Opinión
Unidad en el desasosiego
¿Pero qué es “unidad”? ¿No hay una abstracción de lo unitario, del todos a una, que se deja afuera algo importante? ¿La unidad de quién? ¿La unidad en torno a qué? ¿La unidad para ir hacia dónde?

Nos hicimos preguntas, también nos las hicieron, sobre si cada cual había votado lo correcto, sobre si nuestras coberturas, nuestra línea editorial habían sido las correctas, sobre si nuestras críticas podrían haber allanado el camino hacia la catástrofeCon esa única certeza como principio ayer me entregué a la escucha. La ciudad estaba triste, al menos la ciudad que yo conozco, la que me importa. Goteaban los tweets, las reflexiones, los artículos apelando a la unidad. Se volvió a invocar a la división de las izquierdas. Nunca aprendemos, nos dijimos. Ese es el cáncer de la izquierda, nos dijeron. Y entonces se sumaban resultados, votos, siglas, elementos que por separado habían desanimado a la gente pero juntos, ojalá, hubiesen generado la alquimia necesaria para seducir a los potenciales votantes progresistas en esta enclave pluscuamconservador que es Madrid.¿Pero qué es “unidad”? ¿No hay una abstracción de lo unitario, del todos a una, que se deja afuera algo importante? ¿La unidad de quién? ¿La unidad en torno a qué? ¿La unidad para ir hacia dónde? Nos hablan de luchas de egos, de reinos de taifas, de incapacidad congénita de la izquierda para alcanzar consensos. El debate penaliza y se caricaturiza, estamos disintiendo por encima de nuestras posibilidades. El purismo ideológico nos arruina. No estamos dispuestas a ceder. En definitiva: penaliza creerse sujeto político cuando lo que se necesitaban eran votantes de izquierdas que fuesen conscientes ante “lo que se nos viene encima”.Lo que pasó en el 2011 o en 2015 no fue una unidad en torno a una ilusión, fue la energía colectiva de quienes creen que están creando algo, que han forzado un hueco en las inercias históricas para construir en común algo que cambiará sus vidas, sus vidas concretas que transcurren en el barrio y en el metro y en la cola del paro, la vida que desborda a nuestras individuales vidas y construye a largo plazo para nuestros hijos y los de las demás. Porque incluso detrás de una pantalla, escribiendo, no estábamos reseñando las ideas de los otros, las estrategias de los otros, estábamos pensando en el mundo que queríamos. No se ha traicionado a la ilusión sino a la agencia, casi todas entregadas, manos en alto, a la vieja lógica de la representación, a desear fuerte que quienes tengan la potestad de decidir, decidan bien. Es verdad que volaron algunos cuchillos, y olió a ajuste de cuentas en ciertos barrios del twitter, pero hay algo de unidad también en la resaca. Debajo del miedo a Vox, detrás del cabreo o de la frustración por la vuelta de la derecha, está la tristeza. Tristeza que nos une a quienes votamos a unos, quienes votaron a otros, quienes incluso no votaron. Nos une el dolor y el desencanto. Estamos finalmente unidas en el duelo. Y eso no es poca cosa. Es un punto de partida sobre el que construir.
Debajo del miedo a Vox, detrás del cabreo o de la frustración por la vuelta de la derecha, está la tristeza. Estamos finalmente unidas en el duelo. Y eso no es poca cosa. Es un punto de partida sobre el que construir.Pero no vivimos solas en nuestras ciudades, ni en este país, ni en este continente. El cierre de los horizontes que palpitaban hace solo ocho años está colonizando el planeta. Somos uno de los lados de la dialéctica, el lado de la izquierda, la vertiente sur de quienes disputan el sentido del mundo. Estar unidas es parte de la ecuación, pero el entorno a qué es importante, y el qué no puede escribirse en negativo, no puede desearse desde el miedo. El qué tiene que ser la propuesta de algo que nos sirva para la vida. Algo por lo que merezca la pena andar juntos.El malestar se ha apropiado de la política, tenemos que politizar de nuevo nuestro malestar, como ya hicimos. El malestar es individual y colectivo, concreto y cotidiano, tiene que ver con lo jodidas que están nuestras vidas, pero también con la pérdida de control. Se asienta en lo concreto: en tu calle llena de cacas de perro, en la piscina de tu barrio que no abre, en que te están echando de tu casa, en que necesitas tres trabajos, en cómo se distribuyen las prioridades y la riqueza, en que no llega a tus urgencias ni a tus calles. El malestar de no tener control sobre tu vida, de no contar, en una carrera constante contra la precariedad y la amenaza fascista, sin tiempo ni energías para desgañitarse.No, la unidad no puede ser un significante vacío, una barricada detrás de la que todo cabe, sino que ha de ser habitada por sujetos, articularse desde nuestras experiencias concretas, desde las urgencias que se habitan en las calles. Sujetos y no votantes, que no bailen al son de la ilusión, sino que actúen desde la energía de la agencia. ¿Cómo se hace? ¿cómo vencer la inercia y el desencanto? Habrá que buscar juntas las respuestas, partiendo de lo que nos une ahora, la tristeza. Empezar de nuevo en torno al suelo común de nuestro desasosiego, como una fogata alrededor de la cual imaginar horizontes nuevos.
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