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Tras unos meses de una calma engañosa, la crisis de régimen de la Quinta República vive otra semana de alta intensidad política y social. Por primera vez en Francia desde 1962, el Gobierno caerá este miércoles por la tarde a causa de una moción de censura. Solo un giro de guion inesperado (e improbable) evitará que el conservador Michel Barnier se convierta en el primer ministro con un mandato más corto. Menos de tres meses. Sus escasos 90 días en el Hotel de Matignon reflejan la inestabilidad política en el país, que amenaza ahora al presidente Emmanuel Macron.
Con la probable moción exitosa de esta tarde, la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular (NFP) se tomará su peculiar revancha con el jefe del Estado. Pese a la victoria por la mínima de esta alianza en las elecciones legislativas del 7 de julio, Macron justificó su negativa a nombrar a un primer ministro progresista debido a la estabilidad política. Aseguró que ese Gobierno haría frente a una moción de censura por parte del centro-derecha macronista, la derecha republicana y la ultraderecha lepenista. Curiosamente, todo apunta a que ese será el destino del actual primer ministro conservador. Perderá su cargo tras haber recurrido a un decretazo para aprobar la parte de los presupuestos dedicada a la Seguridad Social.
Desde la presentación de los presupuestos, el primer ministro ha dedicado sus esfuerzos a contentar a sus supuestos aliados, quienes no le perdonaron que quisiera aumentar los impuestos para las empresas
“Se trata de un momento histórico, ya que nos dijeron que este primer ministro actuaría de otra manera, que había sido el negociador del Brexit y estaba acostumbrado a las situaciones complejas”, aseguró el diputado socialista Jérôme Guedj. “Pero ha pasado la mayor parte de su tiempo intentando calmar a los suyos que le ponían trabas”, añadió este representante el lunes en los pasillos del Parlamento. Desde la presentación de los presupuestos en octubre, el primer ministro ha dedicado sus esfuerzos a contentar a sus supuestos aliados, sobre todo a los macronistas, quienes no le perdonaron que quisiera aumentar los impuestos para las empresas. Y eso ralentizó sus fallidas negociaciones con la oposición, especialmente con la extrema derecha.
La mayoría de la población, partidaria de la censura
Barnier hizo en los últimos días varias concesiones a la Reagrupación Nacional (RN). Primero, renunció a aumentar las tasas sobre la factura de la luz, luego dijo que reduciría la cobertura médica para las personas migrantes con una situación irregular y el lunes anunció que finalmente no reduciría la parte financiada por la Seguridad Social en el coste de los medicamentos. Le Pen ha preferido, sin embargo, escuchar los anhelos de los franceses. El 54% de ellos, según un sondeo reciente, apuesta por censurar el Ejecutivo de Barnier y Macron, cuya popularidad lleva varios meses en sus niveles más bajos desde que llegó al Elíseo en 2017.
La presidencia de Macron no solo ha representado un fracaso económico, sino que también ha profundizado la crisis política
La moción que cuenta con altas probabilidades de fructificar es la del Frente Popular. Curiosamente, los representantes lepenistas votarán a favor de un texto que reprocha al Ejecutivo querer impulsar el año que viene “una nueva ley migratoria que hubiera continuado con la debacle política y moral del año pasado”, cuando los macronistas, la derecha republicana y la ultraderecha se unieron para adoptar uno de los textos más duros con las personas extranjeras de las últimas décadas.
Análisis
Francia Una reforma migratoria a la medida de la extrema derecha
A diferencia de España, en Francia el apoyo a una moción de censura no significa el respaldo a un Ejecutivo alternativo de aquellos que la presentan. Esto facilita las alianzas contra natura y circunstanciales como las que podrían producirse este miércoles. La extrema derecha ya votó la pasada legislatura (2022-24) varias iniciativas de este estilo impulsadas por la izquierda y que fueron rechazadas. La diferencia ahora es que la suma de estos dos bloques representa unos 330 diputados y supera con claridad el umbral de la mayoría absoluta (289).
Macron busca a un sustituto en la derecha
Pese a su minoría parlamentaria y su claro declive, Macron dispone de un amplio margen de maniobra para elegir al nuevo primer ministro. Así se lo garantiza el modelo presidencialista de la Quinta República. Incluso podría nombrar una segunda vez a Barnier, aunque el veterano mandatario, de 73 años, reconoció que eso “no tendría mucho sentido”, en una entrevista televisiva el martes por la noche.
Los medios galos ya especulan con listas de los aspirantes a la jefatura del Ejecutivo. Uno de los nombres que circula es el del ministro del Interior, Bruno Retailleau, quien encarna una derecha aún más dura que la de Barnier. También se habla del ministro de Defensa, Sébastien Lecornu, muy cercano a Macron y supuestamente con buenas relaciones con Le Pen, tras haber cenado con ella la pasada primavera en un encuentro secreto. O del centrista François Bayrou, al que absolvieron a principios de año por un sistema de falsos asistentes en el Parlamento Europeo parecido a la trama por la que juzgan actualmente a la líder ultra y pueden condenarla a una pena de diez años de inhabilitación.
El retorno de las divisiones internas en la izquierda amenaza con impedir con que esta salga reforzada de este momento de grandes turbulencias políticas
Todos ellos encarnan una línea continuista con el neoliberalismo autoritario de Macron. Su presidencia no solo ha representado un fracaso económico —el PIB galo crecerá un 1,1% este año y el país registrará un déficit público de más del 6%—, sino que también ha profundizado la crisis política. Hasta el punto de que cada vez más representantes, incluidos algunos del centro y de la derecha republicana, piden la dimisión del presidente y la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas como única posible salida del atolladero. “No tiene ningún sentido” y “realmente no está a la altura de la situación decir cosas de este estilo”, respondió ante estas exigencias el jefe del Estado desde Arabia Saudí, donde ha efectuado un viaje de Estado.
La contestación en la calle se reactiva
A pesar de que la izquierda impulsa la moción probablemente exitosa, Macron no baraja la opción nombrar a un primer ministro del Frente Popular, compuesto desde la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar) hasta el Partido Socialista, pasando por los verdes y los comunistas. Además, las formaciones progresistas están más divididas ahora que durante el verano. Y eso se ve reflejado en la ausencia de una posición conjunta ante la intransigencia del jefe del Estado.
Mientras que los insumisos defienden la candidatura de la economista Lucie Castets —la aspirante que el NFP reivindicó el pasado verano para Matignon—, los socialistas se conforman con pedir “un Gobierno de izquierdas”. Los dos principales polos del Frente Popular también discrepan sobre la conveniencia de pedir la dimisión de Macron. “Es el responsable de la crisis en que estamos (…). Pero unas presidenciales anticipadas conllevarían el riesgo de una victoria de Le Pen”, advirtió el secretario general del PS, Olivier Faure.
“Confío en que la censura provocará un espíritu de responsabilidad y que superaremos las posiciones actuales”, defendió Castets en una entrevista para el diario L’Humanité. El retorno de las divisiones internas en la izquierda amenaza con impedir con que esta salga reforzada de este momento de grandes turbulencias políticas, pero también sociales. Después de buena parte del otoño con una sorprendente tranquilidad en las calles en Francia —aún más teniendo en cuenta que el Ejecutivo impulsaba los presupuestos con los recortes más duros desde que Macron llegó al Elíseo—, la indignación social se ha reactivado en las últimas semanas.
Una huelga de los funcionarios está prevista para este jueves, el día después de la censura de Barnier. Más de 180 escuelas cerrarán en París en una movilización en que se prevé un seguimiento notable en el sector de la educación y la energía. Reflejará que la crisis de régimen en Francia va más allá de un Parlamento casi ingobernable.
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Macron, como capitalista y superviviente, va a hacer todo lo que esté en su mano para mantenerse en el poder y así poder seguir beneficiando a los de su calaña.
A la izquierda no le queda otra que seguir unida y movilizarse hasta provocar nuevas elecciones presidenciales, donde se juega el todo por el todo.
El pueblo frances necesita un gobierno que tramite grandes cambios y profundice un estado social, derechos laborales, reindustrialización y política exterior cooperativa tan dañadas por el millonario presidente.