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Servicios públicos
Desconocimiento activo
No sé si es difícil de entender el motivo de que cuando se produce una emergencia no llamamos al Mercadona, Ikea, Santander, El Corte Inglés o Amazon para que vengan a auxiliarnos. Esos entes en los que abandonamos nuestro dinero con sumo gusto, y el tiempo que nos ha costado ganarlo, porque nos han enseñado que la felicidad está en gastarlo en lo que queramos, que por lo que sea coincide con los que los poderes económicos nos han estado inculcando desde el día de nuestro nacimiento. En ese mismo paquete educativo que se nos imparte desde la más tierna infancia además de bastantes consejos para la vida capitalista nos inculcan que el demonio, lo peor de lo peor es que nos quiten ese dinero, que debería haber servido para alimentar a sectores privados, gobiernos ladrones a través de impuestos.
Cuando se produce una emergencia, lógicamente necesitamos que vengan a auxiliarnos a nosotras las primeras, porque lo estamos pasando muy mal, y en muchos casos es verdad. Exigimos que haya miles de personas rescatando, y medios ilimitados. Los que sean necesarios. Quizá sepamos que no nacen debajo de las piedras, que movilizarlos supone un costo económico y de intendencia. Y que sean más o sean menos, que estén mejor o peor preparados, es una decisión política que se paga con impuestos. Quizá sí lo sabemos, o lo intuimos, pero nos puede la individualidad, el egoísmo mal entendido, el no pensar demasiado. O como yo llamo a la suma de cada una de estas razones y unas cuantas más: desconocimiento activo (para el que muchos se preparan toda una vida).
Desconocer activamente necesita una dedicación constante, cuantas más horas mejor, es un trabajo arduo elegir las noticias convenientemente tratadas para que se adapten a nuestras “ideas” preconcebidas, no les sirven cualquiera para alimentar su estulticia, cuanto menos se basen en evidencias científicas más las tendrán en cuenta. Descartar la variedad de posiciones ante una noticia, cerrar los oídos a diferentes puntos de vista, es igual de arriesgado que cruzar una calle con varios francotiradores en las azoteas, para ello se deben colocar unas anteojeras y pasar con cautela para que no les molesten, sobre todo los pensamientos más elaborados que suelen acercarse más lentamente, se lanzan con armas dialécticas que hacen menos ruido y tampoco son muy agresivas. Al parecer son fáciles de esquivar para ese grupo amplio de la población. Y, lo que es más importante, si les asalta una reflexión en la que se han puesto diferentes premisas en juego basadas en conocimientos objetivos saltan rápido para el lado contrario, caen panza abajo, sus ojos solo ven hacia dentro, se arrastran por el fango producido por los detritus de las emociones y hunden sus cabezas en el silencio.
Más o menos el cincuenta por ciento de la población no sabe que la seguridad social se sufraga con impuestos
Un dato que corrobora mi pensamiento, me sorprendió cuando lo leí, y eso que estoy muy escarmentado con la tontuna humana, es que más o menos el cincuenta por ciento de la población no sabe que la seguridad social se sufraga con impuestos. La noticia no explicaba, no lo preguntarían, como creían que se pagaba la sanidad. Yo les doy ideas para alimentar cabezas extraviadas en procesos de creencias múltiples: dios baja en persona todos los meses con un cheque al portador… El caso es que sin luchar con fuerza contra el conocimiento es imposible no saber que los impuestos sufragan todos eso que al final es lo verdaderamente importante para construir una sociedad más justa , equitativa, y vivible, como tener agua en los grifos, saneamiento, luces en las calles, aceras, parques, sanidad, justicia, educación, UME, bomberos, policía, etc. Grandes logros de las sociedades, aunque a veces y frente a grandes catástrofes resulten muy insuficientes, pero al menos existen, son necesarios por pequeños nos parezcan.
Ese mantra de que el pueblo salva al pueblo se convierte en poco tiempo si se le deja en la ley del más fuerte. Los carroñeros alimentados por ciertos medios de comunicación están esperando que la gente reflexiva se encuentre con la guardia apagada por la algarabía, el Estado débil, la rabia de los irreflexivos en su apogeo, y los machos alfa, los unga-unga briosos con tatuajes de esvásticas poniéndose al mando de personas que necesitan protegerse bajo un ala (sobaco testosterónico).
Un Estado débil desemboca en, por ejemplo, Haiti, que después y antes de los desastres naturales es solo pueblo sin Estado
Mucha gente loablemente ayuda a sus semejantes, es lo que debemos hacer, porque las personas de a pie también somos el Estado, pero el pueblo está compuesto de mucha gente de distinta calaña, y los buenos generalmente no son los que más fuerza tienen. Un Estado débil desemboca en, por ejemplo, Haiti, que después y antes de los desastres naturales es solo pueblo sin Estado. Cuando el Estado desaparece los grupos más fuertes e indeseables ocupan ese hueco.
Al Estado, a los gobiernos hay que exigirles, criticarlos, denunciarlos si es necesario, protestar en las calles, luchar de muchas maneras para que lo hagan mejor. Votar a quien pensemos que se acercan más, o se alejan menos, a lo que nos gustaría. Debemos demandar con firmeza que usen mejor nuestros efectivos, nuestras ayudas, porque son nuestras. Lo que en gran parte depende de nosotros es usar toda esa energía encauzada en el desconocimiento y todas sus secuelas(el miedo, el odio, el negacionismo, la impaciencia, la violencia…), e intentar sacarlas de nuestras vidas con paciencia y con el arma de la didáctica que debería enarbolar la izquierda y no la de la guerra cuerpo a cuerpo que es para la que están preparados y preparando los pastores de esas masas de desconocedores activos.