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Fondos de inversión
El jefe de todo esto
Recursos Humanos nos comunicó los cambios mediante un breve correo, y en cuanto lo leí lo comenté en el grupo de WhatsApp: “¿Habéis visto el correo? Deberíamos hacer algo, no podemos quedarnos cruzados de brazos”.
El grupo seguía llamándose “Cena navideña” desde que lo creamos dos años atrás para una ídem que no conseguimos celebrar. Lo habíamos usado un par de veces más, para comentar lo del cambio de propietarios y cuando el ERE; y aunque la mitad de los miembros del grupo ya no seguían en la empresa, y los más nuevos no estaban incluidos, era lo más operativo que teníamos en nuestro departamento.
“¿Habéis visto el correo? Deberíamos hacer algo, no podemos quedarnos cruzados de brazos”. Mi propuesta recibió una calurosísima acogida: “Sí, claro, como cuando el ERE”. “Pero si no hemos sido capaces ni de organizar una cena navideña”. “Los de subcontratas no hemos recibido ningún correo, no nos afecta”. Propuse empezar por una sentada, una concentración en la puerta a media mañana, pero alguien bromeó con que habría que hacerla en Londres para que se enterasen los verdaderos propietarios. Discutimos si era Londres, Nueva York o Qatar, no estaba claro.
Una compañera sugirió acudir a la prensa, hablar con aquel periodista que en su día cubrió la venta y la entrada de los nuevos accionistas, pero otro recordó que su periódico está ahora controlado también por un fondo de inversión. “Y perro no muerde a perro”, remató, rematando de paso la conversación, fin.
Para terminar de arreglar el día, al llegar a casa mi pareja me enseñó la carta de la inmobiliaria. Desde que el anterior casero vendió los pisos, esperábamos que el nuevo propietario nos subiera la renta cuando tocase renovar. Pero no esperábamos una subida así. Claramente querían que nos fuéramos.
“Deberíamos hacer algo, no podemos quedarnos cruzados de brazos”, dije otra vez, y propuse contactar por redes sociales con los demás inquilinos, solo en el barrio éramos varios cientos. ¿Por qué no montábamos una acampada de protesta? Cientos de familias acampadas frente al despacho de los nuevos propietarios, los obligaríamos a negociar.
“Buenísima idea”, se entusiasmó mi pareja: “Buenísima idea, llevo años con ganas de ir a Nueva York, y de acampada nos saldrá más barato”.
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Fondos de inversión Los nuevos amos del mundo
Pasé la tarde buscando información sobre ambos fondos de inversión: el que controla el accionariado de mi empresa, y el que lleva años comprando lotes de pisos de alquiler. Cogí un cuaderno y le anuncié a mi pareja mi propósito firme: “Voy a apuntar en qué otras empresas tienen participación, y a partir de hoy no volveremos a comprar nada en ellas”.
Fui anotando nombres de compañías participadas en mayor o menor medida por esos mismos fondos y otros similares. Una franquicia de comida rápida, no más hamburguesas baratas. Una cadena de cafeterías cuquis, muy bien, volveremos a los bares de toda la vida. Uh, la plataforma donde vemos series, eso va a doler. Vaya, el banco donde tenemos la cuenta. La eléctrica que nos da luz y gas. Nuestro operador de telefonía. Dejé de buscar, no tenía ganas de amargarme más el día. “Bueno, en realidad son participaciones pequeñas, no serán tan influyentes”, me dije para consolarme, que tampoco era plan de volver a las cavernas.
En el telediario hablaban de la campaña electoral, pero yo ya tenía el día torcido: “Se me están quitando las ganas de votar. Total, si al final gane quien gane van a mandar los que manejan la economía, todos esos fondos que llevan años comprando empresas a precio de saldo y entrando en el accionariado de todo el IBEX”.
Para animarnos un poco, decidimos pedir comida y ver una peli. Una comedia, por favor. Mi pareja eligió una que teníamos pendiente: El jefe de todo esto, de Lars von Trier. Ni de coña, no tenía humor para algo así. Mejor una de superhéroes. “Marvel es propiedad de Disney”, me recordó mientras buscaba en su móvil quiénes son los propietarios de Disney. “Déjalo, prefiero cenar oyendo música. Y no quiero saber nada del accionariado de Spotify”.
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Fondos buitre Deuda y fondos de inversión: el mundo no es suficiente
Para evitar las franquicias de comida rápida, pedimos al kebab del barrio. Sabíamos que nos lo traería un repartidor de alguna plataforma cuya propiedad ya imaginábamos, pero era eso o quedarnos sin cenar. Nos rendimos, vale. Nos cruzamos de brazos, de acuerdo. No podemos nada contra los grandes fondos. Ya vendrán tiempos mejores.
En efecto, trajo la cena un chaval en bici. Le di propina y cuando iba a cerrar la puerta me acordé de algo: “Espera, ¿puedo preguntarte una cosa?”. El repartidor me miró con sorpresa, y supongo que con prisa. “Quería saber… ¿Quién es tu jefe?”. “¿Mi jefe?”, sonrió esperando la continuación de alguna broma. “Sí… Me preguntaba si tú sabes quién es… ya sabes… el jefe de todo esto”, y señalé su mochila cuadrada con el logo de la plataforma.
“Yo no tengo jefe”, dijo por fin; “yo soy mi propio jefe”. Me vio la cara de decepción, y me dio una oportunidad, tal vez yo no estaba tomándole el pelo: “No, evidentemente no soy mi jefe. Eso es lo que las empresas quieren que creamos. Que lo creamos nosotros y lo crean la Seguridad Social, la Inspección de Trabajo y los jueces”.
El rider me contó que sus compañeros y él llevaban años peleando con las empresas de reparto. Habían conseguido organizarse, pese a la atomización de su trabajo, pese a que todo estaba planificado para que compitiesen entre ellos, pese a no tener más vínculos ni espacios comunes que los ratos en que coincidían esperando pedidos en una calle de franquicias. Pese a no tener jefe, ni empresa, solo una app que da órdenes. Pese a todo, habían sido capaces de sumar fuerzas, crear nuevos sindicatos o trabajar en los ya existentes, y defender sus derechos. Me contó las sentencias favorables que acumulaban, cómo le estaban dando la vuelta al modelo de plataformas, y cómo habían conseguido meter sus reivindicaciones en agenda hasta empujar una nueva ley que regule su situación laboral. No estaba siendo fácil, quedaba mucho por pelear, seguía siendo una lucha muy desigual, dijo, y me advirtió antes de meterse en el ascensor: “Esto no va de repartidores y plataformas; esto tiene que ver contigo también. No te quedes cruzado de brazos”.
Cuando se marchó, cogí el móvil y abrí el grupo “Cena navideña”. Lo primero que hice fue cambiarle el nombre.
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…y el repartidor que era su propio jefe se fue a casa y pidió que le acercaran algo de MercaDonalds para ver su serie de AmazonPrimo.
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That's the question...
Gracias