Ecuador
Blanca Chancosa: “Con la llegada de los españoles, anocheció a mitad del día. Y sigue siendo de noche”
@martincuneo.bsky.social
La derrota del presidente Daniel Noboa en la consulta del 16 de noviembre ha sido un duro golpe para los planes de este multimillonario reconvertido en político. Cerca del 60% del electorado ecuatoriano rechazó la reinstalación de bases estadounidenses y la convocatoria de una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución que sustituya a la aprobada en 2008, en los primeros años de la Revolución Ciudadana.
Para Blanca Chancosa, histórica líder del movimiento indígena, hay motivos para celebrar y para leer los resultados como un “triunfo” frente a los planes ultraliberales y extractivistas del Gobierno ecuatoriano. En los años previos se habían realizado una serie de consultas ciudadanas en las que la población se negó a explotar los recursos naturales, entre ellas la consulta del Yasuni, en la que Ecuador decidió dejar bajo tierra el petróleo de uno de los ecosistemas más ricos del planeta. Noboa pretendía hacer “trampa”, explica Chancosa, y “volver a hacer preguntas sobre los mismos intereses” con el objetivo de acabar con las herramientas que cuenta la Constitución y los sectores díscolos del Poder Judicial para proteger la naturaleza y los derechos indígenas. “Ahora ha tenido que tragarse su propia medicina”, resume Chancosa.
La historia de Blanca Chancosa es la historia del movimiento indígena en Ecuador, uno de los movimientos sociales más poderosos del mundo, que demostró su potencia, salud y vigencia en los levantamientos de 2019, 2022 y 2025, movilizaciones que paralizaron el país. El último de ellos, entre septiembre y octubre de este año, dejó en evidencia al Gobierno de Noboa, que reaccionó a las demandas indígenas, alineadas con las de otros sectores populares, con una actuación plagada de racismo, violencia y criminalización de la protesta.
Esta líder kichwa otavalo nacida en Cotacachi (provincia de Imbabura) formó parte de la fundación de Ecuarunari, la federación de nacionalidades indígenas de la sierra ecuatoriana en 1972, y de la Conaie, la confederación de nacionalidades indígenas de todo Ecuador, en 1986. Vivió la época en la que los indígenas no podían subirse a los buses o los expulsaban a “empellones”, cuando eran “ninguneados” y “basureados”, cuando “indio era un insulto” y sus padres soñaban que tuviera un “trabajo libre”, lejos de la hacienda, de la servidumbre, que pudiera estudiar. Así lo hizo, una formación que le ayudó a organizar el movimiento indígena en Ecuador y dedicar su vida a luchar por los derechos de los pueblos originarios.
No tuvimos la respuesta que queríamos, pero ganamos desde otro nivel después de que quedara al descubierto el comportamiento del Gobierno en la represión del paro. Es un triunfo para nosotros
Aunque Ecuador sigue siendo un país “profundamente racista”, admite en sus memorias Los hilos con los que he tejido mi historia (Ediciones Abya Yala, 2020), se muestra optimista: “Ahora puedo decir que algunas cosas han cambiado como resultado de nuestro proceso de lucha. Siento que sí hay más respeto de la sociedad”, y ese respeto, añade, “es el ingrediente necesario para empezar a hacer de este país un país intercultural y plurinacional”. Sin embargo, la violencia con la que Noboa reprimió las protestas del último paro, concentradas en Imbabura, su provincia natal, han hecho regresar los ecos de los peores momentos de discriminación y racismo por lo que han pasado los pueblos originarios en Ecuador.
En abril, el Gobierno de Noboa ganó las elecciones presidenciales y ahora, en noviembre, acaba de perder el referéndum para cambiar la Constitución. ¿Qué ha pasado?
Desde las elecciones, Noboa ha tenido una estrategia de lanzar decretos que restringen derechos que estaban plasmados en la Carta Constitucional. Como tiene una mayoría en la Asamblea, ha estado arrasando a su capricho.
Pero a la vez, el presidente ha mandado kits alimenticios y bonos para comprar las decisiones de la gente en las comunidades, en los barrios. Es cierto que la gente, cuando no tiene trabajo y le ofrecen un bono de mil dólares, se emociona. Y eso ha pasado en los meses anteriores, en los que el Gobierno se sentía bien seguro de que tenía apoyo suficiente. Pero acabamos de pasar por un momento de crisis, con 32 días de paro de los pueblos indígenas. Aunque tuvieran cierta simpatía por el Gobierno, pudieron ver el comportamiento de Noboa y los ha decepcionado.
En la victoria del ‘no’ también influyó la inseguridad que proyectaba el propio Gobierno, su comportamiento político y también dudas sobre la calidad de las propuestas que podían salir de una bancada de asambleístas tan mediocre. Dentro de las organizaciones sociales, para ser sincera, dudábamos un poco. Creíamos que a ojos de alguna gente de derecha, se podía valorar la actuación de Noboa como la de un presidente fuerte que no había cedido ante los planteamientos del movimiento indígena. Eso nos hacía dudar de que pudiéramos ganar.
Entre la victoria de Noboa y la derrota del Gobierno en la consulta, hay un levantamiento indígena que ha durado más de un mes. ¿Ha tenido un papel importante el paro en este cambio en la opinión pública?
No logramos el objetivo de la movilización, porque pretendíamos acabar con el Decreto 126 [que quitaba el subsidio al diésel], cuyo autor intelectual es el Fondo Monetario Internacional. No tuvimos la respuesta que queríamos, sin embargo, ganamos desde otro nivel después de que quedara al descubierto el comportamiento del Gobierno en la represión del paro.
No importaba la edad, si eran hombres o mujeres, y no solamente los detenían, sino que les pegaban, los maltrataban y los pateaban antes de enviarlos a la cárcel. Y aun así, heridos, seguían pegándoles sin saber para qué
Después de estar 32 días cerrando carreteras, después de tener que replegarnos a las comunidades y dedicarnos a la campaña del 'no', que era la otra batalla que dimos después del paro, yo también celebro la derrota de Noboa. Es un triunfo para nosotros, aunque no respondiera a nuestro punto inicial.
Desde el primer gran levantamiento de la Conaie, en 1990, es difícil encontrar una movilización indígena en Ecuador que no consiguiera, como poco, parte de sus objetivos. ¿Por qué ha sido diferente en este caso?
En años pasados ha habido represión. También hemos tenido compañeros caídos, asesinados por el Estado. Y, sin embargo, este año ha sido distinto. Primero, vimos un comportamiento racista desde un Gobierno que intentó humillarnos, pisotear a las comunidades, que nos declaró la guerra. La actitud del Gobierno se convirtió en genocida. ¿Con qué iba nuestra gente? Con un palo y una piedra. Mientras, el Gobierno traía convoyes de más de cien vehículos con tanquetas de guerra y camiones llenos de explosivos, llenos de gases lacrimógenos, militares armados hasta los dientes que asaltaban las comunidades y entraban de noche en las casas.
No importaba la edad, si eran hombres o mujeres, y no solamente los detenían, sino que les pegaban, los maltrataban y los pateaban lo que más podían antes de enviarlos a la cárcel. Y aun así, heridos, seguían pegándoles sin saber para qué. Y se los llevaban en helicóptero a centros de detención en la costa [a cientos de kilómetros de distancia] para amedrentarlos. Durante los 32 días que duró el paro, todos los días, todas las semanas, venían los convoyes de sur a norte y de norte a sur, sobrevolaban los helicópteros y los drones, cortaban la señal telefónica con inhibidores… y no había respeto por la vida de la gente. No tenían intención de abrir las vías, sino maltratarnos, tratarnos como cualquier cosa. Y nos disparaban bombas lacrimógenas, perdigones, pero también balas de fuego real.
Esta nueva generación no nos ha traicionado. durante el paro, los jóvenes salían con su ropa a decir que no somos terroristas, somos un pueblo en resistencia. esto somos. Así vestidos
Pero aun así no lograban abrir las vías. Porque nuestra gente hacía un cerco humano y resistía, aunque no tenían con qué responder al ejército. Salvaban vidas solamente. Iban preparados para coger las bombas que nos lanzaban y regresárselas a mano.
Mucha gente nuestra venía de las comunidades, los perseguían por el campo y se los llevaban a la cárcel. Había una gran desigualdad. Ya tuvimos el primer muerto, tuvimos el segundo muerto, el tercero... La gente resistía, no quería retirarse de las vías. Estaban dispuestos a aguantar hasta que cayera el decreto. Pero, a la vez, ya se nos venía la consulta [celebrada este 16 de noviembre] y decidimos cambiar de estrategia, continuar con el paro en las comunidades, en asamblea permanente, y volcarnos en la campaña total por el ‘no’. No queríamos que el paro se convirtiera en un suicidio para nuestra gente. Pero podíamos continuar la lucha, la resistencia, desde otras formas en las que nos permitan preservar la vida de la gente.
Durante la etapa de Rafael Correa, el movimiento indígena estuvo latente, hubo protestas pero ninguna comparada con las de 2019, 2022 y 2025. ¿De dónde sale esa fortaleza para regenerarse?
Lo decía la líder indígena Dolores Cacuango [1881-1971], que “somos como la paja del páramo”, que por más que se arranque siempre vuelve a crecer. Y es lo que ha pasado, porque cuando nos movilizamos nunca lo hacemos al servicio de alguien. Cuando nos hemos movilizado es porque estamos convencidos del objetivo real que queremos. Y una muestra más, como ahora, por ejemplo, es que todo lo hacemos en minga, con trabajo colectivo. No es real, como quiso distorsionar el gobierno, decir que somos terroristas, que alguien nos paga. Hemos resistido durante 32 días porque somos gente que trabaja la tierra. Y tenemos nuestro maíz, nuestros frijoles. Las ollas comunitarias fueron un gran apoyo. Un arroz de cebada, una harina de maíz, una agüita de panela, una limonada, cada quien desde su casa aportaba algo y le decían a la gente que estaba en primera línea que continúen con la lucha. Y eso hacía la fuerza de la gente. Traían preparado los frijoles y les ponían comidita para todos. Eso les daba fortaleza y la gente decía: “Nosotros no vamos a poder estar ahí. Con esto venimos para apoyar”.
Ha pasado mucho tiempo desde las primeras movilizaciones de la Conaie. ¿Ha habido una renovación del movimiento indígena? ¿Los jóvenes han continuado con la lucha que empezasteis?
Hay una innovación y una renovación. Yo soy una de las primeras que empezó con el movimiento indígena. Yo también tenía mis energías como para estar corriendo, poniendo obstáculos en la carretera. Hoy, tengo 70 años y he cambiado mi forma de compartir, de participar. No es que me haya retirado, sino que con la experiencia he tratado acompañar con otras tareas, pendiente de quienes están en el camino. El movimiento indígena es una escuela que viven nuestros hijos. Si yo tengo un hijo pequeño, no salgo yo sola, lo llevo a mis espaldas. Los niños vivieron nuestras luchas, fueron creciendo con ellas.
Traducido literalmente, el Sumak Kawsay es “la vida en excelencia”. Y se podría decir que tiene algo que ver con los sueños de antes, con la utopía, que perseguía la igualdad. La diferencia es que los pueblos indígenas ya lo vivimos
Esta nueva generación no nos ha traicionado, no se ha desviado, más bien se ha mantenido fuerte. En esta última movilización, cuando el Gobierno desempolvó su actitud racista genocida y racista y nos llamaban terroristas, los jóvenes salían a la marcha, iban a la ciudad vestidos con su ropa [indígena] muy orgullosos de lo que son, de su identidad.
Quizá en los días normales los jóvenes ya no se ponen el poncho. Pero durante el paro, los jóvenes salían con su ropa para manifestarse y decir que no somos terroristas, somos un pueblo en resistencia. Esto somos. Así vestidos.
¿Qué papel han tenido las mujeres en esa conservación de la identidad, las costumbres, del idioma y de ese orgullo de sentirse indígena?
Las mujeres somos el custodio de nuestra forma de ser. Somos las que mantienen el idioma, incluso nuestra vestimenta. El hombre suele salir a trabajar fuera, está más expuesto a los cambios culturales. Sin embargo, ahora, las mujeres de las nuevas generaciones también salen más, muchas veces por estudios, y, de alguna manera, esto está cambiando.
En muchas luchas por el territorio contra la minería o contra las petroleras son directamente las mujeres las que se enfrentan a las empresas, a veces, en oposición a los hombres.
Las mujeres están más cerca del territorio, de la chacra [huerto]. Y eso hace que estén más preocupadas por conseguir alimento y agua potable. Las mujeres son las que han tenido que enfrentarse a la minería, que está afectando los colchones de agua, a las vertientes… Porque el hecho de tener agua entubada en casa no es el reemplazo de una vertiente, de una cascada, que tiene connotaciones sagradas para nosotros. Son lugares que tienen vida, porque de eso se alimenta la gente. Ocurre lo mismo con las montañas, que tienen mucho sentido espiritual en la vida de nuestra gente.
Todo esto tiene mucho que ver con este concepto del “buen vivir” indígena. Este Sumak kawsay ¿es una utopía, es algo que ya existe en algún sitio, es algo que ha existido alguna vez?
Traducido literalmente, el Sumak kawsay es “la vida en excelencia”. Y se podría decir que tiene algo que ver con los sueños de antes, con la utopía, que perseguía la igualdad. La diferencia es que los pueblos indígenas ya lo vivimos. Pero el buen vivir se ha visto afectado desde los tiempos de la colonia hasta la actualidad por las condiciones en las que hemos tenido que vivir. Otro concepto clave para nosotros es pachakuti. El pacha es el tiempo, lo verdadero, el universo. Y el kuti significa volver. Pachakuti implica volver en el tiempo, volver a tiempos mejores. Si hablamos de ‘utopía’, nadie nos entiende. Incluso los que saben el castellano tal vez no lo entendieron y, quizá por eso, con tanta facilidad se olvidaron de la utopía la gente de izquierda. Cuando cayó el Muro de Berlín se olvidaron y la izquierda ya no ha hablado de utopía.
Nosotros hemos hecho una propuesta desde lo que hemos vivido y que hoy se convierte en el sueño de todos, ya no solo de los indígenas, sino para todos quienes quieren cambiar el país para vivir. El Sumak kawsay significa que queremos una vida con tierra, salud, educación, ser nosotros mismos, una vida con identidad y de igualdad con todos. Y no se trata de ‘vivir bien’, se trata del ‘buen vivir’, algo muy diferente: no se trata individualmente de vivir yo a costilla del otro, de pisotear a los demás.
Nosotros hemos hecho una propuesta desde lo que hemos vivido y que hoy se convierte en el sueño de todos, ya no solo de los indígenas, sino para todos quienes quieren cambiar el país para vivir
¿Cómo ha pervivido y mutado el saqueo desde tiempos de la colonia?
Siempre decimos que en 1492, con la llegada de los españoles, anocheció en la mitad del día. Y no ha logrado amanecer hasta hoy. Sigue siendo de noche. Porque ese día comenzaron a saquear. Ese día empezó el maltrato, la discriminación. Y ahora, con los gobiernos constitucionales, siguen concesionando territorio de pueblos indígenas a la minería, a las empresas. No han parado, siguen saqueando. Antes nos veían como a los pobres indígenas que están allá en la montaña, sin carretera. Pero es que vivíamos allí porque es donde nos habían ido empujando para quedarse con nuestras tierras.
Pero resulta que ahora han encontrado el oro que dicen que escondió Rumiñahui, uno de los últimos generales incas, en los páramos [ecosistemas andinos en lo alto de las montañas, donde nacen los ríos], allí donde vivimos las comunidades. Y allí están entrando las empresas y el Gobierno sigue concesionando esos espacios. No respeta la Carta Constitucional que dice que si el Gobierno va a desarrollar algún proyecto en territorio de los pueblos indígenas debe informar y consultar. Y hasta ahora no lo ha hecho. Y el Gobierno de Ecuador es suscriptor del Convenio 169, una norma internacional que está sobre las leyes nacionales. Pero no lo ha aplicado.
El saqueo también está afectando a los pueblos indígenas que viven en la Amazonía. Sus territorios están siendo saqueados por el petróleo y por la minería. Las petroleras están contaminando las tierras cultivables, el agua que proporciona alimento. Y el derrame petrolero afecta las tierras y afecta también especialmente a las mujeres, porque tienen que ir más lejos para buscar agua o alimentos que no estén envenenados.
El Gobierno dice que el país necesita el dinero y nos acusa de estar sentados sobre un cofre de oro. Pero de todo lo que han saqueado, ¿Cuánto ha sido un aporte al desarrollo del país?
El Gobierno dice que el país necesita el dinero y nos acusa de ser “indios egoístas que no quieren que el país se desarrolle”, que estamos sentados sobre un cofre de oro. Pero de todo lo que han saqueado, ¿cuánto ha servido para pagar la deuda? Estamos más endeudados que nunca. No se ha mejorado. ¿Cuánto ha sido un aporte al desarrollo del país? Con estas concesiones, el país sigue siendo más pobre, y la minería y el petróleo tampoco son una base económica para un país. No se justifica, no compensa. Y lo que hemos dicho al presidente los pueblos indígenas y también algunos sectores ecológicos es que no desangre más a la tierra, que no agote los recursos porque con lo que tenemos podemos subsistir. Y dejemos de reserva para otros tiempos. Pero eso no entienden los gobiernos.
Han intentado enfrentarnos con la gente. Y nosotros hemos dicho que no somos egoístas, que donde se está haciendo concesiones están los colchones de agua, las vertientes que permiten que a la ciudad no le falte agua para sus necesidades. Esa agua viene de los páramos. Si la gente de la ciudad no defiende los páramos, va a quedarse sin agua. Y con la minería, la tierra también se está envenenando con los tóxicos químicos que va absorbiendo. De seguir así, tampoco se va a poder garantizar un alimento sano.
¿España debería pedir perdón por la conquista?
Hay una deuda histórica. Es lo mismo que le diría al Papa, que también deberían pedirnos perdón porque iniciaron el saqueo.
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