Palestina
Negar una Nakba y prometer otra. La voluntad genocida en la voz de Israel (III)
Parte III: Que se rindan o que se mueran
Los cuatro capítulos de esta mini-serie son extractos revisados del documento homónimo incluido en el informe ejecutivo presentado a la mesa 7 (Mercado securitario, colaboracionismo diplomático y lobby sionista) del Tribunal de los Pueblos sobre la Complicidad con el Genocidio Palestino en el Estado español (TPCGP-25: https://tribunaldelospueblos.org/), el pasado mes de noviembre en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Para facilitar una lectura más cómoda del texto, hemos prescindido de todas las referencias bibliográficas, que pueden consultarse en la versión completa del informe ejecutivo citado.
Los cuatro capítulos comparten nota introductoria, para la que tomamos prestada una cita al historiador judío estadounidense Zachary Foster, estudioso del antisionismo judío y el antisemitismo sionista.
¿Por qué se convirtió Palestina en una prueba de fuego? Tu apoyo a Israel no es solo un signo de depravación moral, sino también de tu incapacidad para distinguir realidad y ficción o causa y efecto. Es un signo de decadencia ética, desconocimiento de los medios de comunicación y falta de educación básica.
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En el capítulo anterior (segunda parte) evitamos hablar del ala más extremista del gobierno de coalición israelí para no caer en la tentación de pensar que todas las declaraciones citadas en este documento son exabruptos aislados de individuos que no representan a la mayoría parlamentaria ni a la propia formación de gobierno. No obstante, ya justificado el motivo, sería injusto dejar fuera de este registro las declaraciones de ese ala “ultra”. En Agosto de 2025, el ministro de finanzas Bezalel Smotrich afirmaba:
Aquellos que no mueran por disparos morirán de hambre.
Parece obvio que el ministro no habla de combatientes. La situación se parece demasiado a la descrita por mercenarios que han participado en la Gaza Humanitarian Foundation, donde los hambrientos palestinos que hacen fila para recibir comida son ametrallados.
Una vez más, lo que dice la élite de los lunáticos mesiánicos se hace realidad. Su lenguaje podrá ser más explícito o visceral, pero los términos no son en absoluto exagerados: siguen ciñéndose estrictamente a lo que se inflige a los palestinos sobre el terreno. El mismo ministro, dirigiéndose a un alto cargo militar, decía:
Te ordenamos llevar a cabo una operación rápida. En mi opinión, puedes sitiarles. Quien no evacue, no lo permitas. Sin agua, sin electricidad: déjalos morir de hambre o que se rindan.
Y como todas las declaraciones anteriores siempre son en pos de un fin, tal como dijo el propio Smotrich…
Gaza será completamente destruida, los civiles serán enviados... al Sur, a una zona humanitaria sin Hamas ni terrorismo, y desde allí comenzarán a irse en grandes números a terceros países.
Un año antes, el ministro de seguridad Itamar Ben Gvir exigía ejecutar directamente a los presos palestinos, muchos encarcelados sin juicio ni acusación, con un disparo en la cabeza.
Por eso insistimos en que estos “ultras” cumplen una doble función. Por un lado sostienen numéricamente el gobierno que ha liderado el presente genocidio. Por otro lado, terminan convirtiéndose en el cordero sacrificial cuya purga, real o fingida, permitirá proponer que los pecados de toda una nación sean perdonados. No olvidemos que, por ejemplo, la UE se niega a hablar de genocidio o tomar medidas para evitar que Israel persiga los fines de expansión colonial, pero su servicio diplomático “emite condenas”:
El ministro Smotrich diciendo que 'podría estar justificado y ser moral' que Israel 'haga que 2 millones de civiles mueran de hambre' hasta que 'se devuelvan los rehenes' es algo más que ignominioso. Demuestra, una vez más, su desprecio por el derecho internacional y por los principios básicos de humanidad.
Y despachado el problema, a otra cosa. Según lo que la UE dice y/o hace, es muchísimo más grave comunicar la intención de matar de hambre a dos millones de personas que, de hecho, matar de hambre a dos millones de personas. Cuando Israel, tras una negociación, “acepta” permitir el paso de ayuda humanitaria, ciudadanos israelíes bloquean las carreteras para que los camiones no entren. Así, si ninguna fuerza de seguridad acude para garantizar que se cumpla el compromiso declarado por el gobierno israelí, no cabe sino interpretar que quizá el objetivo sea impedir la entrada de ayuda. El propio Netanyahu expresa claramente su postura al respecto:
La ayuda humanitaria es necesaria para el apoyo internacional; sin ella, los buenos amigos tendrán dificultades para apoyarlo durante mucho tiempo.
Aquí, en conferencia de prensa, se dirige en hebreo a sus ciudadanos para explicar que no le gusta que entre ayuda humanitaria, gasóleo en este caso, pero les hace entender que, si no dejan entrar un poco, a sus principales aliados les será más difícil apoyar explícitamente los ataques contra Gaza.
Por eso es innecesario y peligroso centrarse en las acaloradas declaraciones del ala más fundamentalista del gobierno israelí. Hasta podría pensarse que el chivo expiatorio sea el gobierno de Netanyahu en pleno. El propio primer ministro lo ha dejado bien claro: el objetivo declarado internacionalmente, la destrucción de Hamas, no es el verdadero objetivo.
Estamos destruyendo cada vez más viviendas, y los gazatíes no tienen a dónde regresar. El único resultado inevitable será el deseo de los gazatíes de emigrar fuera de la Franja de Gaza.
En la línea de razonamiento seguida hasta aquí, el genocidio es un medio para alcanzar un objetivo. Mientras ese fin no haya sido alcanzado seguirá siendo necesario aplicar los medios necesarios. Culpar al gobierno de turno por los medios empleados, como el genocidio en Gaza de los últimos dos años, es pensar que para acabar con la Hidra basta cortarle una cabeza. De la misma manera que a seis millones de judíos y a tantísimos otros europeos no los mató Hitler solo, sin la participación de millones de alemanes y la colaboración de media Europa, el drama palestino no ha tenido ni una pausa desde los años cuarenta del siglo pasado. Gobierne quien gobierne, no es cada cabeza sino la propia esencia del monstruo la que oprime y brutaliza sin descanso, generación tras generación.
Si Israel sólo puede existir como estado judío sobre una tierra habitada por población no judía, incluyendo buena parte de sus países vecinos, entonces Israel no puede existir sin deshacerse de la población originaria y arrebatar el territorio a los países vecinos. Es fácil caer en la tentación de celebrar las superficiales condenas de los gobiernos de nuestro entorno. Algunos llegan a pasear un barco de guerra para nada, incluso se animan a pronunciar la palabra “genocidio”, pero cuando anuncian medidas (como España, por ejemplo) se limitan a supuestas prohibiciones de comercio con asentamientos y, si señalan a los responsables, limitan el listado al ministro de Seguridad Nacional, Ben-Gvir (con su soga amarilla en la solapa, entre homenaje al KKK y mofa judeófoba), y el ministro de Hacienda, Smotrich.
Así se “acota” el problema: ni siquiera ya un gobierno en bloque encabezado por su primer ministro, sino “un par de ministros radicales”. Estas medidas permiten señalar una cabeza de la Hidra para sortear la presión de la opinión pública. Así, cuando escampa la tormenta, la “preocupación por el drama humanitario” devuelve el relevo al business as usual de la colaboración con una versión más “sostenible” (no por moderada sino por silenciada) del genocidio. Así, querida audiencia consumidora de propaganda, se nos hace cómplices incondicionales del fin último de sionismo. No en vano fue una ministra socialista de asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, la que primero reconoció a Israel como “estado judío” en el que debe protegerse la composición demográfica, es decir étnica y religiosa, para garantizar la mayoría judía.
También nos dirán que anteriores gobiernos de Israel han condenado los crímenes de guerra de Netanyahu, y es cierto. Ehud Olmert, ex primer ministro, lo ha hecho, pero también fue él quien dirigió en 2008 la infame operación “Plomo Fundido” que acabó con más de 1.400 mártires, cientos de niños incluidos. Su gobierno fundó la práctica de calcular las calorías que entraban en Gaza. Como dijo uno de sus asesores,
La idea es poner los (a los palestinos) a dieta, pero sin llegar a matarlos de hambre.
La política de hambre como arma de guerra no la inventó Netanyahu. Con Olmert gobernando, la ONU ya alertó de malnutrición y retraso en el crecimiento por dicha política.
Por lejos que viajemos en el tiempo, la historia es la misma. Isaac Shamir, Primer ministro de Israel, afirmó en 1988:
Judea y Samaria [Cisjordania] son una parte integral de la tierra de Israel, ni 'capturadas' ni 'devolubles' a nadie.
Menachem Begin en 1982, también primer ministro del Likud, dijo:
Israel no transferirá Judea, SamariaI (Cisjordania) y el distrito de Gaza a ninguna entidad extranjera, (porque) es el derecho histórico de nuestra nación a esta tierra.
El fin del estado de Israel (establecerse y expandirse) jamás se ha ocultado. Tampoco es una cuestión exclusiva de los partidos de la “derecha”. Moshe Dayan, ministro laborista en la década de 1970, afirmaba:
No tenemos más remedio…Vosotros (los palestinos) seguiréis viviendo como perros, y cualquiera que lo desee puede marcharse.
Uri Lubrani, consejero especial de Ben Gurion “sobre asuntos árabes”, explicaba en 1960 el papel otorgado por gobierno a los palestinos en Israel:
Reduciremos la población árabe a una comunidad de leñadores y camareros.
Incluso el adalid de la paz, Isaac Rabin, tenía claro que a los palestinos había que tratarlos con “Puño de Hierro”. Durante la Primera Intifada (década de 1980), recordada por las imágenes de niños palestinos lanzando piedras a los tanques de la ocupación, Rabin instituyó la política de “huesos rotos” en la que los soldados sujetaban a estos niños y les partían el brazo con una piedra. Rabin pasó a la historia personificando la gran apuesta israelí por la paz.
El primer ministro Moshe Sharet, del “Partido de los Trabajadores de la Tierra” (Mapai), declaraba hace 71 años:
En cuanto a los refugiados, estamos decididos a ser inflexibles mientras dure la guerra. Una vez que comience la marea de retorno, será imposible detenerla, y nos arruinará. Para el futuro, estamos igualmente decididos a explorar todas las posibilidades de deshacernos, de una vez por todas, de la enorme minoría árabe [palestina].
Y siete décadas después, subiendo la apuesta de Sharet y tantos otros, va Nitzan Alon (hasta hace días máximo responsable de rehenes en las Fuerzas de Ocupación Israelíes) y declara a Ynet que la mayoría de los prisioneros israelíes en Jabaliya murió por fuego israelí. También está comprobado, para quien quiera saberlo, que “deshacerse” de sus propios ciudadanos es una práctica protocolizada al servicio del fin superior de exterminar a los Otros. Consultad, por favor, los treinta artículos publicados desde agosto de 2014 por Electronic Intifada al respecto de esa Directiva Aníbal cuya ejecución el 7-O ha sido reconocida por el propio ex-ministro de defensa Yoav Gallant e ilustrada por los testimonios de colonos supervivientes. Otros medios como The Grayzone, Mondoweiss y The Cradle también han concluido que “muchas, si no la mayoría” de las 1.154 muertes oficiales registradas por el gobierno israelí lo fueron por fuego del ejército sionista. Incluso Al Jazeera lo documentó en marzo de 2024. Pero olvidadlo, seguro que son falacias antisemitas. Y no se os ocurra preguntar a los propagandistas del sionismo, no sea que su argumentada reacción, como ante la relatora Albanese, consista en acusaros de brujería.
[fin de la tercera parte. Le sigue “parte IV (y última): Aniquilar, una cuestión de estado”]
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