Editorial
Ni puto caso

No habrá dividendos en un mundo en llamas, no habrá bonus en un mundo invivible. No somos agoreros, lo dice la ciencia.
Fotogalería DANA Benetusser Catarroja Chiva - 8
El bajo de un edificio en el barranco del Gayo, en Chiva. David F. Sabadell
29 ene 2025 06:00

Murieron 231 personas, y aún hay cuatro desaparecidas. Fue un “episodio extraordinario” que provocó acumulativos históricos de lluvia, superando los 300 mm en una amplia área del interior de la provincia de València, según constató la Agencia Española de Meteorología (Aemet). Especialmente llamativos fueron los registros de la estación próxima a Turís: registró en una hora 185 mm, 621 mm en seis horas. Fueron un nuevo récord de las mediciones de Aemet.

Podemos recordar el ciclón Daniel del año pasado, que se llevó más de 11.000 vidas en medio mediterráneo, especialmente en Libia. Podemos citar a Helene, que en septiembre se convirtió en el huracán más potente en Estados Unidos desde el Katrina de 2005, en la segunda temporada con más tornados de la historia del país. Podemos hablar de las inundaciones de Afganistán-Pakistán, que se llevaron más de 600 vidas en marzo, fuera de la temporada de monzones. Podemos comentar la brutal sequía que ha asolado América Latina este año o de los incendios que arrasaron inmensas extensiones de Canadá y Australia el pasado, el segundo y primer año más calurosos de la historia humana, respectivamente.
La realidad es que en 2024 vamos a crear otro récord del absurdo: 41.600 millones de toneladas de CO2 , según el informe del Global Carbon Project presentado en la fallida Cumbre del Clima de Bakú de noviembre

Podemos atar cabos. Hablar de más de un año de temperaturas récord en el Mediterráneo, de plusmarcas de agua cálida en el Atlántico, de mínimos de hielo polar, de récord de olas de calor. En realidad, no hace falta que lo hagamos. La comunidad científica global, que de eso algo sabe, ya lo hace por toda la humanidad. Y hace tiempo que dictó sentencia. El Panel de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, ese IPCC, por sus siglas en inglés, que cada vez aparece más en las noticias, actualiza la hoja de ruta que debería tomar la humanidad para que las previsiones más colapsistas —esas que matan mucho, que cambian la faz de la Tierra, que amenazan nuestro futuro— constantemente. Y cada vez es peor, con cada vez tenemos menos tiempo. En realidad, el organismo hace tiempo que dejó claro que 2024 era el último año; que desde ahí, sí o sí, tocaba rebajar emisiones. El año que acaba debía ser el pico.

La realidad es que en 2024 vamos a crear otro récord del absurdo: 41.600 millones de toneladas de CO2 , según el informe del Global Carbon Project presentado en la fallida Cumbre del Clima de Bakú de noviembre. Son mil más que en 2023, cuando debíamos llevar un ritmo de reducción del 7,6% desde el año 2000. 

No nos gusta ponernos apocalípticos, pero vamos hacia el abismo. Hacemos progresos, pero damos demasiados pasos atrás. Frenar la crisis climática debe ponerse como el principal objetivo de la humanidad
No nos lo pueden dejar más claro, ni la comunidad científica ni el clima del planeta, pero hacemos el mismo caso que Mazón a los avisos de la Aemet: ninguno. Ni puto caso. Un ejemplo cercano: el plan de descarbonización español para 2030 —el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que está por ver si consigue cumplir— habla de reducir las emisiones un 32% respecto a 1990, cuando la ciencia deja claro que debería ser un 55%. Por eso cinco organizaciones han llevado al Estado ante los tribunales en el Juicio por el Clima, recientemente reactivado por el Tribunal Constitucional. Y esto es España, un país que se rige por una Unión Europea que, si bien es una de las locomotoras de la lucha climática global, no lo es lo suficiente, y pinta que lo va a ser menos en el futuro visto el nuevo Parlamento escorado hacia el negacionismo. Imaginemos China, EE UU, India o Rusia.

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No nos gusta ponernos apocalípticos, pero vamos hacia el abismo. Hacemos progresos, pero damos demasiados pasos atrás. Frenar la crisis climática debe ponerse como el principal objetivo de la humanidad. Por encima de todo, incluso de su sistema económico, ese capitalismo que antepone el egoísmo y el beneficio por encima de todo. No habrá dividendos en un mundo en llamas, no habrá bonus en un mundo invivible. No somos agoreros, lo dice la ciencia. Quizá podíamos empezar por casa, y poner unos objetivos de descarbonización del PNIEC no ya al 55%, si no quizá al 65%. Lo hemos dicho demasiadas veces: nos va la vida en ello.

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mario.diego
mario.diego
29/1/2025 10:10

Efectivamente, ni puto caso. ¿Merece la pena hacer proposiciones de las que ni tan siquiera las miran?¿Eso no nos indica hacia donde tendríamos que dirigirnos?

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