Kabilas de mesa camilla
Delivery identitario, etiquetas take away

Porque el capitalismo sabe que el consumo identitario (yo, mi colectivo, mi comunidad, mi tribu urbana) fagotiza la resistencia ante el orden establecido de parir con dolor y trabajar con placer
Riders coronavirus noche
Dos riders repartiendo productos take away Álvaro Minguito
Hafsa Arrabal
12 jun 2025 09:27

Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo. Y si te lo quitas para remendallo.

Empieza a apretar el calor y queremos cambiar de outfit. Uno más ligero, fresquito, limpio, a la altura del clima. Para estas primeras semanas nos vale lo mismo del verano pasado, luego habrá que ir de rebajas, compras, xein, tenu y un largo etcétera de empresas y marcas puestas al servicio de nuestra libertad individual como consumidoras que es lo que importa. Ahora bien, para encontrar los atuendos del año anterior listos para el nuevo estío hay que sacarlos de las cajas alcanforadas en las que fueron preservados del frío del invierno. Todo ese proceso de mete-saca, lava-plancha, tira-coloca, no ocurre por arte de magia. El hada del cambio de temporada no existe. Son las madres.
Me paso, sin avisar, por la casa de mi vecina. Hace lo menos dos días que no la veo. En la tele se habla de números muertos con el mismo tono con el que se habla de lo que no importa. La joven señora de esta casa tiene la cara de haber llorado. Con una mano mece con fuerza el carrito de bebé y con la otra se refugia en el scroll infinito. Me invita a sentarme. Tomo el relevo en el meneo del carro y ella se retrepa aliviada en el sofá.

Además del dolor físico y el expolio material, el capitalismo también ha supuesto, en su perverso devenir, la mutilación de los sueños emancipatorios y el borrado de los relatos placenteros. No obstante, nos ha consolado con el chupete del consumismo

“¿Qué te pasa, hija?” No es que no sepa lo que le pasa, es que “lo que le pasa” no se lo puede permitir ni como mujer, ni muchísimo menos como madre.  “¿Te ha pasado esto antes?” Sí, le otra vez cuando nació su grande (una niña que ahora rondará los trece años), pero en aquel momento se lo achacó a que ella era una niña criando a otra niña, y que de mientras cuidaba perdía la vida que le correspondía vivir. Pero ahora, ¿qué le pasa ahora que tiene la vida que quiere?  

“¿Lo que te pasa por dentro se parece a algo que te haya pasado antes?” Se parece al aburrimiento, a la culpa, a la tristeza, a la agonía. “¿Te sientes sola?” Entonces sus ojos se abren como charcos de tormenta, su semblante se congela por unas milésimas de segundo y su lengua, adalid de lo que debe ser, réplica que “¿cómo me voy a sentir sola si estoy todo el día acompañada?”, señala al carricoche.  “Sí, sin duda es paradójico”, pienso sin rechistar. 

“¿Qué dice tu marido?” ¿Qué va a decir su marido? ¡Son cosas de mujeres! ¿Qué va a decir su madre si en su “cultura” las mujeres maternan sin culpa, ni duda, ni hartazgo, ni soledad. Las mujeres gitanas, las mujeres del tercer mundo, las mujeres de antes, las moritas del pañuelo, esas que en el marco de “su cultura” no sufren cumpliendo con su función divina de procrear y nutrir con la carne de su carne los ejércitos de los gobernantes, las plantillas de las fábricas y el número de usuarios acepta cookies.

Y con este melón, se llenó el serón. Lo que quiere decir que con la “cultura” hemos topado, y que esta palabra mágica y falaz, bloquea cualquier escapatoria personal, comunitaria  y filosófica.  Porque puedo desmontar con mi vecina al patriarcado porque no es de nadie, pero, ¿cómo combatir “la cultura” de su madre (o de la mía)? ¿No sería eso traición, autoodio, autoracismo? ¡Qué gran estrategia la del patriarcado! Vendernos como cultura propia lo que no es más que suyo y de sus secuaces.

La cultura es la nueva biología

Para echar a andar el proto-capitalismo fue menester toda una teoría biológica que clasificara a los seres humanos en compartimentos estancos y que estableciera una jerarquía entre las razas que esa misma teoría inventó.

Hubo que verbalizar y teorizar sobre la traza en la sangre hasta hacer el racismo carne. Carne de yugo, de algodonar, de burdel, carne de mina y de galeras. Porque hay razas que soportan mejor el dolor, y otras más dadas al pensamiento crítico, esto no lo digo yo, lo dice la ciencia. La ciencia que nos ampara para salvarnos del mythos.

Los mecanismos de abuso y desposesión de los pueblos que propiciaron la Revolución Industrial del norte de Europa, para civilizar el mundo con el capitalismo, se fraguaron en la otra orilla del Atlántico. Sin la esclavización y la mano de obra gratuita en los algodonales no hubieran echado a andar las fábricas de textiles del primer mundo. Aunque hay más; la optimización del beneficio de la producción a costa del cuerpo humano, la concepción reducida de la persona a la función que desempeña en  la fábrica o el campo, el embargo de su tiempo y de su espacio y otras características propias de la teoría capitalista, se llevaron a la práctica en Abya Yala.

Capitalismo feroz construido en cadena a lo largo de todos los territorios civilizados. El último eslabón; Gaza, ciudad de vacaciones.

Me figuro que el desarrollo del sistema de control panóptico 0.1 que pusieron en marcha las fuerzas cristianas del orden monárquico castellano aragonés, para vigilar a la población andalusí (cristiana, marrana y mora) ayudó a los señores algodoneros a controlar a su ganado humano. La monarquía cristo hispánica exportando calidad desde 1492. Capitalismo feroz construido en cadena a lo largo de todos los territorios civilizados. El último eslabón; Gaza, ciudad de vacaciones.

Hoy día sería una somera barbaridad (como lo fue en su tiempo) asegurar que en base a su raza biológica, una persona es más o menos apta para una cosa u otra, sin embargo, si cambiamos el nombre de raza por el de etnia y a cada etnia se le adjudica una cultura, ya estamos hablando en el registro moderno y respetuoso que nuestro tiempos merecen, y es perfectamente aceptable decir que  hay “culturas” impermeables a las influencias ideológicas del mundo en el que viven, así cualquier atisbo de machismo o misoginia es debido a su propia existencia y cualquier cuestionamiento por parte de sus miembras será traición a la tradición.

El consumo de la identidad

Además del dolor físico y el expolio material, el capitalismo también ha supuesto, en su perverso devenir, la mutilación de los sueños emancipatorios (así ha sido siempre) y el borrado de los relatos placenteros (a todas les pasa y ninguna se queja).  No obstante, nos ha consolado con el chupete del consumismo.  Con la oportunidad, sugerida, de consumir mucho más que cosas, ya que hoy día el consumo no se limita a cosas o sustancias, sino que esta versión refinada e inclusiva nos permite consumir  experiencias e identidades.  Porque el capitalismo sabe que el consumo identitario (yo, mi colectivo, mi comunidad, mi tribu urbana) fagotiza la resistencia ante el orden establecido de parir con dolor y trabajar con placer.

Me compro una etiqueta y acepto sus cookies. Refuerzo mi identidad individual, me vinculo a un colectivo y me confronto con otro para poder existir, sin resistir a las teorías excluyentes del género, la raza y la cultura determinista.

Quiero decir amiga que si las mujeres de nuestro entorno no se han planteado la soledad y la incertidumbre que supone maternar, ni teorizan su improvisación ante la maternidad, no es por su cultura gitana/mora/sudaka/afro black, sino porque en tanto que mujeres, no se les ha permitido plantearse a ellas misma como sujetos protagonistas de su propia vida, ni validar sus decisiones. Y esta “cultura” no tiene más que un apellido que empieza por patri- y acaba por -arcado.

¿Un propósito de medio año nuevo? Rechazar las cookies de las etiquetas que no confrontan los valores coloniales de la alianza capitalista y patriarcal.
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Genocidio
Opinión No lo soportamos más: un alarido por Gaza
Mientras la complicidad con Israel es abierta, obscena y militante, levantarse contra el genocidio es un gesto que a tantas les está costando el futuro y la libertad en cada vez más sitios. Ya no sabemos ni qué escribir al respecto.
Bilbao
Educación pública Crónica del abandono institucional de la escuela pública de Atxuri
VV.AA.
El edificio de la escuela se cae a cachos y su comunidad lleva años sufriendo un maltrato estructural, mientras lucha por unas condiciones dignas para el desarrollo de la función educativa.
Opinión
Políticas SUV Un freno colectivo contra la autovía subfluvial
El sábado 14 de junio celebraremos la segunda acampada desobediente en el parque Artaza (Leioa, Bizkaia) contra los presupuestos faraónicos para infraestructuras que se imponen ante la urgencia climática.
Feminismos
Feminismo Dous anos sen reparación tras sufrir lesbofobia nun Rexistro Civil de Pontevedra cando ían inscribir a seu fillo
Un funcionario negouse a inscribir ao fillo de Antía e a súa parella. Un erro de redacción na lei trans está detrás dos argumentos que o funcionario esgrime para defender a súa actuación.
Medio ambiente
Medio ambiente Iberdrola proxecta un parque eólico que pon en risco un dos maiores xacementos fortificados de Galiza
A Xunta vén de declarar a utilidade pública para o parque eólico Castro Valente, a pesar de que a súa construción está suspendida cautelarmente polo Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.
O Salto medra contigo
Crowdfunding O Salto Galiza abre un crowdfunding para empapelar Altri
Queremos investigar os responsables políticos e empresarias do que podería ser o maior atentado ambiental da historia recente de Galiza.
Filosofía
Brais Arribas, filósofo “Non se trata de empoderar senón de disolver o poder”
Durante a conversa, o profesor reflexiona sobre a saúde da filosofía galega, o poshumanismo, as novas masculinidades ou a experiencia da pandemia.

Últimas

Alemania
Litigio climático Un tribunal alemán abre la puerta a que grandes emisores puedan ser responsabilizados de daños climáticos
El jurado descarta la demanda del agricultor peruano Saúl Luciano Lliuya por entender que el riesgo a su propiedad es demasiado bajo, pero esta misma argumentación podría llevar a condenas en otros casos.

Recomendadas

LGTBIAQ+
LGTBIAQ+ Unha casualidade, unha resposta masiva e un debate incómodo: a sentenza de Samuel Luiz en contexto
O 22 de maio, o TSXG ratificaba o veredicto do xurado popular e recoñecía que o asasinato de Samuel Luiz foi un crime motivado por LGTBIfobia. O caso supuxo unha mobilización sen precedentes.
Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.
Xunta de Galicia
Política A Xunta recibe ao embaixador de Israel en funcións mentres Gaza agoniza ao bordo da fame
O Goberno de Alfonso Rueda escenifica a súa boa sintonía coa Administración de Benjamín Netanyahu apenas unhas horas despois de que Israel bombardease unha escola que servía de refuxio e ordenase unha evacuación masiva en Gaza.