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Filosofía
Michel Foucault en el Coño de América
Pero la filosofía, Justine, no es el arte de consolar a los débiles; no tiene otro fin que brindarle exactitud a la mente y desarraigar los prejuicios. Yo no soy consolador, Justine; yo soy veraz.
Sade
Michel Foucault estuvo en el Coño de América y en sus ciudades-clítoris y valles-vulvas aprendió lecciones sobre consumo de drogas con LSD y prácticas de intensificación de placer con técnicas de BDSM. De acuerdo con el filósofo Paul B. Preciado, “Annie Sprinkle dice que San Francisco es «el clítoris de América», el más pequeño y potente de los órganos del país: ciento veintiún kilómetros cuadrados ultraelectrificados de los que salen las redes de silicio que conectan al mundo. Un día fue la fiebre del oro, hoy es la fiebre cibernética. Sexo y tecnología.”1 Y bueno, si en efecto San Francisco es el clítoris, parece también apropiado afirmar que California es el Coño de América, una región potente y orgásmica que opera en las cartografías moleculares del planeta como un agujero negro del placer, cuyos valles-vulvas y ciudades-clítoris permiten la experimentación contrasexual con sustancias, afectos, deseos y tecnologías de invención de subjetividad.
En los agrestes y suculentos territorios del Coño de América encontramos concavidades secretas para correrse y desbordar las humedades del deseo y las micropolíticas del placer. En sus ciudades-clítoris y sus valles-vulvas se mezclan el sudor, la orina, el semen, el flujo, la mierda, la saliva y la sangre de los cuerpos con el aroma de la noche, las elegías para los muertos y la esencia de la vida. Follar, lamer, tocar, penetrar y ser penetrado con dildos, chupar, morder, besar, enamorarse, drogarse, ser activista, empresario del sexo o un actor porno, son experiencias que se mezclan en sus desagües eróticos y somáticos, en sus sumideros políticos y lúdicos, en sus abismos sucios y víricos, donde en cada rincón de sus superficies los cuerpos vibran al ritmo de los seísmos subterráneos del planeta en una efervescencia celeste con melodías de sueños y revoluciones.2
Desde hace varias décadas, San Francisco es el vibrante epicentro molecular de prácticas sexuales contrahegemónicas. Sus calles han alojado una gran cantidad de multiformes antros, bares, saunas, baños, tiendas, librerías y demás lugares de esparcimiento sexual
El Coño de América es California, una de sus ciudades-clítoris es San Francisco y uno de sus valles-vulva es el Valley of Death. En 1975 Michel Foucault viajó al Valley of Death y tuvo una singular experiencia de intensificación de placer al drogarse con LSD. Dicha vivencia fue, junto con una serie de intensas “experiencias límite” en las calles del área urbana de South of Market, en San Francisco, una cumbre orgásmica y el clímax inolvidable de una metamorfosis subjetiva que tuvo efectos en su existencia particular, su obra intelectual y su vida. Luego de sus viajes al Valley of Death y al Valley of the Kings (el área consagrada a la escena gay leather en San Francisco) la perspectiva de Foucault sobre la verdad, las tecnologías del sexo y del placer, así como su postura sobre la sexualidad y la política fueron replanteadas como fuerzas vitales y creadoras.
Simeon Wade ―que en los setenta era profesor de la Claremont Graduate School― escribió en varias ocasiones a Michel Foucault para invitarlo a algunas actividades académicas en su institución de trabajo, sin recibir de inmediato una respuesta favorable. De acuerdo con el propio testimonio de Wade, su persistencia logró que eventualmente Foucault no sólo aceptara visitarlo en Claremont, sino que además viajara con él al Valley of Death. Una oscura noche de verano, al borde de un peñasco en medio del desierto, “Michel Foucault estaba sentado al lado del grabador junto con dos jóvenes norteamericanos, Simean Wade, profesor de historia, y Michael, su amante, pianista y aspirante a compositor. Mientras los sonidos sintéticos colmaban el aire frío del desierto, los tres hombres mantenían clavada la vista en el espacio. Dos horas antes habían ingerido LSD”.3
Mientras los tres hombres contemplaban el amplio panorama de las dunas y montañas desérticas en el horizonte del crepúsculo, el cuerpo de Foucault se rendía a los intensos efectos del poder de la droga que había ingerido. El viaje psicotrópico que Foucault experimentó fue una constelación singular de impulsos y placeres, un éxtasis de verdad y transformación con fantasías sublimes e insólita euforia. La descripción que hace Simeon Wade del acontecimiento es poética y excelsa. En apacible silencio escuchaban los inquietantes sonidos de la pieza de música electrónica experimental Gesang Der Juenglinge (Song of the Youths) de Karlheinz Stockhausen. Con el despliegue de la música, las estrellas se tornaban esferas de espectros luminiscentes con colores radiantes en movimiento.
Foucault sonrió y lanzó una amplia mirada a los cielos. “El cielo ha explotado y las estrellas llueven sobre mí. Sé que no es verdad, pero es la Verdad”.
“¿Crees que sería posible para toda la humanidad tomar este brebaje y experimentar algo del orden de lo que haremos aquí esta noche?” Le pregunté.
“Me gustaría que fuera posible”, respondió Foucault con nostalgia.
Minutos más tarde, con la música todavía fluyendo y las moléculas de LSD diluyéndose lentamente en su torrente sanguíneo, Foucault declaró:
“Lo único con lo que puedo comparar esta experiencia en mi vida es tener sexo con un extraño. El contacto con el cuerpo de un desconocido ofrece una experiencia de la Verdad similar a la que estoy experimentando ahora”. […] Después de un largo período de silencio nos acercamos a Michel. “Estoy muy feliz”, nos dijo, con lágrimas brotando de sus ojos. “Esta noche he logrado una nueva perspectiva de mí mismo. Ahora entiendo mi sexualidad”.4
Foucault describió su experiencia con el adjetivo “mystical”. El libro Foucault in California contiene las memorias de Wade y nos brinda el retrato de un Foucault humano y cotidiano, de carne, hueso y deseo, que gustaba de la estética leather y que era asiduo a los bares, clubs de sexo y saunas más vanguardistas de aquel momento en San Francisco. Desde hace varias décadas, San Francisco es el vibrante epicentro molecular de prácticas sexuales contrahegemónicas. Sus diversas calles han alojado una gran cantidad de multiformes antros, bares, saunas, baños, tiendas, librerías y demás lugares de esparcimiento sexual. Diversas zonas de San Francisco, con sus emblemáticas calles de Castro, Polk, Harrison y Folsom, entre otras, son ya lugares históricos por ser un agujero supermasivo del placer, ejerciendo un poderoso magnetismo y seducción al albergar espacios para orgías, prácticas BDSM, uso de drogas recreativas y clubes nocturnos (a veces todo en el mismo sitio) en profusiones de nuevas formas de vida, comunidades electivas y combinaciones prodigiosas entre cuerpos, placer y micropolítica. Foucault visitó esta área en los años setenta y ochenta y quedó fascinado por el conjunto de experiencias límite con prácticas de intensificación de placer que se podían obtener en la brillante central del leather de Folsom Street.
Foucault no era ninguna virgen. Pero nunca había visto algo como Folsom Street. Al principio de su estadía en California en 1975, alquiló un departamento de estudiantes en Berkeley. Pero poco después se trasladó al otro lado de la bahía, a una habitación cercana a Folsom Street. Un colega de Berkeley, que participaba de los grupos S/M, lo ayudó a ir de compras y proveerse de los instrumentos del mundo del “cuero” (Chaqueta y pantalones de cuero y una gorra de cuero negro con visera; y, para los juegos, una variedad de “juguetes“: anillos para el pene, abrazaderas para las tetillas, esposas, capuchones, antifaces, látigos, paletas, fustas, etc.).5
'Desexualización' para Foucault quiere decir 'desgenitalización' del placer, y sus falsificaciones apuntan a lo que denominará en varios de sus cursos como juegos de verdad, es decir, sistemas de producción de saberes, conocimientos, discursos y técnicas de sí
Durante el viaje al Valley of Death Michael Stoneman le preguntó a Foucault:
¿Has visitado los bares obscenos de Folsom Street desde que estás en San Francisco? “Por supuesto”, respondió Michel con una sonrisa curiosa.
¿Incluso the Barracks [bar y club de sexo gay leather]? Michael lanzó de nuevo
“Sí. Qué lugar más fuerte. Nunca había visto una muestra tan abierta de sexualidad en un bar público.” [Respondió Foucault]
“¿Tienes toda la parafernalia del leatherman [hombre de cuero] ―gorra de cuero con visor, chaparreras, abrazaderas y similares?” Mike preguntó.
“Oh, absolutamente”. Foucault respondió con una sonrisa cómplice.6
En una entrevista de 1982 al preguntársele sobre el placer, el sexo y las drogas, Foucault respondió:
-La posibilidad de utilizar nuestro cuerpo como la fuente posible de una multitud de placeres es algo muy importante. Si consideramos, por ejemplo, la construcción tradicional del placer, comprobamos que los placeres físicos, o placeres de la carne, son siempre la bebida, la comida y el sexo. Y es ahí, al parecer, donde se limita nuestra comprensión del cuerpo, de los placeres. Lo que me frustra es, por ejemplo, que siempre se contemple el problema de las drogas exclusivamente desde el punto de vista de la libertad y la prohibición. Creo que las drogas deben convertirse en un elemento de nuestra cultura.
-¿Como fuente de placer?
-Como fuente de placer. Debemos estudiarlas. Debemos probarlas. Debemos fabricar buenas drogas, capaces de producir un placer muy intenso. Me parece que el puritanismo que es de rigor con respecto a la droga ―un puritanismo que implica estar bien favor, bien en contra― es una actitud errónea. Hoy las drogas forman parte de nuestra cultura. Así como hay buena y mala música, hay buenas y malas drogas. Y por lo tanto, así como no podemos decir que estamos “en contra” de la música, no podemos decir que estamos “en contra” de las drogas.
-La meta es someter a prueba el placer y sus posibilidades.
-Sí. El placer también debe formar parte de nuestra cultura. Es muy interesante señalar, por ejemplo, que desde hace siglos la gente en general ―pero también los médicos, los psiquiatras y hasta los movimientos de liberación― siempre hablan de deseo y jamás de placer. “Debemos liberar nuestro deseo”, dicen. ¡No! Debemos crear nuevos placeres. Y luego, tal vez, vendrá el deseo.7
¿Cómo someter a prueba las posibilidades de los cuerpos para la experimentación con el placer? ¿Por qué estas variedades de experiencias límite eran tan importantes y tenían un profundo alcance filosófico para Foucault? ¿Qué relación guardan para Foucault los términos “verdad”, “placer”, “política”, “saber” y “sexualidad”?
“Las prácticas físicas, como la introducción del puño en el ano”, le explicaba a Jean Le Bitoux en 1978, “se pueden calificar de desvirilizantes o desexualizantes. Son, en efecto, extraordinarias falsificaciones del placer, que se consiguen con la ayuda de determinada cantidad de instrumentos, de signos, de símbolos, o de drogas como los “poppers” y el MDA.” Con la ayuda de los “instrumentos” adecuados (abrazaderas para las tetillas, anillos para el pene, látigos, cadenas, estiletes) y de “símbolos” (celdas, mesas quirúrgicas, calabozos, crucifijos), es posible que uno, como explica Foucault a Le Bitoux, “se invente a sí mismo”―que logre que aparezca un self nuevo― y también “que convierta el propio cuerpo en lugar para la producción de extraordinarios placeres polimorfos, mientras, al mismo tiempo, lo distancia de una valoración de los genitales” (la palabra francesa: sexe) “y especialmente de los genitales masculinos”.8
Desexualización para Foucault quiere decir la desgenitalización del placer, y sus extraordinarias falsificaciones apuntan a lo que denominará en varios de sus cursos, en el Collège de France, como juegos de verdad, es decir, sistemas de producción de saberes, conocimientos, discursos y técnicas de sí. En este sentido, hay en Foucault una sugerencia tímida, sutil y matizada, pero constante e insistente desde 1975, sobre la posibilidad de considerar algunas experiencias límite, con prácticas experimentales de intensificación del placer, como procesos de subjetivación donde el cuerpo del sujeto, su carne, sus afectos y sus sensaciones ponen en marcha una erótica de la verdad con tecnologías capaces de producir nuevos tipos de conocimiento sobre la sexualidad, el deseo y el poder. Por lo anterior, consideré crucial iniciar la travesía del presente libro con la visita de Foucault al Coño de América, con la intención de subrayar la necesidad de reflexionar sobre el uso potencialmente revolucionario de los placeres y acentuar la dimensión política del erotismo.
Filosofía
Sobre las últimas palabras de Foucault
Notas
1 Paul B. Preciado, Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce, Barcelona, Anagrama, 2019, pp. 255-256.
2 Al respecto un libro maravilloso e iluminador es Sueño y revolución, de la filósofa Carolina Meloni, publicado en 2021 en la editorial Continta me tienes.
3 James Miller, La pasión de Michel Foucault, tr. Oscar Luis Molina, Chile, Editorial Andrés Bello, 1995, p. 331.
4 Simeon Wade, Foucault in California, California, HeyDay Books, 2019, pp. 60-61. La traducción es nuestra.
5 James Miller, La pasión de Michel Foucault, op.cit., p. 352.
6 Simeon Wade, Foucault in California, op.cit., p. 42. La traducción es nuestra.
7 Michel Foucault, Sexualidad y Política. Escritos y entrevistas 1978-1984, tr. Horacio Pons, Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2016, pp. 203-204.
8 La entrevista, realizada el 10 de julio de 1978, fue publicada con el título de “Le Gai Savoir” en Mec Magazine durante el verano de 1988. Jean Le Bitoux ha publicado la transcripción íntegra de esa entrevista en la Revue h, nº 2. Citado en James Miller, La pasión de Michel Foucault, op.cit., p. 363.
(Este texto es un fragmento de la introducción del libro Tecnologías de Eros. Contribución para una teoría micropolítica del placer, que será publicado próximamente).