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Plazas de soberanía, vestigios de un imperio

España mantiene el control de dos archipiélagos y un peñón en la costa marroquí custodiados por militares.

Peñón de Vélez de la Gomera Plazas Soberanía
Una familia marroquí junto a la frontera del Peñón de Vélez de la Gomera, la más pequeña del mundo. Pablo Rivas

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com

26 may 2015 10:44

“Estábamos en una playa junto a Alhucemas y vi aquel hermoso palacio en el peñón que hay enfrente, así que le pregunté a un amigo: ‘¿Vamos nadando hasta allí?’. Y cuál es mi sorpresa cuando me dice: ‘¿Estás loco?, ¿quieres que te apresen los muchachos? ¡Eso es de España!’”. El lugar al que se refiere Mohammed Bakkali, marroquí de 33 años residente en Tetuán, no es un palacio, aunque las fortificaciones del Peñón de Alhucemas pudieran parecerlo. Este islote, situado a tan sólo 700 metros de la costa marroquí, forma parte de las islas Alhucemas, que se completan con los islotes Tierra –a la que Bakkali habría podido llegar de forma mucho más fácil, ya que está a tan sólo 50 metros de la costa– y Mar. Por último, “los muchachos” es la denominación que los residentes en la zona del antiguo Protectorado español en Marruecos dan a los militares españoles que patrullan las fronteras de las ciudades autónomas y custodian las llamadas “plazas menores de soberanía”.

Los enclaves españoles en el norte de África son conocidos históricamente como “plazas de soberanía”. Junto a Ceuta y Melilla –las “plazas mayores”, hoy ya sin ese estatus debido a los estatutos de autonomía, que las clasifica como ciudades autónomas–, el país administra seis islotes y un peñón –las “menores”– en la costa marroquí: las islas Alhuce­mas, las islas Chafarinas y el Peñón de Vélez de la Gomera. Además, el célebre islote de Perejil, a 200 metros de la costa magrebí y conocido por el incidente que involucró a unidades militares marroquíes y españolas en 2002, es reclamado por ambos países sin que ninguno tuerza su brazo. Por último, la isla de Alborán, mucho más alejada, a medio camino entre Melilla y Almería, pertenece administrativamente a esta última y no es considerada plaza.

En 2010, Mohamed VI, de vacaciones, protestó por los vuelos del helicóptero que abastece el Peñón de Alhucemas

“Hoy no tiene demasiado sentido la permanencia de España en las plazas menores”, valora María Rosa de Madariaga, historiadora experta en la zona y autora de libros como En el barranco del lobo. Las guerras de Marruecos. “En su momento lo tuvo, para proteger la zona por las incursiones corsarias, pero hoy no tienen ninguno, ni siquiera estratégico, ya que no defienden para nada las ciudades de Ceuta y Melilla. Es más una cuestión de honor y prestigio, la cesión de las plazas no se plantea porque para muchos sería dar el primer paso a un abandono de las ciudades autónomas”, explica.

Territorios supervivientes

Las plazas de soberanía actuales son los territorios supervivientes de las llamadas “plazas fuertes de África”, enclaves conquistados por reinos europeos en los siglos XIV, XV y XVI. Fueron reconocidos como españoles por Marruecos en el acuerdo de paz y buena vecindad que firmaron ambos reinos en 1799, reconocimiento ratificado en el posterior tratado de Wad-Ras, de 1860, que ponía fin a la Guerra de África entre ambas naciones. Cuando un siglo después Fran­co establecía el fin del Protectorado español en Marruecos, las plazas continuaron bajo soberanía hispánica, ya que administrativamente nunca formaron parte de él.

Peñón de Alhucemas Plazas soberanía
Vista del Peñón de Alhucemas desde la costa marroquí. Pablo Rivas

Otro cantar es la isla de Perejil, situada a ocho kilómetros de Ceuta y a 200 metros de la costa marroquí: “No existe ningún documento que pruebe que pertenece a España”, asegura De Madariaga, que resalta que “nunca se ejerció soberanía efectiva sobre ella”. Sin edificaciones ni símbolos nacionales de ningún tipo, permanece en disputa, considerada como propia por los dos vecinos del Estrecho, a pesar de que, ante la ausencia de escritos, “es de suponer que, con la independencia de Ma­rruecos y el fin del Protectorado, pasó a formar parte de Marruecos”, dictamina la historiadora.

Cuestión dormida

Aunque la utilidad de la presencia española en estos peñascos es cuestionable, a día de hoy no son un contencioso de actualidad entre Ma­rruecos y España. “La cuestión está dormida”, apunta De Madariaga, quien expone que “de vez en cuando lo sacan por una cuestión de principios o por presiones en el Parla­mento marroquí de determinados grupos políticos nacionalistas”, presiones enmarcadas, además, en los tira y afloja históricos existentes entre las dos naciones: Sáhara Occi­dental, inmigración y pesca.

A día de hoy no son un contencioso de actualidad entre Marruecos y España

A día de hoy, el actual rey de Marruecos, Mohamed VI, “no tiene ningún deseo de poner en primer plano esa cuestión porque hay miles y miles de súbditos marroquíes que actualmente viven del contrabando y el intercambio con Ceuta y Me­lilla”, apunta la historiadora. Sin embargo, aunque en la actualidad no se plantea, varias veces se ha puesto sobre la mesa el abandono de estos enclaves, principalmente a principios del XIX, época en la que eran usados como presidios. “España también ocupó Larache u Orán, pero se fue deshaciendo de todos esos vestigios y hubo una serie de abandonos a lo largo de la historia de posesiones en el norte de África”, relata. Caso aparte serían Ceuta y Melilla: “Ahí hubo un asentamiento de población importante que creó realmente una ciudad española, mientras que los peñones quedaron como un vestigio del pasado”.

El Peñón de Vélez de la Gomera (Badis, para los marroquíes), con una superficie de 1,9 km2 y situado a 130 km al oeste de Melilla, fue conquistado en 1508 por Pedro Navarro cuando, a las órdenes de los Reyes Católicos, perseguía a unos corsarios. A pesar de que el Reino de Fez lo retomó en 1522, Felipe II ordenó su reconquista, lo que consiguió en 1564. Desde entonces está bajo soberanía española. Llegó a tener una población de varios centenares de personas y una fluida relación con sus vecinos de la orilla magrebí. Hoy, sólo algunas decenas de militares, relevados cada pocas semanas, viven temporalmente en él, sin contacto con la aldea de enfrente. Es la única plaza menor unida a Marruecos por tierra, ya que un terremoto propició en 1930 que entre el continente y el entonces islote se formase un istmo por la acción del mar.

La incursión del CLCM

En 2012, el Peñón de Vélez de la Gomera salió de su habitual olvido, cuando siete activistas del extinto Comité para la Liberación de Ceuta y Melilla (CLCM) cruzaron la minúscula frontera y colocaron banderas marroquíes en el peñón. Cuatro fueron detenidos y las surrealistas imágenes de los militares españoles en bañador custodiando a los nacionalistas tumbados en el suelo llegaron a los medios de ambos países.

Las islas Alhucemas, cedidas por el sultán saadí Muley Abdalá en 1560 a la Corona española a cambio de protección ante el Ejército otomano, también han ocasionado problemas al Gobierno hispánico recientemente. En junio de 2010 el rey Mohamed VI de Marruecos se encontraba de vacaciones en el yate de un amigo en la en la bahía de Alhucemas. Molesto por los vuelos a baja altura que el helicóptero militar español realizaba entre Melilla y el Peñón de Alhu­cemas para abastecer a la guarnición que protege el hispánico enclave, protestó ante el Ejecutivo. El Estado Mayor de la Defensa actuó en consecuencia y canceló temporalmente los vuelos. Incluso pidió disculpas. Pero tardó en actuar, lo que ocasionó una nueva crisis diplomática entre los vecinos del Estrecho.

Plazas soberanía

Más grave fue lo ocurrido en septiembre de 2012, fecha en la que casi un centenar de migrantes llegaba hasta el islote Tierra con la intención de entrar en Melilla o la Península. Con la ley en la mano, argumentaban que debían pasar los trámites que establece la Ley de Extranjería y ser trasladados a instalaciones españolas. No lo consiguieron. Una operación entre los ejércitos español y marroquí devolvió a la mayoría —España se ocupó de ocho menores y dos mujeres embarazadas— al Reino alauí , en unas maniobras de más que dudosa legalidad. España no quería un ‘efecto llamada’ y optó por una macrodevolución ‘en caliente’.

A pesar de que llegó a tener una población de más de trescientas personas, hoy en día por el Peñón de Alhucemas, la mayor de las tres islas del archipiélago, sólo caminan los integrantes de la pequeña guarnición, relevada periódicamente, de los militares del Regimiento de Artillería Mixto Número 32 de Melilla.

Españolas por unos días

Aunque son consideradas plazas de soberanía, la ocupación española de las Chafarinas, un pequeño archipiélago a 3,5 km. de la costa marroquí y 48 km. al este de Melilla formado por las islas Isabel II, Congreso y Rey Francisco, “obedece a un tiempo y una causa diferente”, explica De Madariaga. La escritora relata que “el interés por esa zona fue la conquista francesa de Argelia, que comenzó en 1830”. En 1848, Francia planeaba extender sus dominios en la zona, pero “llegó a oídos del Ejército español, por medio de un soldado español en el Ejército francés, que los franceses planeaban ocupar el archipiélago, con lo que España se adelantó por sólo unos días”.

Al igual que los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera, fue usada como presidio. En la actualidad, sólo una treintena de soldados regulares de Melilla, que son relevados cada pocas semanas, reside en la isla de Isabel II, la única con instalaciones, ya que la del Congreso está deshabitada y en la del Rey Francisco sólo hay un cementerio. Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) desde 1989 y Lugar de Interés Comu­nitario (LIC) integrado en la Red Natura 2000 desde 2005, el archipiélago cuenta también con instalaciones gestionadas por el Organismo Autónomo Parques Nacionales para el estudio y conservación del medio y de las especies de gaviota que anidan en el área. La isla de Isabel II llegó a estar habitada por más de un millar de personas.

Así, sin que el horizonte plantee el más mínimo cambio sobre el estatus que los humanos le conceden a estas pequeñas rocas norteafricanas, es de suponer que en los próximos años sólo los militares españoles y algún que otro investigador pisarán estos vestigios de un tiempo pasado enclavado en el presente. “¡Y eso que estamos en 2015!”, ríe Bakkali mientras degusta su té con hierbabuena en la medina de Tetuán, antigua capital de aquel Protectorado español que pasó a la historia ya en 1956.

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