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Feminismos
Jeanne Deroin, una líder feminista y socialista por descubrir
«Hay que llamar a todas las puertas cerradas». Estas palabras de Jeanne Deroin (París, 1805 – Londres, 1894), escritas y subrayadas por ella misma, describen perfectamente cómo fue su trayectoria política, en su intención de conseguir derechos para las mujeres y la clase obrera. Hija del proletariado que estaba sufriendo el desarrollo salvaje de la revolución industrial, tuvo que trabajar desde niña, en oficios penosos y feminizados, relacionados con la industria textil. Abandonó su sueño de poder estudiar, ya que su familia no entendía la necesidad de que una niña fuera educada, y la ley tardó aún muchos años en hacer obligatoria la escolarización infantil femenina. Pero esta joven francesa, tímida, de pequeña estatura, pobre y analfabeta, llegó a ser una periodista y maestra autodidacta, y líder socialista y feminista (antes de que el término existiera), convirtiéndose en una amenaza para el sistema establecido, tanto para los capitalistas como para los hombres que querían mantener a las mujeres encerradas en el espacio doméstico.
Para entender su pensamiento político, tenemos que retrotraernos al París posterior a la revolución de 1830, en el que se desarrollaron las primeras corrientes socialistas, catalogadas posteriormente por el marxismo como utópicas. Deroin se acercó a la sansimoniana y al llamamiento que esta hizo a las mujeres para liberarlas. Junto a algunas de sus compañeras, formó un colectivo autodenominado las proletarias sansimonianas y que puso en marcha en 1832, entre otros proyectos, uno de los primeros periódicos feministas de la historia: La Femme libre. El ideario político de Deroin, en esta época, fue muy similar al que mantendría a lo largo de su vida, y que incluía, entre otros temas: una defensa a ultranza de los valores de la divisa revolucionaria, “libertad, igualdad, fraternidad”; una creencia en que la república era el sistema de gobierno más democrático posible; un antibelicismo basado en la certeza de que en las guerras siempre era el pueblo el que salía perdiendo; y una denuncia del “egoísmo ciego de los privilegiados”. Pero, como ella misma reconoció, en su primer escrito publicado, fue la desigualdad legal y social de las mujeres su principal motivación para luchar.
Las mujeres son iguales a los hombres, su liberación no será una concesión, sino el reconocimiento de un derecho legítimo […] La esclavitud femenina es un privilegio atroz basado en el derecho del más fuerte. ¿No está una mujer dotada de sentimientos e inteligencia como un hombre, no tiene un papel igual que desempeñar en la felicidad de la humanidad, no está llamada a contribuir a la misma meta? [Deroin, Jeanne, «Profession de Foi», en Riot-Sarcey, Michèle, De la liberté des femmes. Lettres de dames au Globe (1831-1832), Côtéfemmes, Paris, 1992, pp. 122-133]
Muy crítica con la institución del matrimonio, abogó siempre por el derecho al divorcio (que estaba prohibido), y planteó múltiples iniciativas que ponían el foco en ayudar a las mujeres más débiles, las madres solteras, las trabajadoras iletradas o las que estaban sin empleo. Deroin combatió todas las opresiones, pero señalaba la opresión de las mujeres como la primera que se había dado, con el uso de la violencia. Tras esta opresión inicial se llevaron a cabo las siguientes, de clase, de raza, etc. Su petición de igualdad para las mujeres, aunque fue central en su activismo, estaba unida a la lucha por la clase obrera y a la esperanza de su pronta liberación a través del socialismo. También mantuvo siempre sus creencias espirituales, que no religiosas. Estas se enmarcaban en la defensa de los valores del cristianismo primitivo que defendió Saint-Simon.
“Todavía no habéis eliminado a vuestro verdadero patrón, el que todavía os mantiene atados con un vínculo de esclavitud a la vieja sociedad, el capital”
Tras unos años complicados, Deroin tuvo que esperar al estallido revolucionario de febrero de 1848, para que se volviera a dar un escenario social en el que las demandas políticas de las mujeres pudieran ser escuchadas. Con la conocida como Primavera de los Pueblos nació la Segunda República francesa (1848-1852), que inició su andadura con un marcado carácter social y esperanzador que se fue tornando en conservador y reaccionario. En este contexto, Deroin desplegó su enorme capacidad de trabajo y liderazgo en todos los espacios de elaboración política colectiva posibles: prensa, clubes debate, banquetes políticos, asociaciones de trabajadores y de mujeres, etc. En todas estas estructuras, desarrolló varias estrategias: participaba en los pocos espacios mixtos que permitían la intervención de las mujeres, denunciaba públicamente aquellos en los que se las vetaba, y ayudaba a crear espacios propios para ellas (mixtos o no, según la coyuntura política). Sus numerosísimas militancias se entremezclaban con sus profundas aportaciones teóricas, que fue publicando en la prensa a lo largo de los años. Escribió en periódicos revolucionarios cercanos, fue parte de la dirección colectiva de varios medios feministas y dirigió, directamente, otros tantos. L’Opinion des femmes, del que fue la directora, le sirvió como altavoz de sus dos principales hitos históricos, llevados a cabo durante la Segunda República.
Primera candidata política y líder de la clase obrera
Queriendo avanzar en su petición de derechos, en 1849 presentó su candidatura a las elecciones, siendo la primera mujer que daba este paso. Afirmó:
Una Asamblea Legislativa compuesta enteramente por hombres es tan incompetente para hacer las leyes que rigen nuestra sociedad compuesta por hombres y mujeres, como lo sería una Asamblea compuesta por privilegiados, para discutir los intereses de los trabajadores, o una Asamblea de capitalistas para defender el honor del país. (Citado en Le Peuple, jeudi 12 avril de 1849, n.º 144, p. 2)
Fue publicando en su periódico el desarrollo de una complicada campaña electoral por la que tuvo que enfrentarse a una enorme violencia política. No la dejaron llevar su candidatura a término por ser inconstitucional, al ser una mujer. Pero pese a todo esto, continuó luchando por los oprimidos, centrándose en la liberación de la clase obrera. Defensora del derecho al trabajo, puso en marcha proyectos para mejorar las condiciones laborales, y para dar sustento a los trabajadores enfermos, a los jubilados y a los hijos de los proletarios. Solo unos meses después de su candidatura electoral, publicó en su periódico un «Llamamiento a las asociaciones», con el que pretendía poner en marcha una asociación, fraternal y solidaria, que uniera a todas las pequeñas organizaciones de trabajadores. Coordinándose serían más fuertes, para ayudarse mutuamente y para enfrentarse a los explotadores:
Las asociaciones están aisladas unas de otras; la desigualdad y el egoísmo siguen reinando allí, porque todavía no habéis eliminado a vuestro verdadero patrón, el que todavía os mantiene atados con un vínculo de esclavitud a la vieja sociedad, el capital. (Deroin, Jeanne, «Appel aux associations», l’Opinion des femmes, aout 1849, nº 6, p. 1)
Su “llamamiento” fue rápidamente atendido, y bajo el nombre de Unión de Asociaciones, lideró a una organización que aglutinaba a más de 100 asociaciones obreras y que se convirtió en una amenaza para los capitalistas. Por este motivo, y en un claro ejemplo de lo que hoy llamaríamos lawfare, fue detenida y juzgada junto a algunos de sus compañeros. En prisión siguió militando, de forma epistolar, y nada más salir de la cárcel se volvió a poner manos a la obra. Pero el Golpe de Estado de Napoleón III, y la consecuente represión, la obligaron a tomar el camino del exilio. Se fue a Londres, ciudad de acogida para los refugiados políticos europeos, en la que viviría en la pobreza, como lo hacía la familia de Karl Marx, con quien compartió barrio. En la capital inglesa pasaría el resto de sus días, intentando poner en marcha nuevas iniciativas solidarias y políticas, y acercándose al internacionalismo. Es de destacar la edición del último periódico que dirigió, L’Almanach des Femmes, en el que se dedicaron regularmente artículos a la defensa de la dieta vegetariana y del bienestar animal. Este hecho la convierte, de nuevo, en pionera en la lucha contra otra opresión más, la especista. Pese a la durísima vida que llevó en el exilio, llena de dramas personales, Deroin siguió militando hasta que sus fuerzas se lo permitieron. Con más de ochenta años, se unió a la recién creada Liga Socialista que lideraba William Morris. En ella fue una figura reconocida y respetada, como atestiguan las pruebas documentales recientemente descubiertas. Cuando falleció, en 1894, le rindieron homenaje, desde Morris y otros dirigentes, ingleses y franceses, a figuras de talla internacional, como Kropotkin. Sin embargo, el olvido pareció cernirse sobre su importante trayectoria.
Feminismos
FEMINISMOS Flora Tristán y la organización de la clase obrera
Un intolerable silencio histórico
Edith Thomas, la primera historiadora que reivindicó a las llamadas mujeres de 1848, afirmó que Deroin había retomado, con otra forma, la idea lanzada por Flora Tristán en su Unión Obrera (1843), y que, por tanto, fueron dos mujeres las que antes y después de 1848, “tomaron la delantera en el movimiento defensivo proletario”. Pese a estar presente en la historiografía de las mujeres, especialmente desde los años 70 del siglo XX, y a que importantes autoras la han incluido en sus investigaciones (Joan Scott, Michelle Perrot, Bonnie S. Anderson, etc.), Deroin no había sido, hasta ahora, protagonista de una monografía centrada en su figura. Este vacío, que se debe a múltiples factores, no está relacionado con la calidad de sus aportaciones políticas. Sin duda, el principal motivo para no haber sido convertida en la referente que merece ser ha sido el machismo. Además de la invisibilización general que ha operado, de forma sistemática, sobre las mujeres que se salían de la norma patriarcal, en su caso se han sumado otras violencias políticas, provenientes incluso desde las propias filas obreras. Especialmente durante la Segunda República sufrió numerosos ataques, siempre relacionados con la toma, por parte de ella, de espacios históricamente masculinos. Cuando se presentó a las elecciones, la violencia contra ella se recrudeció, sobre todo desde el sector del movimiento obrero liderado por Proudhon. El filósofo anarquista, autor de ¿Qué es la propiedad? (1840), emprendió una cruzada pública contra Deroin. Mostrando su conocido machismo recalcitrante, se centró en desacreditar una candidatura política femenina que escapaba completamente a su visión del mundo y a su defensa de la separación de esferas para hombres y mujeres. Pero el problema con estas ideas de Proudhon es que fueron más allá de él mismo, haciéndose predominantes entre los obreros organizados de Francia durante la segunda mitad del siglo XIX, incluyendo el ala francesa de la Internacional. También los propios compañeros de Deroin en la dirección de la Unión de Asociaciones contribuyeron a invisibilizarla, pidiéndola que no dijera que ella era la líder de la organización, ya que esto les dejaría en mal lugar.
Si algo nos enseña el caso de Deroin, es que las supuestas lagunas de las aportaciones de las mujeres a la historia son, todavía, océanos infinitos.
Pero, hoy en día, no podemos permitirnos no recordarla. Más allá de los límites de la Academia y de determinados círculos activistas, Jeanne Deroin debe ser conocida. Su nombre tiene que sernos familiar y estar incluido en la historia de las mujeres, del feminismo y de la lucha obrera, junto a los de Flora Tristán, Louise Michel o Aleksandra Kolontái. Y, por supuesto, también hay que reivindicar su precursora defensa de los animales, tema, afortunadamente, de plena actualidad. Por otra parte, más allá de su reivindicación personal, conocer su biografía nos muestra fascinantes periodos históricos, del París revolucionario y utópico, de 1830 y de 1848, al Londres victoriano, socialista y sufragista. Además, dada la importancia que Deroin otorgó siempre al asociacionismo, acercarnos a ella nos hace descubrir el nombre de otras muchas mujeres increíbles (como Pauline Roland, Désirée Gay, Suzanne Voilquin, Anne Knight o May Morris), que militaron a su lado y que tampoco tienen, aún, el reconocimiento histórico que merecen. Porque, si algo nos enseña el caso de Deroin, es que las supuestas lagunas de las aportaciones de las mujeres a la historia son, todavía, océanos infinitos.
- Sara Sánchez es autora de Jeanne Deroin. Una voz para las oprimidas. Vida, revolución y exilio, publicado en Comares.