Opinión
La huelga del 30E y los bloques por la ruptura proletaria
La reciente huelga general no consiguió paralizar la producción ni materializar sus reivindicaciones, pero los bloques proletarios han supuesto un avance respecto a las anteriores y han mostrado la existencia de una juventud comunista por la ruptura política.

El 30 de Enero se celebró en Euskal Herria Sur una Huelga General, convocada por la plataforma ‘Carta de los derechos sociales’, a la que convocaban, entre otros, los sindicatos ELA y LAB, y el partido EH Bildu, y a la que también se sumaban, además, grupos como la CNT, GKS o Ikasle Abertzaleak. En este artículo vamos a presentar una serie de conclusiones sobre lo que ha supuesto políticamente esta Huelga, centrándonos sobre todo en lo que han supuesto los bloques proletarios como elemento de novedad.
En primer lugar, respecto a la naturaleza de la huelga y a su contexto político, hay que tener en cuenta que la huelga general fue convocada por un colectivo particular, “La Carta de los Derechos Sociales”, en nombre de los “pensionistas”, y en colaboración con los sindicatos y el partido EH Bildu desde el primer momento. A muchos pensionistas, a gran parte de los afiliados sindicales y de la base militante de ese mismo partido y, por supuesto, a la inmensa mayoría de la clase trabajadora vasca le pilló por sorpresa que se les convocase a una huelga general de forma inminente, para cuyo plan no se les había tenido en cuenta y sobre la que no sabían nada: ni el modelo de movilización, ni la fecha, ni los objetivos. Es más, gran parte de esa clase trabajadora se enteró de que había huelga el mismo 30 de enero.
Se da la circunstancia, además, de que la huelga general fue anunciada sorpresivamente en medio de la campaña electoral para las elecciones generales a las Cortes Españolas. Se hizo deprisa y corriendo, con una maniobra mediática de claro tinte electoralista, sin ni siquiera concretar el día exacto de la jornada de huelga. Con relación a esto último, y ya en el mismo día 30 de enero, en una de las movilizaciones principales, LAB avisaba al PNV, al que no había interpelado seriamente hasta ese mismo día, de que tenía dos meses de plazo para aplicar las demandas. De lo contrario, se arriesgaba a una supuesta “primavera roja”. Es decir, que en caso de adelantarse las elecciones autonómicas, y de coincidir con una campaña o precampaña electorales, podría reeditarse la huelga, previsiblemente con un formato muy similar.
Por todos estos elementos, y algunos más, parece bastante evidente que se ha tratado de una huelga que ha respondido a intereses políticos particulares, diseñada por grupos particulares: por un lado, del partido Sortu y EH Bildu; y por otro, de alguno de los sindicatos convocantes como ELA y LAB. En lo que respecta a Sortu, probablemente buscaba hacerse publicidad con lo que su doctrina obrerista entiende por lucha de clases: es decir, la movilización nacional por la reforma económica dentro del marco capitalista. De este modo, por un lado y a nivel de calle, buscaronn arrinconar a la oposición comunista dentro de la sociología histórica de la izquierda abertzale, preocupados por un sector comunista amplio, autónomo y al alza entre los sectores juveniles organizados. Su plan era dejar en evidencia a las organizaciones comunistas de la juventud proletaria, otorgando todo el protagonismo de discurso y acciones a sus juventudes de Ernai. Probablemente tenían calculado que las organizaciones comunistas se abstendrían de participar en una huelga tan marcadamente reformista y corporativa.
Por otro lado, y a nivel mediático, buscaban hegemonizar tanto el espacio electoral de izquierdas como el descontento de los sectores más golpeados por la crisis a través de EH Bildu y de cara a las elecciones autonómicas, apareciendo ante Podemos como el único partido que realmente lucha junto con pensionistas, feministas, trabajadores, etcétera.
Los bloques proletarios utilizaron la movilización como trampolín y como medio de fortalecimiento. Pusieron sobre la mesa su planteamiento político.
La maniobra planeada contra la juventud comunista les salió mal. Las organizaciones comunistas de la juventud proletaria se adhirieron a la huelga y apostaron responsablemente por la unidad de clase. Definieron los objetivos de mejora de las condiciones del proletariado e impulsaron el componente de lucha de la jornada planteada, convocando huelga y paralizando los espacios en los que están presentes (especialmente campus universitarios y centros de enseñanza secundaria). Fueron activas en piquetes de las zonas donde tienen fuerza, además de convocar cuatro bloques proletarios “por la independencia política del proletariado”, uno en cada manifestación de capital de provincia, a los que se sumaron diversos colectivos del proletariado más combativo, reuniendo en total a más de de 3.000 personas. De tal manera que, lejos de quedar arrinconados con la maniobra de la huelga, utilizaron la movilización como trampolín y como medio de fortalecimiento. Pusieron sobre la mesa su planteamiento político, más directo y consistente que el de los sindicatos y EH Bildu.
En lo que respecta a Podemos, el mismo día aprobaba desde el gobierno español la subida de 50 euros del SMI, quitando protagonismo, con reformas objetivas, a la masa movilizable de EH Bildu y sindicatos, que planteaban la necesidad de reformas en la misma dirección.
Los sindicatos, por su parte, muy probablemente buscaban justificarse ante sus propias bases como centrales operativas y útiles en un contexto de ofensiva generalizada del Capital y de proletarización masiva. Es una coyuntura en la que estas mismas centrales sindicales, preparadas para responder a una situación de empleo estable, no acaban de encajar. En el caso de LAB, habría que sumar los objetivos políticos de partido anteriormente descritos.
Como jornada de bloqueo de la producción capitalista, se puede decir que la “huelga general” fue un fracaso: los sindicatos no consiguieron extenderse más allá de sus bases (cerca de 200.000 afiliados), y la huelga triunfó sólo en los valles controlados por la cultura política del oficialismo de la izquierda abertzale. La huelga tuvo un seguimiento menor que las últimas huelgas generales de Hegoalde. La producción y el comercio en los grandes centros productivos y comerciales estuvo más o menos operativa. Probablemente, las industrias que pararon su producción redoblaron la misma el día anterior o el siguiente, ahorrando salarios y seguramente sobreexplotando a la capa de trabajadores subempleados.
Las centrales sindicales, preparadas para responder a una situación de empleo estable, no acaban de encajar en un contexto de ofensiva del Capital y proletarización masiva.
Como jornada de movilización simbólica hegemonista hay que decir que los sindicatos consiguieron mostrar músculo en la calle (el de los afiliados y de su base social), aunque sin sumar nuevas fuerzas:
1. Los sindicatos cumplieron con su objetivo de justificarse ante sus bases, y ahora pelean en los despachos por conseguir una mejora simbólica que los refuerce como cuadros sindicales operativos para la capa superior de la clase trabajadora que tiene condiciones de sindicarse, y para ganar referencialidad entre pensionistas, jóvenes y desempleados.
2. El colectivo de “La carta de los Derechos Sociales” ha tenido diversas críticas y su legitimidad ha quedado en entredicho como plataforma partidista disfrazada de pluralismo, aunque es posible que todavía sigan usándola.
3. El partido y sus juventudes incumplieron sus objetivos de hegemonizar el espacio de izquierdas frente a los comunistas y frente a los movimientos sociales que no controlan, por las razones anteriormente descritas.
Si algo esta claro es que estas centrales sindicales y estas direcciones de partidos políticos están pensando en todo menos en la independencia política y en la participación de la capa más baja de la clase trabajadora (en la toma de decisiones que afectan al proletariado). No digamos ya en la necesidad de que éste tome el poder y transforme las relaciones de producción. Un proletariado cuya base social no para de crecer en el contexto de crisis económica global y de perdida de centralidad imperialista de Europa, y al que el clásico modelo sindical y de partido de cuadros ya no le sirve de nada, como tampoco le sirve el discurso por la reforma nacional, política y económica.
Lo que nadie se esperaba el 30 de enero es que la juventud proletaria fuera a irrumpir con personalidad política propia, un discurso bien estructurado, y una aceptable capacidad de movilización.
ALGUNAS CONCLUSIONES SOBRE LOS BLOQUES PROLETARIOS
Los bloques independientes por la ruptura política proletaria han sido la novedad respecto a anteriores huelgas en Euskal Herria. En primer lugar hay que aclarar que no se les llama “bloques proletarios” porque estén compuestos de proletarios: en el bloque general también los había, y muchos. Se les llama bloques proletarios porque, a diferencia de los sindicatos y partidos que convocaban a la manifestación general, las organizaciones y colectivos que convocaron a los bloques independientes sí que estaban controladas totalmente por el proletariado, con una agenda netamente proletaria. Porque se muestran por una ruptura política con el poder del estado burgués y la producción capitalista, a diferencia del bloque por la reforma, hoy mucho más amplio pero con un futuro incierto, que actúa bajo una óptica de clases medias y aceptando la existencia del estado y de la producción burguesas. Los bloques proletarios han supuesto un avance respecto a las dinámicas huelguísticas anteriores en varias planos :
1) Por un lado, han roto la hegemonía absoluta de EH Bildu y la autodenominada “mayoría sindical” a la hora de plantear las huelgas generales. Los debates surgidos sobre si los bloques tienen derecho o no a sumarse a las movilizaciones, así como otras discusiones, han dejado en evidencia que existe un sector con una agenda política muy concreta que privatiza simbólicamente las grandes movilizaciones obreras como la huelga general o el 8 de marzo, para responder a sus intereses políticos particulares. Han demostrado, también, que ese sector reacciona con agresividad ante cualquier expresión políticamente independiente en estas jornadas de lucha, que deberían ser plurales y de toda la clase obrera. Una buena muestra de ello es que el concepto de “bloque” que se incorpora a las manifestaciones unitarias, se ha convertido en Euskal Herria en un asunto de separación de manifestantes por edades, lugar de origen, género, características físicas, etcétera, bajo un paraguas de pensamiento único que confluye en una gran manifestación unidimensional. En realidad, se debería impulsar o, al menos permitir, la existencia de bloques conformados por las distintas sensibilidades y corrientes políticas de la clase obrera, que unan sus fuerzas de movilización para objetivos comunes. Esta actitud tradicional de privatizar las grandes movilizaciones plurales mantenida por la socialdemocracia abertzale, acaba debilitando a la clase obrera, porque empobrece el debate ideológico, y conduce a las masas movilizadas a un bloqueo permanente. Además, esta manera de proceder impide la incorporación de nuevas fuerzas que podrían tener un eco fuerte entre el proletariado, si éste viese que se le toma en cuenta, y que no deberían de subestimarse. Los bloques proletarios han servido para poner encima de la mesa esta problemática.
2) Además, los bloques por la ruptura política han evidenciado la necesidad de superar un modelo de huelga ordenado, esterilizado y simbólico, y totalmente dirigido por la burocracia sindical y de partido, en cuanto a objetivos, modalidad de lucha y tiempos. Estos han reaccionado a las críticas hablando de comités de huelga, supuesta participación, etcétera. Pero los comités de huelga pueden tener la competencia de decidir objetivos, discurso, tiempos y modalidad de lucha o pueden, por el contrario, limitarse a ser mera correa de transmisión para ejecutar un planteamiento que ya viene cocinado desde fuera. En este caso, conformados a escasas semanas del día de huelga, es evidente de qué modelo de comités estamos hablando, más si cabe cuando ha habido un colectivo concreto que llama a la huelga a espaldas de toda la clase obrera, y que va informando sucesivamente sobre cuáles van a ser los objetivos, la modalidad de la misma, o el discurso. Tengamos en cuenta el agravante de que este modelo de huelga no obedece realmente al objetivo de paralizar la producción capitalista y forzar desde la calle la subordinación de la burguesía, sino que responde a una demostración simbólica partidista. Lo que estaba en juego era si EH Bildu y los sindicatos que la orbitan tienen más o menos capacidad de movilización frente a otros partidos del juego parlamentario, para luego poder erigirse en protagonistas de negociaciones muy lejos de los ámbitos de decisión de la clase trabajadora. De ahí que se planteen seguir empleando este modelo esterilizado de huelga para intervenir en la campaña electoral de las elecciones de abril.
Lo que nadie se esperaba el 30 de enero es que la juventud proletaria fuera a irrumpir con personalidad política propia, un discurso bien estructurado, y una aceptable capacidad de movilización.
3) En tercer lugar, los bloques proletarios han puesto encima de la mesa la necesidad de dejar de plantear reformas económicas nacionales sin tener en cuenta el marco global, de división internacional del trabajo y de la explotación, y de la lucha de clases. Es decir, los bloques proletarios han señalado que la reforma económica, en forma de limosna en el marco nacional del centro imperialista, sin ruptura política frente a la oligarquía internacional, puede impulsar los esfuerzos de ésta última para aplastar al proletariado periférico, extrayendo un extra de plusvalía que le permita mantener la paz social en las sociedades centrales. El planteamiento socialdemócrata obvia permanentemente el elemento central de que toda reforma tiene que tener como fondo la seguridad de que es a la burguesía a quien arrebatamos la riqueza, y no a nuestra propia gente en el sur global, allá donde no la vemos. Pero eso sólo puede darse mediante la ruptura política, mediante la subordinación creciente del enemigo de clase a la política proletaria. Es decir, que este modelo sindicalista y obrerista de reforma nacional debe ser sustituido por un modelo de lucha de clases política e internacional, con movilizaciones de calle y una agenda política proletaria que permita conseguir realmente avances de clase a costa de los acumuladores de ganancias.
4) Por último, y en relación con lo anterior, los bloques han servido para criticar un discurso político de fondo que permanentemente blanquea las desigualdades capitalistas, la producción asalariada y la sociedad clasista. El concepto de “dignidad” de vida y de trabajo digno ha servido al reformismo convocante para considerar digno cobrar un salario mínimo en el marco de relaciones de explotación, cobrar una pensión mínima, o una jornada laboral de 35 horas. Es extremadamente grave emplear la lucha obrera para dignificar de esa manera las desigualdades y la explotación, se haga consciente o inconscientemente. No hay “dignidad” en nada que no sea una sociedad con igualdad de condiciones materiales para todas. No hay dignidad a menos que la libertad política sea universal, y no patrimonio del poder económico. No hay dignidad alguna en tener que trabajar para otro siete horas al día, cuando es evidente que, dado el desarrollo de las fuerzas productivas, con una división equitativa del trabajo, y si no fuera por la necesidad de producir ganancias, la jornada laboral sería hoy mucho menor a las 35 horas. Es perfectamente posible un planteamiento que defienda que las mejoras que consiga el proletariado se tienen que obtener arrebatando cuotas de poder a la burguesía, conformando y reforzando la organización independiente de clase, sin necesidad de blanquear permanentemente con terminología moral a los sindicatos, a los partidos de cuadros burgueses, a las reformas institucionales y a las relaciones de producción capitalistas.
Huelga general
Voces después de la huelga
Dos semanas después de la huelga convocada en Euskal Herria abrimos un espacio para los análisis y el debate desde los movimientos. En lo próximos días publicaremos diversos textos de valoración.
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