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Educación
Lía Pinheiro Barbosa: “Es esencial romper con el discurso del opresor y contar en las escuelas la otra versión de la historia”
La socióloga e investigadora brasileña Lía Pinheiro Barbosa ha participado hace unos días como ponente en el V Congreso de Educación para la Transformación Social de Vitoria-Gasteiz, organizado por Hegoa. Durante sus intervenciones, acercó a las más de 300 personas asistentes la realidad de la educación oficial de los países latinoamericanos, que continúa difundiendo entre las nuevas generaciones un discurso colonial y racista. Sin embargo, lejos de ofrecer un mensaje catastrofista, Pinheiro defendió el poder de la educación como aliada de los movimientos sociales de liberación indígena y campesina para la construcción de un discurso alternativo.
Has recorrido muchos kilómetros para acudir a este Congreso de Educación para la Transformación Social, ¿por qué crees que es importante que existan espacios como este en los que se hable de una educación orientada no solo a enseñar sino también a transformar?
Después de más de un año encerrados es muy de agradecer el esfuerzo que han hecho las organizadoras para que podamos terminar 2021 celebrando un evento como este de forma presencial. Estos espacios son importantes para entender que todavía existen lógicas de opresión y que la educación juega un papel fundamental para deseducarnos de aquello que nos ha sido impuesto.
Hablas de la necesidad de luchar contra la llamada pedagogía del opresor, ¿en qué consiste?
Es un término que viene del discurso de Paulo Freire. El comenzó a hablar sobre la pedagogía del oprimido para expresar que la ciudadanía latinoamericana originaria era un sujeto oprimido y que, como tal, para liberarse, debía construir sus propios caminos de descolonización. La pedagogía del opresor hace referencia a los mecanismos educativos que tiene la opresión para extender su discurso y valores coloniales. En el caso de América Latina, se ha apoyado en un orden colonial y capitalista que ha promovido no solo la expropiación de los territorios, sino también una jerarquía racial.
“En Brasil, los libros escolares nos cuentan que los pueblos indígenas no tenían alma y se volvieron personas civilizadas después de ser catolizados”
La pedagogía del oprimido aboga por una educación crítica. ¿Se trata de recordar y enseñar la otra parte de la historia o es necesario algo más?
Creo que ambas cosas van de la mano. La escuela oficial te cuenta la versión oficial. Por ejemplo, en Brasil nos cuentan que fuimos descubiertos por los portugueses en 1.500 y que los pueblos indígenas eran pueblos sin alma, que solo se volvieron personas civilizadas después de ser catolizados. Por increíble que pueda parecer eso es lo que te encuentras aún en los libros escolares. Esto evidencia que existe un dispositivo colonial dentro de la educación formal que reproduce las lógicas de la opresión. Siendo así, ¿cómo no va a existir un menosprecio al universo indígena, al campesino o a las poblaciones negras? Esos son los valores que nos enseñan. Es esencial romper ese discurso y comenzar a contar la otra historia, como lo están haciendo, por ejemplo, las escuelas del Movimiento Sin Tierra (MST) o las escuelas autónomas zapatistas. Pero también creo que eso no es suficiente. También es necesario formar sujetos políticos con conciencia crítica que sean capaces de desarticular esas lógicas de explotación.
¿La educación es lo que hace que surjan movimientos sociales de liberación o los movimientos sociales son por sí mismos sujetos educativos?
Creo que son en sí un sujeto pedagógico. Se piensan como constructores de conocimiento. Piensan su propia realidad y teorizan sobre ella. Los movimientos sociales reivindican la educación y el derecho a una escuela que no reproduzca los discursos oficiales, sino que siga otros métodos pensados desde una lógica propia e impartida.
Entonces, ¿el objetivo final es que esa forma de educar se convierta en la educación pública oficial a la que cualquier niño o niña pudiese acceder?
No necesariamente. Por ejemplo, las experiencias zapatistas quieren que su educación sea reconocida y respetada, pero ni siquiera persiguen una certificación oficial. Sus escuelas autónomas se construyen a partir de un principio común en el que los promotores de educación son parte de la estructura del gobierno autónomo. El caso del Movimiento Sin Tierra sí que va más en esa línea. Reivindica que el Estado debe hacerse cargo de construir escuelas públicas dentro de las áreas rurales. Eso sí, quieren que los contenidos enseñados en esos centros dependan de ellos, porque consideran que son ellos quienes mejor entienden la idiosincrasia de estas zonas. Es lo que ellos llaman la Educación del Campo.
¿Y en qué consiste?
Es una educación del campo y en el campo. Del campo porque su matriz pedagógica tiene que estar vinculada al vínculo territorio-campesino y a las luchas campesinas. Y, en el campo, porque defiende ese derecho a ser educado en el campo desde la niñez y hasta que accedas a estudios universitarios. Garantizar esos dos principios es una obligación del Estado porque el dinero es público y como tal debe atender la demanda pública. Brasil es un país muy grande y aún queda mucho trabajo por hacer en ese sentido, pero en muchas zonas el MST ya ha conseguido construir escuelas rurales públicas donde el currículo es transversal a estos principios pedagógicos.
“Es necesario formar sujetos políticos con conciencia crítica que sean capaces de desarticular las lógicas de explotación.”
¿Cómo encaja esto en el rígido sistema educativo en el que los conocimientos adquiridos deben ser más o menos homogéneos de cara, por ejemplo, a acceder a los estudios universitarios?
En realidad, son escuelas públicas y los contenidos son similares a los de cualquier otra escuela. La diferencia es que, además de esa base nacional común, el movimiento añade otros ejes vinculados a la realidad del campo y que enriquecen el proceso educativo. Además, precisamente porque son centros públicos, llegan a ellos niños y niñas procedentes de familias no vinculadas con la ideología del movimiento que, tras pasar por esas aulas, adquieren también esos valores anticoloniales, antirracistas, de inclusión…
Las mujeres han sido tradicionalmente las encargadas de la crianza y también en gran parte de la educación, que comenzaba en la casa. ¿Qué papel juegan en este proceso de educación crítica?
Han sido sujeto central de los movimientos y quiero recalcar el plural porque han tenido un rol fundamental en todas las luchas emancipadoras. Los movimientos sociales estaban al principio atravesados por el patriarcado y el machismo. En la mayoría de los movimientos las mujeres tuvieron que hacer primero una lucha interna para poder participar. Después, pudieron empezar también a construir una lucha por la igualdad que saliese hacia el exterior y se alinease con los objetivos de un proyecto político más amplio. Un caso muy notable es el de las mujeres zapatistas y la Ley Revolucionaria de Mujeres que estableció, entre otras cosas, su derecho de participación, de elegir con quien casarse, de decidir cuantos hijos querían tener, de educarse…
¿A qué crees que se debe que se produjera este avance del feminismo dentro los movimientos sociales de liberación?
Es una concepción de feminismo comunitaria, indígena y campesina. La mayor parte de los pasos que han dado los movimientos sociales han sido posibles gracias al papel de las mujeres. Ellas tuvieron la necesidad de reivindicar y también de teorizar sobre su situación y condición para poder comprenderla. Solo una vez entiendes el por qué estás donde estás y el por qué de tus opresiones, eres capaz de empezar trazar el camino para liberarte de ellas. Eso es lo que ha posibilitado la mayor parte de los avances.