Fotografías Sol Concentración Hasel - 5
Un grupo de personas graba con sus móviles el paso de un grupo de antidisturbios durante una manifestación de apoyo a Pablo Hasél. Álvaro Minguito

La semana política
El partido del orden

El proyecto de Pedro Sánchez ordena y establece las palabras adecuadas, cuenta con el relato hegemónico y con los medios suficientes para extenderlo. El caso Hasél es la última muestra de cómo el actual presidente maneja el relato político.
Pablo Elorduy
20 feb 2021 06:31

El presidente Pedro Sánchez se dirige, con el viento de cola, a una reelección en mejores condiciones que las de su tortuoso camino hacia la presidencia. Los resultados de las elecciones en Catalunya y la fragmentación del ala derecha del bipartidismo deja al PSOE que representa Sánchez ─quizá no el único PSOE, sí el único “ganador”─ como partido clave del centro político español. Entre las virtudes del socialismo de Sánchez, heredero de la Tercera vía que se estrelló en la crisis de 2008, está la de hacer pasar a su partido como el menos político de cuantos participan en la cosa pública. Ayudan a ese propósito la presencia de “hombres de negro” incrustados en dos ministerios clave, el de Economía y el de Seguridad Social y queda, para guardar la viña del voto feminista tradicional y para ejercer con sadismo la disciplina sobre el socio de Gobierno, la vicepresidenta política Carmen Calvo.

Esa apariencia técnica tiene efectos demoscópicos y electorales claros en un momento en el que la extrema derecha crece a costa de la descomposición de un proyecto que nunca fue del todo sincero y funcionaba en modo aluvión de intereses, el de la derecha española democrática. Hay ventaja para el PSOE, en la certidumbre de que reflotar ese proyecto de sustitución del “Ministerio de la Derecha”, que antes ocupaba con aplomo el Partido Popular, llevará más tiempo que la mera fusión de Ciudadanos y el partido de Pablo Casado, si es que ésta se produce. El auge de Vox, refrendado en las elecciones del 14 de febrero en Catalunya, ofrece al proyecto de Sánchez dos vías interesantes: no solo la competencia en el campo de la derecha, sino la posibilidad de explotar discursivamente la inexperiencia, el caos y la inseguridad que traerá el partido de Abascal.

Seguridad sin cambio

La respuesta de las delegaciones de Gobierno a las protestas del caso Pablo Hasél son una muestra relevante de aquello que el PSOE no va a permitirse perder en el largo ciclo electoral que llega. Descontado ya el hecho de que la situación económica va a ser mala, pero también que no se van a tocar las condiciones básicas de la propiedad financiero-inmobiliaria española, el control del “orden” ciudadano, en el campo semántico limitado de la “seguridad”, es la primera clave de la reelección de Sánchez, aquello que no puede dejar caer en manos de la extrema derecha.

Eso explica que no haya expedientados de momento por el disparo con fuego real a un joven que volvía de jugar al fútbol en Linares (Jaén) durante las manifestaciones del sábado pasado de protesta por la paliza que un subinspector y un agente dieron a un padre y a su hija a la que acosaban. Tampoco se han producido reacciones inmediatas en los Mossos d'Esquadra, más que las preceptivas investigaciones internas, respecto al disparo de una bala de foam a una manifestante, que resultó en la pérdida de su ojo. 

La cuestión de la “violencia” en las protestas contra el encarcelamiento del rapero ha cerrado en banda ese debate y dado una oportunidad al proyecto Sánchez para fortalecer su perfil de orden en plena escalada de Vox

A estas alturas, el orden y la seguridad funcionan en una sola dirección. Al igual que la palabra violencia, son algo que solo existe como material para la exclusión de grupos sociales o de formaciones políticas, en este caso del socio beta del Gobierno. Lo aceptable y lo inaceptable son solo una norma social, pero desafiar o tratar de modificar el marco de lo aceptable cuesta la carrera política de quienes se atreven a emprender esa pedagogía. 

Lo mismo ocurre con el significante ‘violencia’ aplicable solo en términos de juicio moral sobre altercados callejeros y completamente ajeno a la evaluación de otros acontecimientos, como el abandono por parte de un empresario de Luis Víctor Gualotuña, un hombre de origen ecuatoriano de 55 años que falleció el 18 de febrero tras caer del andamio en el que trabajaba sin contrato. Tampoco entra dentro del debate sobre la violencia la carga de material militar que ayer, 19 de febrero, iba tener lugar en el puerto de Sagunto con destino Yemen (que finalmente se retrasó dos semanas). Un material que sigue convirtiendo a España en el único país occidental que exporta armamento para un conflicto en el que ya se contabilizan 233.000 muertes, la mayoría por la hambruna y las enfermedades derivadas de la guerra.

“Violencia es no llegar a fin de mes”, se coreaba en las manifestaciones durante la crisis de 2008-2015, pero quizá sea útil comenzar por reconocer la violencia solamente en aquellos hechos puramente violentos promocionados por el estado actual de cosas para después ampliar la mirada hacia las consecuencias de un mercado laboral, de la energía y de la vivienda que, visto lo visto, es irreformable. En cualquier caso, solo desde la perspectiva de la paz social, España ha caído 15 puestos en tres años en el contexto mundial, según el último informe del Instituto para la Economía y la Paz (IPE). La progresiva militarización y securitización de los conflictos de índole social es un hecho que se omite cuando se entabla el debate sobre la consolidación democrática del país.

El fracaso de la pedagogía

El vocabulario que puede emplearse en la liza política viene cepillado desde hace tiempo y los intentos por parte de la nueva política por transformar “la gama de opiniones socialmente aceptables”, es decir, aquello que los expertos en comunicación llaman la “ventana de Overton”, han resultado experimentos en buena medida fracasados. El empeño en las últimas semanas de Pablo Iglesias para cuestionar el papel de los grandes oligopolios de la comunicación, e incluso de resignificar la palabra democracia, se ha de contar como parte de esa pedagogía fallida. 

Incluso desde la conciencia de que Iglesias trata de no perder al electorado de la impugnación al sistema con ese discurso, la realidad es tenaz al demostrar que, cuando el líder de la izquierda española desaparezca de la escena política, a nadie le va a resultar posible ─pero no por ello se deberá dejar de intentar─ modificar un vocabulario en el que la prevalencia del único orden aceptado y aprendido se superpone a las nociones básicas de justicia e igualdad. Y, de hecho, en esta esquina del Mediterráneo, se impone también al estricto respeto de los derechos humanos, como muestran las protestas de Amnistía Internacional en los casos de Hasél o de los Jordis, en prisión desde 2017.

El PSOE de Sánchez ha dado con la tecla de entrar en refriegas culturales y mantener al tiempo un perfil sensato, empujando toda la carga de conflicto, crispación y caos a su socio de Gobierno o a su 'otro' particular, Vox

Si el caso Hasél abrió una perspectiva interesante respecto al debate sobre la libertad de expresión ─y llevó a moverse a figuras totémicas de la cultura oficial como Pedro Almodóvar o Joan Manuel Serrat─ la cuestión de la “violencia” en las protestas contra el encarcelamiento del rapero ha cerrado en banda ese debate y dado una oportunidad al proyecto Sánchez para fortalecer su perfil de orden en plena escalada de Vox.

No hay debate público sino un perfecto bucle de retroalimentación entre lo moralmente aceptable por las mayorías silenciosas y lo que queda fuera del consenso. Con la salvedad de que, en el caso de las opiniones de extrema derecha, el ejercicio se realiza de manera inversa, no desde la condena a priorística sino desde la delectación morbosa. En buena medida, hay que suponer, por la seducción que ejerce en determinados elementos de la profesión periodística el discurso supremacista, antifeminista y antiigualitario que emiten las estrellas emergentes de la extrema derecha. Pero, por encima de esas filias, el desplazamiento de la atención mediática hacia las posiciones más bizarras, o frikis, de la ultraderecha, tiene como consecuencia última el corrimiento de tierras de las posiciones de Vox hacia el campo de lo socialmente asimilable.

Antisocial (Capitán Swing, 2021) es un largo ensayo de Andrew Marantz sobre cómo la extrema derecha tomó posiciones en los medios de comunicación social con la determinación de modificar esa ventana de Overton y cómo triunfaron, a medias, y marcaron un hito con la elección del presidente Donald Trump. Pese a que las figuras de la esfera del pensamiento fascista, supremacista o “políticamente incorrecto” estadounidense están demasiado alejadas de la realidad política de este espacio subsidiario del Mediterráneo, lo que se muestra en Antisocial es la caja de herramientas con que se produjo el asalto al “relato” hegemónico prevalente en Estados Unidos, y cuáles fueron los anticuerpos que finalmente detuvieron, al menos momentáneamente, ese asalto: las decisiones empresariales de los grandes monopolios de la comunicación social para vetar o impedir el acceso a la atención ─uno tras otro hasta llegar al jefe─ a los agitadores y propagandistas del neofascismo americano.

Andrew Breibart, fallecido en 2012, es uno de los padres de ese movimiento, que bebe también del pensamiento de autores clásicos de la izquierda como Antonio Gramsci o el organizador social Saul Alinsky. El “San Juan Bautista” de esa camada de tuiteros y agitadores en red, Breitbart, emitió un lema ─“la política procede de la cultura”─ que sirve tanto para quienes pretenden desplazar la atención hacia el odio “al judío” (a los jóvenes, los menores extranjeros, a las mujeres, a las personas trans) como para quien opta a una reelección centrándose, como único proyecto político, en la defensa de la cultura dominante.

A estas alturas de década, es un engaño pensar que ese libreto funciona solo en el caso de los partidos denominados ─especialmente por la clase hegemónica─ “populistas”. El PSOE de Sánchez ha dado con la tecla de entrar con todo en las refriegas culturales y mantener al tiempo la imagen de partido sensato, empujando toda la carga de conflicto, crispación y caos a su socio de Gobierno o a su ‘otro’ particular, Vox. Las consecuencias sociales de ese ejercicio de reducción del partido hegemónico a la sola función de garante del orden son impredecibles. No lo son tanto los resultados electorales de una estrategia inteligente y con un punto perverso, en cuanto el único progreso que promete es el del porcentaje de votos en las próximas elecciones.

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#84123
3/3/2021 11:11

Unida Podemos son una mezcla entre Zombis y Asambleístas y así se les van los votos por muchas banderas rojas que agiten y por muchas melenas que se dejen crecer y por mucho que El Salto quiera parecerse a Público.

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#83158
21/2/2021 3:43

Bueno el artículo está bastante bien porque aparte de encarcelamientos, juicios varios y represión de protestas. La gestión del gobierno es nula. Creo que no hacen nada, absolutamente nada.
Cómo síntoma ¿alguien sabe el nombre de algún ministro ahora mismo? Creo que no había pasado nunca en la mediocre política española.

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#83150
21/2/2021 2:35

Me cuesta y me aburre leer artículos como este en los que tengo que repasar algunos párrafos para no perder el hilo. Gracias.

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#83122
20/2/2021 18:27

Lo del Salto con Podemos empiezan a ser un canteo, los meses pasan y esta cada vez más claro que lo único que aportan es postureo twittero.

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#83116
20/2/2021 17:52

Resulta, no se si se ha dado cuenta el autor del artículo, que la puesta en cuestión práctica del monopolio de la fuerza por parte del Estado en el conflicto social es algo inherente al mismo.

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#83113
20/2/2021 16:10

Pues con mi voto que no cuenten. Ya nos engañaron una vez vendiéndonos democracia y progreso, y aquí estamos, en la misma cuadrícula.

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#83102
20/2/2021 13:43

Vaya por Deos... Afortunadamente, aun queda intacta y en pie la vía Republicana y Democrática de Catalunya.
Visca Catalunya (otra vez)

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#83149
21/2/2021 1:59

Estoy segura que la burguesía catalana después de haberos utilizado como el voto o tonto útil, apoyará todas las iniciativas para mejorar la vida de los trabajadores en los barrios obreros, porque ya se está viendo lo bien que os esta yendo. ¡Salud y República! Catalana por supuesto, ejem, ejem...

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#83785
27/2/2021 14:23

Quién ¿hizo la Transición en España por la izquierda? No eran ni de lejos personas de clase media, son muy conocidos. ¿No os mintieron/utilizaron vuestro voto igual para crear una España que no se creó? y sí, no eran burgueses Pero la palabrita ésta aún está llena de tópicos en España (judío, usurero, manos ensuciadas por manejar dinero etc etc).
Entonces porqué se quiso entrar en la EU del 85 con entusiasmo si son todos países definidos por las burguesías.
Las contradicciones con el tema éste son del año 20.

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#83225
21/2/2021 20:13

Estoy segura de que...
Tu república española es tan centralista como la monarquía española, España, mucho España.
El anhelo de una república catalana es transversal, ideológica y socialmente, y esto es una gran avance en comparación con España que no entiende de ilusiones, que está anclada en la represión. Por supuesto que la burguesía catalana intenta monopolizar el proceso revolucionario catalán, que contradicción, pero la clase trabajadora está movilizada para impedirlo y para que la república catalana sea un auténtico proceso revolucionario.

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#83452
24/2/2021 10:55

Si piensas que una república catalana iba a ser distinta en algo más allá de lo que a la nacionalidad se refiere estás equivocado. El trabajador segura explotado y tendrá una vida que consistirá básicamente en tragar mierda. Eso sí cuando mire si DNI y vea que en su nacionalidad pone Cataluña se sentirá mucho mejor por qué el nacionalismo es ese poco de azúcar para que la píldora que os dan pase mejor.
España mucho España mal, pero Cataluña mucho Cataluña bien? No veo ninguna diferencia entre un nacionalismo y otro. Huis de la realidad tapándole con una bandera

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#83786
27/2/2021 14:31

Lo que tú piensas es que España, es toda cómo Madrid o alrededores, de matriz castellana. España es muy plural los medios de comunicación se encargan de que se note lo menos posible. En cuánto lo del DNI sirve para, por ejemplo no tener siempre problemas con la lengua y cultura escrita que la hay.
Algo que seguramente ni se te ocurre porqué no has vivido. No todo son los ingresos las personas tienen identidad, sino mira Bélgica.

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#83352
23/2/2021 10:25

si fuese un auténtico proceso revolucionario no tendrían una república como horizonte

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#83787
27/2/2021 14:36

No es que me guste. ni a mucha otra gente, pero por lo que se los auténticos procesos revolucionarios han salido mal siempre.
Otra cosa es que siempre dejan un poso de derechos y democracia. Pero salen mal.

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#83383
23/2/2021 14:45

Entiendo que #83225 habla de un auténtico proceso revolucionario (nada es seguro, lo vuestro tampoco) dentro de lo razonable desde el punto de partida actual, posible, deseable dentro del sentido de realidad, etc Era la respuesta alguien que preguntaba si la burguesía catalana ha mejorado, preguntaba mejorado las condiciones de la clase trabajadora. Nadie habla de revoluciones utópicas que siempre han salido mal. Siempre. y sólo hay que ir a los comentarios de por ejemplo la publicación en éste digital de la carta de Cuixart a Hasel.

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#84122
3/3/2021 11:09

Si Cataluña tuviese una república sería como Disneylandia.

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#83096
20/2/2021 11:57

El último párrafo no tiene desperdicio. Me permito destacar lo siguiente: “Las consecuencias sociales de ese ejercicio de reducción del partido hegemónico (PSOE) a la sola función de garante del orden son impredecibles”; y continúa: “El único progreso que promete (el PSOE) es el del porcentaje de votos en las próximas elecciones”.

Con una serie de medios de comunicación a disposición del PSOE (TVE, RNE, Cadena SER, El País, el Periódico, La Sexta, etc.) cualquier partido puede ser hegemónico, a no ser que sea un desastre, como PP y Cs. Por el contrario, cualquier partido que no cuente con ningún medio de comunicación está obligado a utilizar otras estrategias: la presión de la calle, la confrontación de propuestas, la tribuna del Congreso y del Senado, la difusión de su quehacer por redes sociales, el ejemplo de honradez y verdad...

Se podrán ganar muchas elecciones y dejar las cosas como están o peor. No se ganarán elecciones y obligar al hegemónico a cambiar las cosas para mejor. Gobernar para las encuestas o gobernar para mejorar la vida de la gente; el ciudadano elige.

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#83083
20/2/2021 9:44

¿Asaltar los cielos consistía en la pedagogía del vocabulario? Minentras los inmigrantes son deportados, el IMV es una farsa, la ley mordaza solo se pretende "suavizar" nos estáis diciendo que menos mal que esta Pablo Iglesias para hacer pedagogía, venga ya!

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#83184
21/2/2021 12:59

Hablar bien de Pablo Iglesias o Podemos por un periodista debe estar penado con miseria y cárcel, verdad?

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#83224
21/2/2021 20:08

Bueno, claramente para hacer política ni está ni se le espera. Si al menos hace pedagogía pues luego lo podrá poner en el currículum.

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#83075
20/2/2021 8:52

Cuando la democracia se convirtió en votar cada cuatro años, los lobbies empezaron a gobernar con violencia enmascarada. El último bastión en conquistar será, ya está pasando, la Educación y la atención sanitaria (Los eficientes gigantes tecnológicos nos han salvado la vida, ahora nos la arrebatarán). Los movimientos ecologístas y el auténtico feminismo resisten con todo en contra, como siempre, pero hay esperanza en una parte de la juventud alejada de los discursos de carcamales políticos con toda su cohorte de palmeros oficiales a sueldo, repitiendo las mentiras que sostienen esta farsa.

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