso de accidente nuclear grave, los contribuyentes estadounidenses serán arrojados bajo ese minibús. La cobertura de 16.000 millones de dólares será comida para pollos y todos pagaremos la factura. Recordemos que las catástrofes nucleares de Chornobyl y Fukushima acumulan cada una costes de cientos de miles de millones de dólares y subiendo. Estamos avisados.

Pero un grupo bipartidista de representantes y senadores piensa que está perfectamente bien que todos paguemos por tal eventualidad. Mientras tanto, si usted es propietario de una vivienda en Estados Unidos y se ve obligado a abandonarla en la trayectoria de un accidente nuclear, no podrá reclamar ni un céntimo de su seguro de hogar. Será una pérdida total. Piense en ello por un momento.

¿Ya estamos indignados?

Traducción de Raúl Sánchez Saura. 

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