Fascismo
El horror de una parodia, en casa

Una mirada detonada por la lectura del libro El horror de una parodia, acerca de Amanecer Dorado en Grecia, sobre la curiosa trayectoria inmediata de VOX en Extremadura. Entre lo chusco y lo risible, berlanguiano pero peligroso, el fascismo.

Manifestación contra Vox el 21 de marzo de 2019 en Barcelona. Imagen de Xavi Ariza / Fotomovimiento.
Manifestación contra Vox el 21 de marzo de 2019 en Barcelona. Imagen de Xavi Ariza / Fotomovimiento.
15 jul 2019 16:37
En El Salto no hacemos reseñas de libros, pero no podemos dejar de leerlos. Son algo a mitad de camino entre un espejo retrovisor de lo vivido y esa linterna necesaria que nos alumbra la realidad de un presente y su interpretación. Esta puede presentarse transparente, como decía Marx en forma de farsa o, podríamos añadir, como tragedia, como estrambote o como parodia. En Extremadura, históricamente sometida al drama, últimamente nos ha tocado recorrer esta última senda, la de la parodia.

Así, leyendo el ensayo de Savas Mijaíl, El horror de una parodia, de la editora extremeña La Moderna, dedicado al análisis del grupo fascista griego Amanecer Dorado, es difícil no sucumbir a un trazado de similitudes entre la evolución de ese grupo y la de VOX en nuestra región.
Alimentándose de idénticos miedos y mentiras, Amanecer dorado y VOX reproducen el mismo esqueleto del fascismo organizado: un marco global de crisis sistémica, la apelación a un nacionalismo reaccionario, el uso de la “putrefacción social” como acumulador, la reacción antieuropeísta y el racismo

Alimentándose de idénticos miedos y mentiras, ambas situaciones reproducen en paralelo, aun dejándose reconocer especificidades claras en relación a la composición histórica y de clase en los dos ámbitos geográficos, el mismo esqueleto de construcción del fascismo organizado: un marco global de crisis sistémica, la apelación a un nacionalismo reaccionario (Catalunya y el momento “a por ellos” en estado puro), el uso de la “putrefacción social” como acumulador, la reacción antieuropeísta (con un hábil y simplista manejo reinterpretativo de la dictadura de los mercados y la Troika) y, como colofón, detonador y crisol, el racismo (primero enmascarado como defensa de “lo propio para los propios”, luego abiertamente expresado y argumentado desde pintorescas explicaciones históricas y hasta biologicistas).
Terminaron las rondas de interminables brindis de Ortega Smith, pueblo a pueblo, pedanía a pedanía, terminaron los cantos legionarios, se echaron la siesta los novios de la muerte, cesó el vibrar de banderas y llegaron las urnas

De fondo, dos espacios empobrecidos económicamente, territorio abonado para que, en plena “crisis de sometimiento”, unas clases medias despedazadas por los mercados y amplios sectores populares, huérfanos de “ideas fuerza”, sean carne de cañón de un proyecto que apela a “verdades” inmateriales y, por ello, fuera del rango del debate racional: la patria, su historia imperial y los valores de toda la vida. Aunque éstos terminen siendo, viajando rápido hacia nuestro suroeste, la caza, el toreo o la familia “como debe ser” (el discurso heteropatriarcal y antifeminista radicalizado hasta el absurdo). Escasos mimbres, pero poco complicados en su desarrollo argumentativo y tremendamente efectivos.

A Extremadura le ha correspondido el dudoso honor de enviar a Madrid un diputado fascista por la circunscripción de Badajoz.
En lo práctico, de aquellas viriles masas desmelenadas, salidas del silencio a base de ir ganando pequeñas guerras culturales, que inundaban restaurantes y polideportivos desde meses antes de las elecciones generales de la pasada primavera, ha quedado una realidad sensiblemente diferente a lo esperado, a lo temido. Terminaron las rondas de interminables brindis de Ortega Smith, pueblo a pueblo, pedanía a pedanía, terminaron los cantos legionarios, se echaron la siesta los novios de la muerte, cesó el vibrar de banderas y llegaron las urnas. Como dijo acertadamente una compañera, aquello que iba para tremenda defecación quedó en ruidoso pedo.

Con una representación parlamentaria notablemente inferior a la pronosticada, y pasados también los comicios municipales, pareció claro que el proyecto de esa derecha verdadera y desacomplejada había encontrado eco electoral, fundamentalmente, en los sectores económicamente más pudientes y en un ramillete de provincias, de entre las cuales a Extremadura le ha correspondido el dudoso honor de enviar a Madrid un diputado fascista por la circunscripción de Badajoz. No era poco, pero se moderaron los aires de hecatombe.

Pueden cabalgar olas algunas cabezas poco dotadas en lo intelectual pero dispuestas al codazo y a la negociación a cara de perro para colocarse y colocar a los suyos. Ahí, VOX Extremadura no ha defraudado.
La farsa y el punto tragicómico llegaron a continuación, fundamentalmente en la conformación de los gobiernos locales, espacio donde, por elementales cuestiones de número, prioridad y proximidad, pueden cabalgar olas algunas cabezas poco dotadas en lo intelectual pero dispuestas al codazo y a la negociación a cara de perro para colocarse y colocar a los suyos. Ahí, VOX Extremadura no ha defraudado.

En el ayuntamiento de Badajoz, sometido como estará a un curioso reparto que lo pondrá en manos del PP y de Ciudadanos al limón, cada uno con su mitad de legislatura (de ahí saldría otro artículo sobre la regeneración encarnada en Cs, su papel en el trifachito y el trilerismo político como ciencia), VOX no ha desaprovechado la oportunidad y se ha hecho con una concejalía de gobierno a nombre de Alejandro Vélez. Y cómicamente tenía que ser la de limpieza, justamente la de limpieza, esa que está integralmente privatizada desde 2010. En honor a la verdad, es cierto que esa concejalía es de algo más, de algo tan pomposo como “limpieza viaria y recogida de residuos sólidos urbanos, coordinación de poblados y parque móvil municipal”. VOX la quería llamar concejalía de Decoro, pero al final no hubo gónadas. Y, en chusca mirada, imaginamos al afortunado patriota Alejandro, con su bien dotado sueldo (733.320 euros al año se destinarán a pagar a los ¡catorce! ediles agraciados), organizando el aparcamiento de las grúas de la policía local o “coordinando poblados”.

Será una tarea, la del abnegado Vélez, en cualquier caso, tan dura, que ha pugnado para que sea compartida. Así, le acompañarán (pillando nómina, también, cómo no) dos ilustres de la derecha extremeña. Los agraciados, una pareja de imprescindibles de la escena rojigualda: Juan Antonio Morales, el tránsfuga y eterno alcalde de Lobón (cinco legislaturas con mayoría absoluta lo contemplan) y Antonio Pozo, el ya ex-alcalde de Guadiana, para él siempre del Caudillo. Los galones se imponen y los pesos pesados son los que mejor saben interpretar el hispanísimo “qué hay de lo mío”. Pues eso hay, lo de toda la vida: colocación a dedo. Limitación de las prerrogativas de la clase política -otro estandarte de la ultraderecha- en estado químicamente puro. O, mejor dicho, bruto.

Teófilo Amores, el munícipe voxista (con pasado en las filas del PSOE, esto es un sindiós) que se atrevió a pronosticar con fino olfato nada menos que cinco puestos en la corporación cacereña para sus siglas, quedándose finalmente en uno (el suyo)
En Cáceres, eso sí, y para que no falte de nada, parece que les ha crecido un enano (valga el símil). Teófilo Amores, el munícipe voxista (con pasado en las filas del PSOE, esto es un sindiós) que se atrevió a pronosticar con fino olfato nada menos que cinco puestos en la corporación cacereña para sus siglas, quedándose finalmente en uno (el suyo), se ha decidido a rajar y ha puesto a caer de un burro a sus compañeros pacenses. Dice, y en eso parece compartir sensibilidad con cualquiera con manejo neuronal básico, que sus conmilitones “han buscado meterse para buscarse un sueldo” y que le “parece lamentable lo que está sucediendo en el Ayuntamiento de Badajoz”. Un poquito de por favor, parece querer decir este verso libre. Ya tenemos el ala liberal del fascio articulándose, que no nos falte de nada en esta tierra de conquistadores.

Pero esto iba de no reseñar un libro y, por eso, nos quedaremos con que Savas Mijail nos recuerda en el suyo, ahora, que según Walter Benjamin, “el Tercer Reich es un tren que no se pone en marcha hasta que no estén todos a bordo”. En el vagón extremeño ya están subidos, al menos, los menos brillantes. La duda es si dejarán entrar a alguien más, si no se tirarán la mayoría en marcha, víctimas de sus propias flatulencias, y si la capacidad estratégica que el fascismo es capaz de desarrollar, esa inteligencia que con inexplicable superioridad prendemos ignorar desde la izquierda autosatisfecha, interpretará que este convoy de señoritos, ricos de toda la vida, políticos de medio pelo y arribistas varios, es el suyo.

Aunque soplen aires de crisis y ridículo en la formación ultraderechista, lo cierto es que ya está cogobernando la ciudad más populosa de Extremadura y condicionando agendas de conformación de gobierno y gestión programática (un vistazo a Andalucía es descriptivo)

Aunque soplen aires de crisis y ridículo en la formación ultraderechista, lo cierto es que ya está cogobernando la ciudad más populosa de Extremadura y condicionando agendas de conformación de gobierno y gestión programática (un vistazo a Andalucía es descriptivo). Todo esto puede ser nada y disolverse en la reconstrucción de las derechas de “amplio espectro”, puede ser experimento fallido o cabeza de puente de algo más elaborado, más europeo o más audaz y moderno. Al tiempo. En el entretanto, cuatro años con ellos en las instituciones, con sus coces y sus caballos.


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#37188
15/7/2019 23:22

Muy completa la reflexión. Buen análisis

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#37187
15/7/2019 23:19

Cómo crisol el racismo: Terrorífica paradoja

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#37185
15/7/2019 20:41

Cuidado siempre con esa derecha cateta, que también muerde. Muy buen artículo.

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