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Elecciones Madrid 4M
Serigne Mbaye: “Hay gente que no tiene ni idea de lo que sufrimos que está decidiendo sobre nuestras vidas”
Dice que está cansado, pero bien, y ambas cosas son visibles. Tanto el cansancio como cierto bienestar por estar haciendo lo que considera justo. Cuando hablamos aún quedan algunos días para que acabe la campaña, esta vorágine inédita de discursos de odio, amenazas, y grandes palabras como fascismo, comunismo, democracia y libertad.
En medio de todo este acelere, Serigne Mbaye (1975, Kayar) se muestra tranquilo. Ciudadano español nacido en Senegal, Mbaye lleva a sus espaldas un proceso migratorio que incluye cayuco y miles de kilómetros de mar, CIE y detención por perfil racial. Pero también muchos años de activismo y organización colectiva, y todo el bagaje que deja buscarse la vida en los márgenes que dejan capitalismo, neocolonialismo y racismo.
15 años después de llegar a España, expulsado de su país de origen por el saqueo del mar de la pesca industrial que le hurtó su medio de vida, Mbaye es número 9 en la lista de Unidas Podemos para la Comunidad de Madrid. El partido por el que se presenta lleva en su programa electoral una batería de propuestas en el ámbito de los derechos de las personas migranteds y el refugio. Habla de garantizar que se cumplan las obligaciones internacionales en materia de derechos o de desligar las competencias de migración del enfoque policial de la Consejería de Justicia e Interior y que se vinculen con las Consejerías de Sanidad, Educación, Vivienda o Servicios Sociales.
También recoge demandas del movimiento antrirracista y migrante como el cierre de los CIE, derogar la Ley de extranjería, o garantizar el acceso a servicios sociales y prestaciones independientemente de la situación administrativa. Además apunta a la formación del personal en la administración y en la sociedad como forma de combatir el racismo, o a intervenir para evitar la segregación escolar por origen.
Quizás sea por el tiempo que Mbaye lleva peleando, pero en sus respuestas respira una conciencia de proceso, de largo camino. “Creo que es importante que se sienta que estamos aquí, que vivimos aquí y se nos tiene que tener en cuenta”, apunta. ¿Por qué en Unidas Podemos? “Venimos a mejorar lo que ya habían trabajado, hay que reforzar esto y empujar para que haya más cambios”.
Más allá de la virulencia que está tomando la campaña, ¿cómo estás viviendo estos días? ¿estáis encontrando cierta emoción en la gente?
Por parte de la gente está siendo una campaña muy intensa, y en cierto modo, muy violenta. Creo que nunca ha habido una campaña así, con tantas cosas ocurriendo: las amenazas, las cartas que llegan con balas. Esto está generando muchas discusiones. Sí, está siendo intenso, pero también muy emocionante porque creo que la gente se está movilizando bastante, hay mucho interés en lo que va a pasar. También porque venimos de un año que ha dejado huella en tantas cosas y estas elecciones han llegado en un momento muy importante, en el que hay muchas necesidades.
Da siempre cierto vértigo pasar de los movimientos sociales al ámbito institucional. ¿Cómo llevas este tránsito?
De momento bien, tranquilo, elijo llevarlo a un ritmo normal. No entrar en la locura al pasar de un ámbito al otro. El activismo ya es un mundo super intenso, ya lo teníamos bastante controlado e interiorizado. Pero este cambio hay que tomarlo con calma y saber bien hacia dónde vamos. Ir paso a paso, conscientes de que es algo nuevo, es un aprendizaje, también para no perdernos a la primera.
Han vendido siempre el odio al migrante pensando que nunca podríamos llegar a ciertos sitios, queremos demostrarles que podemos llegar. Es eso lo que les está jodiendo, no lo pueden tolerar. Están mostrando su racismo por todos lados
Los manteros, junto a los niños que migran solos, lleváis tiempo siendo objeto de la furia de la ultraderecha, su antagonista por excelencia, ¿es porque os habéis organizado?
El tema de la ultraderecha contra los menores o los inmigrantes es algo que siempre ha estado ahí. Es el discurso que ellos manejan, que siempre han intentado vender a la gente. Ahora que he dado este paso y he llegado a la candidatura se ve con más claridad lo que siempre hemos denunciado: le hemos sacado los colores a la ultraderecha. Este es el camino.
Han vendido siempre el odio al migrante pensando que nunca podríamos llegar a ciertos sitios, queremos demostrarles que podemos llegar. Es eso lo que les está jodiendo, no lo pueden tolerar. Están mostrando su racismo por todos lados, su violencia ya no es que amenacen con deportarme. Llevan su violencia a los niños que requieren un acompañamiento especial, una protección especial. La ultraderecha está demostrando lo que es.
Venimos de años de lucha migrante y antirracista que se ha intensificado estos últimos tiempos, está la solidaridad entre quienes se quedaron fuera del escudo social, pero también y el movimiento para la regularización, ¿forma parte tu candidatura de este proceso?
En este tiempo hemos aprendido bastante, a nivel organizativo, social y antirracista, de que es ahora que nos tenemos que organizar contra todo lo que estamos viviendo que es esta exclusión que sufrimos, esta criminalización que sufrimos. Durante estos últimos años en los que todo ha sido tan intenso, nos hemos sentido fuera de todo, marginados, y ha sido la auto organización la que nos ha salvado. Hemos aprendido qué es lo que tenemos que hacer para salir de esa exclusión y marginación.
Este paso de ir hacia las instituciones creo que es necesario por nuestra parte, porque vivimos en el activismo, vivimos en el antirracismo, pero también hacen falta nuestras voces y nuestra presencia en las instituciones. Hay gente que no tiene ni idea de lo que vivimos o lo que sufrimos que está decidiendo sobre nuestra vida. El antirracismo debe tener un espacio dentro de las instituciones y cuantos más estemos allí, mejor defenderemos las políticas que traemos desde abajo.
Hay perspectivas muy críticas desde el antirracismo que alertan que al entrar en organizaciones o partidos de la izquierda blanca, se puede acabar siendo solo una cuota, o ver la propia agenda postergada o diluida entre otras urgencias.
Es una visión política. Todo el mundo no puede estar de acuerdo con que tenemos que estar en las instituciones: siempre va a haber diferencias. Pero para mi es fundamental estar, y cuando estemos hay que crear este espacio del antirracismo, para no disolvernos dentro de lo que ya está ahí. Y hay que fomentar que más gente antirracista pueda entrar y defender nuestra propia agenda.
Esa es la idea de estar en las instituciones, no ir a completar ninguna lista ni llegar ahí y disolvernos, sino tener claro lo que nos lleva ahí y poder formar este núcleo antirracista y conseguir nosotros mismos que estas luchas se incorporen en todas las instituciones. Aunque entiendo los temores que surgen ante lo que nos vamos a encontrar, debemos de quitarnos el miedo de entrar ahí. Creo que es algo imprescindible a día de hoy, podemos estar a pie de calle luchando, gritando todos los días en el activismo, pero también llevar este activismo a las instituciones, ganar nuestro espacio.
Más allá de la lucha de las personas migrantes, tú te reivindicas como clase obrera. ¿Dónde se tocan la agenda antirracista y anticapitalista?
Yo me presento como persona antirracista, persona afro, y también trabajador de la clase obrera, porque una cosa va con la otra unida, porque muchos de los que estamos aquí, extranjeros, somos clase obrera. A la clase obrera nos enfrentan con esos discursos de odio, nos enfrentan diciendo que venimos a quitar el trabajo, y eso es lo que fomenta el racismo que estamos sufriendo y que estamos denunciando.
Nosotros también somos los que estamos trabajando y no llegamos a final de mes con nuestros salarios, los que necesitamos servicios públicos.
Yo asumo con placer defender todas las luchas que defiendo: la antirracista y también la obrera. Pues nosotros también somos los que estamos trabajando y no llegamos a final de mes con nuestros salarios, los que necesitamos servicios públicos. Así que es un orgullo, como digo siempre, poder estar en esto, demostrar que no solo estoy aquí por el racismo que sufrimos, que nos discrimina en todos los lugares de trabajo y frente a la administración, sino también por la discriminación de la clase obrera, por parte de un sector de la sociedad y también de las administraciones.
Ya hubo un momento “histórico” en el que se desplazó a la derecha del Ayuntamiento de Madrid en 2015. Entró el conocido como Ayuntamiento del cambio, con el que vosotros, manteros y antirracistas, fuisteis muy críticos. ¿Qué aprendizajes hiciste de esa época?
El antirracismo es apartidista, no vamos con ningún partido. Llegó el gobierno del cambio como lo llamamos comúnmente y muchas veces se nos relacionaba con Ahora Madrid, en la prensa muchas veces se nos vinculaba con Carmena. Queríamos demostrar claramente que nosotros no estamos con nadie, estamos con lo que estamos, y lo que hay que denunciar lo denunciamos sin pelos en la lengua.
Con el gobierno de Carmena, bien, hemos tenido cosas que no se han tenido en otros gobiernos: pudimos sentarnos varias veces a hablar, a hacer propuestas, pero esas propuestas nunca se llevaron a realizar, y por ello fuimos súper críticos: por este tema y por otros. No nos podemos callar ante estas cosas, las tenemos que denunciar y también exigir lo que son derechos. Fuimos muy críticos con ellos desde nuestra posición: si esto era lo que se tenía que hacer, que se haga. Y si no se hace lo denunciamos. Hubo acuerdos que no se cumplieron y seguimos en esta lucha para que se cumplan cuestiones básicas relacionadas con los derechos, con la convivencia y la inclusión para todas las personas.
Y de esta misma experiencia, ser un gobierno de izquierda que irrumpe por primera vez en las instituciones madrileñas, ¿qué aprendizajes pueden extraer los partidos sobre el contraste entre expectativas y límites?
Yo creo que la izquierda tiene que aprender bastante, y corregir bastante, está haciendo cosas bonitas pero hay tanto que deben corregir. Del antirracismo hay mucho que falta por hacer, así como del tema de la migración. En muchas cuestiones sentimos un abandono total. Por ejemplo, ahora mismo tenemos un gobierno central de izquierdas, pero siguen pasando muchas cosas y hay que criticarlo, no podemos ser cómplices de esto: las cuestiones de extranjería, las citas, está todo super atascado. Son cosas que pensábamos que la izquierda podía cambiar, ¿están trabajando en ello?
Queremos una izquierda que responda realmente a las necesidades de las poblaciones migrantes, que mire por la clase obrera —que los migrantes también lo somos— políticas que incluyan. El colapso en extranjería está afectando mucho a las personas migrantes”
Queremos una izquierda que responda realmente a las necesidades de las poblaciones migrantes, que mire por la clase obrera —que los migrantes también lo somos— políticas que incluyan. El colapso en extranjería está afectando mucho a las personas migrantes. Hay que cambiar estas políticas para facilitar la inclusión y el acceso a los papeles y al trabajo y a las renovaciones de la documentación. Y también hay que desbloquear Canarias, donde están sufriendo compañeros que llevan meses encerrados en unas condiciones inhumanas. España no tiene que asumir este papel de los malos de Europa, ante personas que tienen derechos que hay que respetar.
Hablando de Europa, esta misma semana la Comisión Europea ha afirmado que la política de regularización estaba en manos de la voluntad del Estado. ¿Podía haber sido el gobierno más valiente?
Sí, hay que ser valiente, hacer una política de la valentía. En cada país hay unas necesidades, un momento en el que se pueda aprovechar para regularizar a la gente. Italia lo hizo de alguna manera, Portugal también. ¿Por qué España no? Hay una crisis sanitaria mundial, no hay más excusa para no regularizar a la gente. Era una ocasión para regularizar a la gente que siempre se ha estado buscando la vida, muchísimas de estas personas sin papeles han sido quienes han estado trabajando en el campo, que ha estado lleno de gente sin papeles. Que no me digan que ha sido la gente que estaba en paro. Habilitaron esa posibilidad, pero no hubo muchas inspecciones pues saben que la gente que se deja la vida es la gente en situación irregular, mientras todo el mundo estaba en su casa, recibiendo los alimentos que ellos recolectaban.
Entendemos que España e Italia son la puerta de entrada a Europa, pero no se trata de invertirlo todo en Frontex —salpicado por tantos escándalos— si no que el dinero se puede destinar a otras cosas, no a las devoluciones y a blindar las fronteras, si no a otro modelo de vida que acoja a las personas que ya están aquí, buscar una vía de regularizar esta situación, y otras políticas en los países de salida que no sean estas políticas mortíferas que están practicando.
Hablando de países de salida, recientemente ha habido intensas movilizaciones en Senegal. Se diría que hay ciertos paralelismos entre las luchas que hay allí y las que se dan aquí. ¿Crees que un mirada internacionalista puede ser también una buena herramienta antirracista?
Las luchas entre quienes estamos aquí y la gente en Senegal son muy similares. Hay algunas diferencias: el racismo que se sufre una vez estando aquí. Pero los problemas que nos encontramos aquí son los problemas que vive la gente ahí en Senegal, se ha podido ver en las protestas recientes: empezaron por un tema político, pero sabemos que el gran problema de fondo es el sufrimiento que vive la gente.
Las fronteras europeas no están sólo entre Marruecos y España o Italia y Libia, están en nuestros propios países, el encierro y la sobreexplotación de los recursos es lo que produce que la gente tenga esta necesidad de decir no a lo que está pasando, al imperialismo que está machacando el pueblo.
Lo que nos trae aquí es la sobreexplotación de nuestros recursos, llegamos y estamos encerrados otra vez dentro de esta limbo de la ley de extranjería y lo que vivimos día a día en la manta.
La gente en Senegal se ha levantado para decir no al imperialismo, no al colonialismo francés, y eso es lo que está pasando, quieren demostrar que esto se tiene que acabar, y lo dicen claramente: si vamos allí nos maltratan, nos cogen y nos meten en aviones para deportarnos. Lo decimos: lo que nos trae aquí es la sobreexplotación de nuestros recursos, llegamos y estamos encerrados otra vez dentro de esta limbo de la ley de extranjería y lo que vivimos día a día en la manta. La lucha es contra este imperialismo que nos obliga a venir aquí.
Hay conexión entre las luchas de allí y las de aquí, y estamos trabajando para que esto no sea una lucha de España o Senegal, que sea una lucha internacional. Hay fuerzas, pero son fuerzas divididas. Fortaleciendo esos lazos internacionales las luchas van a ser más potentes. Estamos también pensando en esto, en internacionalizar nuestras luchas.
Desde el activismo se habla de racismo estructural, se analiza y visibiliza su profundidad y sus consecuencias, pero ¿cómo trasladar esta mirada a las mayorías sociales y a las instituciones?
Se tiene que trabajar a nivel de calle, pero también de administración e instituciones. Para empezar, mucho se tiene que trabajar con el personal, ahí falta mucho. Cuando te presentas ante una administración cualquiera, te ven como una persona diferente, el trato cambia: hay que formar al personal que está en la administración, tienen que saber que todo el mundo es igual. Aquí en España se tiene que trabajar bastante este tema. Siempre señalamos este racismo, y mucha gente no lo entiende. Tienen que saber que el trato que recibimos en oficinas y administraciones es distinto, es un recibimiento que te deja pensando ¿cómo puede pasar esto aquí? Yo creía que esto no pasaba.
A nivel político: creo que los políticos han de ser más conscientes de qué es el racismo y qué es el antirracismo. También la prensa, hay una prensa muy racista que vehicula el odio. Es ahí donde tiene que venir un cambio muy grande. A partir de ahí cambiar las percepciones de la persona a pie de calle es fácil, porque lo que consume es lo que viene de la tele, de la prensa y de los discursos.
Luego a nivel de barrio la gente va siendo más consciente, se está metiendo en las organizaciones, hay ahí una formación muy útil, es importante entrar en los movimientos y que ellos también puedan enseñar qué es el racismo. No es fácil porque en España ya en el lenguaje hay bastantes cosas que son racistas. Pero son cosas que cada quien puede ir cambiando, puede ir aprendiendo poco a poco: muchos están pillando este punto. Este cambio es un tema de todos, no solo de las personas que sufren el racismo. Tiene que ser un cambio de todos.