Estarse sentados a comer unas tapas
bañadas con cerveza frente al genocidio
transmitido en directo en las pantallas
del mundo no es civilizado ni humano.
Y como fue humano sacrificar millones
de vidas contra el nazismo asesino
es hoy decente oponerse al holocausto
de inocentes niños y civiles gazatíes.
Para matar al “sioux malo” los del Séptimo
ejecutaron toda la tribu y Masada no cayó
bajo las cohortes sino hasta que murió
por su propia espada el último valiente.
¿Cómo olvidar a los cocineros del mundo
volando en pedazos por ser humanos?
¿Cómo no recordar al Mavi Marmara?
¿Cómo borrar de la memoria a Ruanda?
Habrá que dejar el cómodo sofá y pararse
ante los robocops de Shayetet y sus armas
y esperar que La Haya juzgue a todos
los violadores de los Derechos Humanos.
Hoy todos queremos zarpar desde Estambul
para socorrer a los hermanos gazatíes
como haríamos con nuestros hermanos
asesinados en el gueto de Varsovia.
Ramón Haniotis
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