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El 3 de noviembre de 2023 el grupo Sleaford Mods daba por terminado su concierto en Madrid tras el lanzamiento de una kufiya al escenario por parte de un asistente. Los británicos después se disculparon diciendo que el asunto de Palestina era algo muy complejo y que ellos solo eran músicos. Sleaford Mods, famosos por sus letras de barrio y proletarias.
Un amigo entonces me dijo que hay que saber diferenciar entre los grupos que son políticos y los que viven de monetizar la política.
En los últimos años, sirva como ejemplo curioso, el CDN (Centro Dramático Nacional) ha lanzado sus temporadas bajo lemas como resistencia, acción, reconstrucción. Siempre con un discurso de transformar la realidad. El mismo teatro dependiente del Gobierno a través del INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música), el mismo INAEM que paga con retraso a los actores y presentó una demanda contra el Sindicato Solidaridad Obrera por convocar paros en los teatros públicos.
El teatro español en general sufre demasiado de solipsismo y de autorreferencialidad
Tampoco podemos olvidar las protestas y reivindicaciones de los trabajadores de Madrid Destino, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, y del que dependen, por ejemplo, los teatros de las Naves del Español, tal como refleja el documental Madrid Destino Cultura Turismo y Negocio SA, que fue retirado de la programación de Cineteca en la sede del sindicato CNT Madrid.
Hace unos años en el colectivo La Carcoma acuñamos el término “teatro mermelada”: este teatro se aproxima a las cuestiones sociales y políticas pensando siempre en el aplauso del público, no busca el conflicto, lo problemático queda relegado a una mera enunciación en beneficio de lo sentimental.
No hace mucho vi una obra de teatro en el María Guerrero de una compañía adalid de cuestiones sociales sobre cómo cambiar el mundo. Al final se preguntaban qué hacer para que la gente sin dinero pudiera ver su obra de teatro. La solución era hacer una colecta entre el público. Un teatro público a 25 euros la entrada.
En un céntrico teatro privado madrileño, de los que hacían del riesgo su bandera, hubo una obra, de producción propia, donde se pedía votar al público si se representaba dicha obra, que había sido autocensurada, o en su lugar se hacía un debate acerca de la libertad de expresión. La idea de realizar la obra sin censura no se contemplaba por miedo a perder subvenciones. El público podía elegir, pero se le había hurtado la posibilidad de decidir.
El teatro español en general sufre demasiado de solipsismo y de autorreferencialidad, preso de una burbuja en la que se mira en el ombligo. Sin ninguna duda también de una falta de cultura política.
Evidentemente todo esto que digo pecará de parcial y de injusto. Hablo siempre de Madrid y de una tónica general. Hay gente, salas y compañías que están ahí, luchando por hacer teatro político.
¿Tiene alguna capacidad de transformación el teatro político, concretamente el de izquierdas? Evidentemente nadie va a salir a unirse a un grupo guerrillero. Pero sí que puede servir como herramienta de resistencia, de creación de lo colectivo, de una narrativa proletaria, disidente, en confrontación contra el actual estado de las cosas.
El capitalismo tiene la capacidad de absorber todas las disidencias y convertirlas en productos de mercado
Hay que abandonar la idea de que el teatro es, ahora mismo, primordialmente de izquierdas.
Angélica Liddell y Rodrigo García (no sé si podemos decir que hacen teatro político, pero sí que influyen en la conformación y elaboración de lo político) son autores cuyo discurso puede ser muy bien acogido en la reacción. Solo hay que leer sus periódicos y a sus intelectuales, sus aplausos.
El capitalismo tiene la capacidad de absorber todas las disidencias y convertirlas en productos de mercado. “Una industria para cada emoción. A cada audiencia su ficción. Ahora emblemas culturales, luego eslóganes comerciales” que cantan los Biznaga (en el tema “Mediocridad y confort”, del álbum Sentido del espectáculo, 2017).
Es algo que sufren todas las disciplinas artísticas. Es más, tal como sabían Andrea Levy o Marta Rivera de la Cruz, la cultura te puede dar una medalla de consenso y moderación. Hoy, el Teatro Foro también es usado por ejecutivos de multinacionales para conseguir mayores beneficios.
Y en esto llegó Vox y su guerra cultural y empezó a censurar obras de teatro y a forzar al PP a eliminar otras de las programaciones de los teatros dependientes de las instituciones que gobiernan. Y a montar concentraciones.
De repente el teatro era la primera línea de una batalla política (un frente menor, pero un frente), una posibilidad.
La única batalla que no se puede perder es a la que no te presentas
La respuesta del teatro madrileño ha sido optar por un perfil bajo y acciones simbólicas. En la mayoría de los casos apelando a la cultura y el teatro como lugar de encuentro, diálogo y libertad, incapaz de salirse del discurso liberal. Tampoco se le puede pedir al mundo del teatro más que a la izquierda española.
De Palestina ni hablamos. Una historia de silencio salvo honrosas excepciones. ¿Se puede esperar la existencia de un teatro político antagonista cuando la mayoría de la profesión opta por no posicionarse? Gente que habla de teatro social, que imparte cursos de teatro social para cambiar la realidad.
Una vez más el teatro que prefiere estar encerrado en sus cuatro paredes. La ruptura de la cuarta pared solo como mero tropo estético.
Cuatro de cada diez actores en España viven por debajo del umbral de la pobreza, aunque tengan varios empleos se puede leer en una publicación de El Salto.
Fusilo esto del artículo: el 77% de los actores ingresa al año menos de 12.000 euros. Y dentro de ese 77%, el 48%, casi la mitad de todos los profesionales del sector, gana menos de 3.000 euros. Solo el 7% de los actores y actrices en España supera los 30.000 euros anuales por su trabajo artístico.
La precariedad sin duda es un elemento disciplinador, la precariedad del teatro con sus amenazas y sus promesas es, sin duda, una forma de que el discurso sea más dócil.
De la explosión del teatro off durante la crisis financiera del 2008 a la crisis de las salas alternativas durante la recuperación económica y el gran golpe del COVID. De aquella explosión de creatividad de teatro en salas alternativas que permitían ver en algún caso propuestas más arriesgadas y comprometidas, apenas hoy queda algo. Muchas salas cerraron y otras tratan de sobrevivir mediante multiprogramación y una oferta más accesible mientras ven cómo proliferan los escenarios off en teatros públicos. Cualquier día el CDN abre un espacio en el ropero para propuestas alternativas.
Madrid no es una ciudad, es un resort. Los últimos gobiernos autonómicos y municipales de Madrid han sido una barra libre de neoliberalismo y capitalismo. Se han ido eliminando todos los espacios que suponían un proyecto de cultura, política y convivencia no mediada por las relaciones mercantiles. Desde Centros Sociales Okupados a espacios cedidos a asociaciones y vecinos. Nada fuera del mercado. Aquí también se pueden incluir aquellos lugares en los que se hacía teatro sin ser una sala de teatro. Política institucional en favor del turista, el negocio y la especulación.
Pregunto a Isa de TeatrEko, grupo de teatro político formado por mujeres que tienen su base en la EKO de Carabanchel. “Consideramos que la cultura tiene que llegar a todo el mundo. Debe estar presente en los espacios de lucha y reunión de los barrios, por eso actuamos en centros sociales, librerías de barrio, huertos urbanos [...] No actuamos para instituciones ya que no nos gusta estar sometidas a sus criterios, ni a sus censuras, ni a sus horarios. No queremos sus logos junto a nuestro nombre. Actuamos para el público que nos apetece, con el que compartimos espacio y nos comunicamos, con el que después charlamos sobre la obra. Se trata de que sea una herramienta para que todas nos sintamos con la seguridad de realizar actos creativos para compartir con otras”.
¿Y qué hacer ante la ofensiva contra lo común? El teatro, como los movimientos sociales, debe buscar la manera de salir de las dinámicas meramente defensivas. No sé si se está creando ahora mismo en esta ciudad un teatro que intente, tanto en su forma, como en sus planteamientos políticos de discurso y trabajo, superar la lógica actual del capital. Hay focos de resistencia, pequeños fueguitos. No sé si hay una posibilidad actual de marchar juntas.
Madrid no es una ciudad, es un palacio de congresos
El teatro madrileño está preso de las dinámicas de acontecimiento y aluvión. Es difícil que una producción no grande pueda encontrar una estabilidad en la programación, teniendo que conformarse con una actuación a la semana, o apenas unos días seguidos, e ir buscando escenarios continuamente.
El trabajador teatral no puede distinguir ya el ocio del trabajo, el ocio se convierte en un espacio en el que hacer contactos, networking para poder seguir trabajando y poder seguir pagando el ocio donde hacer contactos para conseguir trabajo.
Lo común se disuelve en relaciones de interés económico. En este escenario es difícil significarse como un radical. Quién no está dispuesto a autoexplotarse para situarse mejor en el escaparate
Sobre ricos, teatro y capital cultural, Yaiza Berrocal ha escrito un texto esclarecedor sobre cultura y clase social, sobre cómo el arte sirve desde tiempos inmemoriales para tapar las vergüenzas de la clase dominante.
Yaiza nos habla de cómo una serie de hijos e hijas de las clases dominantes no solo copan el teatro, sino también las narraciones de los oprimidos, los de abajo, la clase trabajadora, les disidentes sexuales y de género, las pobres. Llaman a visibilizar lo que es capitalizar. Monetizan. Sus voces callan a los que deberían contar. Su visión es la del turista la mayoría de los casos.
“Así, una puede estudiar un máster de teatro en Londres y regresar para hablarnos de la precariedad de la juventud española; ser integrante de la aristocracia más rancia de los Grandes de España y hacer teatro político; crear teatro comunitario sin remunerar a los actantes” .
Nos encontramos ante el robo de la plusvalía de nuestras miserias, de nuestras condiciones de vida, que terminan en el bolsillo de un rico mediante su transformación en obras políticas y sociales que no molesten ni cuestionen mucho.
Nuestra miseria convertida en “siente un pobre en su escenario”.
Lo personal es político
“Esta máxima ha servido para que muchos la retuerzan y lo político quede relegado al final de la obra, al fondo. El debate se desplaza y cabe todo. Lo que sea mientras esté envuelto en arte. Te dicen que hay que hacer teatro político pero no panfletos. Lo que pasa es que a poco que rasques llaman panfleto al hecho de posicionarse políticamente. Llegaremos a considerar una obra abiertamente fascista como teatro político”, Ruth Sánchez, dramaturga.
Insisto. Esto es un texto que probablemente no sea justo del todo. Ni pretende ni puede.
Insisto. Madrid no es una ciudad, es un laboratorio del capitalismo más cruel. Es una meseta de tierra quemada y almas arrasadas. Bombardeada durante décadas por bombas de racimo ideológicas del sálvese quien pueda y coge el dinero y corre.
Son tiempos de incertidumbre
El teatro político madrileño afronta los mismos problemas que la izquierda y los movimientos sociales. Y a pesar de todo hay resistencias, fueguitos, en el corazón de la bestia.
El texto de Yaiza no solo se queda en la denuncia, habla de recuperar ese espacio, de educar a nuestros hijos para que se coman a los suyos.
Quizás, como decía Brecht, hay que volverse a encontrar con el odio.
Como dice Heine Müller, hay que volverse a encontrarse con el odio si uno no quiere reproducir frases que pasado un tiempo se multipliquen por cero.
No el odio que lleva a la frustración y al nihilismo. El odio a este presente y a lo que anuncia. Para que el teatro vuelva a conmover. Para que haga temblar con lo que ha de venir.
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Muy interesante este artículo y bastante ajustado, creo, a la realidad. Pero me ha resultado curioso que no se hable del trabajo que el Teatro del Barrio lleva realizando estos últimos años, tanto como modelo alternativo de negocio como por la programación, que es muy política. Soy socia de la cooperativa, a lo mejor no soy muy objetiva, pero me parece de lo más interesante que hay en Madrid.