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El PSOE se mira en el espejo de Canadá

La irrupción de un enemigo exterior poderoso como Trump ha provocado un giro rotundo en las elecciones del país norteamericano, catapultando a los progresistas tras estar al borde de una dura derrota. En Ferraz se ilusionan con un efecto similar que potencie al líder y fagocite a la izquierda transformadora y fragmentada.
Mark Carney
Mark Carney es el primer ministro de Canadá y ganó las elecciones de abril, obteniendo el cuarto mandato consecutivo liberal. Foto: World Economic Forum/Sikarin Fon Thanachaiary.

La beligerancia de Donald Trump y una retahíla de agravios y matonismo verbal sin precedentes por parte del gobierno estadounidense han derivado un cambio impensado hace tan solo tres meses en Canadá, el vecino del norte más pequeño (solo en población) y con el que tuvieron siempre una relación fraternal.

Casi como un ‘hermano menor’ con el que se comparte la frontera más extensa del mundo y un idioma y enormes lazos culturales y económicos, Canadá de la noche a la mañana ha visto que el Trump 2.0 jugaba con la idea de una anexión, les castigaba con nuevos y altos aranceles y les echaba la culpa de la epidemia del fentanilo y la entrada de migrantes de manera irregular.

Durante muchos meses, el Liberal Party exhibía en las encuestas el desgaste de la imagen del ya exprimer ministro Justin Trudeau, que había gobernado durante más de diez años y se había vuelto bastante impopular, con una crisis de vivienda y de inflación que acusaba recibo. Este partido progresista, económicamente de centro, parecido al PSOE, se encaminaba a tener la peor derrota en décadas.

El ‘shock’ por la embestida de Trump no solo ha sido económico y político sino emocional en un país que se veía así mismo como un aliado natural y casi eterno de su vecino superpotencia

Pero de repente, todo cambió. La aparición de Trump trastocó de una manera inédita las encuestas y Mark Carney, el nuevo candidato de oxigenación de los liberals, pasó de rozar el 20 por ciento durante meses a alcanzar un impactante 43 por ciento el lunes pasado, en las elecciones para elegir la Cámara baja y el Senado. La formación anidará así su cuarto gobierno consecutivo.

Es imposible no trazar un paralelismo con el Partido Socialista, con Pedro Sánchez y con su denodado intento desde hace mucho tiempo de consolidar a su formación carcomiendo a los partidos a su izquierda sin descuidar el centro político que precisa para las circunscripciones pequeñas y medianas. La llegada de Trump y el ascenso cada vez mayor de la ultraderecha en la Unión Europea, sumado a episodios traumáticos como los del apagón (que suelen disparar el miedo y con él, el voto útil), ilusiona a algunos en el PSOE.

El sorpasso de Carney

El exprimer ministro Pierre Trudeau, padre del reciente Justin Trudeau, utilizó en 1969 durante un discurso ante la prensa norteamericana una analogía del elefante y el ratón que quedaría en los anales de las relaciones diplomáticas entre ambos países: “Mientras Estados Unidos no tiene que preocuparse mucho por el ratón, Canadá no importa cuán amigable sea, siempre se verá afectada por cada tic y gruñido”.

El ‘shock’ por la embestida de Trump no solo ha sido económico y político sino emocional en un país que se veía así mismo como un aliado natural y casi eterno de su vecino superpotencia. Aunque hubo momentos en los que puso límites y se desmarcó con independencia: Ottawa se negó a apoyar la aventura imperialista en Iraq que sí apoyaron el Estado español, Italia y Portugal.

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“Vivimos debajo de la sombra de Estados Unidos, por influencia cultural y económica. Pero políticamente somos distintos, además que somos un sistema parlamentario. Canadá es un país rico, ordenado y seguro, con una política de multiculturalismo marcada en la que ninguna cultura o nacionalidad es considerada superior“, explica a El Salto e profesor de la Toronto University, Marcelo Vieta, nacido en Argentina pero emigrado de muy pequeño a Canadá.

Graduado en Sociología y especializado en economía y cooperativismo, señala que la relación con el vecino gigante es como de ”hermano mayor, se ve a Estados Unidos como el mayor, pero no como padre”, y señala que algunas diferencias entre ambos son motivo de orgullo canadiense, “como la sanidad pública universal o el estado de bienestar estilo escandinavo”.

“Como he advertido hace meses, Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, pero son amenazas vacías, Trump quiere quebrarnos pero eso nunca sucederá”, dijo Carney tras la victoria

“Lo de Trump ahora generó mucha rabia, y si bien sabíamos lo que podía venir, no se pensaba que llegaría a esto y tan pronto. Canadá dependió mucho de Estados Unidos siempre, también en defensa, se pensaba que nos defenderían y que no necesitábamos un gran ejército. Creo que lo más grave de todo es la ruptura de confianza, siempre fuimos un amigo leal de Estados Unidos”, añade.

Vieta recalca que en estos meses ha irrumpido un “sentimiento patriota” que no suele verse en una sociedad que hace gala de su multiculturalismo. Carney ha logrado capturar con más éxito que su oponente del Partido Conservador ese sentimiento, además de mostrarse como el líder que hace falta para ese momento.

Y vaya si lo ha sabido aprovechar: los liberales basaron toda la campaña electoral en la disputa soberanista con Trump y la necesidad de un líder ajustado para la situación, con experiencia y clara distancia ideológica de esos delirios imperialistas. El lunes del triunfo electoral, con tono fundacional, dejó en claro que el statu quo de la posguerra había llegado a su fin: “Ya superamos el impacto de la traición estadounidense pero nunca debemos olvidar las lecciones. Como he advertido hace meses, Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, pero son amenazas vacías, Trump quiere quebrarnos pero eso nunca, jamás, sucederá”.

Del otro lado, hubo un líder de la centroderecha escorado en los últimos años más a la derecha y que llegado el momento del pulso soberanista, no tenía las credenciales suficientes. Pierre Poilievre había ‘trumpizado’ su discurso y dirigentes de su partido atizaron en 2024 el lema Make Canada Great Again (haz Canadá grandiosa nuevamente, en castellano), una emulación del eslogan del Partido Republicano que luego se volvió un búmeran. Poilievre, para más inri, ha perdido el escaño en su circunscripción tras ocuparlo desde 2004. Una derrota humillante para quien hasta diciembre iba a gobernar sin dudas.

Otra lección que dejan las elecciones canadienses es la ratificación de un viejo axioma de la ciencia política: un enemigo exterior cohesiona, el miedo lleva al voto útil y la gente elige opciones que le den seguridad y tranquilidad, sin apuestas de riesgo. El comando electoral de los liberales supo aprovecharlo y los resultados hablan por sí solos: fue una aspiradora de votos de las formaciones a su izquierda.

El Bloque Quebequés, una coalición de fuerzas independentistas y de centroizquierda de la provincia francófona, también se ha desplomado: ha perdido un tercio de sus escaños y ha quedado en 23

Trudeau había gobernado la última legislatura gracias al apoyo en la investidura y en la agenda parlamentaria del New Democratic Party (NDP), una formación más a la izquierda liderada por Jagmeet Singh, quien había empujado la legislación más a la izquierda en cuanto a política climática e impuestos, lo que le valía la crítica de la derecha. Además, la ciudadanía constató que se perdía la batalla en la contención de precios y la vivienda.

En este nuevo contexto, con el fantasma de Trump al acecho, el NDP ha sufrido un batacazo histórico: ha perdido el 59 por ciento de sus votos y 17 escaños, quedándose en tan solo siete.

Otro partido, el Bloc Québécois (Bloque Quebequés), una coalición de fuerzas independentistas y de centroizquierda de la provincia francófona, también se ha desplomado: ha perdido un tercio de sus escaños y ha quedado en 23, aunque ha podido mantenerse como el tercer grupo de la Cámara de los Comunes. Los Verdes de Canadá, la izquierda ecologista, también sufrieron el voto útil y han perdido la friolera de 38 por ciento de los votos y se han quedado con un solo escaño.

Todo el espectro de la izquierda cayó, excepto uno: los de Carney, que ganaron 17 escaños y sumaron tres millones de votos. Otro dato a tener en cuenta: el contexto político llevó a uno de los mayores ratios de participación electoral en décadas, con el 69% (7 por ciento más que hace cuatro años).

El anhelo socialista

En las generales de 2023, Sánchez tiró del miedo al tándem Feijóo-Abascal y logró una recuperación notable, consiguiendo un escaño más que en las previas y mejorando varios puntos porcentuales en las encuestas en el sprint final, en el que el temor se coló entre un segmento de votantes. En Génova saben que se perdieron cinco escaños por Madrid y Barcelona en la última semana de campaña.

Al año siguiente, en la campaña de las europeas, el cuco elegido fue, otra vez, la ultraderecha global sumado a las fake news y los emisores de bulos aliados con la judicatura reaccionaria. Otra vez hubo una mejoría con respecto a lo que marcaban las encuestas varias semanas antes. Pero en ninguna de las dos citas electorales del bienio anterior se produjo una subida similar a la de Carney en Canadá.

Solo un factor muy anómalo, disruptivo y profundamente emocional, como la embestida imperial de Trump a su vecino y socio histórico, puede generar esos giros copernicanos demoscópicos. Aunque en Ferraz algunos empiezan a ilusionarse con hacer espejo: “Son realidades muy distintas pero el mundo ha cambiado y hay un peligro claro. España es la excepción en Europa y el PSOE es el partido garante de la socialdemocracia contra la internacional reaccionaria”, comenta un diputado de una provincia periférica ante la pregunta.

“No se le va a dejar el centro político a Feijóo, pero tampoco vamos a dejar de ser progresistas. A nuestra izquierda hay fragmentación y en un contexto mundial que es el que es, Sánchez tiene todo para consolidarse”, reflexiona un alto cargo de uno de los ministerios. La división entre Sumar y Podemos en tanto oferta electoral es una baza electoral para los socialistas.

Hace pocos días se conocieron tres encuestas sobre la situación demoscópica de la comunidad de Madrid (Sociométrica, Sigma Dos y GAD3): en las tres el PSOE sorpassa nítidamente a Más Madrid

¿Qué puntos de contacto puede haber con lo ocurrido en Canadá? Un partido de centroizquierda y económicamente más liberal como el PSOE gobernando hace varios años, con un líder desgastado pero (a diferencia de Trudeau), todavía con respaldo de su partido. No son pocos, no obstante, quienes imaginan que en las próximas generales la candidatura sería para otro (¿Oscar Puente? ¿Teresa Ribera?). También coincide un entorno adverso, escorado a la derecha belicista, y una oposición a su izquierda atomizada y que se sabe que nunca ganará unas elecciones y solo aspira a ser un compañero de viaje que condicione el rumbo.

En algunos casos este efecto empieza a verse, por la razón que sea. Hace pocos días se conocieron tres encuestas sobre la situación demoscópica de la comunidad de Madrid (Sociométrica, Sigma Dos y GAD3): en las tres el PSOE sorpassa nítidamente a Más Madrid, quedando Podemos sin escaño. Los socialistas obtienen alrededor del 21% y los de Mónica García caen a alrededor del 13%. Otro dato llamativo de la última semana es un trabajo de EM-Analytics que muestra por primera vez, en todo el Estado, que Podemos sobrepasa a Sumar (5,5% a 5,3%) con un PSOE orillando los 30 puntos.

Otro elemento de coincidencia entre ambos casos bien puede ser el liderazgo de la derecha: tanto Poilievre como Núñez Feijóo no se presentan como un claro defensor de la democracia liberal y de valores progresistas por sus silencios o sus emulaciones con respecto al discurso trumpista. Más de un dirigente del PP comparte en voz baja esta crítica.

Las comparaciones nunca son exactas pero permiten ver otros modelos y esquemas y cuánto de ellos se puede copiar o reproducir. Con un Sánchez acostumbrado a no resignarse nunca, en el PSOE toman nota de la remontada gigante de sus homólogos al otro lado del charco.

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