Laboral
La marcha de Nissan, una estrategia previa que la pandemia aceleró
La multinacional japonesa automovilística anunció el pasado jueves 28 de mayo el cierre de su principal planta en España. Dejarán en la calle a más de 20.000 personas para continuar así un camino que estaba ya marcado antes de la llegada del virus.
No es la primera vez. Era 2003 cuando Nissan cerró su fábrica de Madrid. Lo hizo prometiendo futuro y más producción en la zona de Barcelona. Una parte de los trabajadores despedidos entonces pudo mantener su puesto trasladándose a Catalunya. Pero ahora algunos de los que se mudaron para garantizar su trabajo en la empresa han vuelto a ser despedidos.
Ayer por la mañana, muy acorde a los tiempos, hubo una videoconferencia en la que la directiva de Nissan expuso a los representantes sindicales la decisión de cerrar las fábricas de Montcada, Zona Franca y Sant Andreu. Cuando terminaron la exposición colgaron sin dejar a sus trabajadores dar su opinión. Un regalo amargo de la empresa nipona a sus empleados cuando se acerca el 100 aniversario desde que abrió la primera planta en España.
Con la fábrica de Zona Franca al fondo, un representante sindical de Nissan anunciaba a sus compañeros y compañeras allí reunidas: “No es la noticia que ningún sindicato quiere dar, pero nos acaban de comunicar el cierre de todas las plantas en Barcelona”. Pocos minutos después, el humo negro de neumáticos quemados volaba entre el logo de Nissan.

Personas empleadas con las caras tapadas por mascarillas marchaban para cortar carreteras en señal de protesta. Para Roberto Carlos Pacheco, delegado de Comisiones Obreras, esta decisión supone la destrucción del trabajo directo de 3.000 personas e indirecto de cerca de 20.000. Pero no solo eso, sino que se pone en riesgo toda la industria automovilística de Catalunya. Quizá, sostiene, esto sea la punta del iceberg y mañana sean otras plantas de otras empresas las amenazadas con deslocalizaciones. Este sector, a pesar de no contar con una empresa matriz, representa un 10% del PIB y supone casi el 20% de las exportaciones.
“Esto viene de antes, la crisis del coronavirus solo ha hecho que acelerara el proceso, pero ha habido una estrategia de cargarnos con los modelos menos rentables y quitarnos los que más se vendían”, cuenta Pacheco. Bajo el argumento de la competitividad, se obligó a trabajadores a aceptar cada vez peores condiciones laborales, mientras que las directivas incumplían los acuerdos para invertir en modernizar y alcanzar esa competitividad.

Este “autosabotaje” de Nissan a sus propios centros respondería a la llamada “alianza” entre tres grandes marcas —Mitsubishi, Nissan y Renault— para repartirse el mercado mundial y no hacerse competencia. En este reparto, Nissan se queda fuera de Europa y se retira para concentrarse en el mercado asiático y estadounidense.
El brote del covid-19 solo ha sido un escenario ideal para acelerar este plan una vez que la producción de las fábricas estaba totalmente paralizada por el confinamiento. No ha habido mucha compasión por parte de la directiva de Nissan con sus trabajadores, que al estrés y miedo por la crisis sanitaria han tenido que sumarle la de un conflicto laboral con la incertidumbre de perder sus trabajos. “El covid, más esto, ha sido demoledor”, resume Pacheco, que cuenta que parte de la plantilla ha tenido serios problemas de insomnio y otros trastornos por la presión vivida estos días.

Los ánimos del pasado 28 de mayo, cuando la decisión resultó oficializada, no han sido los de la jornada anterior delante de la embajada de Japón, cuando medio centenar de personas que trabajan en Nissan se concentraron para protestar. Bajo el sol de las 12 de la mañana, tapados con mascarilla y guardando distancia entre cada uno de los trabajadores, aquello parecía una metáfora de que la nueva normalidad viene con los viejos problemas de siempre. Aunque entre representantes sindicales se barajaba como “bastante probable” la decisión del cierre, muchos de ellos no creían que se produjera de forma tan drástica, afectando a todas las plantas y sin proponer ningún plan alternativo.
Ahora la empresa nipona ha traído al antiguo director general de la planta de Nissan en Barcelona, Frank Torres, para negociar con el Gobierno el cierre de las plantas. Este alto cargo ya es conocido por negociar con promesas que luego han sido incumplidas, como los 1.000 puestos de trabajo a cambio de recortes que nunca llegaron en 2015.

El dilema que ahora tiene el Gobierno es el de hacerse presente o no. De nada ha servido amenazar a Nissan con que le va a salir más caro despedir a 3.000 trabajadores que invertir en la fábrica para hacerla rentable de nuevo. Ahora el mismo argumento se le puede volver en contra al gobierno actual: ¿Qué le va a salir más caro, hacerse cargo del empobrecimiento de 25.000 familias o hacerse cargo de lo que Nissan deja atrás? Como bien inciden los propios trabajadores, la fábrica y el capital humano existen, son reales.
Pese a lo poco alentador de la situación, el ánimo de trabajadores como Pacheco sigue vivo, pues comenta que, aunque el golpe ha sido duro, la esperanza no está perdida “ni mucho menos”. Es ahora cuando la presión que puedan hacer con toda la batería de movilizaciones que se llevarán a cabo puede revertir el rumbo de esta historia.
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