Economía
¿Es posible un crecimiento ecologista y feminista?

¿Hay que centrarse en el crecimiento para hacer políticas “verdes” (ecológicas) y “moradas” (feministas)? Un debate con Nacho Álvarez y Jorge Uxó de la Secretaría de Economía de Podemos.

Contaminación industrial Avilés
Contaminación industrial en Avilés. David F. Sabadell
Miembros de Ecologistas en Acción
25 ene 2018 11:57

En un texto reciente, publicado en una serie de artículos que vienen apareciendo en ctxt.es, Nacho Álvarez y Jorge Uxó afirman que en España existe un ciclo de crecimiento económico que debe ser mantenido y apuntalado, a la vez que se lo transforma y mejora introduciendo políticas activas de índole ecológica y feminista.

Coincidimos con los autores en buena parte de las medidas concretas que postulan. Por ejemplo, en el terreno ambiental proponen el ahorro energético, la promoción de las energías renovables, la reforma del sector eléctrico —aunque aquí echamos en falta un posicionamiento claro contra el mantenimiento del oligopolio privado—, una apuesta firme por el transporte colectivo y público, así como el desarrollo de una “fiscalidad verde”.

En cuanto a la pata “morada” de sus propuestas, nos parece positivo promover “un modelo de cuidados basado en los principios de corresponsabilidad y universalidad”, que atienda todas las necesidades y asegure la independencia económica a lo largo de la vida. A ello pueden contribuir medidas sugeridas por los autores como la universalización de ciertos servicios públicos (educación hasta tres años, atención a la dependencia, etc.), un reparto más igualitario de labores de cuidados entre mujeres y hombres y el establecimiento de jornadas laborales a tiempo completo —contra la jornada parcial obligatoria de muchas mujeres— más cortas —compatibles con la vida extralaboral—.

Las urgencias materiales de buena parte de la población requieren respuestas concretas y el empleo puede ser una de ellas, siempre que no constituya en el objetivo único de la política

En cambio, nos plantea serias dudas el marco en el que se inscribirían tales políticas: en varios lugares del texto se insiste en que estas producirían entre otros efectos “más personas disponibles para trabajar”, dando por supuesto que la “creación de empleo” —es decir, el trabajo asalariado— es —y debe continuar siendo— el fundamento principal de la vida social. Y que solo con más y mejor empleo podrán sostenerse los servicios públicos y las pensiones de la población de más edad. Sin duda, las urgencias materiales de buena parte de la población requieren respuestas concretas y el empleo puede ser una de ellas, siempre que no se constituya en el objetivo único de la acción política.

Por tanto, yendo más allá de la coyuntura inmediata creemos necesaria una reflexión sobre cuestiones como las siguientes: ¿se ha abandonado totalmente la propuesta de renta básica universal?, ¿se considera posible crear empleo digno y bien retribuido para toda la población?, ¿el horizonte transformador de Podemos se circunscribe a “mejorar lo existente” sin plantearse siquiera la posibilidad de promover una sociedad que no gire en torno al empleo, el salario y el consumo mercantil?

En el sistema capitalista el empleo solo existe en la medida en que contribuya a generar ganancias para las empresas, o bien para garantizar la reproducción de la mano de obra en buenas condiciones (empleo en educación, sanidad, etc.). Pero en ambos casos el trabajo asalariado es una relación social caracterizada por la falta de autonomía personal y colectiva, por la subordinación a los intereses de acumulación capitalista (debemos defender a la empresa que “crea” puestos de trabajo para nosotras) y, por ello, debe ser cuestionada como modalidad central de funcionamiento socioeconómico. Parece urgente una reflexión sobre políticas que impulsen otras formas de producir y vivir juntas.

Creemos necesaria una reflexión sobre cuestiones como las siguientes: ¿se ha abandonado totalmente la propuesta de renta básica universal?, ¿se considera posible crear empleo digno y bien retribuido para toda la población?

Álvarez y Uxó destacan también que las medidas en favor de las mujeres promoverán la fecundidad, que aparece como un valor positivo en su argumentación. Ésta parece anacrónica en un mundo habitado por 7.200 millones de personas, que presionamos ya de forma insoportable sobre buena parte de los recursos materiales del planeta y generamos residuos que no son asumibles por el ecosistema.

Indudablemente, con otra organización social podría mejorarse el panorama, pero pretender sin más que incrementos de población son un elemento positivo parece producto de una mirada limitada, que solo maneja variables macroeconómicas, y no se hace cargo de la cuestión de los límites biofísicos y de las consecuencias sociales de sobrepasarlos continuamente. Incluso si en nuestro país “faltasen” manos para trabajar —hoy por hoy no es el caso—, en el mundo hay millones de personas sin medios de vida. Desde una perspectiva de justicia y de sostenibilidad sería una opción mucho más lógica apostar por la inmigración que por la fecundidad de la población nativa.

La insistencia en el crecimiento: el sinsentido del sentido común

Pero nuestra diferencia fundamental con la propuesta de los dos miembros de Podemos es que toda su argumentación se construye bajo el paradigma del “crecimiento”. Llama la atención que la “nueva política” organice su argumentación económico-social bajo el concepto fetiche de la sociedad capitalista y de sus epígonos intelectuales. El pensamiento económico mainstream, pero también el sentido común dominante, propone sin dudar que todo “progreso” social ha de sustentarse en el crecimiento económico. Es decir, sin crecimiento estamos abocados a lo peor: estancamiento, falta de oportunidades, desempleo, desánimo, etc.
Llama la atención que la “nueva política” organice su argumentación económico-social bajo el concepto fetiche de la sociedad capitalista y de sus epígonos intelectuales
Sin embargo, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “crecimiento”? El término puede referir a dos acepciones principales. Por un lado, al ámbito material, en el que los beneficios de la sociedad se derivarían de que dispongamos de “más cosas” (bienes y servicios, casi siempre mercantilizados) a nuestra disposición. Respecto a esto el ecologismo social, apoyado por lo mejor de la ciencia especializada, viene denunciando que hemos superado, o estamos a punto de hacerlo, el cénit de disponibilidad de combustibles fósiles y de gran parte de los materiales naturales necesarios para sostener la producción.

Por tanto, en este sentido el crecimiento solo puede acelerar la senda colapsista en la que estamos metidos (cambio climático, pérdida de biodiversidad, escasez de materiales, etc.). Desde el punto de vista biofísico, lo que debe estar en el frontispicio de una política alternativa, en favor de la sostenibilidad de la vida y de las mayorías sociales, debe ser el decrecimiento material y energético.

La segunda acepción del concepto es la de crecimiento económico (es decir, de magnitudes que suelen medirse habitualmente en dinero, vía precios y valores agregados, etc.). Sobre esta cuestión nuestros autores adoptan claramente la hipótesis del desacoplamiento, que afirma que es posible mantener el crecimiento económico (capitalista) reduciendo los consumos materiales. En sus propias palabras: “Los aumentos del PIB no son necesariamente incompatibles con una drástica reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero, ni con una creciente descarbonización y desmaterialización de la producción”. Merece la pena detenerse con más detalle sobre esta cuestión.

La desmaterialización de la producción capitalista: un mito insostenible

En primer lugar, la desmaterialización no se sostiene con datos empíricos. Así, el consumo energético y material desde la Revolución Industrial ha seguido una curva exponencial (ver Gráfico a). Además, todos los periodos en los que ha bajado el consumo de materia coinciden con una recesión económica. Se pueden rastrear así los ciclos de la economía capitalista por las variaciones del consumo material, lo que señala su íntima relación. Según afirman Ward y colaboradores en su trabajo Is Decoupling GDP Growth from Environmental Impact Possible?: “El crecimiento en el PIB no se puede desacoplar del material y energético” (gráfico b), no en vano el 90% de los aumentos en la productividad del capitalismo fosilista se pueden atribuir a aumentos en el consumo de energía.
Crecimiento y colapso

a) Consumo mundial de materiales (Fuente: Growth in global materials use, GDP and population during the 20th century, Krausmann y col., 2009). 
b) Correlación entre el consumo de energía primaria y el PIB real a nivel mundial entre 1980 y 2015 (Fuente: The Energy Transition, Coyne, 2016).

En el centro de la propuesta de la desmaterialización está una economía basada en servicios, que parecen tener menos carga material que la industria o la construcción. Pero este tipo de actividad no es menos consumidora de materia y energía, como se desprende de los trabajos de Carpintero, y requiere del sector industrial para existir.

Además, una economía basada fundamentalmente en servicios resulta difícilmente compatible con las exigencias de reproducción ampliada del capital, horizonte que no parecen querer desafiar las propuestas de “crecimiento (capitalista) verde”.

En última instancia, la desmaterialización es físicamente imposible. El Segundo Principio de la Termodinámica implica que la utilización de energía conlleva siempre su degradación. Desde la perspectiva material, muchos elementos básicos se dispersan al ser utilizados (como el fósforo en la fertilización o los óxidos de zinc en los neumáticos, que se van esparciendo por las carreteras); solo podrían ser reciclables si fuesen biodegradables y ese trabajo lo hiciesen los ecosistemas con tiempo y energía solar, y aun así este proceso no sería 100% eficiente. El carácter ilusorio del mito de la desmaterialización está representado en el aparato por antonomasia de la sociedad virtual: el ordenador, cuya producción exige elevados requerimientos materiales y energéticos.

En segundo lugar, ¿qué es lo que impulsa el crecimiento económico en una economía capitalista? Básicamente, el impulso de la competencia entre empresas (o países) que fomentan innovaciones (tecnológicas u organizativas) con el fin de no perder mercado, lo que se traduce en incrementos de productividad. La tan ansiada “productividad” supone que se consiguen generar más mercancías y bienes sin aumentar la inversión en trabajadores y/o capital fijo. De esa manera, se gana terreno a la competencia, se amplían mercados, se vende más; en definitiva “se crece”.

Pero observemos que mayor productividad significa producir más con los mismos recursos. Es decir, la tendencia va en el sentido de incrementar el consumo de materias primas y de energía, porque a más productividad generaremos más “cosas para vender”. En otros términos, la propia lógica de la competencia y la acumulación capitalista abocan a un consumo creciente de recursos materiales, a una plétora creciente de objetos materiales (además, injustamente distribuidos).

En definitiva, tanto la experiencia histórica como el análisis de cómo funciona el crecimiento capitalista ponen muy en duda la hipótesis de partida de Álvarez y Uxó. Las posibilidades de un “capitalismo verde” —que es de lo que nos hablan— resulta a todas luces muy poco sustentable.

No existe un camino ya trazado, pero no nos cabe duda que sería una gran equivocación pretender alcanzar nuestras metas montándonos sobre el caballo del “crecimiento” con la vana ilusión de querer domarlo

¿Quiere decir, entonces, que al no haber crecimiento —sostenible a largo plazo— debemos renunciar a los objetivos ecológicos y feministas enunciados al principio? De ninguna manera. “Solo” que la sustentabilidad material y la garantía de una vida digna para las mayorías sociales pueden plantearse únicamente si impugnamos con rotundidad la lógica de acumulación del capital, que solo puede ser ecocida y que históricamente se apoya en y reproduce el patriarcado.

Para emprender este camino hace falta la confluencia de distintos colectivos sociales y una lucha que afrontará serias resistencias por parte de las élites que hoy se benefician del orden existente. No existe un camino ya trazado, pero no nos cabe duda que sería una gran equivocación pretender alcanzar nuestras metas montándonos sobre el caballo del “crecimiento” con la vana ilusión de querer domarlo. Ecologistas en Acción acaba de presentar un informe de análisis acompañado de una serie de propuestas políticas que pueden dar lugar a un debate más fructífero, que esperamos poder desarrollar colectivamente.

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Lucrecia
26/1/2018 9:44

Se agradece el análisis y, especialmente, el planteamiento de un debate abierto porque resulta increíble que a estas alturas del cambio climático, del cenit de las energías fósiles, del incremento de la contaminación en todo el planeta, la "izquierda" siga proponiéndonos que la solución pasa por crecer (???). Me encanta el texto, aunque encuentro a faltar una crítica desde el feminismo (no solo desde el ecologismo).

3
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Alfons
26/1/2018 8:55

Excelente análisis.
Sobre todo en lo concerniente al cuestiomamiento de la lógica del crecimiento desde el punto de vista verde y femenino.
También las pinceladas del crecimiento poblacional.

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#7361
25/1/2018 17:28

Compas, ayer publicáis un estupendo texto de Sarah Babiker planteando que el debate sobre la Renta Básica esta copado por hombres, y hoy dos hombres responden a otros dos para hablar de (ecologismo y) feminismo...

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#7409
26/1/2018 10:09

Si nos escucháramos y leyéramos como personas nos iría bastante mejor a todos (y todas).

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#7379
25/1/2018 19:26

Tienes razón, son dos tíos respondiendo a dos tíos y esto refleja una situación que hay que modificar. Ahora, del contenido ¿qué opinas?

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