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El sur del Líbano arrasado tras ocho meses de bombardeos. Laurent Perpigna Iban

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“Los daños en el sur del Líbano son ya irreversibles”

El sur del Líbano es escenario de una nueva escalada entre Hezbolá y el ejército israelí. Mientras la población teme verse inmersa en una guerra total, la devastación causada por ocho meses de enfrentamientos ha dejado ya una huella profunda en los habitantes de la zona.
22 jun 2024 06:00

Es una perspectiva escalofriante que sigue sembrando el pánico en todas las cancillerías. El frente de apoyo a los combatientes palestinos, abierto por el Hezbolá libanés a raíz de la ofensiva de Hamás, sigue inflamado en torno a la línea de demarcación con Israel. Tanto en sentido literal como figurado: en los últimos días, a medida que las temperaturas abrasadoras han ido descendiendo sobre la región, los enfrentamientos entre los beligerantes a ambos lados de la frontera han provocado enormes incendios, dañando aún más un paisaje ya de por sí desolado.

Sumido en una huida hacia delante sin horizonte real, el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, empujado en esta dirección por algunos de sus aliados políticos, parece haber aceptado la idea de abrir un nuevo frente. Al menos eso es lo que sugirió el 5 de junio, cuando anunció la inminencia de una operación “muy intensa” en el sur del Líbano.

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Los alrededores de Nabatieh, en el sur del Líbano, una región regularmente atacada por el ejército israelí. Laurent Perpigna Iban

Se trata de una hipótesis que se ha planteado muchas veces, pero que aún no se ha materializado, a pesar de los violentos combates. Sin embargo, mientras que cada escalada verbal o militar desde el inicio de las hostilidades ha ido seguida de breves periodos de calma —lo que atestigua la reticencia de ambas partes a sumergirse en el peor de los escenarios—, a falta de la más mínima esperanza de consenso político, el deslizamiento hacia la guerra total entre Israel y Hezbolá parece tan gradual como inevitable.

Y el hecho de que, por diferentes razones, a ninguna de las partes le interese enfangarse en una confrontación masiva no cambia la situación: al jugar demasiado con los nervios de su adversario, el ejército israelí y Hezbolá, bajo la apariencia de ofensivas o contraofensivas disuasorias, se exponen a un desbordamiento que se hace, a lo largo del tiempo, casi inevitable.

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Líbano Un terror conocido asalta el sur de Líbano
La destrucción, el desplazamiento masivo y la incertidumbre que causan los bombardeos israelíes son la última tragedia contra una población civil que desde el establecimiento de Israel ha sufrido guerras, ocupaciones y hostilidades militares.

En los últimos días, la presión se ha intensificado. En respuesta a la política de terror del ejército israelí en las carreteras del sur de Líbano, el movimiento chií responde con creciente virulencia, variando tanto los objetivos como los métodos de ataque. Así ocurrió de nuevo tras el asesinato de uno de sus dirigentes el 11 de junio; al día siguiente, al amanecer, dos andanadas de cohetes surcaron el cielo israelí antes de ser neutralizadas por la Cúpula de Hierro, en lo que los especialistas describen como el ataque más masivo llevado a cabo desde territorio libanés desde el 7 de octubre.

Pocos días después, un dron perteneciente a Hezbolá consiguió sobrevolar el norte de Israel hasta la ciudad costera de Haifa. La difusión de estas imágenes por parte del partido, que también señalaba en el vídeo lugares estratégicos, parece haber hecho a los israelíes sentirse humillados.

La respuesta no se hizo esperar: pocas horas después, el ministro israelí de Asuntos Exteriores declaró que estaba “muy cerca el momento en el que decidamos cambiar las reglas del juego contra Hezbolá y Líbano”. Mientras tanto, su ejército aprobó oficialmente los planes para una ofensiva en Líbano. Más que nunca, parece que se ha alcanzado el punto de inflexión.

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Youssef, un agricultor de 70 años de Khiam, quemado por las bombas de fósforo blanco lanzadas por Israel, tuvo que huir, abandonando sus tierras y posesiones. Las explosiones reventaron las ventanillas de su camión. Laurent Perpigna Iban

Una tierra devastada

Este temor a una “guerra total”, muchos habitantes del sur del Líbano lo consideran como insultante. Creen que, temiendo una explosión regional, el mundo ha acabado cerrando los ojos ante la magnitud del enfrentamiento que tiene lugar en la zona.

Y las cifras les dan toda la razón: en ocho meses, en Líbano, han muerto al menos 470 personas en los combates —entre ellas 90 civiles—, más de 95.000 han sido desplazadas y casi 1.200 hectáreas de tierras de cultivo se han convertido en humo.

Youssef y Fatma se han refugiado a unos veinte kilómetros de la línea de demarcación, en las afueras de la ciudad de Nabatieh. Para esta pareja de agricultores, cuya tierras se encuentran en Khiam, a tiro de piedra de la frontera, la guerra no es tanto una perspectiva aterradora como una amarga realidad.

“El fósforo blanco utilizado por Israel atacó mi piel. Después de que alcanzara mi granja, intenté apagar el fuego lo mejor que pude. Ningún tratamiento puede aliviar mi dolor”

Youssef, de 70 años, está físicamente muy marcado y tiene dificultades para expresarse. El hombre, que ha sobrevivido a múltiples guerras desde 1978, nunca había abandonado su granja, a pesar de los riesgos. “Incluso durante la ocupación israelí.”

A principios de noviembre, tras un mes de enfrentamientos y un infarto, no tuvo más remedio que abandonar su lugar. “Esta guerra es la más dura y larga que he vivido. Antes no teníamos todas estas tecnologías. Se había vuelto insoportable: el ruido de los bombardeos, los aviones y los drones israelíes nos volvía locos”, relata.

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Las manos de Youssef quemadas por el fósforo blanco. Laurent Perpigna Iban

Tiene las manos llenas de quemaduras. Se sube modestamente los pantalones, mostrando heridas aún purulentas. “El fósforo blanco utilizado por Israel atacó mi piel. Después de que alcanzara mi granja, intenté apagar el fuego lo mejor que pude. Mi cuerpo está magullado, estoy agonizando y ningún tratamiento puede aliviar mi dolor”.

Sus ojos se llenan de lágrimas: “Y hay cosas peores que mis heridas. Lo he perdido todo, todo lo que he construido a lo largo de los años. Mi equipo, mis campos, todo está destruido. Esta tierra es mía, pero también ha sido de mi familia durante generaciones. La quiero como a un hijo. Está muerta, irradiada durante muchos, muchos años. Los daños en el sur del Líbano ya son irreversibles“

Con dificuldad, la pareja se refugió en un edificio vacío a unos kilómetros. Youssef enciende su enésimo cigarrillo. “No debería después de mi infarto, pero no me importa. Cuando fumo, no lloro”.

“En cuanto al Estado libanés, ya no existe. Estamos solos. Nuestra última esperanza de no volver a ser atacados es la resistencia”

A su lado, Fatma también parece abrumada por el dolor y marcada por toda una vida de sufrimiento. Maquinalmente, relata los traumas que la han acompañado durante décadas. “La cárcel de Khiam, cerca de nuestra casa, donde se oían los gritos de los libaneses torturados durante la ocupación israelí. Las humillaciones y la violencia, a veces sexual, que sufrimos como mujeres a manos del ejército israelí, y que nunca fueron llevadas a juicio. Y cuando estaba embarazada de gemelos, hicieron todo lo posible para impedirme ir al hospital. Tuve que viajar decenas de kilómetros para dar a luz; pensé que me moría de dolor”.

Toma aire y continúa con gravedad: “De todos estos horrores nació la Resistencia. Para entender por qué estamos donde estamos hoy, hay que saber todo lo que hemos sufrido”.

Así pues, ante la inminencia de una operación militar a gran escala que podría alcanzarles en su hogar temporal, la pareja está ansiosa. El día anterior, cazas israelíes cruzaron la barrera del sonido cerca del pueblo: “Los mismos que nos aterrorizaron antes de que abandonáramos Khiam. Todo ha salido a la superficie. En cuanto al Estado libanés, ya no existe. Estamos solos. Nuestra última esperanza de no volver a ser atacados es la resistencia”.

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En Nabatieh, un cartel en honor de los mártires de Hezbolá. Laurent Perpigna Iban

Mártires

Nabatieh (con unos 70.000 habitantes y miles de desplazados), repetidamente atacada por Israel, tiene fama de ser un bastión de Hezbolá.

La ciudad no escapa a esta reputación: en sus calles se exhiben retratos de los combatientes del partido político-militar caídos desde el 7 de octubre, junto a dirigentes de la República Islámica de Irán, quien apoya al partido-milicia chií.

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Padre de Mohamed Ali. Laurent Perpigna Iban

Nasser Saïd Fadan nos espera a la puerta de un edificio un poco alejado de la ciudad. Más que un hogar familiar, la vivienda se ha convertido en un museo a la gloria de su hijo, Mohamed Ali, profesor de física asesinado hace unas semanas por un ataque de dron cuando se dirigía a la universidad. Su madre, con una mirada tan triste como orgullosa, mostraba los últimos mensajes del fallecido: “Mira: ‘Última foto antes de ser asesinado, JAJAJA’. Un mensaje que nos envió desde la feria del colegio. Creo que sintió que lo iban a matar”.

Aunque sus padres conocían su simpatía por el Partido de Dios, afirman desconocer por completo su implicación en las altas esferas de Hezbolá. “No quería que le hiciéramos preguntas. Pero dado su perfil, no es ninguna sorpresa”, dice Nasser. “Ante los retos tecnológicos de esta guerra, la resistencia necesita gente que domine la física y la ciencia. Y a cambio, la entidad sionista tiene en su punto de mira a los cerebros capaces de aportar una contribución en el frente intelectual”.

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Madre de Mohamed Ali. Laurent Perpigna Iban

Su madre continúa: “Lloramos a nuestro hijo todos los días, pero estamos tan tristes como inmensamente orgullosos de haber tenido un hijo tan bueno. El mártir pertenecía a su comunidad, no sólo a sus padres. Estaba comprometido con el Líbano en su conjunto, no sólo con el sur del país. Desde su muerte, no han dejado de llegar mensajes de apoyo, desde Líbano hasta Irak”, afirma, profundamente conmovida.

Cristianos y musulmanes unidos

Un cambio de escenario. A pocos kilómetros, encaramado en una colina, el pueblo de Kfour, de mayoría cristiana maronita, también vive al ritmo de la guerra.

Antoun Sama'an, de 64 años, es vicepresidente del municipio. Recuerda con orgullo que nunca ha abandonado su hogar, a pesar de las recurrentes ofensivas israelíes. “Nuestro pueblo es un símbolo de unidad; hay suníes, chiíes y cristianos. Siempre hemos estado acostumbrados a convivir y celebrar juntos los momentos felices. Naturalmente, hoy damos nuestro apoyo a las familias en duelo, nuestra solidaridad es total”.

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El pueblo de Kfour, de mayoría cristiana maronita, saturado de retratos del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah. Laurent Perpigna Iban

Es un hecho evidente: mientras que las relaciones entre la comunidad cristiana y Hezbolá son tensas en el resto del país, la gran mayoría de los pueblos mixtos del sur parecen ser la excepción a la regla, y Hezbolá parece haber recuperado espectacularmente notoriedad allí.

Antoun Sama'an no oculta su preocupación por un posible deterioro de la situación: “En cuanto salimos del pueblo, sentimos que jugamos a la lotería con nuestras vidas. Los drones siguen a los coches que salen de Kfour, es una situación que da mucho miedo. Pero si las cosas se descontrolan, lucharé por no abandonar mi tierra”.

Pero el miedo sigue atenazando a los habitantes de Kfour: “Hace dos días, cuando volvieron a romper la barrera del sonido, mi nieto de cuatro años estaba aterrorizado y tardamos horas en calmarlo”, dice Antoun. El pueblo está muy expuesto a los ataques israelíes. “Durante la ocupación, el ejército israelí instaló bases militares al otro lado de la carretera, en lo alto de las colinas. Nos bombardearon. Así murió mi abuelo”.

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Simpatizantes de Hezbolá participan en una manifestación de apoyo a los palestinos. Laurent Perpigna Iban

“Las líneas rojas”

En las circunstancias actuales, nadie en el sur del Líbano parece creer en la posibilidad de que la situación mejore a corto plazo. Sobre todo porque los libaneses parecen haber interiorizado que lo que está en juego para Israel es enorme: mientras que el Estado hebreo planeaba crear una zona tampón dentro del territorio libanés alejando a Hezbolá de su frontera, los combates han contribuido, por el contrario, a expulsar a decenas de miles de civiles de sus hogares en el norte de Israel, convirtiendo este trozo de territorio en una auténtica no man’s land.

Un escenario que sabe a fracaso para el Primer Ministro israelí, que se topa con una realidad brutal: aunque Hezbolá ha sufrido grandes pérdidas en sus filas, está muy lejos de haber echado todo lo que tiene en la batalla. Sobre todo porque bajo las aldeas del sur del Líbano se extienden kilómetros y kilómetros de verdaderos santuarios subterráneos que ofrecen a los aguerridos combatientes del Partido de Dios un refugio, así como una base de operaciones fuera del alcance de los radares israelíes.

“Lo que podemos decir en este momento es que, después de ocho meses, cada escalada es más violenta que la anterior”

Para que no ocurra lo peor, los esfuerzos diplomáticos se han intensificado en los últimos días. Las declaraciones de funcionarios estadounidenses filtradas a los medios de comunicación no son para nada tranquilizadoras: la administración Biden, preocupada por que Israel “no se precipite a la guerra (...) sin una estrategia clara o la consideración de todas las implicaciones de un conflicto más amplio”, está ejerciendo claramente una presión implacable sobre Tel Aviv. Estados Unidos también advertía al disuelto gabinete de guerra israelí de que una prolongación del conflicto podría atraer al Líbano a decenas de miles de combatientes leales al “eje de la resistencia”, ya sean sirios, iraquíes o incluso yemeníes, todos los cuales podrían llegar por tierra si el aeropuerto de Beirut fuese destruido.

Mientras la propuesta francesa de una hoja de ruta trilateral —con Estados Unidos e Israel— fue rotundamente rechazada por el ministro de Defensa del Estado sionista, diversas fuentes indican que Qatar está trabajando entre bastidores con los actores del sur del Líbano. Aunque no faltan cuestiones por resolver, algunas por el momento insalvables —cuestiones territoriales, aéreas, militares, etc—, el Estado rico, acostumbrado a negociaciones delicadas, podría perfectamente, en caso de acuerdo con Hezbolá, comprometerse a cambio de desempeñar un papel de primer orden en la reconstrucción del sur del Líbano. Un tema que, si bien aún no es de actualidad, no deja de ser candente en un país arruinado y aún rechazado por las demás monarquías ricas del Golfo.

Desde la ciudad fronteriza de Naqoura, Andrea Tenenti, portavoz de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (FINUL), considera que los daños son ya muy preocupantes, sobre todo para la agricultura local: “Al final de la guerra, esto será un problema importante para el Líbano. Pero aún no hemos llegado a ese punto. Por el momento, si bien no parece que ambos bandos tengan un verdadero interés en ampliar el conflicto, siguen jugando con las líneas rojas del enemigo. El riesgo es, por supuesto, que se cruce una de ellas, lo que podría iniciar un ciclo muy peligroso”.

Ante el nivel de tensión, el secretario general de Hezbolá, Hasán Nasralá, pronunció su discurso más belicoso desde el 7 de octubre, en el que expuso sus capacidades militares y aseguró que todo el territorio israelí sería duramente golpeado, “por mar, por tierra y por aire”. También amenazó a Chipre, que, según dijo, está siendo utilizada como base de retaguardia por las fuerzas israelíes, y que, aseguró, sería objetivo de sus movimientos en caso de guerra total.

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Un retrato del portavoz de Hamás, Abu Obeida, en un pueblo del sur del Líbano. Laurent Perpigna Iban

¿Qué conclusiones podemos sacar de este discurso? Muchos analistas creen que la virulencia de Nasralá es una advertencia a la comunidad internacional para que frene las acciones de Israel. En cualquier caso, esta teoría parece haber sido tomada al pie de la letra en los círculos diplomáticos. Según medios libaneses bien informados, en los últimos días se han abierto conversaciones entre estadounidenses e iraníes, en Irak y también en Qatar, para evitar que la situación alcance “un punto de no retorno”.

Mientras tanto, las mismas escenas se repiten cada día. Los bomberos libaneses hacen slalom entre los disparos de artillería para apagar decenas de incendios, y el miedo a una escalada sigue atenazando Oriente Próximo. “Lo que podemos decir en este momento es que, después de ocho meses, cada escalada es más violenta que la anterior. Cada vez es más urgente encontrar una solución política o diplomática. Es un verdadero reto para la comunidad internacional”, concluye Andrea Tenenti.

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