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Estados Unidos
El portazo de Trump al Acuerdo de París, una decisión que costará vidas
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo, pablo.rivas@elsaltodiario.com
Dijo que lo haría, y así ha sido. El reelegido como presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sacado a la mayor economía del mundo y el segundo emisor —el primero histórico— de los gases que llevan al planeta al desastre climático del Acuerdo de París, la herramienta que la mayoría de los gobernantes de la humanidad se dotó para limitar el calentamiento artificial de la Tierra a 1,5ºC, idealmente, y no pasar bajo ningún concepto de 2ºC. Lo ha hecho en el primer día al mando de la Casa Blanca mediante una orden ejecutiva entremezclada con otras siete y la derogación de nada menos que 78 decretos de la era Biden. Todo un espectáculo para el rey del populismo mediático.
No ha sido una sorpresa. El magnate y cabeza visible de la que ya se conoce como “internacional del odio” que está uniendo al populismo nacionalista, la ultraderecha, las posiciones más racistas y el negacionismo climático de todo el planeta, ya hizo lo propio en su anterior mandato. Fue el 1 de junio de 2017, con toda una campaña poco amiga de salvar el clima del planeta que incluyó el nombramiento de un antiguo CEO de la petrolera ExxonMobil como secretario de Estado, la reactivación de controvertidos proyectos para ampliar la producción de combustibles fósiles —como los oleoductos Keystone XL y Dakota Access Pipeline en tierras de los sioux— o el America First Energy Plan (Plan Energético América Primero), una batería de propuestas que se centraban en la desregulación medioambiental y el incremento de la producción y las prospecciones.
Ell documento de prioridades del magnate para su presidencia señala que “el presidente dará rienda suelta a la energía estadounidense poniendo fin a las políticas de extremismo climático de Biden”
El objetivo de todo esto: contentar a los magnates de la industria fósil y conseguir un autoabastecimiento completo para así desligarse de importaciones de países de la OPEP. Todo a costa del clima que los estadounidenses comparten con 8.000 millones de personas y al menos 1,2 millones de especies, y del que sufrirán todos los seres, humanos o no, que están por nacer y crecer.
Pero la deriva anticlima no se limitó a un arranque inicial: fue constante durante todo aquel primer mandato y entre las medidas que el multimillonario llevó a cabo se encuentran desde levantar la prohibición de prospecciones en el Ártico que lanzó Obama y la desfinanciación de la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA) hasta la drástica reducción de la inversión en energías renovables y la rebaja de espacios protegidos para su explotación. Incluso decretó la suspensión de un estudio sobre los riesgos para la salud de los habitantes que viven junto a las explotaciones de carbón de los Apalaches.
Llega la segunda edición de plan anticlima y antiecología
En esta reedición del Gobierno Trump, más radical si cabe y con más capacidad de gobernanza dada su mayor cuota de poder en las instituciones norteamericanas, el plan pro combustibles fósiles y de torpedeo de todo lo ecológico parece que va a ir aún más allá. Para empezar, porque el tiempo ha pasado y el clima está hoy mucho más cerca de los puntos de inflexión que amplifican los futuros desastres y aceleran aún más la crisis climática.
2024 ha sido el primer año en que se han sobrepasado los 1,5ºC de calentamiento medio sobre los niveles preindustriales, un hito que acelera la muerte de humanos como consecuencia del cambio climático en unos números que las proyecciones científicas cifran en millones. No hay demagogia ni exageración: si bien poner números concretos de futuros fallecidos por las consecuencias claras de la aceleración de la crisis climática —olas de calor, huracanes, tormentas, sequías, inundaciones, aumento del nivel del mar, enfermedades, etcétera— es extremadamente complejo, organismos especializados y expertos dejan claro que no hablamos de algo que se cuente con los dedos de la manos.
El epidemiólogo climático estadounidense Colin Carlson cifraba, en un texto publicado en c, en cuatro millones las muertes provocadas por la crisis climática desde el año 2000. Subiendo la apuesta, la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y la Sociedad Portuguesa de Medicina Interna (SPMI) publicaban en marzo de 2024 un documento consensuado con 32 sociedades, colegios y asociaciones de Medicina Interna de 29 países de habla hispana o lusa en el que advertían de que la crisis climática, meteorológica e hídrica “es responsable del 45% de todas las muertes notificadas desde el año 1970“. En ellas se integran los 13 millones de muertes anuales que la Organización Mundial de la Salud —otro organismo del que se despide EE UU por orden de su nuevo presidente— señala que se producen anualmente por factores ambientales.
La nueva administración tiene en el punto de mira la Inflation Reduction Act, el paquete legislativo más importante en materia climática de la historia del país
De dichas afirmaciones se infiere algo obvio pero que a menudo no se dice claramente. El cambio climático mata, y su aceleración más. Aunque desde el ecologismo sí se menciona más claramente: “El negacionismo mata. Luchar contra el cambio climático salva vidas”, señalaban desde Greenpeace este martes tras conocerse las medidas de Trump.
Si la mayor potencia económica del mundo decide olvidarse de la existencia de este problema y lo fomenta para beneficio propio (básicamente de unos pocos con mucha riqueza acumulada), el cambio climático matará más, más rápido y con más virulencia. Las previsiones del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), si bien no se aventuran a dar números de muertes, si son claras en cuanto a la proliferación de los fenómenos que las provocan, se llamen danas, huracanes, sequías o megaincendios a medida que el planeta se calienta.
El populismo alt-right sube de nivel: Trump declarará la “emergencia energética”
Ahora, en un nuevo alarde de soberbia que es ya marca de la casa Trump, el documento de prioridades del magnate para su presidencia, lleno de terminología populista, señala que “el presidente dará rienda suelta a la energía estadounidense poniendo fin a las políticas de extremismo climático de Biden, simplificando los permisos y revisando para su rescisión todas las regulaciones que imponen cargas indebidas a la producción y el uso de energía, incluida la minería y el procesamiento de minerales no combustibles”.
El texto asegura que Trump “declarará una emergencia energética” y “utilizará todos los recursos necesarios para construir infraestructura crítica”, lo que incluye acciones cuanto menos llamativas incluso desde el punto de vista de la lógica empresarial, como poner fin “al arrendamiento de enormes parques eólicos que degradan nuestros paisajes naturales y no sirven a los consumidores de energía estadounidenses”.
Mads Christensen, Greenpeace: “El mundo ha avanzado mucho y el dogmatismo negacionista está fuera de lugar. Abandonar el Acuerdo de París sólo aislará a EE UU mientras otros países avanzan
Estas afirmaciones se han concretado en el primer día de mandato en medidas para abrir extensas áreas de tierras federales, incluida gran parte de la Alaska salvaje, para su uso por parte de la industria minera y de los combustibles fósiles, esta última especializada en los últimos años en la extracción mediante fracking, una técnica prohibida en media Europa por las contaminación y los problema sísmicos que provoca y que ha llevado a EE UU a convertirse en el primer exportador de gas fósil del planeta en detrimento de Rusia y Qatar.
También ha arrancado ya con el desmantelamiento de regulaciones destinadas a proteger a comunidades vulnerables en zonas afectadas por la contaminación de estas industrias y ha dejado claro que finalizará toda medidas gubernamental para favorecer el coche eléctrico.
La nueva administración también tiene en el punto de mira la Inflation Reduction Act (IRA, por sus siglas en inglés, o Ley de Reducción de la Inflación), el paquete legislativo más importante en materia climática del país y el que más dinero ha gastado en este tipo de políticas de la historia del país. Una de las órdenes legislativas promulgadas este lunes señala: “Todas las agencias suspenderán inmediatamente el desembolso de los fondos asignados mediante la Ley de Reducción de la Inflación de 2022”, en lo que se considera el primer paso para desmantelarla.
El periódico especializado en cambio climático Carbon Brief, ya afirmó hace unos meses que todas estas políticas, con especial énfasis en la eliminación de la IRA, añadirían en torno a 4.000 millones de toneladas adicionales de emisiones de CO2 hasta 2030 en comparación con los planes de la administración anterior. Por poner en contexto semejante cifra, son los gases de efecto invernadero que expulsan la UE y Japón juntos anualmente, o lo que emiten los 140 países con menos emisiones del planeta.
Otra de las normativas publicadas tras la toma de posesión, titulada Putting America First in International Environmental Agreements (Poniendo a América Primero en materia de Acuerdos Medioambientales Internacionales) señala no solo la salida de EE UU del Acuerdo de París, sino que además que el embajador de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas “deberá cesar o revocar de inmediato cualquier supuesto compromiso financiero realizado por los Estados Unidos en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático”. También rescinde con efecto inmediato el Plan Internacional de Financiamiento Climático de los Estados Unidos.
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Desde ahora, señala, los EE UU “priorizarán de aquí en adelante la eficiencia económica, la promoción de la prosperidad estadounidense, la elección del consumidor y la moderación fiscal en todos los compromisos extranjeros que se refieran a la política energética”. Cabe preguntarse si en “prosperidad estadounidense” se incluyen los futuros estragos que la proliferación de huracanes y sequías provocarán sin ápice de dudas en la población del país norteamericano.
Frente a tanta regresión a un paradigma del siglo XX que el clima del planeta y las generaciones futuras no se puede permitir, desde el movimiento por el clima se ha lanzado un mensaje en clave constructiva desde los anuncios de Trump. “Trump y sus oligarcas pueden impulsar una agenda a favor de los combustibles fósiles a nivel nacional, pero no pueden escapar al progreso global y el impulso imparable de la acción climática”, señalaba este martes el director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Mads Christensen, quien sentenciaba: “El mundo ha avanzado mucho y el dogmatismo negacionista está fuera de lugar. Abandonar el Acuerdo de París sólo aislará a Estados Unidos mientras otros países avanzan”.