En el margen
“Las mujeres trans en ciertas sociedades del África precolonial teníamos el mismo estatus que las mujeres cis”

La activista trans Rusly Cachina reflexiona sobre la situación de las personas LGTBI en su país, Guinea Ecuatorial, y la influencia colonial en la transfobia.
Rusly Cachina
Rusly Cachina Esapá, foto cedida por la entrevistada.
13 jun 2024 06:49

Nacida en Malabo, Guinea Ecuatorial, Rusly Cachina vino a España hace un par de años porque temía por su vida debido a la política tránsfoba del Gobierno de su país de origen.

Forma parte del colectivo ecuatoguineano de defensa de los derechos humanos de las personas LGTBIQ Somos parte del mundo y realiza contenido de difusión en redes sociales sobre la realidad de la homosexualidad y la transexualidad en los diferentes países africanos, como forma de elaborar un archivo de documentación “más allá del dolor y del sufrimiento”.

Eres una mujer trans y tienes un hermano gemelo que es un chico trans. Es la primera vez que oigo un caso así…
Sí, tengo un gemelo que es un chico trans. Durante la infancia, por ese constructo que tenemos de los géneros y de la cultura debido a nuestra genitalidad, a mí me han designado como varón y a mi hermano como hembra. Pero, a medida que fuimos creciendo, mis padres se han dado cuenta de que los roles de género no iban acordes con la identidad de género y cuando nos tenían que cortar el pelo nos lo cortaban a los dos a la vez y cuando nos tenían que hacer trenzas nos hacían trenzas a los dos. En esos momentos no tenían a nadie que les acompañase o les asesorase. He tenido una infancia feliz, pero mi padre nos dejó claro desde el principio que podían protegernos en casa, pero no fuera, que es donde empezaba el problema porque yo tenía que cumplir con los roles de género y mi hermano también. Él ha crecido como un varón, le ha gustado siempre el fútbol y corretear por todos lados, y yo he sido la típica que ha estado todo el rato dibujando muñecas, cosiendo y estando con mi madre. Como mis padres no tenían información para decirnos: “Sois niños trans”, nos han criado como han querido y con amor, pero en el momento que hemos empezado a ir al colegio han surgido los problemas porque era cuando ponían en duda nuestra identidad de género.

Vuestros padres han sido, entonces, un gran apoyo en la infancia.
Sí, siempre han explicado que yo soy una chica y mi hermano es un chico. Como mi madre es una persona seria, la gente no le pregunta mucho porque se cabrea muy rápido. Mi padre tiene más paciencia y explica las cosas, pero mi madre tiene claro que no le debe explicación absolutamente a nadie sobre sus hijos. Mi padre tiene muchos hijos, alrededor de 20. Cuando le gente llegaba a casa en funerales, nacimientos y demás, y pasaba una semana allí, como en la típica familia africana, era cuando mi padre se encontraba con más dificultades. Yo era la típica que, por mi identidad de género, no aceptaba que los primos vinieran a dormir a casa porque se daban cuenta de que yo jugaba con muñecas. La explicación que mi padre siempre daba a la gente para que lo entendiese era: “El niño es niña y la niña es niño”. Él ha usado la explicación de que se había producido un cambio de cromosomas en el vientre de mi madre durante el embarazo y eso es lo que le ha hecho más fuerte.

¿Y en el colegio?
Bueno, al principio era más fácil porque entre niños pequeñitos nadie juzga a nadie, pero a partir de los ocho años o así empiezan a decirte: “No llores así porque los hombres no lloran” o “siéntate cruzando las piernas” y los niños empiezan a reflejar todos esos patrones de opresión y maldad que han aprendido dentro de casa y a reproducir esas mismas afirmaciones y conductas. Es a partir de ese momento que empiezo a tener consciencia de que mis compañeros de clase me ven diferente, por esos comentarios que me hacían que son reflejo de patrones aprendidos sobre la expresión de género y la identidad de género.

Los profesores siempre nos han oprimido, nos han juzgado, nos han condenado e, incluso, nos han castigado y les han enviado a veces cartas a mis padres porque no éramos normales

¿Y cómo era el trato con el profesorado?
Mis padres siempre nos han dejado claro que para poder formarnos teníamos que ajustarnos a los roles de género de la sociedad guineana bantú en la que vivíamos. Eso implicaba que yo tenía que ir al colegio como un niño y mi hermano tenia que ir como una niña. Durante toda la etapa académica han sido todo frustraciones. Alguna gente no se levanta de la cama para ir al colegio porque tiene sueño, pero nosotros no nos levantábamos de la cama porque no podíamos ir vestidos como queríamos. Los profesores siempre nos han oprimido, nos han juzgado, nos han condenado e, incluso, nos han castigado y les han enviado a veces cartas a mis padres porque no éramos normales; mucho menos yo, porque estoy renunciando al privilegio de la masculinidad.

El privilegio de la masculinidad, como dices, es importante en todas las sociedades, pero especialmente en una como la guineoecuatoriana, ¿verdad?
Sí, demasiado. Mi padre lo ha sabido llevar mejor porque tiene ya 12 ó 15 hijos varones, ya tiene descendientes, gente que va a llevar su apellido. Para mi madre ha sido más difícil porque de los cuatro partos que ha tenido yo soy la única persona con genitales masculinos. Ya no era solamente por ella, sino por el hecho de plantearse cuál era el regalo que le iba a dar a mi padre. Ella también necesitaba un hijo varón para que alguien que había salido de sus entrañas llevase el apellido de su esposo.

¿Cuándo exactamente tomas tu consciencia de que eres una niña trans?
Toda la gente que me conocía cuando era niña sabia que yo era una niña trans, el problema viene cuando se me empiezan a romper todos esos patrones de lo que es ser una mujer según nuestra sociedad, porque yo he tenido siempre el típico sueño de que cualquier día me despertaría y sería como una de las mujeres que veía en la tele, con el cabello largo y la cintura pequeñita.

El choque empieza en torno a los 8 años y se viene a reforzar a los 12, cuando me pregunto cómo es que los senos de mi hermano están creciendo y que a él le está bajando la regla y a mí no. Leía muchos libros sobre salud para saber qué pasaba con mi cuerpo porque me daba cuenta de que mi cuerpo no estaba cambiando como yo esperaba. Ahí empiezan los traumas.

¿Con tu hermano hablabas de estas cosas?
Mi hermano ha sufrido lo que es estar en el armario, le han obligado a ponerse vestidos y zapatitos y se lo ha comido. Se ha metido en el armario porque pensaba que no tenia ni voz ni voto por ser teóricamente una mujer, lo típico en una sociedad machista. Yo he utilizado esa voz que tiene el varón para salir del armario. Entre nosotros hemos hablado poco de ello.

Por las agresiones que yo sufría y los ataques de ansiedad, mis padres tuvieron que cambiarme de colegio. Cada vez que tenia que ir a casa, pasaba por el colegio de mi hermano para verlo y compartir un bocadillo con él, hasta que un día me pidió que dejase de ir a buscarlo. Le pregunté por qué y no me lo dijo, pero un día llegó a casa llorando, mi madre le preguntó por qué lloraba y dijo que era porque sus compañeros decían que yo era maricón. Me miró y me dijo: “Dime que no lo eres”.

¿Ahora tu hermano tiene la misma trayectoria activista que tú?
Mi hermano es abiertamente un chico trans, aunque la sociedad le siga leyendo como una mujer, principalmente por los senos. En ese sentido, en Guinea Ecuatorial no se puede hacer absolutamente nada, ni siquiera puede tomar su reemplazo hormonal porque no está contemplado. Sin embargo, él a día de hoy vive como un hombre trans, ha tenido muchas parejas y en la familia las conocemos como sus novias, pero en el plano activista y de la visibilidad no se mete porque no es de mojarse, prioriza su tranquilidad y su paz mental.

Es más difícil ser una mujer trans [que un hombre trans], el problema del guineano es que no quiere que una persona con genitales masculinos rechace su posición social como varón

¿Qué dirías que es más difícil en Guinea, ser una mujer trans o ser un hombre trans?
Es más difícil ser una mujer trans, la sociedad nos pone más barreras. Las dos personas sufrimos, pero el problema del guineano es que no quiere que una persona con genitales masculinos rechace su posición social como varón. Los hombres trans llegan a dar hasta morbo, porque la gente los lee como tías que se comportan como tíos, pero a nosotras simplemente por el hecho de llevar trenzas se nos cuestiona y nos pregunta qué estamos haciendo, con todos los derechos que tenemos en la sociedad.

¿Hay diferencias entre cómo se vive la transexualidad en España y en Guinea Ecuatorial?
Muchas veces subrayamos lo malo que tienen nuestras sociedades olvidando lo bueno que también tienen. Aquí, en Europa, me he dado cuenta de que las mujeres trans somos la rata de laboratorio para las políticas y para la medicina. En Guinea Ecuatorial hay una cosa buena y es cómo amamos y aprendemos a vivir con nuestro cuerpo sin tener que realizar ningún cambio. Hay cambios que querríamos hacer por voluntad propia, pero no por presión social. En Guinea Ecuatorial no vas a encontrar a ni una sola chica trans que haya transicionado en el sentido de la reasignación de género. Esa presión social de querer tener unos senos o una vagina para ser leídas como mujeres no existe.

¿Cuál dirías que es la diferencia en cómo son percibidas y tratadas las personas trans en España?
Hay mucha diferencia, no te voy a mentir. La gente te acoge y te entiende más porque sabe lo que has pasado por ser trans. En España hay mucha más información, las familias cuando tienen un niño o una niña trans ya saben lo que es la transexualidad. Aquí hay personas trans que dan la cara, porque saben que sus vidas no corren peligro.

En los diferentes pueblos en África puede ser que haya habido casos de transfobia u homofobia en el pasado, pero no al extremo que hemos llegado con el cristianismo y la colonización

Hay quien dice que hay una historia borrada de las personas trans en África a partir de la colonización.
En los diferentes pueblos en África puede ser que haya habido casos de transfobia u homofobia en el pasado, pero no al extremo que hemos llegado con el cristianismo y la colonización. Hay también pueblos en los que las personas trans eran aceptadas e incluso respetadas. Con toda la colonización se ha ido borrando mucha de la cultura ancestral de los pueblos. Ahora hemos construido una cultura de las personas transgénero desde el desconocimiento porque no hay historias escritas.

Participas en el colectivo Somos parte del mundo.
Sí, había un curso de verano en el centro San Juan Bosco al que se animó mi hermano a ir y donde conoció a varias personas trans. Un día vino a casa y me dijo que en el curso que estaba haciendo había gente como yo, hombres que se ponían tacones y se trenzaban, y le dije que quería conocerlos.

¿Cómo fue ese encuentro con otras personas trans?
Triste, porque me encontré que la mayoría vivían en situaciones de extrema pobreza y vulnerabilidad, exiliadas de sus familias. Muchas de ellas eran adictas a la marihuana y al alcohol para poder olvidar. La mayoría de ellas vivían de lavanderas, iban a casa de personas con dinero para lavarles la ropa, o tenían sus pequeños puestos de peluquería.

¿No hubo ninguna persona en la que te pudieras reflejar de manera positiva?
No. Cuando la gente habla de referentes, yo me callo. Una cosa es conocer a personas que puedan sentirse como tú y otra cosa es conocer referentes en los que poder reflejarte, personas que sean guías para ti. Primero, me he encontrado a muchas personas adultas que vivían en su día a día como hombres gais dentro o fuera del armario. Esto es porque la feminidad era juzgada y sólo era en círculos cerrados donde se podían poner los tacones o hablar de ellas mismas en femenino. Era mejor visto ser gay que ser una mujer trans.

¿Has tenido dificultades para continuar con los estudios?
Ha habido muchas ocasiones en las que he querido dejar de estudiar, porque no es fácil ir al colegio y que los compañeros te estén llamando maricón desde la puerta o que te golpeen y que los profesores no hagan nada. O que los profesores te peguen una paliza, porque no es como aquí, que te van a mandar a casa. Allí los profesores son esas personas que tienen autoridad y derecho para golpearte. De hecho, el peor momento de mi vida fue cuando le mandaron una carta a mi madre diciéndole que no me readmitían en el colegio porque yo no era una persona normal. También recuerdo una vez en la que una monja del colegio me golpeó con una pelota de baloncesto en el pecho porque decía que no jugaba como un niño. Eran agresiones por parte de los alumnos, del profesorado y de la directiva. Obligatoriamente he tenido que vivir como varón para poder estudiar porque, de haber ido como niña trans al colegio en un país donde no hay leyes trans, donde no podía cambiar mi nombre ni mi sexo en el DNI, no iba a poder estudiar. Así que la única manera de estudiar, y esto me lo dejó claro mi madre, era raparme el pelo y ponerme unos pantalones y una corbata. Mi madre siempre me decía que en verano me podía hacer las trenzas más largas del mundo y de todos los colores, pero durante el curso tenia que ir a la peluquería y raparme el pelo.

¿Cómo empiezas con el colectivo Somos parte del mundo?
Yo siempre insisto con Melibea y con Gonzalo en que tenemos que escribir la historia del colectivo porque de lo contrario se quedará en el olvido. Yo soy una de las cofundadoras del colectivo. Empecé con un grupo de amigas que eran trans, dos chicas de Baney, otras dos mayores y una que ha muerto hace poco. Éramos como seis. Empezamos a reunirnos en el Centro Cultural Guineano, pero la segunda vez que fuimos nos echaron, así que nos fuimos a la plaza de la Catedral. Allí nos reuníamos de manera informal, no institucionalizada. Un día me encontré con Sesé Site, que me habló de otra chica que tenía un colectivo, Diverge, y nos propusimos unir a los dos grupos. Nos reunimos por primera vez en el Centro Cultural Español y decidimos empezar a hacer reuniones periódicas en casa de una señora mayor que ya se ha muerto.

¿Cuáles son vuestros objetivos?
Conseguir nuestro posicionamiento en una sociedad en la que se nos ha marginado hasta este momento, eso implica velar por la formación y la educación de las personas del colectivo, poner de manifiesto las violaciones de derechos que sufrimos los hombres y las mujeres trans, enfocadas a las terapias de conversión y los abandonos familiares a las personas del colectivo, y reclamarle al Gobierno que reconozca que somos un grupo minoritario marginado por sus políticas.

¿Cómo está la cuestión legislativa en torno al colectivo LGTBIQ en Guinea?
Si le preguntas a una persona guineana del colectivo cuáles son los problemas que tiene, en muchas ocasiones te dirá que ninguno, porque si una persona no es consciente de los derechos que tiene, va a normalizar los que no está teniendo. El problema de Guinea es que la falta de formación y de información hace que estemos viviendo en un sistema de ignorancia del que no somos conscientes. El primer problema de Somos parte del mundo es que el Gobierno no permite que nos legalicemos como organización en el país y nos consideran un grupo vandálico y de peligrosidad social que se forma para “corromper la paz reinante en el país”, en sus propias palabras.

Con la terapia de conversión se están creando personas dañadas psicológica, física y emocionalmente para el resto de sus vidas

¿Qué son las terapias de conversión y qué suponen para una persona?
Las terapias de conversión buscan corregir a través de actos violentos a las personas para que se adecúen a los estereotipos binarios culturales y religiosos. Son violaciones y atropellos de los derechos humanos. Con la terapia de conversión se están creando personas dañadas psicológica, física y emocionalmente para el resto de sus vidas. En ellas se trata a las personas como animales y se vulneran todos sus derechos. La mayoría de la gente sale de ellas con grandes traumas.

Una de las cosas que se reflejaban en el informe que hicisteis desde Somos parte del mundo sobre la situación del colectivo LGTBIQ es la idea que tienen algunos hombres con poder en Guinea de que teniendo relaciones con una niña trans absorben su energía.
Sí, existe la idea de que acostarse con un gay femenino, que tenga como decimos aquí mucha pluma, o una mujer trans es adquirir esa energía de masculinidad que esa persona no ha sabido explotar. Esto tiene una historia más bien precolonial, relacionada con algunos ritos ancestrales en los que los hombres que querían adquirir más poder tenían relaciones anales con una persona que se considera varón, pero que espiritualmente no lo es. Este tipo de ritos los han practicado todas las etnias bantúes.

La diferencia está es que en la actualidad se realiza con violencia. En la antigüedad, si eras un chico afeminado, un señor tenía la potestad de pagar tu dote, acostarse contigo y, a través de ese contacto anal, podía adquirir ese poder, pero ahora mismo se trata de capturar a una niña trans y abusar de ella sin su permiso.

Tú haces divulgación en redes sociales del colectivo LGTBIQ en África, ¿por qué empiezas con esa labor y qué quieres conseguir?
Sí, la primera pregunta que me hice fue: “¿Quién escribe nuestra historia?” porque he tenido sobrinos que me decían que no sabían quiénes eran y cómo se sentían. Lo hago también por ellos, para que sepan de nuestra historia más allá del dolor y del sufrimiento. Por eso subo historias también sobre el África precolonial. Estoy usando las redes sociales como un archivo de documentación.

¿Cómo es recibido tu contenido en redes por la gente?
Me encuentro de todo. Mucha de la gente que me sigue no tiene un perfil con su foto porque no quiere que la vinculen, muchas chicas trans de Guinea Bissau o Guinea Connakry me han escrito y me han dicho: “Rusly, esperábamos que alguien hiciese esto”. Otras me han escrito y me han dicho que no sabían que en el reino de Benín había reyes homosexuales. La mayoría de la gente me agradece por el trabajo que estoy haciendo y me pide que no me desanime.

Podríamos decir, entonces, que te estás convirtiendo para muchas personas en el referente positivo que me has dicho antes que tú no tuviste durante tu adolescencia.
Sí…

¿Y qué supone eso para ti?
No quiero que me recuerden como un referente porque eso supone también mucha presión para mí, pero sí que creo que estoy aportando algo a mi colectivo y a mi comunidad.

¿Cómo haces para documentarte?
Es complejo porque la mayoría de historias o relatos que se han contado han sido a través de otros idiomas diferentes al español. En castellano no hay prácticamente información. Miro periódicos antiguos o me meto en links y cuentas de personas que han hecho investigaciones de campo o doctorados sobre el tema. Me lleva un tiempo.

En muchas culturas las mujeres trans éramos el portal entre el mundo de los vivos y de los muertos, las adivinas, las sabias, las consejeras de los reyes

¿Qué cosas has descubierto sobre el colectivo LGTBIQ en África?
Que las mujeres trans en ciertas sociedades del África precolonial teníamos el mismo estatus y los mismos derechos que las mujeres cis. De hecho, en muchas culturas las mujeres trans éramos el portal entre el mundo de los vivos y de los muertos, las adivinas, las sabias, las consejeras de los reyes. Me duele que esa historia se haya perdido y a día de hoy seamos las personas que tienen que asesinar, porque en ese momento éramos las que siempre estaban ahí para apoyar y sostener a la sociedad, ayudando a otras mujeres a criar a sus hijos cuando no podían hacerlo. Me da mucha rabia que toda esa historia no se haya escrito y que nosotras hayamos quedado en una posición de marginación social.

¿Cuáles dirías que son los países más y menos tránsfobos del continente africano?
Esa pregunta me gusta mucho porque no es África sino qué país de África y, dentro de ese país, qué pueblo, qué etnia o qué tribu, porque no todas son iguales.

Los países donde hay menos violencia contra la comunidad LGTBIQ son Santo Tomé, Cabo Verde, Costa de Marfil… El problema está en que una de las armas que se está utilizando para someternos es la religión, tenemos una enorme presión religiosa. Los países en los que las personas del colectivo LGTBIQ más temen por su vida son aquellos donde más influencia religiosa musulmana hay.

Hablando de eso, tienes una historia sobre Sonko, el líder opositor senegalés que ha supuesto una esperanza de cambio para gran parte de la población del país, en la que hablas de su homofobia.
El problema principal en esto está en que tenemos discursos de africanos sin la práctica de ser africanos. Lo he dicho muchas veces y me han querido pegar: la religión musulmana, la religión católica o evangélica no son africanas, nosotros siempre hemos sido politeístas. Un discurso panafricanista que rechace la homosexualidad abrazando religiones como esas me parece un discurso vacío, porque primero hay que renunciar a esa religión que estás abrazando. No es solamente Sonko, hay otros más. Por ejemplo, en la República Democrática del Congo, en Uganda o en Camerún hay personas de poder que para ser elegidas por el pueblo tienen que ofrecer la cabeza de las personas homosexuales cuando más bien deberían concienciar; pero como se ha estigmatizado tanto y durante tantos años a la comunidad LGTBIQ, prefieren exponernos a nosotros y tratarnos como moneda de cambio para ser admitidos en el poder. Lo mismo hizo el anterior presidente de Senegal, Macky Sall.

Existe en algunos países africanos la idea de que la homosexualidad es una cosa de blancos, ¿no?
Sí, eso tiene que ver con un video que publiqué hace un tiempo explicando la relación de la esclavitud con la homosexualidad y cómo el blanco, cuando encontraba que el negro tenía una pareja de su mismo sexo, abusaba analmente de él delante de los otros esclavos negros desde el posicionamiento de: “Yo sí lo puedo hacer con vosotros, pero entre vosotros no podéis hacerlo”. Por eso yo diferencio mucho las prácticas sexuales homosexuales con las relaciones sexuales homosexuales.

Si dentro de la panafricanidad no se empieza a incluir a todos los africanos con todos sus géneros y todas sus identidades, seguimos teniendo un problema de poder y de jerarquía

El problema parte de la nueva africanidad construida. ¿Qué es ser africano? Hay una falta de formación, educación e información que nos lleva a estar dentro de los episodios de violencia vividos y heredados del periodo de la esclavitud. Los blancos han llegado con violencia y se han marchado con violencia y eso es educación. Ser africano no es golpear o violar los derechos de una persona, eso responde a una africanidad que hemos construido después de la colonización. Nos encontramos en un momento en el que una persona negra hace algo que no te gusta pero que tampoco te está perjudicando y nos creemos con el derecho de violar sus derechos. Ese es el problema de la falta de formación, educación e información. Deberíamos volver al panafricanismo, porque si dentro de la panafricanidad no se empieza a incluir a todos los africanos con todos sus géneros y todas sus identidades, seguimos teniendo un problema de poder y de jerarquía. Si no se nos permite a las personas de la comunidad LGTBIQ poder dar charlas, formarnos, organizarnos, dar información y ser accesibles a la sociedad, no se va a romper esa barrera.

En el margen
Gonzalo Abaha “Hay muchos menores LGTBIQ en la calle en Guinea Ecuatorial porque sus familias les han expulsado”
Gonzalo Abaha forma parte del colectivo de defensa de los derechos LGTBIQ Somos parte del mundo. Este activista, autor de una novela sobre la trata de niñas en Guinea Ecuatorial, denuncia las consecuencias de la homofobia y el machismo en su país.

¿Cómo es vista en Europa una mujer trans africana? ¿Hay condescendencia y paternalismo?
Voy a ir a un punto fundamental: la ley trans española, creada por y para españoles. Muchas de las personas que han venido aquí me dicen que, de haber leyes que respetasen la homosexualidad en sus países, preferirían haberse quedado en ellos. Ser trans es una cosa exótica para todo el mundo, que da morbo, pero ya ser mujer trans negra es aún mucho más exótico.

Además, aquí las personas tienen el prejuicio de que una mujer negra no es hermosa si no tiene rasgos europeos y, cuando eres una mujer trans que no cumples con esos estereotipos, se produce una doble discriminación. Es como: “¿Qué hace ese hombre negro con peluca?”. Las mujeres trans negras se han encontrado aquí dentro del colectivo súper rechazadas y humilladas, las han tratado como ignorantes, con esa condescendencia de “Tú vienes de un país en el que estáis sufriendo mucho, debes haberlo pasado mal”, revictimizando a la víctima.

¿A qué crees que responden esos prejuicios?
Porque antes de verte como una persona trans ya te ven como una persona africana. El africano aquí es visto como el pobre, el miserable, el mendigo, la persona que está pidiendo… Todos esos estereotipos son patrones que se repiten dentro del mismo colectivo. Cuando intervengo en muchos eventos, luego la gente me pregunta si he crecido aquí porque ven que tengo una buena base de educación.

Las personas trans africanas no queremos y no necesitamos salir de casa, lo que a nosotras nos gustaría es que hubiese leyes en nuestros países que nos permitiesen regresar a nuestras casas

¿Por qué dices que la ley trans está hecha para españoles?
Porque tienen un alzhéimer histórico sobre otras realidades trans. Para mi es como esa tarta de cumpleaños que se da a un niño y que no quiere compartir con sus vecinos. A las personas trans españolas no les interesa para nada que dentro de esas leyes se incluya a las personas trans migrantes. Van diciendo que lo han conseguido porque han estado ahí, luchando puerta a puerta por sus derechos, pero, ¿dónde están las historias de mujeres trans migrantes de los 80 y 90 y a las que la policía cogía en la calle por ser indocumentadas? Personas que habían salido de sus países como aparentemente hombres, la policía las cogía, las metía en un avión, las devolvía como mujeres y eran prácticamente linchadas. Todas esas historias no se recogen. Las mujeres trans migrantes siempre han estado aquí, trabajando en la calle con las mujeres trans españolas. Lo que pasa es que las mujeres trans españolas estaban en la Castellana y las migrantes en Villaverde.

Creo que las personas trans españolas no quieren compartir sus privilegios. Cuando los colectivos LGTBIQ españoles estaban peleando por esa ley, no han contado para nada con las personas trans migrantes.

¿Es difícil para las personas trans migrantes en España agruparse y tener espacios propios?
Es difícil, pero no imposible. Hacer una red nunca es fácil. Por eso muchas personas trans migrantes tienen que encajar dentro del colectivo construido por la gente trans española para no quedarse solas. Las personas trans africanas no queremos y no necesitamos salir de casa, lo que a nosotras nos gustaría es que hubiese leyes en nuestros países que nos permitiesen regresar a nuestras casas.

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Sirianta
Sirianta
14/6/2024 14:49

Es una pena que esa parte de la historia de África haya sido borrada, pero espero que personas como Rusly nos la cuenten y que nos muestren otros horizontes que escapan a nuestra vista.

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