Entrevista La Poderío
“Lo único que me queda es reírme hasta perder el humor”

María Lafuente Lechuga (Málaga, 1993) es el paradigma de lo que supone ser una mujer joven artista hoy. Aunque las ideas no cesan en su cabeza, la precariedad la atraviesa en todos los aspectos de su vida, convirtiéndose también en protagonista de su obra.
María Lafuente Lechuga - La Poderío
María Lafuente Lechuga | Foto: Diego Torres
La Poderío
29 jun 2023 06:00

Una conversación con una creadora que se define como ilustradora, viñetista y cantautora, y que en sus ratos libres, para pagar facturas, es tallerista, camarera y hasta recepcionista, solo podía empezar hablando de la renta básica universal. “En pandemia me dio por investigar sobre economía. Me obsesioné”, me cuenta María mientras tomamos un café en el malagueño barrio de La Trinidad. En ese momento, aún no había pedido muchos subsidios sociales y estaba por descubrir que se trataba de un territorio laberíntico: “pedir la ayuda del alquiler fue una auténtica odisea. Conseguí entregarla y ahora está en gestión. También he pedido el ingreso mínimo vital y fue un proceso superlargo y enrevesado, que me costó el tiempo y la ilusión”.

De estar con el agua al cuello sabe mucho esta joven malagueña, que confiesa que su vida está dolorosamente atravesada por el dinero. Y el dinero atraviesa también todos los temas expuestos en esta conversación. “Todos mis problemas derivan de la precariedad. Cuando era pequeña, mis padres tenían una casa estupenda en un barrio bueno, comíamos fuera, no había problemas… Y, de repente, llegó la crisis de 2008 y se arruinaron completamente”. Desde entonces, todos los caminos le conducen a la inestabilidad y le generan un estrés constante. “Mucha gente me dice, ‘¿por qué no te pones a estampar tote bags o camisetas y las vendes?’. Para eso se necesita una pequeña inversión que yo no tengo. Nunca he podido ahorrar. Lo mismo me pasa con el disco. No tengo dinero para grabarlo ni para contratar a músicos. Estuve apuntada a clases de canto solo un mes porque no podía asumirlo económicamente”. 

Lo que te venden las redes sociales 

Algunas metas siguen siendo cuestión de clase y no es lo mismo tener un respaldo familiar para viajar por el mundo, formarte o aprender idiomas, que tu objetivo prioritario sea que te llegue para pagar el alquiler. “Sobre todo me llama mucho la atención lo difícil que es para algunas personas y lo fácil que es para otras”, se desahoga María. “No es lo mismo arriesgarte o hacer cosas no convencionales sabiendo que si te va mal, tus padres te pueden echar una mano, tu pareja o, yo qué sé, tienes dinero heredado, a decir, como deje este trabajo de mierda, no tengo para pagar el alquiler. Entonces estás en una rueda de infinita precariedad”.

El plan mochilero por el mundo al final lo puede hacer solo un sector de la población

También desmitificamos la facilidad de ‘hacer el hippie’, plan que nos gustaría mucho. “El plan mochilero por el mundo al final lo puede hacer solo un sector de la población. Y eso es lo que yo creo que hay que destapar porque la gente piensa que la vida es mucho más sencilla de lo que es. Porque es lo que te vende Disney, lo que te vende Instagram, lo que te venden las redes sociales. Y al final piensas, “qué miserable es mi vida, ¿qué habré hecho mal?”, comenta María.  

Sexo oral con mi periodo menstrual 

Hay dos fases diferenciadas en las canciones de María Lechuga, nombre real y artístico como cantautora, que comenzó a componer cuando se mudó a Leeuwarden (Países Bajos) para cursar una beca Erasmus. Sus padres le habían regalado un ukelele por su cumpleaños, que echó en la maleta. Como el inglés no se le daba demasiado bien, se refugió en escribir letras ácidas y llenas de cinismo, con melodías pop que acababan en un desparrame punk en los conciertos. Algunos de sus hits fueron “Noche sin protección” o “Sexo oral con mi periodo menstrual”. Muchas de estas historias eran autobiográficas, resultado de un periodo de fiestas y borracheras.  

“En mi familia y en el colegio el sexo ha sido un tabú”, me cuenta. “Yo pensaba que el sexo era de mentira. Un amigo decía siempre, ‘todo lo que entra no sale’. A nivel de pensamiento, de imágenes. Y no he querido tener contacto con porno. Tengo conocidos que ven cosas muy oscuras, muy dañinas. No me interesan. Entonces con el tema sexo oral con el periodo menstrual, estaba completamente borracha. Pensaba que se me había ido la regla y de repente fui al baño, después de tener sexo oral con este chaval, y vi que la seguía teniendo. El tipo fue al baño y parece que tenía toda la cara roja. Me dijo, hablando en inglés, que por qué no lo había avisado, que parecía un vampiro. Y me quería morir de la vergüenza”. 

La segunda fase es mucho más reposada e intimista, quizá, confiesa, porque se ha hecho mayor. “En algunos conciertos he mezclado las canciones antiguas con las nuevas. Entonces la gente empieza a reírse y luego a llorar…”. A su vuelta de Países Bajos montó una banda, pero estaba obsesionada por dejar Málaga para irse a Madrid y aparcó su actividad como compositora. “Recuerdo que la gente me llamaba por la calle ‘¡Lechuga, Lechuga!’. Llenaba conciertos, me gustó mucho. Pero estaba muy triste porque al final todas esas canciones y muchas viñetas iban sobre el amor. Me sentía muy sola porque, a pesar de que hiciera canciones…  seguía sola”. Entonces dije, “tío, esto no me sirve. Yo me voy, me da igual”.

Humor irónico y tierno

Dejó la música para irse a estudiar dramaturgia a la capital, donde la precariedad continúo siendo la estrella estelar de su biografía. Allí empezó a trabajar como recepcionista en uno de los sitios más caros de la ciudad, el Real Club La Moraleja de Madrid. “Me pagaban seis euros la hora por estar de 3 a 11 de la noche (festivos, fines de semana y sin descanso incluidos). No te dejaban darte una vuelta por ningún sitio. Tenías que ir al baño con un pinganillo, por si te llamaban y tenías que coger la llamada. No tenías descanso. Me encerraba en el aseo y me comía el bocadillo encima de la tapa del váter. Me di cuenta de que el ‘sueño americano’ de Madrid era terrorífico”.

Al final es un cabreo mío con la sociedad, con la situación de desigualdad y espera. Sentir que no puedes escapar de eso y que lo único que te queda por ahora es reírte hasta que pierdas un poco el humor, que a veces lo he perdido

Del resultado de estar sola ocho horas con una mesa y trabajar sin descanso hasta en Reyes, Fin de Año, Nochebuena y fiestas de guardar (no cerraban ningún día), nace Layayaletuca, su seudónimo como ilustradora. El humor de las viñetas de María está lleno de ironía y reivindicación, pero cuando asimilas el mensaje, también resulta tierno y solo quieres darle un abrazo. “Hace unos meses, en mi última exposición colectiva, una mujer me preguntó que si de verdad sentía lo que escribía en mis viñetas. Y yo le dije que sí. A lo mejor por eso causan algo, porque son honestas. Al final es un cabreo mío con la sociedad, con la situación de desigualdad y espera. Sentir que no puedes escapar de eso y que lo único que te queda por ahora es reírte hasta que pierdas un poco el humor, que a veces lo he perdido”.

Como en una de sus viñetas, donde la protagonista vive en un piso sin ascensor y acaba acosada por su vecino de enfrente. “Esto no me llegó a pasar a mí, pero le pasó a mi hermana. Le puso una denuncia porque intentó colarse en su casa y descubrió que había sido su modus operandi con otras vecinas que habían vivido en esa casa a lo largo de los años. Mi hermana se fue a trabajar a Mallorca y, llegado el momento, no pudo volver a Madrid a declarar en su contra porque no tenía dinero para cogerse un avión, ni podía pedirse permiso en el trabajo”. 

Por Málaga, pero no por los malagueños

De la situación de la vivienda en Málaga también ha hecho mucho humor María en sus viñetas. “Sobre todo es que Málaga ha dado un cambio tan brutal. Vale que La Trinidad está cerca del centro, pero no es un barrio lujoso, ¿cómo pueden tener estos precios? Y luego todo Airbnb, todo gente con maletas, nadie habla castellano. ¿Quién se está beneficiando de esto? Los malagueños no. El otro día leía un artículo que decía que se hace por Málaga, pero no por los malagueños”. No es casualidad que al hablar de este tema, dos maletitas trolley nos pongan banda sonora al entrar dos extranjeros a la cafetería donde estamos.

Viñeta 'La ciudad hostil' - María Lafuente Lechuga
Viñeta ‘La ciudad hostil’, de María Lafuente Lechuga

“Dicen que en Málaga puedes vivir muy bien si eres joven, sabes inglés y eres programador. Que es cierto”, me cuenta María. “Mi pareja es la antítesis de mi realidad. Él es programador y teletrabaja en una empresa alemana que tiene sede en el Parque Tecnológico. Ese es otro tema, a las empresas que son de otras zonas de Europa, con salarios mucho más altos que aquí, esto les viene estupendamente. Porque aquí te pagan un salario por encima de la media española y los trabajadores están contentísimos; y los empresarios de fuera están contentísimos también porque no se están gastando lo que se gastaría en su país”.

Un agujero negro que llenar de tristeza  

La experiencia laboral de María es de lo más variada y variopinta. Ha montando exposiciones, ha sido camarera y recepcionista; ha cuidado un gato y a algún niño; ha hecho ilustraciones y viñetas; ha montado vídeos; ha gestionado redes sociales; y algún concierto pagado también le ha salido. “Mi relación con el trabajo es triste y agotadora” Por eso, ahora que he descubierto que me gustan los niños, (María trabaja dando clases de creatividad y arte a niños y niñas en un espacio cultural de Málaga) me estoy planteando hacer magisterio por la UNED y en unos cuatro o cinco años opositar y tener un trabajo de funcionaria, que no me había imaginado yo en mi vida que acabaría así. Si es que acabo. Pero veo a mis amigos que tienen sueldos dignos y tienen problemas, porque todo el mundo al final tiene problemas. Como dice una amiga psiquiatra, un agujero negro que llenar de tristeza. Pero son agujeros diferentes”.

Le pregunto a María por alguna de sus anécdotas surrealistas en el trabajo, todos tenemos alguna, y me cuenta la del trabajo en una galería de arte por 9 euros la hora, en la que su función era abrir, cerrar, coger el teléfono y entregar la hoja de sala a los visitantes. “La galerista me llamaba puntualmente, y siempre de una hora para otra. No me avisaba con antelación. Un día me preguntó si tenía ordenador y si sabía usar Illustrator. Yo le dije que sí, que había hecho Comunicación Audiovisual. No soy una experta, pero al final la precariedad también te anima. Me puso a diseñar un catálogo con todo incluido en los 9 euros. Le dije que no me podía pagar lo mismo por estar de recepcionista que de diseñadora, y ella me respondió que yo había estado muchas veces trabajando allí sin apenas volumen de trabajo. Al final conseguí que me pagara, pero no me ha vuelto a llamar”.

Viñeta 'sector servicios' - María Lafuente Lechuga
Viñeta ‘Sector servicios’, de María Lafuente Lechuga

Salud mental 

Aunque la precariedad lo atraviese todo, siempre hay rendijas para imaginar un futuro más luminoso. María ha encontrado armas muy poderosas en el arte y en la terapia. “Mi psicólogo me dice que cree que estoy mejor de lo que podía estar por haber tenido herramientas como la ilustración, el humor, las canciones... Es curioso porque cuando me encuentro mal, me pongo a ver mis viñetas de Instagram”. Después de reírnos mucho, me confiesa que le hace gracia autorreferenciarse y yo, con ironía, le digo que no me había dado cuenta. 

“Muchas veces, enfoco las clases de pinturas para que los niños también aprendan a gestionar la frustración, las emociones y tengan unas herramientas para que no se hundan o para que sepan que incluso en la zona de sombras puede haber algo de luz. En ese aspecto estoy contenta, o sea, dentro de mi situación. He descubierto algo que nunca imaginé y también lo cogí por precariedad. Y salió bien. Al final no tienes miedo porque no tienes otra cosa”.

Le pregunto por proyectos futuros y me cuenta que está centrada en encontrar un trabajo que le permita vivir de forma más holgada al mes. Aunque quizá también se atreva con esas camisetas y tote bags. “He podido ahorrar un poco porque mi pareja ha pagado el alquiler dos meses”, me cuenta. “Ahora mismo no puedo estar en el paro de autónomos porque tengo la tarifa más baja y todavía no puedo acceder a la tarifa con posibilidad de paro, porque si no además pierdo las ayudas. Todo es una pescadilla que se muerde la cola”. 

Cuando le pregunto a María sobre futuros proyectos no me habla de exposiciones, residencias artísticas o conciertos, sino de la búsqueda de un trabajo que le ayude a llegar mejor a final de mes y a poder pagar el alquiler sin mayores dramas. María Lechuga formó parte de la programación de ‘Juntera con Poderío’, la fiesta de La Poderío en La Invisible (Málaga) el pasado sábado, 24 de junio. Este encuentro para compartir con la comunidad de comadres, también contó con la pinchada de la ilustradora y diyeisa malagueña Lai Zaragoza.

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