Opinión
Las yunteras del 25 de Marzo

Cada primavera, cuando llueve, de la tierra se levanta olor a dignidad sembrada, los senderos de los campos extremeños recuerdan a los yunteros, a sus mulas, a sus azadas, y las mujeres brotan del silencio de los años rompiendo, a pedrás, el olvido.
25 mar 2024 07:00

Los yunteros que escarbaban la tierra, con su azada, para marcar las lindes de las fincas ocupadas el 25 de marzo de 1936, no sabían que cavaban el albergue de sus huesos y el manto de su olvido.

Dejaron atrás la madrugada de aquella nueva primavera bajo la lluvia de un tiempo nuevo. En casa quedaron las mujeres, testigos de aquel día, encargadas de preparar el avío y dar alimento a la esperanza. En el camino que iba a las fincas del amo se perdieron las sombras de padres, maridos e hijos a lomos de una mula. Llevaban el puño levantado y hambre atrasada.

Así los recordaban Margarita Méndez Silva, Teresa Ortiz Guisado y Rosario Duarte Trejo, las tres viudas de Valverde de Leganés a quienes les mataron los maridos los de Falange, bajo el mando de Avelino Berrocal, el dos de enero de 1937 por la tarde, en el cortijo del Higueral. Tras matarlos les quitaron los burros, las gallinas y la cebada que les quedaba a las familias para pasar el invierno. A los maridos los enterraron en el campo. La tierra ya se los debe de haber tragado.

Sus nombres se guardaban, para cuando llegara el tiempo de ajustar cuentas, en las actas de ocupación de fincas que se levantaron el 25 de marzo. Desde que fueron asesinados, también se escondieron en el silencio de sus madres, de sus esposas, de sus hijas. No se olvidaron, tampoco, el nombre de los verdugos: Andrés Serrano, jefe de Falange, y Conrado Calvo, jefe de Milicias de Valverde.

Desde entonces, cada primavera, cuando llueve, de la tierra se levanta olor a dignidad sembrada, los senderos de los campos extremeños recuerdan a los yunteros, a sus mulas, a sus azadas, y las mujeres brotan del silencio de los años rompiendo, a pedrás, el olvido con sus palabras.

Amech Zeravla.

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