Entrevista La Poderío
Virginia Piña: “Con la Guerra Civil y su posguerra intentaron aniquilar nuestra conciencia”

Quien tiene el poder, tiene los recursos, y quien tiene los recursos también tiene la palabra. Virginia Piña (Jaén, 1988) la lleva tomando en los últimos seis años, dándole forma para hablar de figuras clave en la historia de las mujeres en Andalucía.
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Virginia Piña sostiene 'Mujeres andaluzas que hacen la revolución' en el Parque de la Igualdad de Jódar (Jaén) Jaime Cinca

Visibilizar la herstory andaluza ha sido uno de los proyectos más importantes para Virginia Piña en los últimos años.  Esta psicóloga jiennense, comenzó a relatar las vidas de decenas de mujeres trascendentales en la historia del sur de la península en 2018, arrancando entonces con el blog  Mujeres andaluzas que hacen la revolución con María Silva, La Libertaria, figura esencial del anarquismo andaluz.

De ese blog han ido surgiendo colaboraciones con otros medios y artistas, variando en los formatos y los medios. Las vidas de las nueve aceituneras de San Juan de Aznalfarache o de Dolores López, la última mujer condenada a la hoguera en Andalucía, han seguido ocupando espacios en la radio, en la prensa o en papel. De forma autogestionada y con una clarísima perspectiva de clase, Piña reivindica la diversidad de las biografías de estas mujeres que forman parte del sustrato histórico andaluz porque “nunca nadie había relatado sus historias con la misma fuerza que la de ellos [...] a nadie ha parecido interesarle nuestras vidas y nuestros dolores de cabeza, nuestras luchas por lo cotidiano, lo cercano, por la vida en general”.

La Andalucía actual no sería la misma sin las mujeres gitanas, las mujeres andalusíes, las mujeres rurales, las mujeres del otro lado del océano, las del Norte y las del Sur, las migradas y las disidentes sexuales.

¿Han sido muy revolucionarias las mujeres andaluzas?

Yo creo que como en cualquier territorio oprimido. Donde hay opresión, hay resistencia, y en Andalucía no hemos sido menos. Pero existen unos discursos andalufóbicos, y entre ellos se esconde una visión machista y patriarcal de la figura de la mujer andaluza. Es como si nunca hubiésemos tenido que levantarnos para conseguir los poquitos derechos que tenemos, o como si esos derechos nos hubiesen sido dados desde fuera de Andalucía, gracias a las luchas de las mujeres de otros territorios. Y en Andalucía tenemos nuestros propios relatos de lucha: disidencias sexuales, rurales, marginales, políticas, obreras y culturales.

Es muy contundente el nombre de tu proyecto, “hacer la revolución”. De todas las biografías que has trabajado, ¿quién crees que pudo tenerlo más complicado?

Esta pregunta es complicada, porque hay muchas variables aquí que desconocemos ¿Quién pudo tenerlo peor? ¿Las mujeres andalusíes que fueron expulsadas de sus casas, de su tierra, de su cultura? ¿Las gitanoandaluzas que sufrieron la persecución, el internamiento, la deshumanización durante la Gran Redada del siglo XVIII? ¿Las trabajadoras del siglo XIX, que solo podían ausentarse del trabajo para parir, e inmediatamente después tenían que reincorporarse para no perder el poquito sustento que tenían? ¿Las jornaleras del siglo XX, que sufrían la violencia del patrón y el marido en los cortijos, sin derechos ni recursos? Es complicado, porque creo que ninguna lo tuvo fácil. 

Pero creo que sí hubo una época y unas mujeres que lo tuvieron especialmente difícil, fueron las que vivieron la Guerra Civil y su posguerra. El fascismo fue especialmente cruel con las mujeres andaluzas, que eran jornaleras y pobres, algo que el fascismo odió con especial ahínco, por la Reforma Agraria y las libertades que las mujeres alcanzaron durante la II República. Aquí podemos hablar de Juana Aguilar Pazos, mujer de Trebujena, que intentaron fusilar hasta tres veces y que fue arrojada viva con un tiro en la cara a una fosa común junto a vecinos y a su marido asesinado. Podemos hablar de las Niñas del Aguaucho, en Fuentes de Andalucía, mujeres de 16 años (la menor) que fueron violadas y fusiladas por un grupo de Falange, y que vieron cómo torturaban a hermanas, primas y vecinas y cuyos cuerpos aún no se han recuperado. 

También podemos hablar de la cordobesa Manuela Díaz, la Parrillera, que se echó al monte para no recibir más torturas en las prisiones, y que ella sola tuvo que asistirse un parto, un frío enero bajo un puente en mitad de la sierra, y además, entregar ese hijo al enemigo. Podemos hablar de las mujeres que pasaron por el Barco de la Muerte, que Queipo de Llano instaló en Sevilla, y que era una auténtica casa del terror. De las mujeres que sobrevivieron a la Carretera de la Muerte, (Carretera Málaga-Almería), durante la Desbandá, y que tuvieron que recoger los pedazos de sus familiares, como Anita la Capitana. 

Y no solo eso, sino que podemos hablar de la cantidad innumerable de mujeres que perdieron hijos, maridos, hermanos, padres, y que sufrieron la tortura en su propia carne por, simplemente, ser familiares de. En Andalucía no hemos tenido una época buena para las mujeres, sobre todo tras la llegada de la Modernidad, pero creo que la Guerra Civil y su Posguerra fueron un intento de aniquilamiento de nuestra consciencia y de nuestra idiosincrasia de ser y Estar en el mundo, que no encajaba con el relato fascista, y con el producto de consumo en el que quisieron convertir a la mujer andaluza.

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Una de las páginas de 'Mujeres andaluzas que hacen la revolución' Jaime Cinca

¿Se ha infravalorado nuestra historia?

Por supuesto, como sucede con cualquier relato que no se une o cumple los objetivos del relato único. La Historia andaluza no es una historia seguida, ni “unisola”, rompe de lleno con la monocultura, y los mitos del racismo y la lucha entre pueblos, que tanto han gustado fuera de Despeñaperros. En Andalucía han convivido distintos pueblos, culturas, religiones, etnias y procedencias de manera pacífica, a través del apoyo mutuo, donde el valor residía en la cercanía y en la vecindad, en lo colectivo. Nuestra historia, que ha sido llevada a cabo también por muchas mujeres, rompe con discursos hegemónicos y es el resultado, además, con todo su valor, de esa diversidad, de esa colectividad. 

La Andalucía actual no sería la misma sin las mujeres gitanas, las mujeres andalusíes, las mujeres rurales, las mujeres del otro lado del océano, las del Norte y las del Sur, las migradas y las disidentes sexuales. Andalucía es como es, porque su historia está compuesta y aúna toda la diversidad que podría caber en cualquier patio de vecinas. Y eso es contraproducente para el relato que nos quieren vender en la actualidad. 

Tú eres psicóloga ¿Cómo y cuándo surgió un proyecto más vinculado a la historia andaluza? ¿Cómo le fuiste dando forma?

Mi proyecto surge desde un acto político, activista. Cuando yo milito en organizaciones, colectivos y movimientos sociales, me rodeo de mujeres muy poderosas, mujeres con una consciencia increíble sobre su realidad y su lucha, mujeres que tiran del carro, que animan y que lideran, desde el trabajo y sin descanso. Y yo veo que esas mujeres no tienen el espacio que sí que tenían los hombres de las organizaciones. Que no tienen los micrófonos, que no tienen la palabra como ellos, los flashes. Y es ahí cuando empiezo a dudar de ese relato que nos decía que las mujeres andaluzas no existían como líderes, como militantes, pero también como resistentes de lo cotidiano, de lo establecido. Y empiezo a investigar también en la historia y a darme cuenta de que las mujeres andaluzas siempre han estado en absolutamente todos los lugares y espacios, en todos, da igual donde mires, pero que nunca nadie había relatado sus historias con la misma fuerza que la de ellos. Y que, al final, es eso: un problema de mirada y no de presencia o de estar. Hemos estado, pero a nadie ha parecido interesarle nuestras vidas y nuestros dolores de cabeza, nuestras luchas por lo cotidiano, lo cercano, por la vida en general.

¿Qué es lo más llamativo que has descubierto escribiendo sobre estas mujeres?
La diversidad. Jamás imaginé poder encontrarme con tantísimos espacios, culturas, sentipensares. El relato de que en Andalucía todas somos tal y cual, ese relato que nos hace creer que el espacio que copamos es el único que nos queda y que hemos ocupado siempre, cala muy hondo, pero descubrir a las escritoras y bibliotecarias de la Gran Biblioteca de Córdoba, como Fátima, a las poetas andalusíes como Wallada, a las Jornaleras de Marinaleda, las Cabras Montesas de Gilena, a las trabajadoras del arte como Rita la Cantaora, a religiosas enfrentadas a la Iglesia y sus doctrinas, a mujeres andalusíes comandando barcos piratas, a sindicalistas como las gaditanas de CNT, o las Socialistas Utópicas, a reinas que dominaban palacios y entretejían resistencias. Qué diversidad, qué poderío tan grande. Y es muy necesario conocer esto, para nuestra autoconciencia, y sobre todo, para nuestra autoestima colectiva como pueblo y territorio.

 Sobre la Duquesa de Alba, folclóricas y demás, ya hay mucho escrito, a ellas ya se les concedieron los espacios. Pero hay otras muchas que no estuvieron tan cerquita del poder, y eso es una buena característica de la invisibilidad.

¿Cómo has ido haciendo la selección, cómo es el proceso?

Es supersencillo. No me quiero poner mística, que para eso ya tenemos a Magdalena de la Cruz o Ana de Jódar, pero es como si te llamaran a gritos. Estamos por todos los lados, en cualquier libro de historia, en un relato que se cuenta en el colegio, en una película. Pero es como he dicho antes, todo depende de la mirada. Porque, si no tenemos la mirada activa, esa que nos hace tener en cuenta el género y la clase, todo pasa desapercibido: nombres, espacios y territorios. Luego, siempre he pensado que hay mujeres que lo han tenido más complicado que otras para romper el círculo del silencio. No es lo mismo, no tiene el mismo acceso a los recursos, la hija y la esposa de un marqués o un duque, que la jornalera de la Andalucía profunda o la activista de un barrio de la periferia. Y creo que eso es importante. Sobre la Duquesa de Alba, folclóricas y demás, ya hay mucho escrito, a ellas ya se les concedieron los espacios. Pero hay otras muchas que no estuvieron tan cerquita del poder, y eso es una buena característica de la invisibilidad. Si algo tiene el poder, es que tiene los recursos, también los de la palabra, y cuánto más alejadas estemos de ello, más atronador es el silencio que nos rodea. Aquí, la mirada de clase es importantísima.

MAQHLR ha colaborado con distintos espacios y medios. ¿Puedes hablarnos más de esta parte de la difusión de tu trabajo?

Bueno, el proyecto nace desde lo chiquito, desde lo cotidiano, con un objetivo muy claro: la difusión y divulgación de las vidas de mujeres nacidas en el territorio que hoy en día conocemos como Andalucía. Y para eso, lo mejor es echarse amigas que tengan tu misma visión. He colaborado con mujeres y artistas de la talla de Anita Doniel, con quien editamos un fanzine de biografías e ilustraciones que pudo divulgarse por todo el mundo, que nos dió pie a hacer muchas presentaciones y a difundir en vivo y en directo estas biografías. También, durante unos años, publiqué un artículo mensual en la revista feminista y andaluza La Poderío, y, en la actualidad, colaboro con el programa radiofónico “De Raíz”, con la narración de estas historias. Puede escucharse en la Radio Libre Almaina y Ruido Feminista Radio. 

¿En qué punto está MAQHLR en este momento?

Creo que cada proyecto tiene su momento. Hoy en día, tenemos la tremenda suerte de estar presenciando la incorporación de grandes comunicadoras y divulgadoras andaluzas a los espacios públicos, sobre todo, a través de las redes sociales. Y es genial ver que ellas ya incorporan estas miradas, que narran y hablan mucho de mujeres locales y andaluzas, y que tienen un poder divulgativo increíble. Sandra Morales o Desirée Lara me encantan especialmente. Pero hay muchísimas más trabajando y divulgando desde lo local. Y creo que es el momento de este tipo de divulgación, más visual, y viral. Yo sigo trabajando en ello, pero no con el ahínco de hace unos años, porque ya hay quien conoce los medios y los recursos mejor y más profundamente.

¿A qué proyectos estás vinculada actualmente?

Bueno, sigo con la divulgación de las biografías de mujeres andaluzas a través de la radio. Pero es verdad que ahora mismo mi mayor proyecto es mi trabajo. Tengo la tremendísima suerte de dedicarme a aquello con lo que siempre he soñado, el trabajo con mujeres. Soy técnica de igualdad en un ayuntamiento de una zona rural de Jaén, donde se me permite un espacio de creación e intervención increíble. Aquí estoy llevando a la práctica esta difusión de la vida de las mujeres que habitaron el territorio, a través de actividades para todas las edades. Hemos realizado, por ejemplo, paseos por las calles del pueblo con nombre de mujer, relatando sus vidas con mujeres del pueblo, pero también con los centros escolares. Intento siempre ponerlas en el centro, a ellas que tanto lucharon y nos dieron.

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¿Qué futuro le espera a todas estas mujeres a las que has ido visibilizando?

Yo creo que poco a poco, y entre todas las que estamos, hemos remado en una buena dirección. Hace poco, me llegaba la noticia de que María Antonia Benítez Luque, una mujer de La Carolina, en Jaén, que luchó contra el nazismo en la Resistencia Francesa, iba a ser reconocida en su pueblo gracias al trabajo que se realizó desde Mujer Andaluzas que Hacen la Revolución. Poco a poco, irán saliendo de esa invisibilidad. Pero es importante que nunca dejemos de nombrarlas, en cualquier momento y con cualquier excusa, que sepamos reconocer el mérito que tuvieron sus vidas. Todas, en nuestros barrios, en nuestros pueblos, conocemos mujeres que rompieron con lo establecido, que alzaron esa voz en mitad de un silencio. Es importante que seamos eco.

Si algo tiene el poder, es que tiene los recursos, también los de la palabra, y cuánto más alejadas estemos de ello, más atronador es el silencio que nos rodea. Aquí, la mirada de clase es importantísima.
Y si nos venimos al presente, ¿hay muchas revolucionarias andaluzas en la actualidad?

Por supuesto. Están alzando la voz contra los recortes en educación y en la sanidad, están luchando por la igualdad, contra los dictámenes de la patronal en Cádiz, por ejemplo, o concediendo espacios de resistencia en los Invernaderos de Huelva y Almería. Están en los sindicatos de clase. Y también están en sus casas, entregando el privilegio del cuidado y la vida en sus hogares. Ser revolucionaria es estar donde no quieren que estés, es exigir el reconocimiento que merecemos por hacer lo que hacemos. Algo que jamás se nos ha concedido in situ, sino que hemos tenido que pelearlo, porque somos mujeres, somos clase obrera y somos andaluzas.

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