Historia
La segunda vida de Joaquín Maurín

Alberto Sabio reconstruye en “Excomunistas” la vida y el pensamiento del fundador del POUM: desde su politización en el republicanismo hasta su giro socialdemócrata y anticomunista durante la Guerra Fría.
Joaquin Maurin - 1
Joaquín Maurín, nacido en Bonansa (Huesca) en 1896 y fallecido en Nueva York en 1973.
@DiegoDazAlonso1es historiador y redactor de Nortes.me
18 ene 2025 05:38

El 5 de noviembre de 1973 fallecía en su casa de Nueva York un aragonés exiliado en los EE UU: Joaquín Maurín, militante republicano en su primera juventud, secretario de la CNT entre 1921 y 1922, fundador en 1931 del Bloque Obrero y Campesino en 1931, y posteriormente, en 1935, líder del Partido Obrero de Unificación Marxista. Aquella fue su segunda muerte. La primera había tenido lugar durante la Guerra Civil española.

El 18 de julio de 1936 sorprendió a Maurín en Galicia, a donde había viajado para participar en una conferencia en la Casa del Pueblo de Santiago de Compostela. El POUM se había fundado tan sólo un año antes, y su secretario general, diputado en las cortes republicanas, se encontraba en tareas de extensión del partido fuera de su plaza fuerte, Catalunya. Refugiado de los golpistas en A Coruña, Maurín, acostumbrado desde joven al trabajo clandestino, pudo sobrevivir gracias a una identidad falsa y el auxilio de una familia de militantes.

Desaparecido en una Galicia completamente tomada por los militares franquistas, todos en la España republicana le dieron por muerto. Los homenajes de sus compañeros se sucedieron en aquellos días, que dieron su nombre a un sanatorio barcelonés y a una columna de voluntarios en el frente de Aragón. Incluso Trotski, que le había calificado de “charlatán”, “provinciano” y “pequeñoburgués”, envió desde el exilio noruego una carta a la dirección del POUM expresando sus condolencias.

Hijo de una familia de pequeños campesinos de Bonansa (Huesca), Maurín maestro de profesión, se había politizado en el republicanismo, pero influido por la revolución bolchevique, abrazó el comunismo

En la España franquista Maurín logró sobrevivir, pero no pudo evitar ser capturado y encarcelado cuando trataba de escapar a Francia a través de los Pirineos. Un cúmulo de circunstancias desafortunadas acabó con su detención y el descubrimiento de su verdadera identidad. Pasó diez años en las cárceles de la dictadura, y sólo gracias a los hilos movidos por su esposa, Jeanne Souvarine, con la que se pudo comunicar desde la cárcel, logró salvarse del pelotón de fusilamiento. Lo que vino después de su indulto en 1946, y su posterior exilio en los EE UU, era hasta hoy bastante desconocido. El historiador aragonés Alberto Sabio ha resuelto este enigma en Excomunistas. De la Revolución a la Guerra Fría cultural: Joaquín Maurín (1896–1974), una exhaustiva biografía que a partir de documentación novedosa consultada en los archivos norteamericanos reconstruye la segunda y hasta ahora muy poco conocida vida de Maurín en los EEUU.

Ni hagiografía ni demonización

Sabio, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, apunta que la intención de la obra, publicada por Galaxia Gutenberg, es “ir más allá de las adulaciones poco rigurosas y de las infamias que se habían vertido sobre él”. Unas infamias vertidas por sus enemigos del PCE y del PSUC, que ya llevaron en su día a su esposa a publicar un libro en el que explicaba los detalles sobre cómo su marido había logrado salvar la vida.

Sabio constata que el exilio norteamericano no fue fácil para Maurín, vigilado estrechamente por el FBI por su pasado comunista. Lejos de la calumnia del chivato o traidor Maurín, Sabio revela que fue la intervención de su viejo compañero Jaume Miravitlles, ex militante del BOC, así como del escritor británico Gerald Brenan, lo que permitió despejar los obstáculos que pesaban al aragonés para renovar su permiso de residencia.

Joaquin Maurin - 2
Joaquín Maurín con su esposa, Jeanne Souvarine.


Hijo de una familia de pequeños campesinos de Bonansa (Huesca) y maestro de profesión se había politizado en el republicanismo, pero posteriormente, influido por la revolución bolchevique, abrazó el comunismo, al principio en el PCE, y posteriormente en una versión propia, leninista, pero no estalinista. Infatigable activista, varias veces encarcelado antes de la República, la cárcel franquista dejó sin embargo fuertes secuelas psicológicas en un hombre que en los años 30 probablemente se había visto a sí mismo con el candidato a ser el “Lenin ibérico”. Una enorme derrota y una reclusión de 10 años viendo a compañeros ser fusilados de forma cotidiana en sacas de presos, destrozó aquellos anhelos de juventud. Cuando con 50 años pudo recuperar la libertad sólo quería reconstruir su vida y recuperar el tiempo perdido junto a su mujer y su hijo Mario, al que apenas había podido conocer.

Revolución rusa
'Cemento': la revolución empieza después de la revolución
Cemento, la novela publicada en 1925 por Fiodor Gladnov, reúne una doble y paradójica condición: es una novela referencial e inexistente.


Maurín había estado en la Unión Soviética en los años 20 y se había relacionado con los grandes protagonistas de la revolución rusa. Conocedor de primera mano de las purgas estalinistas, trató de construir desde Catalunya una alternativa revolucionaria al comunismo de la Tercera Internacional. De su infatigable producción política surgieron dos partidos, primero el BOC y luego el POUM, y las Alianzas Obreras, claves en la fallida revolución de Octubre de 1934, y que concibió como el embrión de los soviets de la revolución española. En el plano internacional participó en la construcción del Buró de Londres, un intento de agrupar a los diferentes partidos europeos ubicados a la izquierda de la socialdemocracia, pero que no simpatizaban ni con la URSS ni con el trotskismo.

Teorizó sobre los nacionalismos, abogó por una República federal ibérica, incluyendo a Portugal, y defendió la necesidad de una revolución socialista frente al fracaso del reformismo republicano y la amenaza del fascismo. Llegados a los años 50 sin embargo ya poco quedaba ya de aquel Maurín fogoso y revolucionario que no parecía temer a nada ni a nadie. Mantuvo hasta el fin de sus días la suscripción a La Batalla, el periódico del POUM, pero desde el exilio neoyorkino comenzó a virar hacia posiciones socialdemócratas y anticomunistas.

Maurín y la Guerra Fría Cultural

El asesinato por agentes soviéticos de su amigo Andreu Nin, su sucesor en la secretaría del POUM, así como la muerte de su hermano y otros compañeros en los enfrentamientos de Barcelona en Mayo de 1937, pesaron en este giro hacia posiciones muy anticomunistas, que le llevaron a ser muy indulgente con la política exterior norteamericana, sobre todo en América Latina. En el mundo de la recién estrenada Guerra Fría las posiciones intermedias en las que había militado durante los años 30 estaban de capa caída y, o se estaba con la URSS, o se estaba contra la URSS. En ese conflicto Maurín tomó partido por EE UU y sus aliados frente a lo que consideraba un mal peor: el autoritarismo soviético. A finales de los años 40 comienza a colaborar de manera puntual en El Socialista, el periódico del PSOE, y en 1956 es uno de los firmantes de un manifiesto de intelectuales condenando la invasión de Hungría por la URSS.

En los años 50 Maurín es un hombre muy cercano al Congreso por la Libertad de la Cultura, la organización promovida por la CIA para dar la batalla contra el comunismo en el mundo cultural

Llegados a mediados de los años 50 el antiguo revolucionario ha logrado con éxito reconvertirse en empresario periodístico. Su American Literary Agency (ALA), un original negocio de difusión de artículos para periódicos en castellano de América Latina y los EEUU se ha consolidado y cuenta con una formidable nómina de colaboradores. Ramón J. Sender, Miguel Ángel Asturias, Salvador de Madariaga, Ramón Gómez de la Serna o Pablo Neruda son algunas de las firmas que colaboran en algún momento por la ALA.

El negocio es no obstante modesto y sólo da para pagar el salario de Maurín, que trabaja de sol a sol desde su casa, a orillas del río Hudson. “En la agencia lo hace todo, los artículos, los recortes, los envíos…” explica Alberto Sabio sobre la agencia fundada por el aragonés en Nueva York. Las ganancias no dan para pagar un empleado ni alquilar una oficina. Maurín trabaja desde casa y cuando toca recibir a un cliente le suele citar en un café o un restaurante chino cercano, y así disimula lo pequeño del negocio.

Sabio apunta que estas dificultades económicas podrían haberse paliado con financiación de la CIA, una vía económica que no era tan difícil haber explorado. En los años 50 Maurín es un hombre muy cercano al Congreso por la Libertad de la Cultura, la organización promovida por la CIA para dar la batalla contra el comunismo en el mundo cultural. Los comunistas gozan de una notable influencia y simpatía en los medios artísticos e intelectuales y la administración norteamericana diseña una herramienta para contrarrestarla. Varios de sus amigos y colaboradores participan en este movimiento, entre ellos Julián Gorkin, ex dirigente del POUM.

No es el único izquierdista que hace este viaje. Una parte de la CIA considera estratégico reclutar este tipo de perfiles políticos para dar una batalla que no se podía ganar sólo con liberales, conservadores y derechistas. Hace falta un anticomunismo de izquierdas y la CIA sale a buscarlo. Socialistas, antiguos trotskistas y disidentes varios de los partidos comunistas se convierten en uno de los objetivos prioritarios de la inteligencia norteamericana. La llamada Guerra Fría Cultural incluye operaciones como la promoción de las memorias de Valentín González “El Campesino”, exdirigente del PCE, posteriormente caído en desgracia e internado en un campo de concentración soviético, o el reclutamiento de antiguos miembros del Partido Comunista de los EE UU.

“Tenía un anticomunismo muy visceral que le impidió ver el papel clave que estaban jugando en la oposición CCOO y otros movimientos sociales alentados por el PCE” explica Sabio

Sabio señala que “Maurín se zambulló en la Guerra Fría Cultural” por razones ideológicas, pero que nunca recibió un dólar de la CIA: “Era un tipo honesto que valoraba mucho su independencia y nunca quiso que su agencia dependiese de subvenciones gubernamentales”. Colaboró eso sí activamente en la revista Cuadernos, dirigida por su amigo Julián Gorkín, y concebida por la CIA como una herramienta para la Guerra Fría Cultural en el mundo de habla hispana, donde el comunismo gozaba de una creciente influencia, sobre todo a partir de la revolución cubana, con la que Maurín simpatizó hasta que Fidel Castro se alineó con la URSS frente a EE UU. Activa entre 1953 y 1965, la revista fue un completo fracaso económico, y siempre necesitó para sobrevivir la ayuda de la CIA, vía Congreso para la Libertad de la Cultura. Cuando el Congreso dejó de financiar, la revista sencillamente tuvo que cerrar y disolverse.

Joaquin Maurin - 3
Portada de Juventud Obrera tras la aparición de Maurín en octubre de 1937.


Queridos camaradas

El distanciamiento de Maurín de sus antiguos compañeros se puso ya de manifiesto en la temprana fecha de 1948. El POUM acababa de sufrir una importante escisión en Catalunya y necesitaba definir su horizonte y línea política. La organización, muy menguada, celebró una conferencia política en Toulouse con la asistencia de unos sesenta delegados. Maurín, que sólo llevaba dos años en libertad, quiso exponer su punto de vista a unos compañeros que consideraba profundamente desorientados. Para ello envió un documento que levantó ampollas en una militancia que, como explica Sabio, “nunca entendió que su antiguo líder no se reincorporara al frente del partido”. Maurín consideraba que la dirección había caído en un “extremismo sectario” que le conducía a practicar un “trotskismo sin Trotski”. Su apuesta pasaba por disolver el partido e integrarse en el PSOE, una opción que ya había estado sobre la mesa en los años 30 y que desde las filas socialistas se veía con interés. Sin embargo, las tesis de Maurín quedaron en minoría y la mayoría del partido defendió mantener el POUM. El partido sobreviviría hasta la Transición democrática pero sin apenas recambio generacional, y muy mermado por un goteo de muertes, bajas y abandonos, fundamentalmente en dirección al PSOE y el socialismo catalanista que terminaría dando lugar al PSC.

Para Sabio Maurín mantuvo una relación fraternal con sus antiguos camaradas, pero los consideraba “fosilizados en la Guerra Civil”. Su colaboración con el PSOE no llegó al punto de afilarse, pero siempre defendió que el partido socialista jugaría un papel clave en una España postfranquista que no llegó a ver. “Tenía un anticomunismo muy visceral que le impidió ver el papel clave que estaban jugando en la oposición CC OO y otros movimientos sociales alentados por el PCE” explica Sabio. Como otros socialdemócratas rechazaba cualquier acercamiento a los comunistas y defendía una política de alianzas antifranquista que los excluyera de cualquier acuerdo.

Historia
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En los EE UU sus simpatías estuvieron con el Partido Demócrata y sobre todo el malogrado presidente Kennedy. A nivel internacional, el antiguo revolucionario evolucionó hacia posiciones europeístas y socialdemócratas, con el alemán Willy Brandt como gran referente. Brandt precisamente había sido miembro en los años 30 del Partido de los Trabajadores Socialistas de Alemania, una organización hermanada con el POUM en el Buró de Londres. Durante la Guerra Civil visitó España y dejó constancia escrita de su desacuerdo con la línea política imprimida por Andreu Nin al POUM. Maurín hacía también suyas esas críticas.

En la conciencia de Maurín siempre pesó haber estado ausente en la Guerra Civil. Ir a Galicia cuando los rumores de un golpe de Estado arreciaban en la España republicana fue seguramente una gran imprudencia. Se ha especulado mucho sobre cómo habrían sido las cosas de haber sido él y no Nin el dirigente del POUM durante la Guerra Civil. En su epílogo a la reedición en 1965 de Revolución y contrarrevolución en España expresó sus opiniones sobre la Guerra Civil. En este breve texto, escrito ya en plena Guerra Fría, calificó la entrada de ministros comunistas en el Gobierno como el gran error de la República: “cerró totalmente la puerta a la posibilidad de un entendimiento con Inglaterra y Estados Unidos”. Para Maurín la influencia del PCE y de la URSS serían determinantes en la derrota republicana, una idea que trasladaría a todos los hispanistas que en los años 60 pasaron por su casa para entrevistarle: Stanley G. Payne, Gabriel Jackson, Hugh Thomas...

Revisar la política de su partido en la Guerra Civil le resultaba doloroso. Sabio apunta que “por respeto a sus compañeros evitó realizar críticas públicas”. Sin embargo, en carta privada a su excamarada Víctor Alba, Maurín consideró que la dirección de Nin había errado por completo en su política: “El Ejecutivo del POUM no comprendió nunca que lo primero era ganar la guerra. Antepuso la revolución a la guerra, y perdió la guerra, la revolución y se perdió a sí mismo”. Siempre según el relato de Alba, Maurín llegó incluso a pensar que la fusión con Nin y los trotskistas españoles había sido un error. Apreciaba a Nin en lo político y en lo personal, pero consideraba que había cometido errores de bulto como pedir asilo político para Trotsky en España: “invitar a Trotsky era como un reto a Moscú. Moscú aceptó el reto y contraatacó”.

Este respeto a los viejos camaradas, a pesar de las enormes diferencias, sería devuelto por los últimos mohicanos del POUM en el obituario que le dedicaron en La Batalla:

“Tenía una óptica diferente a la nuestra en el enfoque de los problemas, sobre todo a nivel internacional. El estalinismo, al estrangular toda base democrática en la edificación del socialismo, produjo en Maurín una brutal frustración en las ilusiones y esperanzas que había puesto en la Revolución rusa. La trágica superchería de los procesos de Moscú y el asesinato de Andrés Nin en el curso de la represión de la GPU contra el POUM, todo ello indujo a nuestro compañero a establecer una nueva tabla de valores con vistas a reorientar el combate por el Socialismo y la Libertad”.

Su repentina muerte dejó inacabado el proyecto de unas memorias personales y políticas. El libro de Alberto Sabio nos permite ahora reconstruir la evolución personal y política de una de las figuras más singulares de la izquierda española del siglo XX.

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