Filosofía
Nuestra filosofía será feroz. Apuntes sobre el estado actual de la filosofía

La filosofía no es lo contrario de la praxis. La teoría es ya una praxis que pone en cuestión la praxis vigente, tanto como la teoría silenciosa sobre la que se sostiene y que, por poco que se la analice e interprete, muestra su carácter feroz.
Profesora de Filosofía Contemporánea de la UB. Proyecto “Pensamiento Contemporáneo Posfundacional” (PID2020-117069GB-I00)
3 feb 2023 09:30

Hay un poema tremendo de Rimbaud titulado irónicamente Democracia. Uno de sus versos dice: “Reclutas de buena voluntad, nuestra filosofía será feroz”. Quisiéramos creer en la ferocidad de la filosofía, en que su solo ejercicio conlleva la liberación, en la heroicidad del filósofo, ya desde Sócrates, enfrentado a las normas que rigen la ciudad. Pero no es así. Se conocen filosofías cómplices, legitimadoras del estado del mundo que las alienta, correctoras, a lo sumo, de las leyes que nos limitan. Filosofías demasiado próximas al poder. Conocemos también filosofías casposas que se congregan en respetuosas sociedades. Algunas, incluso, abrazaron el nazismo. Así que el verso en cuestión no parece ser una llamada a la ferocidad innata de la filosofía, sino a esa filosofía que se proclama en nombre de la democracia. De hecho, el poema de Rimbaud tiene cada uno de sus versos entrecomillado. No es él quien habla, sino la democracia que vendrá, la nuestra. Y dice así:

«La bandera avanza por el paisaje inmundo, y nuestra / jerga ahoga al tambor. / En los centros fomentaremos la más cínica prostitución. / Masacraremos las revueltas lógicas. / ¡A los países salpimentados y anegados!— al servicio / de las más monstruosas explotaciones industriales / o militares. / Hasta la vista aquí, no importa dónde. Reclutas de / buena voluntad, nuestra filosofía será feroz—, ignorantes / por la ciencia, hábiles para el confort; que el resto/ del mundo reviente. Es la verdadera senda. ¡Adelante, / en marcha!»

Escrito poco después de La Comuna de París, Rimbaud, siempre visionario, avanza lo que será la democracia. Ejércitos coloniales arrasarán la tierra, fomentarán la prostitución, explotarán otros mundos, y enarbolarán una filosofía que promulgue la guerra, la ignorancia y el confort. Se masacrarán las revueltas lógicas y la jerga democrática ahogará cualquier otro ruido, incluso el de sus propios tambores. No podríamos haber quedado mejor retratados. El poema de Rimbaud parece una instantánea lanzada desde 1886, una storie de Instagram llegada de un pasado remoto y ya olvidado que nos dice: “esto es lo que sois”. ¡Adelante, en marcha! Grita la filosofía feroz: “¡No se detengan!”. A los que hablan de la inutilidad de la filosofía hay que recordarles que ellos también tienen una, y es esta: “¡adelante, adelante, no miréis hacia atrás”! El poema de Rimbaud no nos habla de la necesidad de la filosofía para la democracia, sino de la filosofía feroz que la democracia, en su propia jerga, profesa.

Las revueltas lógicas

¿Qué son las revueltas lógicas? En un primer momento, podría pensarse que las revueltas son lógicas dado el estado de injusticia, explotación, prostitución, desigualdad y precariedad en el que vivimos. “On a raison de se révolter”, rezaba una de las consignas de mayo del 68. La filosofía se emparenta con esta promesa de justicia, al menos, desde la decimoprimera Tesis sobre Feuerbach: “Hasta ahora la filosofía ha interpretado el mundo, ahora hay que transformarlo”. Sin embargo, esta tesis, que presupone la dualidad entre teoría y praxis, y a menudo la sumisión de la teoría a la praxis, va a ser corregida por Rimbaud. André Breton nos lo recuerda: “Transformar el mundo, dijo Marx, cambiar la vida, dijo Rimbaud”.

Pero ¿cómo cambiar la vida sin transformar el mundo? Os preguntaréis. Sucede que quizás la expresión “revueltas lógicas” no signifique sólo que las revueltas son consecuencia lógica del estado inmundo de las cosas, sino algo mucho más importante y radical: que las revueltas lo son de la lógica misma, que se trata de subvertir la lógica imperante, nuestro modo aparentemente natural y naturalizado de pensar. Justo en esto consiste la filosofía, que no es una filosofía de la revolución, o una filosofía con fines políticos, sino una revolución dentro de la revolución, una revolución de la política, de su concepto, del concepto mismo de revolución, del de democracia, de nuestro modo demasiado lógico de pensar el mundo y la vida.

La filosofía transforma la vida porque transforma nuestro modo de pensar. A partir del momento en que alguien se adentra en el camino de la filosofía ya no se aceptan ciertas verdades

Por eso la filosofía no es lo contrario de la praxis. La teoría es ya una praxis que pone en cuestión la praxis vigente, tanto como la teoría silenciosa sobre la que se sostiene y que, por poco que se la analice e interprete, muestra su carácter feroz. La filosofía transforma la vida porque transforma nuestro modo de pensar. A partir del momento en que alguien se adentra en el camino de la filosofía ya no se aceptan ciertas verdades, se cuestionan los modos y las normas que rigen nuestro vivir, se dice basta a las lógicas que nos someten. Estas son las revueltas lógicas que la filosofía promete y que no se confunden con la ideología. La filosofía no es nada si no subvierte la lógica imperante de la filosofía feroz.

Justicia

Y, aun así, sin someterse a ningún fin práctico exterior que no sea el de su propia práctica teórica, la filosofía mantiene su vínculo con la justica, justo porque la filosofía tiene lugar en el lugar mismo en el que no se puede hacer. Su condición de posibilidad, como la del arte, la poesía, el cine, y todas las prácticas culturales, es la injusticia. Hacemos filosofía sobre los cadáveres que dejamos flotar en el Mediterráneo, sobre los cuerpos que masacramos aquí y allá, sobre los feminicidios. Es respecto a ellos que la filosofía tiene su responsabilidad política, como la tiene la universidad. Hacemos filosofía allí donde otro no la puede hacer porque agotó todas sus fuerzas tratando de sobrevivir. En un estado de violencia estructural, usurpamos siempre el lugar de otro, como diría Levinas, y no es por merecimiento. Aquí nadie se merece nada, y el más listo debe su puesto al que dejó morir aun sin saberlo.

Así que, no se trata de hacer filosofía con una mano y con la otra favorecer campañas solidarias o dedicarse al ingrato y mediático mundo de la política, sino de cuestionar teóricamente la lógica injusta que nos sostiene. El derecho a la filosofía es el derecho a la revuelta de la lógica en la que vivimos inmersos. Por ello, la filosofía es siempre política sin ser necesariamente “filosofía política”. Y lo es especialmente cuando no cuestiona nada y se limita a hacer uso de su privilegio, porque es entonces cuando se alinea con la filosofía feroz que encubre la injusticia. Como señala Preciado, “si no ves la violencia es porque la ejerces”.

¿Qué filosofía para qué mundo?

Se habla a menudo de la desaparición de la filosofía en la enseñanza secundaria, pero muy poco de lo que está ocurriendo en la universidad, como si una cosa no tuviera que ver con la otra, cuando pertenecen ambas a la misma lógica. La progresiva desaparición de la filosofía en la enseñanza media es un efecto de la desaparición de la filosofía en la universidad, o mejor, de su conversión. La filosofía de la enseñanza secundaria corresponde aún al modelo historicista de la historia de la filosofía. Un canon de autores, casi todos hombres europeos, por supuesto, una progresión de escuelas, y unas preguntas eternas a las que responder: la verdad, la belleza, el bien, en el peor de los casos, el sentido de la vida o la existencia de Dios. Preguntas, obviamente, indispensables de responder cuando con la otra mano se masacra y explota a medio mundo. Todo eso, sin duda, formaba parte de la antigua filosofía feroz, aquella que el Estado-nación todavía fomentaba.

No hace falta esperar al pensamiento decolonial o al feminista para comprender que ese canon, esa narrativa museística e historicista, ese gusto lascivo por la cita erudita, corresponde a un modelo burgués de saber que tenía sus sacerdotes. Era custodiado por los viejos señoros catedráticos, la mayoría provenientes de familias adineradas que embellecían los beneficios de sus fábricas o despachos familiares acomodando un decorativo miembro del clan entre la élite cultural. Todos mis respetos a esos señoros que sabían tanto. Muchos de nosotros aprendimos de ellos. Pero hay que reconocer que todo su excelso saber se sostenía sobre la explotación. Para empezar, la de sus no tan excelsas esposas, por no hablar de sus discípulos-sirvientes o de las alumnas a las que desde el púlpito no podían resultar demasiado difíciles de seducir. Se habla todavía poco de la erótica del púlpito.

El impasse de la vieja universidad patriarcal e historicista hacia la nueva universidad neoliberal deja poco espacio para una filosofía que se plantee como cuestionamiento y análisis crítico de las lógicas de nuestro presente

Si embargo, ese tiempo está acabado. Ya no quedan señoros como los de antes, que diría María Salgado, parodiando a Reverte. Aquellos señoros de bandera que leían a Goethe en alemán mientras se tomaban un Dry Martini en el vestíbulo del Hotel Palace. Pero lo que ha venido a sustituirlos no es mucho mejor. Desengañémonos. La proletarización y la feminización de la universidad va de la mano de su mercantilización y precarización. El impasse de la vieja universidad patriarcal e historicista hacia la nueva universidad neoliberal deja poco espacio para una filosofía que se plantee como cuestionamiento y análisis crítico de las lógicas de nuestro presente. De la nueva universidad pocas revueltas lógicas cabe esperar y en cambio, sí, mucha filosofía feroz.

El filósofo como productor

El filósofo de hoy es un productor, un obrero muy poco sexy que fabrica papers para alimentar revistas Q1. El círculo es infernal. Las revistas Q1 son propiedad de tres o cuatro grandes grupos editoriales (Elsevier, Springer…). Los profesores dan gratuitamente su trabajo porque eso les procura el reconocimiento que les piden la Universidad y las Agencias de evaluación. A su vez, las universidades públicas y privadas, estas últimas cada vez más numerosas, pagan contratos millonarios a dichas editoriales para dar acceso a los mismos investigadores a otros artículos y poder producir más papers. Los artículos son evaluados gratuitamente, como no podía ser de otro modo, por otros colegas de profesión. “Reclutas de buena voluntad”, que a menudo gozan sádicamente de su voluntariado. Es gracias a la cantidad de papers publicados por sus profesores que las universidades reciben subvenciones de los Fondos Europeos, por ejemplo, o en el caso de ciencias más empíricas y emprendedoras, de spin-off, que son contratos e iniciativas empresariales que las universidades hacen con empresas para financiarse y que, lógicamente (¡Ay, esta lógica!) predeterminan y dirigen la investigación. Por eso, a los profesores se les evalúa también, no sólo por su productividad intelectual, sino por su capacidad de captación de capital (proyectos de investigación, por ejemplo, y si son europeos muchísimo mejor). ¿Se imaginan a Kant, Bergson, Heidegger, Adorno o Deleuze metidos en este barullo? Yo tampoco ¿Y a Simone de Beauvoir, Irigaray, Anzaldúa hablando la lengua del feminismo académico? Adiós definitivo al parler-femme.

El filósofo de hoy es un productor, un obrero muy poco sexy que fabrica 'papers' para alimentar revistas Q1

La única filosofía que puede sobrevivir en la universidad neoliberal es la filosofía analítica, hay que decirlo. Es aquella filosofía que, por su proximidad con el modelo científico, promete objetividad, verdad, racionalidad y resultados dignos de ser reseñados en un paper de revista Q1. A los seducidos por la idea de que sobran palabras y de que la filosofía se reduce a la argumentación y comunicación de resultados, hay que explicarles cuál es la lógica feroz de este mundo aparentemente racional, pero desquiciado desde su raíz, que prohíbe la pluralidad de lenguas. Se trata de una lógica que masacra cualquier modo de pensar que no se adecue al beneficio y a la captación de capital, nada menos. La jerga de nuestras democracias que ensordece los tambores dice así: emprender, innovación, calidad, resultados, indicadores. Clarito, clarito. Sin duda, sobran palabras. Alguien debería analizar seriamente el vínculo histórico entre la filosofía analítica y el neoliberalismo, más allá de las convicciones políticas de sus miembros o de su buena voluntad. Es el mismo que en su momento tuvo la filosofía historicista y erudita con el capitalismo burgués. De hecho, ha necesitado de su complicidad y de ciertos intereses espurios de algunos de sus antiguos cofrades para poder instalarse.

En los departamentos de filosofía ya pronto sólo se hablará inglés, que es la lengua oficial del paper, porque también las plazas serán para los que puedan demostrar su habilidad para puntuar, sobrevivir en el sistema y captar capital. Se adiestra a los reclutas y la filosofía deja de preguntarse por sus condiciones de posibilidad: la injusticia. “En los centros fomentaremos la más cínica prostitución”, escribía Rimbaud. No se equivocaba. Una sola jerga. Una sola corriente de filosofía. Un solo “estalinismo de mercado”, como Fisher planteó. El filósofo como productor y el profesor de filosofía como gestor emprendedor. Ni en sus peores momentos Nietzsche hubiese imaginado un mundo como este. Suerte que tenemos al visionario de Rimbaud.

Negar la injusticia

La extinción de la filosofía en la universidad hace tiempo que ha comenzado. Su reducción horaria en la enseñanza secundaria es sólo el modo de cerrar un grifo que ya no va a dar más de sí, porque tanto filósofo-productor no hace falta. La inflación de papers y revistas indexadas dan buena cuenta de ello. Money makes the world go round y la democracia neoliberal avanza sin mirar atrás: “Es la verdadera senda. ¡Adelante, en marcha!”. Vayan poniendo a remojar la barba todos los estudios que no puedan reconvertirse en ciencia emprendedora y cash. Con un poco de suerte, nos encontraremos todos los que quedemos charlando alegremente sobre Rimbaud, Nietzsche o Fisher en un departamento de estudios culturales. Allí recolocarán a los disidentes parasitarios que no puedan echar. Tráiganse unas galletitas.

“Sólo es verdadero el pensamiento que niega la injusticia”, decía Adorno. Pero negar la injusticia requiere trabajo, conceptual, lingüístico y textual. No basta con la militancia ni con hacer obras de caridad. De esta tarea se ocupa la filosofía que es una práctica de “rectificación vital y óptica”, como decía Deleuze a propósito de Spinoza, un ejercicio de análisis de las lógicas que nos constituyen, una nueva forma de abrir el archivo, una producción conceptual y textual que puede hacerse desde muchas perspectivas, en muchas lenguas, desde una pluralidad textual que haya en su forma de expresión el modo justo ser planteada: del ensayo al aforismo, del discurso a los diálogos, del tratado a la confesión.

Una democracia que niega esta posibilidad es una democracia feroz como la que describe Rimbaud en su poema. El derecho a la filosofía es el derecho a las revueltas lógicas, del mismo modo que la democracia se define en virtud del derecho a poner en cuestión el derecho, porque de no ser así deberíamos reconocer que vivimos en estados totalitarios. La progresiva desaparición de la filosofía nos indica que es allí hacia donde vamos: “¡Avanza, avanza! ¡No mires atrás!”, “¡que el resto del mundo reviente!”.

Dicen que en Grecia la filosofía nació del asombro. Tal vez hoy la filosofía nazca de la indignación. El problema es que no sabemos dónde.

Sobre o blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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Diomedes
4/2/2023 17:49

Es tal el nivel de ceguera de este artículo que asusta. Carga contra una tradición entera que estaba políticamente comprometida desde sus orígenes y no precisamente aliándose con el neoliberalismo, cosa que parece conocer. La "filosofía analítica" a la que se refiere critica el actual modelo de publicaciones tanto como lo pueda hacer usted, pero entiendo que es mucho más fácil hacer un muñeco de paja espantosamente descarado. Tenga claro que no está criticando a una entidad etérea, está criticando el trabajo de cientos de jóvenes que hacen filosofía y que quieren formar parte del sistema universitario (del que usted es profesora titular, con todos los privilegios que eso conlleva) y que se están dejando (no solo) la salud por el camino. Además, las referencias veladas a un texto publicado en este mismo medio son bastante desagradables, ¿por qué no lo hace de forma explícita? Da la impresión de que no quiere debatir de forma sana, que lo único que pretende con esto es reafirmarse y, de paso, complacer a aquellas personas que suscriben los mismos lugares comunes sobre la filosofía analítica. Traigan galletitas, sí, porque ustedes ya se las comieron todas.

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Max Montoya
Max Montoya
3/2/2023 16:02

Una educación especialidad, hecha para convertir ciudadanos en consumidores-productores. Y eso en plena Sexta Extinción Masiva del planeta, con el Global Warming más extremo que nunca. Nuestra especie está formada por individuos que son capaces de autoengañarse sin sufrir demasiado (aunque sufrir está dentro de lo efectivo, puesto que uno aprende mediante el dolor, que nos hace recordar que esa acción dolorosa no debe hacerse de nuevo). El autoengaño permite engañar sin dar señales de estar mintiendo. La filosofía, y a eso iba todo esto, no es seleccionable por naturaleza. De ahí que pensar críticamente esté castigado de forma natural frente a seguir lo que dicte nuestro grupo. Y la cohesión interna del grupo demanda la violencia e intolerancia frente al grupo externo. Es «ama a tu prójimo como a mismo», una regla interna del grupo. No es «Ama a tu extraño como a ti mismo».

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La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

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