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Italia
Trabajo agrícola y muerte
16 trabajadores agrícolas han muerto en dos accidentes de automóvil ocurridos el 4 y 6 de agosto en Pulla (Italia). Todos eran mano de obra extranjera, que supone cerca de la mitad de la fuerza de trabajo que hace posible el "Made in Italy" agrícola.
investigador y profesor titular de sociología en la Universidad de Salerno (Italia).
16 trabajadores agrícolas han muerto en dos accidentes de automóvil ocurridos el 4 y 6 de agosto en Pulla, la tierra del tomate italiano, donde se produce una parte importante del famoso “Made in Italy”. Han muerto 16 chavales africanos cuando volvían a sus infraviviendas después de trabajar a destajo en la cosecha bajo el sol de los campos.
Cada año mueren trabajadores y trabajadoras en los terrenos agrícolas italianos. Son nacionales y extranjeros. Algunos mueren trabajando. La mayoría en accidentes provocados por furgonetas informales, a las cuales pagan entre 3 y 5 euros por regresar al terminar la jornada. Cada año mueren, al igual que en España, especialmente en el sur, como le sucedió, por ejemplo, el 24 de junio pasado a un jornalero marroquí que falleció en la ruta que une Murcia con Granada y el 3 de enero de 2011 a doce ciudadanos ecuatorianos en Lorca, siempre en la provincia murciana.
Muy comúnmente se olvida el papel del trabajo migrante en la producción agrícola “Made in Italy”
Estas condiciones de trabajo se suman a unas condiciones de vida fuertemente precarias, especialmente para los inmigrantes, que viven en guetos rurales o en viviendas cerca de los campos. Y, aunque es cierto que las mismas no imperan en toda la agricultura italiana, constituyen una importante parte de este sector, tan relevante para la economía nacional. Muy comúnmente se olvida el papel del trabajo migrante en la producción agrícola “Made in Italy”, donde alrededor de la mitad de la fuerza de trabajo total empleada en el sector está compuesta por personas no italianas. Sin embargo, en algunas cosechas, la mano de obra empleada es exclusivamente extranjera, como sucede con el tomate, así como en otros trabajos del sector primario, como la ganadería, principalmente con la producción de leche para el parmesano o la mozzarella.
Esta situación se ha determinado a lo largo de los últimos 30 años sin que haya habido ningún reconocimiento de la misma por parte de las instituciones públicas, que solo han intervenido a través de una ley —la así llamada ley contra el caporalato del 2016—, cuyo enfoque de tipo represivo no es suficiente para abordar las cuestiones laborales. A lo largo de este período, la ausencia de políticas sociales y de vivienda ha sido pasmosa, dejando las necesidades de estos trabajadores a merced de un sector en el que la ausencia de medidas proactivas para revertir la situación ha impedido que se produzca una redefinición de las relaciones de fuerza en las cadenas productivas.
Con su no intervención, las instituciones públicas han dejado sin respuestas a las luchas sindicales crecidas en los últimos diez años, sobre todo a partir de la huelga auto organizada en Nardò (Pulla) por los trabajadores agrícolas africanos en el 2011. Así, pese a la reiteración y multiplicación tanto de luchas como de manifestaciones, piquetes y huelgas, las acciones institucionales se han limitado al mero palabrerío y a la aplicación de medidas simbólicas.
Muchas veces, como en este caso, frente al fallecimiento de 16 personas, se ha desviado el foco de atención, hablando de otros asuntos —de inmigración clandestina, de emergencia, de esclavitud, de mala acogida— y se ha olvidado la cuestión central: la de la explotación del trabajo que permite la producción de una importante parte del “Made in Italy” agrícola. Este desvío de la atención pública viene orquestado desde arriba, siendo el ministro del Interior, Matteo Salvini, uno de sus principales exponentes. Lamentablemente, mientras se discuten los términos antes mencionados, no se habla del tema fundamental: la urgente necesidad de justicia laboral y de lucha contra la explotación en el sector agrícola italiano. El punto central reside en cuestionar tanto el modelo de la gran distribución organizada que controla las cadenas como a las propias empresas que viven de la explotación del trabajo vivo en los campos e invernaderos.
El trabajo migrante debe ser reconocido en su realidad laboral para ser protegido. Este debe ser el punto de partida
El trabajo migrante debe ser reconocido en su realidad laboral para ser protegido. Este debe ser el punto de partida, junto con las aportaciones de respuestas concretas a las demandas de los trabajadores y las trabajadoras. Las autoridades locales pueden hacer mucho, a pesar de su escasa acción hasta el día de hoy, sin esperar a un Gobierno que no está interesado en la lucha contra la explotación, en parte porque los productores agrícolas son una importante porción de su bloque social de referencia. La verdadera esperanza está dentro de la subjetividad del trabajo, en sus manifestaciones y huelgas. Varias han sido convocadas en rápida respuesta y la huelga del 8 de agosto —la marcha de la gorras rojas, con el eslogan “jamás esclavos”—, en la misma área donde han fallecido los trabajadores, ha sido masiva: el éxito positivo de estas acciones será fundamental para evitar que estas muertes hayan sido en vano.
Migración
La marcha de los "gorras rojas"
Cientos de jornaleros africanos marchan en Italia como protesta frente a las condiciones de esclavitud en las que trabajan.