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Feminismos
Amaia Nausia Pimoulier: “El sistema patriarcal adoctrina a las mujeres para justificar la desigualdad y la explotación de sus cuerpos”
No había ningún estudio a nivel europeo sobre las viudas de la Edad Moderna. El hecho de que fueran mujeres y una figura desconocida atrajo la atención de la historiadora Amaia Nausia Pimoulier (Iruñea, 1982), que ha crecido entre cientos de archivos y fuentes para poder escribir Ni casadas ni sepultadas. Las viudas: una historia de resistencia femenina. Una investigación que le ha llevado casi 20 años, una parte importante de su vida, y que le ha supuesto un proceso de maduración personal y de adquisición de perspectiva feminista. El libro lo protagonizan las viudas de Navarra de los siglos XVI y XVII y tiene su origen en su tesis doctoral.
¿Qué buscas con tu libro Ni casadas ni sepultadas?
Lo que me interesa es llevar al centro aquello que ha quedado en los márgenes en la historia, porque la historiografía tradicional ha sido androcentrista, pero también blanca, rica, europea, etc., y aquellas personas disidentes sexuales, mujeres, personas racializadas que han quedado fuera o en un segundo plano merecen ser traídas al centro. La historia no es eso que nos han contado y las viudas me sirven como excusa para contarla de otra manera. Las mujeres hemos sido protagonistas en la sombra y las viudas quedaron al margen de los márgenes, porque no tenían un hombre a su lado. Por eso, rompían con los esquemas de aquella era patriarcal y ayudan a explicar cómo fue el adoctrinamiento en contra de las mujeres en la Primera Edad Moderna, cuando se enraíza el patriarcado y su discurso. De hecho, en el siglo XVI había un refrán que decía “viuda lozana o casada o sepultada”, y he querido hablar de aquellas que no tuvieron más remedio que acogerse a los estereotipos y al ideal de feminidad y de las que se atrevieron a resistirse a esa imposición. Entonces, uno de los objetivos del libro es comprender algunos de los mecanismos de pensamiento que tenemos hoy en día, que vienen del discurso patriarcal de esos siglos.
Adoctrinaban a nuestras antepasadas cuando transgredían las normas impuestas. ¿Crees que en la actualidad se sigue haciendo?
Sí. El sistema patriarcal, para justificar esa sociedad jerarquizada en la que la mujer está sometida al hombre, tiene que crear una serie de discursos y de valores. El objetivo de estos discursos es lograr que la mujer se crea merecedora de ese sometimiento o de ser inferior, para que no se rebele. Ese mecanismo de disciplinamiento del patriarcado sigue presente. Cambian la envoltura para que sea más eficaz, pero el mensaje sigue siendo el mismo. Es más, siempre encuentra subterfugios y maneras de adaptarse a las épocas para que al final lo compremos y nos lo creamos. Es una manera de justificar el sometimiento de las mujeres, personas racializadas, disidentes sexuales, etc. Es la forma que tiene el sistema para justificar la desigualdad, la jerarquización social y la explotación de los cuerpos de las mujeres.
La viudedad en los siglos XVI y XVII se vivía de forma ambigua: estaba la pena por la muerte del compañero y también el conseguir cierta libertad e independencia.
La viudedad son las dos caras de una misma moneda. Por un lado, la viudedad para la mujer, independientemente de la clase social a la que perteneciera, conllevaba una pérdida económica. Esto la dejaba en una situación de vulnerabilidad dura, pero, por otro lado, esa mujer deja de estar bajo el mandato o la autoridad de un hombre por primera vez en su vida. En ese momento, toma decisiones por sí misma, puede acudir a los tribunales a pleitear… Gana autonomía y libertad. Por eso, es una figura ambigua: despierta compasión y se entiende que hay que cuidarla y protegerla, pero también despierta muchos recelos y sospechas. El propio estado de viudedad lo describen como un estado peligroso, porque no está sujeta ni a maridos ni a padres. Son mujeres que pueden poner en cuestión el orden natural de las cosas.
“Las viudas debían vivir como si el marido viviera. De hecho, si tenían relaciones sexuales se consideraba adulterio”
El hombre y la mujer no vivían la viudedad de la misma manera. De nuevo, ellas estaban más oprimidas y controladas.
La viudedad es un fenómeno femenino. A las mujeres se nos clasifica en función de la relación con los hombres. En las fuentes documentales y archivos aparecemos como “la viuda de”. Además, etimológicamente, la palabra viudedad hace referencia a “que le falta algo”. Es como si el hombre le hubiese puesto un sello de pertenencia o de posesión a la mujer y ese sello la acompañase el resto de su vida. Daba igual que hubiesen enviudado hacía años o se hubiesen vuelto a casar. El hombre no aparece de la misma manera. Asimismo, a las mujeres se nos imponía el año de luto, es decir, la obligatoriedad de no volverte a casar ni tener relaciones sexuales durante un año, porque es como si el marido todavía viviese. Es más, ella debe vivir como si él todavía viviera y tener relaciones sexuales se consideraba adulterio hacia el hombre muerto. El objetivo de ese año de luto es garantizar la paternidad de los posibles hijos o hijas que tuviese la viuda. También contraen segundas nupcias menos a menudo y pasado más tiempo que los hombres. Es muy habitual que un hombre se vuelva a casar dentro de ese primer año y si tiene hijos es casi obligatorio que busque una esposa que cuide de esos niños, mientras que las mujeres si tienen hijos tienen más difícil volver a encontrar un marido.
La feminidad ideal en esa época estaba basada en la castidad femenina y en la maternidad. ¿Ha cambiado eso desde entonces?
Creo que una de las bases del patriarcado es controlar la capacidad reproductiva de las mujeres, controlar su sexualidad e instarlas a ser madres. Se nos ha dicho que nuestro principal objetivo para la sociedad es ese. En el siglo XVI tiene sentido porque es cuando se está construyendo el Estado Moderno y hay una crisis económica y demográfica. Además, está surgiendo el sistema capitalista y al estado y a este sistema económico les interesa tener súbditos, mano de obra. Por eso, ha habido un fuerte adoctrinamiento a través de la figura de la Virgen María. A la mujer se la expulsa de la esfera pública y de los trabajos que había ejercido. Se la relega cada vez más a la vida doméstica y a los cuidados. Y hoy, hay mujeres que no se sienten completas si no son madres, pero luego en el ejercicio de la maternidad hay una ambigüedad en la que parece que no hay manera de ser una buena madre, porque tienen que producir aparte de reproducir. Entonces, si opta por el campo laboral y deja de lado la maternidad es considerada mala madre, pero, si hace lo contrario, también. El movimiento feminista tiene una deuda pendiente con la maternidad. Me gustaría que este tema se llevase al centro y se debatiese con honestidad y sin cargar a las mujeres de más culpa y de obligatoriedad, sino que cada una optase por su idea de vida como quisiese.
Eres madre y has dedicado años a tu investigación. ¿Cómo ha sido la conciliación?
Es uno de los motivos que explican que este estudio empiece en el 2010 y se publique en el 2022. Tengo una hija de 8 años y otra de 5. La conciliación es esa cosa que no existe. Entre producir y reproducir ha habido poco tiempo para poder escribir.
Gerda Lener en La creación del Patriarcado señala que ignorar la presencia de las mujeres en la historia es otra forma de violencia de género. Sin embargo, todavía no se enseña la influencia de la mujer en los diferentes ámbitos académicos.
Solemos entender que para tener un acercamiento con perspectiva de género a las diferentes materias hay que rescatar nombres reseñables o mujeres destacadas que sirvan de referente. Estoy muy a favor de que hay que ofrecer referentes a las niñas, porque si sus únicos referentes son masculinos van a pensar que eso no es para ellas y eso tiene su consecuencia. Sin embargo, también hay que poner la mirada y el énfasis en aquellos aspectos de la historia tradicional que han quedado relegados por haber estado protagonizados por mujeres. Es decir, la historia de los cuidados, de la vida cotidiana, la historia de otro tipo de oficios y trabajos que han estado ninguneados. Para mí la historia con perspectiva de género pasa más por lo segundo que por lo primero, por darle más importancia a lo colectivo que a lo individual. Es muy patriarcal poner el énfasis en esto último.
“La viuda, sobre todo si es mayor, era un peligro para la sociedad de los siglos XVI y XVII”
Lo que queda claro a lo largo del libro es la valentía y la fuerza de las mujeres en la lucha por sus derechos.
Yo pongo el foco en las que se sometieron por supervivencia, porque todos lo hacemos. Nos adaptamos a los códigos morales o valores sociales por mera supervivencia. Aquellas mujeres lo hicieron, pero también se resistieron. Es un momento en el que el ataque del patriarcado contra el mundo de las mujeres es violentísimo. Entonces, ellas luchan por defender esos espacios de poder que les quedan. La caza de brujas en los siglos XVI y XVII no es casualidad. Es un momento en el que el sistema utiliza la figura de las brujas para adoctrinar y disciplinar a cierto tipo de mujeres.
Sorprende que antes, tras la muerte del marido, la madre no tenía por qué ser la tutora legal de sus hijas o hijos.
Históricamente, a las mujeres se nos considera seres pasionales y poco racionales. El amor materno se considera muy válido para los primeros cuidados, pero una vez que el niño o la niña crece, sobre todo en el caso de los chicos, se considera que una mujer no es suficiente para darle una buena educación. Hace falta un varón que tenga capacidad de razonamiento y educación. Por eso, se le considera el tutor ideal. Es verdad que las viudas pleitean por ese derecho a ejercer la tutela y, normalmente, los tribunales fallan a su favor, pero ahí entra una trampa. Este discurso ayuda en ese momento histórico, pero al alegar que el amor materno es lo natural, puro y desinteresado, se integra en la sociedad que es algo innato en toda mujer. En ese momento, el discurso rompe con la creencia de que en las sociedades del pasado no se quería a los niños y que el amor materno o paterno no existía, porque había mucha mortalidad infantil. Y, aunque el amor materno es un constructo social que se adapta a los discursos y necesidades de cada momento, ese sentimiento existía.
Cuando moría el marido la mujer pasaba a ser “la viuda de”, perdiendo su nombre, y ahora muchos medios presentan a las mujeres como “la esposa de”. ¿Qué se puede hacer para recuperar nuestro nombre?
Algo que hago, aunque pueda parecer una tontería, es firmar con los dos apellidos, porque así le doy su lugar a la rama materna. Habría que reivindicar nuestro sitio, porque parece que nuestra existencia dependiese o estuviese condicionada por la relación que tenemos con un hombre. Cambiar esto es difícil, hay que deconstruir el patriarcado.
Algo que parece no haber cambiado es la desaparición de la mujer con la edad, lo que no sucede con los hombres.
Se entiende que los principales objetivos de la mujer para la sociedad son la maternidad y dar placer sexual a los hombres. Es decir, la explotación de nuestra capacidad sexual y reproductiva es nuestra única función. En el XVI, esto se endurece mucho más por la crisis demográfica y el implantamiento del Estado Moderno, donde a las mujeres se las adoctrina en ese rol de la maternidad. Llegar a cierta edad es perder nuestra condición para la sociedad. Una mujer que ya no es capaz de tener hijos pierde su función social principal. Hay una visión muy negativa de la vejez femenina en esta época y se ve muy claro en las obras de arte, pues el desnudo femenino se representa para simular la belleza y lo terrenal, el deseo, mientras que la vejez femenina se usa para representar el odio, el sufrimiento, la fealdad, etc. En cambio, en el caso de los hombres esto no pasa. La vejez masculina y el desnudo masculino en la vejez se usan para representar la sabiduría, el estoicismo, etc. También se ve cómo la sexualidad femenina en la vejez se percibía como algo casi demoníaco, que una mujer mayor de 50 años tuviera relaciones sexuales o quisiera volverse a casar es algo que estaba condenado por la sociedad, sobre todo, si esas viudas mayores contraían segundas nupcias con hombres más jóvenes. No se aprobaba porque ella tenía más experiencia y podía dominar al hombre, por lo que se salía de su rol de sometimiento. El sistema patriarcal se basa en que las mujeres aceptemos y cumplamos con ese rol, porque, de no ser así, el sistema se cae. Y, por eso, la figura de la viuda y, sobre todo, la viuda mayor, es un peligro para la sociedad de la época.
Ser mujer, ¿Vírgenes o putas? Más de 500 años de adoctrinamiento femenino y ahora Ni casadas ni sepultadas. ¿El feminismo ha cambiado tu vida?
Es un tópico lo de las gafas moradas, pero es así. He adquirido esta conciencia de forma más tardía que las generaciones nuevas, por mi propio contexto histórico. Soy hija de los 80, euskalduna y de Navarra. A la hora de construir mi identidad en la adolescencia y primera juventud pesaban más las cuestiones de ideología y el euskera. El feminismo no era mi prioridad en aquel momento y a finales de la veintena empecé a adquirir esa conciencia. La maternidad también me ha abierto el campo de visión y el propio estudio del pasado de las mujeres. El feminismo me ha abierto los ojos a muchas cosas, sí.