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Chernóbil
Vivir con Chernóbil
[Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International]
¿Cómo se vivió la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) el 26 de abril de 1986? Y ahora, 35 años después, ¿cuáles son las repercusiones sanitarias, medioambientales y sociales de aquel desastre?
Y si usted hubiera vivido el suceso -o hubiera decidido investigarlo más tarde-, ¿cómo contaría la historia?
Para algunos, fue una experiencia agotadora. La periodista Svetlana Alexievich decidió que era importante recoger esos testimonios. Su libro, titulado Voces de Chernóbil u Oración de Chernóbil, según el lugar donde se publique, permite a los que estuvieron allí contar cómo fue, con detalles a menudo desgarradores. La novelista Arundhati Roy, ganadora del premio Man Booker, comentó la experiencia de leer el libro de Alexievich: “hacía años que no tenía que apartar la vista de una página porque era demasiado desgarrador seguir leyendo”.
Alexievich, galardonada con el Premio Nobel de Literatura por el libro, trabajó durante años para relatar los testimonios de 500 personas, entre liquidadores, residentes cercanos, bomberos, evacuados y familias, estas últimas a menudo separadas.
La novelista Arundhati Roy, ganadora del premio Man Booker, comentó la experiencia de leer el libro de Alexievich: “hacía años que no tenía que apartar la vista de una página porque era demasiado desgarrador seguir leyendo”.
En conmemoración, la célebre actriz británica Maxine Peake leyó Oración de Chernóbil en el marco de una lectura pública mundial del libro a cargo de mujeres de todo el mundo.
Darragh McKeon trabajaba como director teatral cuando decidió que había llegado el momento de escribir su primera novela. Después de empezar a trabajar en Dublín, pidiendo prestado un espacio tranquilo o retirándose a la biblioteca del Trinity College, se dio cuenta de que necesitaba encontrar un lugar donde pudiera cerrar la puerta y ponerse manos a la obra.
Se fue a Londres y, dos años después, publicó Todo lo sólido se funde con el aire. La novela, lírica y evocadora, sigue a una serie de personajes principales -entre ellos un médico, un niño del campo cercano al reactor, un prodigio del piano, una antigua periodista y la ex mujer del médico- y cómo responden a la catástrofe y procesan los cambios resultantes en sus vidas. A medida que pasamos las páginas, estamos allí con ellos, experimentando el dolor, la pérdida, la confusión y a veces la opresión que el desastre pone en marcha, tanto más extraordinario cuanto que McKeon no había estado en la Unión Soviética cuando escribió el libro.
En cambio, la historiadora Kate Brown no sólo viajó a los antiguos países soviéticos y pasó largas temporadas en ellos, sino que además habla los idiomas con fluidez. Gracias a ello, pudo indagar en los archivos y descubrir material que ningún angloparlante había visto antes.
Su relato no ficticio, Manual de supervivencia, una guía de Chernóbil para el futuro, investigado a lo largo de una década, es un análisis profundo y detallado de lo que ocurrió y de los verdaderos efectos sobre la salud no sólo de las personas cercanas al accidente, sino incluso de otras que trabajaban en oficios e industrias lejanos y aparentemente desconectados.
Lo que descubre, en un relato apasionante, es un escandaloso encubrimiento de los verdaderos efectos sobre la salud, que ha llevado a la engañosa narrativa aún vigente de que los impactos de Chernóbil fueron relativamente menores. Su libro desenmascara esta gran mentira.
Lo que descubre, en un relato apasionante, es un escandaloso encubrimiento de los verdaderos efectos sobre la salud, que ha llevado a la engañosa narrativa aún vigente de que los impactos de Chernóbil fueron relativamente menores. Su libro desenmascara esta gran mentira.
Lo que era evidente era que el accidente de Chernóbil afectó a los niños, no sólo a los in vitro o a los que ya habían nacido cuando se produjo el accidente, sino incluso a las generaciones venideras. Y estos niños necesitaban ayuda.
Al principio, los grupos de ayuda -el más famoso, Chernobyl Children International , de Adi Roche, con sede en Irlanda- intentaron sacar a los niños de Rusia, Bielorrusia y Ucrania para que descansaran, lo que se conoce como “vacaciones de radiación”.
Pero pronto se hizo evidente que había que hacer mucho más dentro del país, sobre todo en Bielorrusia, el más afectado por la lluvia radiactiva. La activista británica Linda Walker se dio cuenta de que no sólo había que sacar a los niños de allí, sino también llevar ayuda humanitaria.
Walker creó Chernobyl Children's Project (Reino Unido) en 1995 y, antes incluso de que el primer grupo de niños llegara de vacaciones al Reino Unido, ya se había enviado a Bielorrusia una ambulancia reacondicionada cargada de suministros de ayuda humanitaria. Desde entonces, la organización ha prestado apoyo a hospicios infantiles, ha formado a personal de orfanatos y ha seguido enviando ambulancias y ayuda humanitaria a Bielorrusia.
CCP (Reino Unido) también dirige un programa de formación en acogida que ha ayudado a sacar a los niños de los orfanatos y llevarlos a familias locales. Walker ganó el Nuclear Free Future Award por “Soluciones” en 2018.
Cada una de estas respuestas al desastre de Chernóbil da vida a la experiencia humana. Cada una nos permite identificarnos con los protagonistas presentados, ya sean reales o ficticios, y sentir lo que fue vivir un acontecimiento que cambió tan profundamente la vida.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.