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Explotación laboral
Historias desde la cadena de un hotel (I). Como casas abandonadas
Hace unos días escuché una frase que me hizo reflexionar. Decía, “hay personas que son como casas abandonadas en las que cualquiera puede mearse encima”. Pues las camareras de piso somos esas casas abandonadas donde cada cual se toma la libertad de hacer lo que le viene en gana.
Cuando vives al margen de los derechos laborales se forman núcleos de poder, con sus propias leyes no escritas, una cultura de maltrato dentro de la miserable precariedad y explotación. Cuando los derechos se incumplen actúa la ley de la supervivencia y entre nosotras la “ley de las más protegidas” es la que ha imperado.
Describo vagamente este otro ángulo, el del maltrato horizontal, porque es uno de los mayores problemas con el que nos enfrentamos cuando ejercemos nuestros derechos y luchamos por su cumplimiento.
No luchamos sólo contra la empresa, sino contra todo un colectivo que ha creado sus propias reglas de comportamiento interno, que usa redes y tentáculos de maltrato psicológico dirigidas por estrategias empresariales.
Estas compañeras que han sobrevivido a la explotación han interiorizado por años un modelo de actuación que hace que el temor se perpetúe. Existe una pirámide de control, las amigas de gobernantas y coordinadoras, las cuales actúan como perros guardianes del ganado para que ninguna se salga de lo establecido. Es importante denunciar este hecho para que se entienda lo difícil que es enfrentarse a la explotación laboral establecida desde sus inicios.
Romper el muro no es sencillo, es como querer salir de una cárcel de máxima seguridad. Todo está dirigido desde las bases para la sumisión porque sólo se aprende esta profesión dentro del hotel.
No existe formación reglada. Quien te enseña a hacer habitaciones y a moverte dentro del departamento es una camarera de empresa, bien adoctrinada.
La mujer que es enseñada, que tiene una oportunidad de trabajo y una luz de esperanza, hará exactamente lo que le digan y no se acercará a las estigmatizadas por la empresa, aquellas que están siendo objeto del acoso horizontal mediante el vacío de sus compañeras.
Estas compañeras pro-empresa, sin conocimientos en derechos laborales ni de seguridad en el trabajo, marcan a fuego un sello, como a un animal, donde te especifican el número de habitaciones que hay que realizar.
Te enseñan a correr, a ir siempre por encima de tu capacidad física, te aplauden y motivan y eres objeto de aprobación cuando te ven sudando, apresurada e histérica para terminar a tiempo.
Tus músculos en tensión, la adrenalina desbordada, tu fuerza multiplicada, atiborrada de cortisol y al final del día, cuando entregas tu control terminado de habitaciones, te ofrecen una sonrisa de aprobación infinita y ya eres parte del grupo piramidal que ejercerá su influencia para presionar sobre otras para que no dejen habitaciones sin terminar.
Como representante de las Kellys, la misión es titánica. Nos enfrentamos a la empresa y por otro lado, a las propias compañeras, adoctrinadas desde sus comienzos. El imperio del miedo se instaura porque sin el beneplácito de la pirámide de control es muy difícil sobrevivir.
Nadie te hablará, los rumores se esparcirán, te faltarán materiales, nadie te ayudará, te revisarán con lupa cada habitación y te darán las peores, nadie se sentará contigo a comer, el silencio y las miradas ofensivas te acompañarán durante todo el día y soportarás comentarios y burlas en los vestuarios, pasillos y offices. Un día, y otro día, y otro día, hasta que te hunden, te alejas y te vas. La manada ha actuado, la pirámide ha vencido, el imperio del miedo ha triunfado.
No soy socióloga, ni psicóloga, por lo que desconozco el motivo de este comportamiento tribal, pero hablo con verdad y esta es la tónica generalizada en todos los hoteles, este es el pan nuestro de cada día. Romper estos ligamentos, desmembrar las coyunturas, deshacer esta masa de control y salir del imperio del miedo es una guerra. Ninguna camarera de piso que haya luchado ha salido indemne. Nos hemos dejado la piel, hemos sangrado, llorado y nos hemos enfrentado solas a un ejército bien entrenado al que por desgracia fuimos fieles servidoras en otros tiempos.
La mentira se terminó, trabajamos por jornada y no por habitaciones. No estamos sujetas a ninguna ratio ni a terminar las habitaciones a fuerza de ibuprofenos y adrenalina. Salid de la pirámide de control y luchad junto a nosotras por condiciones laborales justas y éticas, tal como recoge la ley. Y si no lucháis, al menos, dejad de ser nuestras enemigas, porque vuestras victorias son nuestra desgracia, mientras que nuestras victorias serán igualmente las vuestras, porque serán para vuestro propio beneficio.
Artículo publicado originalmente en la web del Sindicato Kellys Andalucía.